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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
5
3 de febrero de 2023
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
AdirondACTS es un campamento de teatro para niños que se organiza todos los veranos con recursos muy limitados. Cuando la directora Joan (Amy Sedaris) sufre un ataque cardiaco y entra en coma durante una representación, la administración del campamento pasa a manos de su hijo Troy (Jimmy Tatro), un joven influencer sin ningún interés en las artes escénicas, que tratará de evitar la bancarrota y consecuente absorción de AdirondACTS por una empresa vecina. Ajenos a los apuros económicos del campamento, los instructores, liderados por la longeva amistad de Amos (Ben Platt) y Rebecca (Molly Gordon), comienzan a preparar una función en honor a Joan.

Rocambolesco planteamiento, sin duda. «Theater Camp» empieza fuerte, desplegando una comedia agilísima. Los chistes se suceden uno detrás de otro en un intercambio más verbal que visual. Al principio, muchos llegan en forma de texto, impreso sobre pantalla en negro, una técnica que demuestra ser tremendamente eficaz y se recupera al final. Los primeros minutos establecen un tono amigable, de buenrollismo ante la adversidad, que se mantiene durante casi todo el metraje.

Y aquí está el problema. Llega un punto en el que, al menos para mí, la comedia empieza a cansar y te sientes como en una fiesta de la que te quieres marchar cuanto antes. Los chistes ya no pegan de la misma manera y el reparto está tan histriónico que hasta le coges manía. Entiendo que la comunidad retratada en el filme, la dedicada al «drama» (así es como se conoce en inglés), exige esta faceta exagerada de los personajes, pero no comulgo con ella.

No dejo de pensar que simplemente es una película dirigida a un sector del público concreto, al que obviamente no pertenezco. Dicho en términos más feos, que no entro en el target del producto. Tampoco estoy tan seguro de que esta sea la razón por la que la película falla; el caso es que después hablé con una chica estadounidense que, precisamente, había ido a campamentos de teatro de niña, y sus impresiones habían sido parecidas a las mías.

La pasión de los actores se ve, de eso no cabe duda, pero no alcanza a los no iniciados en el tema. Por la presencia de Ben Platt, me viene a la cabeza «Pitch Perfect», una película que sí logra transmitir esa pasión. Poca broma, es toda una hazaña que cuatro chiflados por el canto a capella —o por lo que sea— te hagan comprender su locura y te involucren como espectador. En «Theater Camp» lo tienen todo a favor para emocionar: al fin y al cabo, se trata de artistas, comediantes, que improvisan y se sacan historias del aire con su imaginación como única materia prima. Sin embargo, conforme avanza la película más te distancias de ellos.

El estilo de la película es medio falso documental; queda bien para lo que quieren contar. En general, bastante indie: planos detalle y cámara en mano esporádica. Hay un montaje de los niños bailando muy estimulante, del tipo «secuencia de entrenamiento». De los pocos momentos que recuerdo de puro cine, de abrir la boca como un bobo.

Sí observo en la película un sentido de comunidad que funciona. En el campamento, todo el mundo es una drama queen, como dice el bueno de Marty Hart. Lo normal es lo estrambótico, lo queer, la creatividad al servicio de nada (hay una escena en la que los niños son camareros en una cena de inversores e interpretan personalidades extrañas para hacerlo más llevadero) y la expresión desmesurada de las emociones. Por resumirlo en un chiste, un chico hetero al que le gusta el fútbol americano tiene que jugar a escondidas. Este humor basado en la conciencia de comunidad y en la inversión de las «reglas» del mundo real resulta muy acertado.

El conflicto central de «Theater Camp» se encuentra en la amistad de los dos instructores a cargo de escribir la obra teatral, Amos y Rebecca. Carece de la suficiente fuerza para sustentar la película; no obstante, en sus discusiones se aprecia alguna decisión interesante a nivel cinematográfico. Glenn (Noah Galvin) es otro personaje relevante: se encarga de la iluminación, pero su verdadero sueño es actuar en el escenario. Ninguno de los personajes termina de convencer. Creo que si hubieran habilitado algún otro momento dramático me habría implicado más en la historia. Pero en fin, qué sé yo, la mayoría de la sala se lo pasó bomba.
28 de marzo de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Perfetti sconosciuti è un’arma a doppio taglio. Innanzitutto, è un film divertentissimo pieno di momenti comici indimenticabili ma, a mio parere, è soprattutto un’opera che fa riflettere molto sulla nostra società e sulle condizioni in cui viviamo per quanto riguarda la nostra privacy.

Potrebbe dirsi che sia più teatro che cinema (come molti altri film), e così occorre che la sceneggiatura sia eccelente per non annoiare. Perfetti sconosciuti ci riesce senza dubbio, e perciò è stato un grande successo ed è stato adattato tante volte in diverse lingue. Anche io l’ho trovato veramente interessante e, in effetti, un po’ speciale per essere il primo film italiano che guardo in versione originale. Sono rimasto sorpreso per le interpretazioni degli attori: per esempio, nella scena in cui Rocco parla al telefonino con sua figlia, dove possiamo notare la calma e magnifica recitazione di Marco Giallini.

Riguardo alla tematica, il film espone molte idee attraverso i suoi personaggi. Osserviamo che alcuni di loro affrontano i problemi con sincerità e coraggio, mentre altri nascondono i loro segreti mentendo continuamente. L’eclissi lunare è una metafora chiave nell’argomento: la luna diventa sempre più scura e riflette la faccia cattiva di ognuno dei personaggi, conseguenza delle bugie e delle infedeltà. Tuttavia, alla fine intravede una piccola speranza in chi se lo merita, quelle persone autentiche che dobbiamo difendere.

[TRADUCCIÓN]

Perfectos desconocidos es un arma de doble filo. Ante todo, es una película entretenidísima repleta de momentos cómicos inolvidables pero, a mi parecer, es sobre todo una obra muy reflexiva sobre nuestra sociedad y las condiciones en que vivimos en lo que respecta a nuestra privacidad.

Podría decirse que es más teatro que cine (como tantas otras películas), y por ello es necesario que el guion sea excelente para no aburrir. Perfectos desconocidos lo consigue sin duda, y por ello ha sido un gran éxito y se ha adaptado tantas veces a diferentes idiomas. Yo también la he encontrado verdaderamente interesante y, de hecho, un poco especial por ser la primera cinta italiana que veo en versión original. Me han sorprendido las interpretaciones de los actores: por ejemplo, en la entrañable escena en que Rocco habla por teléfono con su hija, donde podemos apreciar la contenida y magnífica actuación de Marco Giallini.

Respecto a la temática, la película plantea muchas ideas a través de sus personajes. Vemos que algunos se enfrentan a los problemas con sinceridad y valentía, mientras otros esconden sus secretos mintiendo constantemente. El eclipse lunar es una metáfora clave en el argumento: la luna se vuelve cada vez más oscura y refleja la cara malvada de cada uno de los personajes, consecuencia de las mentiras e infidelidades. Sin embargo, al final se deja ver una pequeña esperanza en aquellos que valen la pena, esas personas auténticas a las que debemos defender.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Direi che i personaggi si possono dividere in tre gruppi: i “buoni”, che sarebbero Peppe, Bianca e Rocco; il matrimonio infelice, Carlotta e Lele; ed i veri vili di questa storia, Cosimo ed Eva. Eva perché propone il gioco sapendo che la sua infedeltà non si scoprirà, e Cosimo per raggioni ovvie che si notano chiaramente dall’inizio del film. Quando si svela la loro avventura non sembra logico poiché sono persone molto diverse; però, gli sceneggiatori introducono un dettaglio intelligente. Cosimo è un uomo ossessionato con i seni (come si vede all’inizio, oltre a quando sua moglie parla di “Marika”, l’altra donna con cui la inganna), e quindi è stato probabilmente lui che ha provocato che Eva avesse dei dubbi sul suo corpo (giacché lei fa la psicologa e, teoricamente, dovrebbe accettare sé stessa).

In un primo momento, il finale mi è sembrato un po’ strano, ma mi è piaciuto perché accentua il titolo e la idea di Perfetti sconosciuti. Loro sono vecchi amici ma, comunque, non si conoscono affatto. Prima di questo, avevo anche trovato bella la scena in cui Bianca bacia Peppe e lascia l’anello girando sul tavolo. Credo che questo momento faccia riferimento al totem di Inception (2010), tenendo conto del fatto che tutto è stato un sogno, oppure qualcosa che non è succeso in realtà. Insomma, un’opera affascinante con molte conclusioni da trarre che raccomanderei a chiunque.

[TRADUCCIÓN]

Diría que los personajes se pueden dividir en tres grupos: los «buenos», que serían Peppe, Bianca y Rocco; el matrimonio infeliz, Carlotta y Lele; y los verdaderos villanos de esta historia, Cosimo y Eva. Eva porque propone el juego sabiendo que su infidelidad no se descubrirá, y Cosimo por razones obvias que se intuyen claramente desde el comienzo del metraje. Cuando se desvela su aventura no parece lógico puesto que son personas muy diferentes; no obstante, los guionistas introducen un detalle inteligente. Cosimo es un hombre obsesionado con los pechos (como se ve al principio, además de cuando su esposa habla de «Marika», la otra mujer con la que la engaña), y por ello fue probablemente él quien hizo que Eva tuviera dudas sobre su cuerpo (ya que ella es psicóloga y, teóricamente, debería aceptarse a sí misma).

En un primer momento el final me ha parecido un poco extraño, pero me ha gustado porque recalca el título y la idea de Perfectos desconocidos. Ellos son viejos amigos y, aun así, no se conocen en absoluto. Antes de esto, también había encontrado muy bonita la escena donde Bianca besa a Peppe y deja el anillo girando sobre la mesa. Creo que este momento hace referencia al tótem de Origen (2010), teniendo en cuenta el hecho de que todo ha sido un sueño, o bien algo que no ha ocurrido en realidad. En resumen, una obra fascinante de que se sacan muchas lecturas que recomendaría a cualquiera.
3 de mayo de 2020 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando una secuela de una gran saga decepciona a la mayoría de los espectadores, suelo formar parte de este segmento del público desencantado. No ha sido el caso de esta película, que en mi opinión se ha minusvalorado injustamente por culpa de la nostalgia y las expectativas incoherentes de algunos seguidores. Es cierto que no soy un fan acérrimo de Indiana Jones, ni mucho menos (he visto la trilogía original por primera vez durante esta cuarentena de 2020), pero creo que merece la pena reivindicar este trabajo que, si bien no logra sorprender como En busca del arca perdida (1981), alcanza el nivel de El templo maldito (1984) y La última cruzada (1989).

Las películas de Indiana Jones son, además de cintas de aventuras arquetípicas, comedias de acción. Por tanto, opino que no tiene sentido ponerse a criticar la credibilidad o la seriedad de un filme de este género. ¿La comedia aquí es mala? Pues sí, a veces. En concreto tenemos los diálogos entre Indy, Marion y Mutt que dan bastante vergüenza ajena, la verdad. No obstante, se pueden perdonar dado que hay numerosas escenas que consiguen arrancar unas buenas risas. En definitiva, creo que la esencia de Indiana Jones está ahí y es meritorio que hayan sabido conservarla. Porque no es tan fácil. No se puede decir lo mismo de Star Wars, por ejemplo. En dicha saga los personajes sufren, se sacrifican, mueren trágicamente… No existe la certeza absoluta de que al final de la película todo vaya a salir bien. Por este motivo, la comedia es un elemento secundario, algo que los realizadores de los últimos episodios no han entendido para nada.

Lo más positivo de esta entrega es que, gracias a las evidentes mejoras técnicas respecto a las películas anteriores, han conseguido una acción más pulida y un ritmo narrativo ágil, resultando la más entretenida de toda la saga (personalmente, encontré El templo maldito bastante cansina por una sobredosis de combates que terminó agotándome). Cuenta con secuencias de acción increíbles y alocadas, como la persecución por la selva, casi propia de una película de Kingsman. ¿Inverosímiles? Por supuesto, en el espíritu de Indiana Jones. Solo hace falta recordar a Indy aferrándose a la parte inferior de un todoterreno en marcha.

Se achaca al argumento haberse valido de la ciencia ficción. No entiendo qué problema supone esto, sobre todo porque desempeña el mismo rol que la magia o los poderes religiosos ocultos presentes en la trilogía original. Además, contribuye a esa aura de misterio y misticismo de la arqueología. También se critica a Shia LaBeouf y a Cate Blanchett por sus papeles. A mí no me han entusiasmado pero tampoco creo que estén horribles, especialmente Shia LaBeouf, que me parece un digno sucesor de Harrison Ford.

Vi por primera vez Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal en el cine de niño y he podido comprobar que aún me acordaba de prácticamente todo, particularmente el duelo con espadas sobre los vehículos y las hormigas asesinas. Sinceramente, solo eso ya hace que quiera valorar la película con benevolencia. No sé qué impresiones causará Indiana Jones 5, prevista para 2022 y en la que Harrison Ford posiblemente parezca más un fósil que un arqueólogo. De momento seguiré pensando en esta última entrega como una notable continuación de algunas de las películas de aventuras más importantes de la historia del cine.
27 de febrero de 2022
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
[No desvelo nada muy concreto, pero hay algún spoiler].

Tres horas de pausa absoluta, de reflexión no apta para cualquier persona, o más bien para cualquier circunstancia. Se requiere atención, curiosidad, para despejar a unos personajes hechos de capa, tras capa, tras capa. Crees que empiezas a entenderlos, y de repente un diálogo, un plano, lo cambia todo y vuelta a empezar.

En el núcleo, quizá, están dos historias paralelas. Un hombre, Yûsuke Kafuku, y una joven, Misaki Watari, que comparten sentimientos reprimidos, culpas moldeadas por años y años de silencio. Hace falta mucho valor para enfrentarse al sufrimiento; cuando se encuentra a la persona adecuada, hacerlo puede ser profundamente liberador.

Decía el profesor de La ruleta de la fortuna y la fantasía (2021) que conocerte a ti mismo y actuar conforme a lo que eres es el único camino posible para enamorarte de otra persona. Puede que aun así nunca ocurra. Y algunos te odiarán por ello, te odiarán sin ningún otro motivo. Pero si no eres fiel a tu ser, eliminarás esa única posibilidad. Algo parecido le dice Takatsuki a Kafuku entre lágrimas: debemos seguir los dictados de nuestro corazón, a pesar de los peligros de dejarse llevar por las emociones.

Una infidelidad en un matrimonio difícil; unión incompatible, de temperamentos opuestos, pero sustentada por el amor auténtico. E impulsos violentos, incluso criminales. Las relaciones humanas son complejas y exigen liberarse de prejuicios y moralismos. Solo así podremos llegar a entender qué es lo que verdaderamente mueve a las personas.

Con total valentía, Drive My Car conecta explícitamente con la sensibilidad de nuestros tiempos. La aceptación y el perdón llegan con el contacto humano. A partir de ahí, el cambio de perspectiva, la segunda oportunidad tras el aprendizaje.

Como los protagonistas a la noche de Hiroshima, alzo mi cigarrillo por los nuevos comienzos. Y por Hamaguchi, por las dos preciosas películas que nos ha regalado este año.
5 de enero de 2023 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
[Spoilers en toda la crítica. Por no hacerla interminable, prescindo de algunos puntos interesantes como el simbolismo del agua, la subversión de los roles de género, los animales y, sobre todo, los relacionados a Isabel (las peculiaridades de su personaje, la maternidad, el racismo hacia los indígenas…)].

En plena crisis económica argentina, Lucrecia Martel inicia su Trilogía de Salta con «La ciénaga», el primer largometraje de su carrera como directora. La realizadora argentina compone una obra de una complejidad extraordinaria, que vuelve casi increíble su etiqueta de «ópera prima». Coproducida entre Argentina, España y Francia, y con la destacada ayuda económica del Sundance Institute, la película se hizo con el Premio Alfred Bauer en el Festival de Berlín.

El título del filme hace referencia a una ciudad en la provincia argentina de Salta y al aspecto de una finca próxima a esta localidad, en la que una familia de clase media espera el final de las vacaciones de verano. Un accidente de Mecha (Graciela Borges), madre alcohólica de cuatro hijos, provoca la visita a la finca de la familia de su prima Tali (Mercedes Morán), también madre de cuatro hijos, y de su hijo mayor José (Juan Cruz Bordeu), que se encuentra en Buenos Aires con la examante de su padre Gregorio. Isabel (Andrea López) es una joven indígena que realiza las tareas domésticas de la casa; mantiene una relación especial con una de las hijas de Mecha, Momi (Sofía Bertolotto).

En la primera escena, inquietante gracias a un uso impecable del sonido, vemos a Mecha, Gregorio y su grupo de amigos yacer junto a una piscina de agua estancada, acompañados de sus correspondientes copas y cigarrillos. Empieza a llover, se levantan y sus carnes arrugadas arrastran siniestra y lentamente las sillas, con movimientos aletargados, lánguidos, como si de una película de zombis se tratase. Y es que, en realidad, esta primera secuencia ya introduce el retrato de una familia, o de una sociedad, que se parece bastante a la sátira de los muertos vivientes de Romero. Es decir, el retrato de una sociedad indolente, dormida, en decadencia física y psicológica; un estado de muerte en vida que aparece de manera recurrente en la cinta, a través de imágenes que muestran a los personajes tirados en las camas en posiciones antinaturales, cadavéricas.

Gregorio y Mecha son los padres de la familia, los que supuestamente deberían cuidar a los hijos. No obstante, sobresalen por su inutilidad. Si las toallas desaparecen, echémosle la culpa a la Isabel; si no sé cómo pasar una llamada, o no quiero levantarme de la cama, es que menuda porquería de teléfono. ¿Hay que ir hasta la ciudad a por medicamentos? Que Momi lleve el coche. Papá, tengo 15 años, no tengo carné de conducir. ¡Qué más da, si te paran ya nos arreglaremos! El matrimonio vive rodeado de problemas y siempre encuentra la solución en cargarle el muerto a otro o quejarse de que nada funciona en la casa. Graciela Borges y Martín Adjemián, armados con los diálogos precisos de Martel, representan a la perfección esta faceta de sus personajes.

Tan censurable es la abulia como la falta de voluntad para cambiarla: así lo señala Momi cuando le dice a su madre que se pasará el resto de su vida en la cama, tal como le ocurrió a la abuela. Mecha se enciende, pero termina dándole la razón a su hija: «Y si quiero encerrarme me encierro, ¿sabés?». La única tentativa de movimiento está en el proyecto de un viaje a Bolivia entre Mecha y Tali, con el fin de comprar materiales para la vuelta al colegio de los niños; un plan que finalmente queda en eso, en la travesura de un plan. De nuevo, Graciela Borges lo borda. Su interpretación es soberbia —que no sobria— y tan versátil que hasta añade un pequeño alivio cómico a una película por lo demás oscurísima.

La crítica de Lucrecia Martel se extiende a una atención excesiva a lo material, traducida en una desatención a lo humano. Cuando Mecha sufre el accidente, se preocupa más porque no se ensucien las toallas que por su propia integridad física; en esta misma secuencia, Momi arranca el coche y atraviesa unas hortensias que para Mecha resultan más importantes que la seguridad de su hija. Esta actitud materialista se observa, a su vez, en Tali. A pesar de que es una madre mucho más responsable que su prima, es ella la que termina sufriendo la pérdida de un hijo, justo cuando está prestando atención al ruido que le molesta del vecino de arriba. Un montaje muy sugerente yuxtapone la muerte de Luciano con imágenes vacías de la casa vacía de Tali: una cesta de fruta en la mesa del comedor, una televisión, un bonito espejo en el cuarto de baño, un triciclo, una terraza repleta de macetas coloridas. Y para qué.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
«La ciénaga» no se distingue por un argumento apasionante, ni siquiera por un protagonista claro. Se trata, más bien, de una mirada profunda sobre dos familias y las relaciones de sus integrantes. Sí quedará en la retina de todo espectador la turbia atmósfera que se construye a lo largo del filme. El ambiente de la película transmite constantemente la sensación de calor y humedad; cualquiera que haya soportado unas condiciones climáticas similares se acordará del sudor pegajoso en la cama, de los bichos o de esa modorra tan característica del verano. Y no solo esto: la atmósfera también está completamente viciada. «La ciénaga» es maloliente, inmunda, todo en ella está tan podrido como el agua de la piscina. Este afecto tan difícil de definir —y más aún de filmar— se consigue mediante el uso de colores verduzcos, marrones y grisáceos, en general bastante apagados. Indudablemente, también contribuye a la impresión global el ya mencionado sonido, muy valorado por la directora. El piar de los pájaros, una tormenta que nunca acaba de estallar o el estruendo de los disparos en el cerro invaden el silencio de la naturaleza. Llama la atención el detalle sonoro en los muelles de las camas, en las explosiones de los globos de agua o en los hielos chocando entre sí y contra las copas de cristal.

Otro elemento relevante de la atmósfera, relacionado con el calor, la humedad o la exuberancia de la vegetación, es el sexual, que atraviesa a varios de los personajes. Se aprecia de manera más palmaria en José, un joven que en este aspecto no tiene límites: se acuesta con la examante del padre, lo intenta con Isabel (brillante secuencia la de la verbena en la ciudad, contada enteramente sin palabras) y, por si fuera poco, sostiene un amago de relación incestuosa con Vero. Momi, por su parte, parece desear —o incluso amar— a Isabel. Hasta algunos personajes que no participan claramente de este deseo sexual mantienen una cercanía y un contacto físico extraños. No se llegan a resolver las insinuaciones; Lucrecia Martel decide acertadamente dejarlas en la ambigüedad.

Principalmente en su tramo final, la cinta otorga una importancia significativa al legado y a la libertad, temas estrechamente unidos. El primero se manifiesta en la hostilidad presente en los juegos de los más pequeños, seguramente aprendida de las relaciones inestables y violentas de los adultos. En estos «juegos», además, se prefigura más de una vez la muerte de Luciano, casi como si fuera una tragedia determinada por la exposición a la convivencia de las dos familias.

Respecto a la libertad, los jóvenes terminan condenados a una cárcel física —la finca— y psicológica, precisamente por culpa de la herencia de sus padres. Momi ve a través de la ventana (concretamente a través de una rejilla de metal, «encerrada» en la casa) cómo Isabel se marcha de la finca. La hija de Mecha es un personaje que advierte la miseria de su propia familia y que, siguiendo el ejemplo de Isabel, aspira a escaparse de esa espiral de decadencia. Sin embargo, al final de la película vuelve decaída a la casa, del lugar donde se aparecía la Virgen y donde ella no vio nada, y arrastra una silla antes de recostarse, igual que los adultos en la primera escena. Ya lo decía Tali: «Hay que hablar porque si no después es peor. Después las historias se repiten». La tesis de Martel se revela absolutamente descorazonadora y acorde a las observaciones del resto de la cinta.
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