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Críticas 39
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
10
11 de septiembre de 2007
27 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kambei, (genial T. Shimura) Kikuchiyo (el inmortal e inigualable T. Mifune), Gorobei, Kyuzo, Heihachi, Katshuhiro y Shichiroji, los siete samuráis de Kurosawa, siete personajes magistrales surgidos de la mente del maestro japonés, unidos para salvar a un pueblecito de campesinos (que sólo les ofrecen un cuenco de arroz) del azote de unos bándalos, jugándose la vida impulsados por sus ideales.
Una de las mejores películas de todos los tiempos que desborda maestría en cada unos de sus planos a lo largo de más de 3 horas, fiel reflejo de la sabiduría de su director, de su estilo único y absolutamente inigualable que fluye aquí en su máximo apogeo. Como tantas obras de la impresionante filmografía de Kurosawa la película parece estar tocada por algo mágico e inexplicable, con esa maravillosa forma de filmar en espacios abiertos, de crear personajes y de diseccionar la condición humana.
Para colmo “Los siete samuráis” es pionera en dos técnicas cinematográficas: El stop-motion (fíjense en la escena en la que Kambei mata al ladrón), muy utilizada para escenas violentas y la Multi-cámara (Kurosawa usa 3 cámaras diferentes a la vez: plano largo, medio y corto), muy habitual en el cine actual.
11 de septiembre de 2008
22 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
En febrero de 1933 se produce en Berlín el histórico incendio del Reichstag. En pocos días el partido nazi será el único partido legal en Alemania. En medio de estos acontecimientos un joven periodista y guionista austríaco de origen judío huye de la capital alemana con dirección a París. Su nombre es Samuel Wilder, aunque todo el mundo le llama "Billy". Ya en Francia se aloja en el hotel Astoria, famoso por acoger a refugiados de toda Europa, incluyendo por aquellos días a antiguos trabajadores del cine alemán. Dos de ellos, Lustig y Kolpe, se asocian con Wilder y empiezan a trabajar en un guión sobre una banda de ladrones de coches. Poco después Billy Wilder comienza el rodaje del que sería su debut como director.
Se trata de un film personal e hilarante; una carta de amor en honor a París, al delito y a los automóviles. Desde los primeros momentos de la ingeniosa secuencia de los títulos de crédito resulta evidente que el joven Wilder tenía desarrolladas sus sensibilidades mucho antes de llegar a Hollywood. El film está lleno de energía, de vitalidad, de carreras y disparos, de pistas que anuncian las futuras grandes obras del director. Es tan moderna que parece una película de la nouvelle vague rodada cuando Truffaut o Godard aún no habían nacido. Contiene todo un banquete de estilos: ejemplos del toque Lubitsch, un montaje inteligente, sólidos ángulos de cámara, tomas en movimiento llenas de fuerza y difuminados salvajes como Wilder no volvería a usar nunca. La música, subversiva y jazzítica, encaja a la perfección. Es obra de Franz Waxman, futuro creador de bandas sonoras tan memorables como la de "El crepúsculo de los dioses". Se rodó con un presupuesto bajísimo y sus decorados fueron un viejo garaje y las calles de París. De entre sus personajes, algunos con nombres como "El hombre de los cacahuetes", destaca la Mata-Hari interpretada por una jovencísima Danielle Darrieux ("8 mujeres",2002), prototipo de muchas de las heroínas futuras de Wilder. Posteriormente, Monroe, Stanwyck y MacLaine tendrían sus mayores éxitos encarnando variaciones de este mismo personaje.
"Curvas peligrosas", descarada y mal conocida, es el único trabajo independiente de Wilder como director, algo así como su particular Reservoir Dogs. Nueve años después, tras cruzar el charco y labrarse una importante carrera como guionista junto a Charles Brackett, se produciría su debut en Hollywood, pero esa es ya otra historia…
30 de enero de 2009
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un trasbordo de trenes en Chicago, Wilder compró una novela barata para pasar el rato. Su talento era tal que pocos meses después esa novelucha se convertiría en cine de primera categoría.
Este drama humano sobre un alcohólico, interpretado de forma desgarradora por Ray Milland, fue algo único en su época. Hasta entonces el papel del borracho no solía pasar del mero personaje cómico, objeto de risas fáciles. "Días sin huella" se trata del primer film de la historia en retratar de forma seria y realista el drama del alcoholismo. Rodada en escenarios naturales de Nueva York, incluido el J.P. Clarke's, el quinto film de Wilder como director tiene un valor y un sentido de la realidad absolutamente demoledores, más propios del neorealismo europeo que del cine americano de la época.
A los pocos días de finalizar el rodaje, Wilder se incorporó al ejército, donde dedicó sus energías al montaje de secuencias documentales filmadas durante la guerra. A su regreso pudo comprobar la buena acogida de su film: 7 nominaciones a los Oscar. Tras la vergonzosa injusticia cometida por la academia el año anterior, cuando "Perdición" se fue de vacío, Wilder recibió su merecido reconocimiento con los premios a mejor película, director y guión, además del Oscar de Ray Millard.
Como curiosidad y reflejo del impacto que tubo el film en su día, hay que mencionar que el sector de bebidas alcohólicas ofreció al estudio 5 millones de dólares a cambio de "enterrar" la película. Décadas después, con su inconfundible sentido del humor, Wilder comentó durante una entrevista con el director Cameron Crow: “Si me hubieran ofrecido los cinco millones a mí, yo lo habría hecho”.
15 de octubre de 2018
29 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Festival de Sitges, día 2.

Mi primer recuerdo de aquel día es la imagen de una playa. A primera vista parece un lugar idílico, paradisíaco, salvo por el hecho de que varios cadáveres yacen junto a la orilla. A su lado una niña de unos 8 años mira la escena atónita. Una pequeña aldea arde a lo lejos. Varios hombres empuñan amenazadores sus armas automáticas. Entre ellos destaca uno: su mirada fría aterra. Se acerca a la niña, le apunta con su ametralladora y… vemos 5 letras enormes en la pantalla: THE NIGHT COMES FOR US. El público del cine Retiro enloquecido rompe en aplausos. A esto le siguen dos horas de hostias de todos los colores, con sus respectivos hachazos, navajazos, ganchos, pistolas, bombas, puñetazos, patadas, muertes, amputaciones… y sangre, mucha sangre. Si dijéramos que las coreografías de las peleas de este film están a la altura de las de Kill Bill (por poner un ejemplo popular), no estaríamos exagerando ni un pelo, dejan atónito al más exigente de los espectadores. Pero el punto que marca la diferencia aquí son los personajes y la estructura de un guión de hierro, que hacen de esta película tailandesa un hito del género que va mucho más lejos que la aplaudida The Raid. Eso y la magistral dirección de Timo Tjahjanto. El ritmo no sólo no decae ni un segundo, sino que Tjahjanto sabe dosificar perfectamente el tempo de la narración para no saturar al espectador, creando un ramillete de montajes paralelos que funcionan a la perfección. Los personajes están bien definidos e incluso los diálogos en mitad del las gloriosas peleas funcionan. Y todo ello con el tomo de absoluta locura y épica que requiere toda película de artes marciales con un toque de explotation. Y para poner la guinda Timo se permite un homenaje final nada menos que al bueno de Rob Zombie. Una gozada absoluta.

(Extracto del artículo "5 días en Sitges", dentro del blog "Antes de parpadear" https://robergcuesta.wixsite.com/antesde)
3 de marzo de 2008
23 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Podrías estar en el cielo hora y media….antes de que el diablo sepa que has muerto”. Con esta impactante frase inicia su último film el abuelete Lumet al que, a sus 84 primaveras y con un Oscar honorífico a sus espaldas, muchos habían dado por muerto hace ya tiempo. Y es que se lo ganó a puso encadenando bodrios en los 90 hasta que sorprendió a todos en 2006 con la simpática “Declaradme culpable”. Su nuevo trabajo de simpático tiene poco, pero le convierte en la resurrección cinematográfica de la década.
¿Puede una película ser clásica y moderna al mismo tiempo? En manos del viejo y renacido Sydney parece ser que si. Lumet coge la tragedia criminal clásica, una historia de perdedores mil veces contada, y la envuelve con una atmósfera fría e incomoda, creando una extraña, original y muy amarga historia sobre el diablo que todos albergamos en nuestro interior. Un diablo que se nos muestra con la cara más sucia, ruin y cutre que imaginarse pueda. Con el espectador como aliado, pues desde el principio queda claro que todo va a salir mal, y con la ayuda de un trabajo de montaje magnífico, el director de “12 hombres sin piedad” despedaza la narración moviéndose en zig-zag y repitiendo escenas que poco a poco van adquiriendo matices insospechados.
Lumet se luce en la dirección de actores: desde un sobrecogedor Seymur Hoffman y un muy creíble Ethan Hawke como protagonistas, hasta los secundarios (Marisa Tomei nunca fue más atractiva y Finney pocas veces tuvo tanta fuerza) y terciarios (el camello o el perista), todos cumplen con su cometido como piezas de un puzzle negruzco destinado a mostrarnos de qué es capaz ese demonio que llevamos dentro y al que a veces dejamos escapar cuando comprobamos que nuestros sueños no se corresponden con la realidad.
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