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Críticas ordenadas por utilidad
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7,6
6.997
5
22 de septiembre de 2011
22 de septiembre de 2011
17 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Por qué será que cada vez que nos enfrentamos a una película de la "Nouvelle Vague" tenemos tendencia a encumbrarla como Obra Maestra y a considerarla un referente de la cultura popular cinematográfica europea? ¿Por qué todo lo que huele -o habría que decir tufa- a "Nouvelle Vague" tiene ese tufillo pseudointelectual repelente y pretencioso tan típico de los autores franceses de este movimiento?
Pues bien, a pesar de estar ya a estas alturas de mi vida muy escaldado por los bodrios insufribles de la nueva ola francesa de los 50 y 60, me enfrenté a este "Ascensor para el cadalso" con mucha ilusión, pues Louis Malle es, junto a Truffaut, el único autor no soberanamente coñazo de estos creadores de tedio, desesperación y aburrimiento. Sabía que Malle no me decepcionaría y que su película sería al menos entretenida. Pues bien, ¡qué equivocado estaba!: a pesar de empezar francamente bien, con mucho interés, ritmo, acción y suspense, acababa regododeándose en los peores tópicos del cine francés de esos años.
A los 30 minutos de metraje toda la energía, acción y fuerza de la película (digna del mejor Hitchcock, al que implícitamente homenajea) se diluye totalmente y queda solo una sucesión de planos interminables que muestran la angustia del rostro de Jeanne Moreau (a lo que Hitchcock hubiese dedicado 25 segundos Malle le dedica 25 minutos), incoherencias ridículas y brutales en el guión, situaciones completamente irreales e inverosímiles, reflexiones pseudofilosóficas que encima no conducen a nada ni hacen avanzar la acción, música jazzística machacona e inadecuada y, lo peor de todo, insufribles y trascendentales diálogos entre personajes cuyo único interés reside en ver cómo crece la hierba tras ellos; de ahí que se eternicen dichos diálogos.
Ay, entiendo que era la primera película de Malle y que estaba todavía demasiado influenciado e inspirado por Godard y compañía, pero ¡cuantísimo ganó este director cuando empezó a hacer su propio cine lejos de esas nefastas y obsoletas influencias!
www.eldespotricadorcinefilo.com
Pues bien, a pesar de estar ya a estas alturas de mi vida muy escaldado por los bodrios insufribles de la nueva ola francesa de los 50 y 60, me enfrenté a este "Ascensor para el cadalso" con mucha ilusión, pues Louis Malle es, junto a Truffaut, el único autor no soberanamente coñazo de estos creadores de tedio, desesperación y aburrimiento. Sabía que Malle no me decepcionaría y que su película sería al menos entretenida. Pues bien, ¡qué equivocado estaba!: a pesar de empezar francamente bien, con mucho interés, ritmo, acción y suspense, acababa regododeándose en los peores tópicos del cine francés de esos años.
A los 30 minutos de metraje toda la energía, acción y fuerza de la película (digna del mejor Hitchcock, al que implícitamente homenajea) se diluye totalmente y queda solo una sucesión de planos interminables que muestran la angustia del rostro de Jeanne Moreau (a lo que Hitchcock hubiese dedicado 25 segundos Malle le dedica 25 minutos), incoherencias ridículas y brutales en el guión, situaciones completamente irreales e inverosímiles, reflexiones pseudofilosóficas que encima no conducen a nada ni hacen avanzar la acción, música jazzística machacona e inadecuada y, lo peor de todo, insufribles y trascendentales diálogos entre personajes cuyo único interés reside en ver cómo crece la hierba tras ellos; de ahí que se eternicen dichos diálogos.
Ay, entiendo que era la primera película de Malle y que estaba todavía demasiado influenciado e inspirado por Godard y compañía, pero ¡cuantísimo ganó este director cuando empezó a hacer su propio cine lejos de esas nefastas y obsoletas influencias!
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6,8
1.122
9
24 de noviembre de 2013
24 de noviembre de 2013
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace ya muchos años que aprendí a no dejarme llevar por mis prejuicios cinéfilos y a no prejuzgar una película antes de verla, lo cual me ha reportado grandísimas sorpresas y a descubrir auténticas joyas desconocidas para mí.
Sin embargo, a pesar de tener ya todos esos prejuicios superados, persistía aún hoy en día una desgana absoluta por ver "Río Conchos". Supongo que todo viene por mi inmenso amor a esos espléndidos cuatro "ríos" hawksianos: "Río Rojo", "Río de sangre", "Río Lobo" y sobre todo la Obra Maestra "Río Bravo" (una de mis películas favoritas de todos los tiempos), y también por la aportación fordiana al género de los "riós" con la no menos espléndida "Río Grande". Por ello, equivocadamente, pensaba que cualquier otra película similar sería solo una burda imitación de serie B o Z que plagiaban y copiaban descaradamente a los maestros Hawks y Ford sin conseguir jamás igualar el talento de ellos. Es decir, sucedáneos de poco o nulo interés.
Si a eso le añadimos que Gordon Douglas no es un director que destaque por su talento (esas películitas detectivescas que hizo en los años 60 con Frank Sinatra han quedado totalmente desfasadas) e incluso su gran éxito (e incomprensible película de culto) "La humanidad en peligro" vista hoy en día solo puedes esbozar una sonrisa por los artesanales y pobres efectos especiales y por la ingenuidad, banalidad y simpleza del guión.
Por ello, no esperaba gran cosa de este "Río Conchos" pero no tarde mucho en meterme de lleno en la historia y disfrutarla como solo se pueden disfrutar y gozar los mejores western. ¿Por qué? Pues porque no se puede hacer mejor con tan pocos elementos: pocas veces se han visto en un western cuatro personajes tan bien definidos, perfilados y diferenciados entre sí. Los cuatros actores principales están espléndidos en sus respectivos papeles, ¡los cuatro!, como si hubiesen nacido para interpretarlos (sobre todo un impagable Richard Boone en el mejor papel de su carrera, sin duda).
Si la memorable interpretación de los actores no fuese suficiente, tenemos además un guión perfecto, sólido, vibrante, psicológico y efectivo que no decae nunca, que se sale incluso de los habituales cauces del western para adentrarse en una misteriosa trama de "política-ficción" sumamente interesante. Con un guión así ya el interés está captado, pero además la dirección de Douglas es enérgica, visceral e incluso en algunos momentos violenta y hasta políticamente incorrecta (ese racismo contra los Apaches).
Pero, por si todo esto fuese poco, en la recta final de la película introducen el misterioso e inolvidable personaje de Edmond O’Brien (en una interpretación realmente antológica, hay que ver que este actor siempre está bien, haga lo que haga) dando vida al General confederado obsesionado por reiniciar de nuevo la Guerra de Secesión, aunque sea a costa de los Apaches (que muchos les recordará, y con razón, al inolvidable personaje que 15 años después haría Marlon Brando en "Apocalypse now").
Por tanto, a modo de epílogo lo mejor que se puede decir de esta película es que, una vez terminada, sigues tarareando la pegadiza música de Goldsmith y gozando al recordar algunas escenas. Y eso es lo más bonito y especial que se puede decir de una película, y más aún de un género tan visto y manido como el western.
www.eldespotricadorcinefilo.com
Sin embargo, a pesar de tener ya todos esos prejuicios superados, persistía aún hoy en día una desgana absoluta por ver "Río Conchos". Supongo que todo viene por mi inmenso amor a esos espléndidos cuatro "ríos" hawksianos: "Río Rojo", "Río de sangre", "Río Lobo" y sobre todo la Obra Maestra "Río Bravo" (una de mis películas favoritas de todos los tiempos), y también por la aportación fordiana al género de los "riós" con la no menos espléndida "Río Grande". Por ello, equivocadamente, pensaba que cualquier otra película similar sería solo una burda imitación de serie B o Z que plagiaban y copiaban descaradamente a los maestros Hawks y Ford sin conseguir jamás igualar el talento de ellos. Es decir, sucedáneos de poco o nulo interés.
Si a eso le añadimos que Gordon Douglas no es un director que destaque por su talento (esas películitas detectivescas que hizo en los años 60 con Frank Sinatra han quedado totalmente desfasadas) e incluso su gran éxito (e incomprensible película de culto) "La humanidad en peligro" vista hoy en día solo puedes esbozar una sonrisa por los artesanales y pobres efectos especiales y por la ingenuidad, banalidad y simpleza del guión.
Por ello, no esperaba gran cosa de este "Río Conchos" pero no tarde mucho en meterme de lleno en la historia y disfrutarla como solo se pueden disfrutar y gozar los mejores western. ¿Por qué? Pues porque no se puede hacer mejor con tan pocos elementos: pocas veces se han visto en un western cuatro personajes tan bien definidos, perfilados y diferenciados entre sí. Los cuatros actores principales están espléndidos en sus respectivos papeles, ¡los cuatro!, como si hubiesen nacido para interpretarlos (sobre todo un impagable Richard Boone en el mejor papel de su carrera, sin duda).
Si la memorable interpretación de los actores no fuese suficiente, tenemos además un guión perfecto, sólido, vibrante, psicológico y efectivo que no decae nunca, que se sale incluso de los habituales cauces del western para adentrarse en una misteriosa trama de "política-ficción" sumamente interesante. Con un guión así ya el interés está captado, pero además la dirección de Douglas es enérgica, visceral e incluso en algunos momentos violenta y hasta políticamente incorrecta (ese racismo contra los Apaches).
Pero, por si todo esto fuese poco, en la recta final de la película introducen el misterioso e inolvidable personaje de Edmond O’Brien (en una interpretación realmente antológica, hay que ver que este actor siempre está bien, haga lo que haga) dando vida al General confederado obsesionado por reiniciar de nuevo la Guerra de Secesión, aunque sea a costa de los Apaches (que muchos les recordará, y con razón, al inolvidable personaje que 15 años después haría Marlon Brando en "Apocalypse now").
Por tanto, a modo de epílogo lo mejor que se puede decir de esta película es que, una vez terminada, sigues tarareando la pegadiza música de Goldsmith y gozando al recordar algunas escenas. Y eso es lo más bonito y especial que se puede decir de una película, y más aún de un género tan visto y manido como el western.
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7,0
2.009
5
20 de octubre de 2010
20 de octubre de 2010
20 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mi habitual andadura cinéfila, de vez en cuando me encuentro con alguna peliculita discreta, como "Bajo sospecha", de Richard Thorpe, un típico producto de los años 40 protagonizado por unos convincentes Joan Crawford y Fred MacMurray. Ciertamente no se puede negar que el film es flojo, propagandístico, insulso y una tontería muy hija de su época. Eso sí, no he podido, mientras la veía, evitar pensar en lo muy sobrevalorada que está otra película de temática muy similar: "Julia" de Fred Zinnemann.
Porque por lo menos "Bajo sospecha" tiene la decencia de no tomarse en serio a sí misma en ningún momento, siendo su principal virtud una absoluta ausencia de pretensiones, al ofrecer solo un banal divertimento cinematográfico de espías americanos en la Alemania de la Segunda Guerra Mundial, es decir, una historia al más puro estilo pulp fiction para entretener a la audiencia y aprovechar, ya de paso, para hacer la necesaria propaganda anti-nazi (el film es de 1943).
En cambio, "Julia" es todo lo contrario, pues desprende una solemnidad, una seriedad, una trascendencia y un aroma de film intelectual (también muy hijo de su época) que quieren transmitir una férrea ideología política, cuando Julia no es más que una peliculita de una espía (ni eso, de una aburrida escritora aspirante a espía) con todos los clichés de este tipo de cine. Los principales defectos de la obra de Zinnemann son el absurdo inverosímil de la trama y la forma en que pretende captar el interés tanto con la historia principal (o varias: la relación con su amiga y el asunto de pasar dinero de contrabando en la Alemania nazi...) como con las secundarias que pueda haber (sobre su carrera de escritora, la relación con su marido también escritor, etcétera).
Todo se queda en un fútil intento, pues todas esas historias están desdibujadas o, más bien, solo esbozadas. No existe un desarrollo y una profundización, así que el espectador no entiende bien qué pasa, con lo cual la trama, el argumento, da la impresión de ser un absurdo, porque no se comprende a los personajes ni su forma de actuar ni su papel en el desarrollo de los acontecimientos. Parece una historia inverosímil, sin sentido (véase spoiler).
Se podría pensar que toda la trama de espionaje es solo una excusa argumental, algo secundario, al igual que su relación pseudolésbica con Julia (Vanessa Redgrave), pues el objetivo principal de la película es ver cómo supera la protagonista el bloqueo creativo que sufre. Pero también en esto fracasa el guión, siendo el final un disparate ilógico no concluyente. Más valdría no ir de sobrados con tantas pretensiones intelectuales y haber hecho simplemente un film discreto, bonito y sencillo.
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Porque por lo menos "Bajo sospecha" tiene la decencia de no tomarse en serio a sí misma en ningún momento, siendo su principal virtud una absoluta ausencia de pretensiones, al ofrecer solo un banal divertimento cinematográfico de espías americanos en la Alemania de la Segunda Guerra Mundial, es decir, una historia al más puro estilo pulp fiction para entretener a la audiencia y aprovechar, ya de paso, para hacer la necesaria propaganda anti-nazi (el film es de 1943).
En cambio, "Julia" es todo lo contrario, pues desprende una solemnidad, una seriedad, una trascendencia y un aroma de film intelectual (también muy hijo de su época) que quieren transmitir una férrea ideología política, cuando Julia no es más que una peliculita de una espía (ni eso, de una aburrida escritora aspirante a espía) con todos los clichés de este tipo de cine. Los principales defectos de la obra de Zinnemann son el absurdo inverosímil de la trama y la forma en que pretende captar el interés tanto con la historia principal (o varias: la relación con su amiga y el asunto de pasar dinero de contrabando en la Alemania nazi...) como con las secundarias que pueda haber (sobre su carrera de escritora, la relación con su marido también escritor, etcétera).
Todo se queda en un fútil intento, pues todas esas historias están desdibujadas o, más bien, solo esbozadas. No existe un desarrollo y una profundización, así que el espectador no entiende bien qué pasa, con lo cual la trama, el argumento, da la impresión de ser un absurdo, porque no se comprende a los personajes ni su forma de actuar ni su papel en el desarrollo de los acontecimientos. Parece una historia inverosímil, sin sentido (véase spoiler).
Se podría pensar que toda la trama de espionaje es solo una excusa argumental, algo secundario, al igual que su relación pseudolésbica con Julia (Vanessa Redgrave), pues el objetivo principal de la película es ver cómo supera la protagonista el bloqueo creativo que sufre. Pero también en esto fracasa el guión, siendo el final un disparate ilógico no concluyente. Más valdría no ir de sobrados con tantas pretensiones intelectuales y haber hecho simplemente un film discreto, bonito y sencillo.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¿por qué necesitan a Lillian para pasar el dinero si ella no es capaz de hacer nada sola?, continuamente necesita gente alrededor que le vaya indicando cada pequeño paso, y encima está tan azorada y confundida que se delata; además, por si fuera poco, es judía, lo cual hace la misión más peligrosa. ¿Es que todos esos que la acompañan, antes de subir al tren, durante el viaje y al llegar, no podían haberlo hecho más fácil solos y sin tener que ir al cuidado del personaje de Jane Fonda, que ni se entera de nada ni sería capaz de hacer absolutamente nada bien de no ser porque hay varias personas continuamente encima de ella?).

6,7
260
7
15 de diciembre de 2011
15 de diciembre de 2011
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas veces me he quedado más asombrado y perplejo mientras veía una película que en el caso de este "Viento salvaje". Porque bien es cierto que existen muchas películas que se parecen a otras, o incluso que son remakes directos o indirectos, pero en este caso son tan escandalosamente notables las similitudes que no puedes evitar esbozar una sonrisa, sobre todo teniendo en cuenta que hablamos de una diferencia de tan solo un año. Me explico.
Hará unos meses disfruté con la excelente película "Deseo bajo los olmos" (1958, Delbert Mann) y hace tan solo unos días vi este "Viento salvaje" (1957, George Cukor). Cualquiera que haya visionado ambos films se quedará muy confundido y desconcertado, pues el argumento de los dos es exactamente el mismo. Y no es que estemos hablando de un argumento muy típico, manido y mil veces utilizado en muchas películas, sino que se trata de una historia francamente original, lo cual llama aún más la atención por el calco que supone una de la otra.
Porque, vamos a ver, en ambas la historia se desarrolla en una inmensa casa situada en un entorno hostil, salvaje, solitario y rural (en una es un granjero; en la otra, un ganadero). Los protagonistas son, en ambas, viudos maduros adinerados que se van a Italia a buscar una esposa con la que volver a casarse (en una Sophia Loren y en otra Anna Magnani). Además, en los dos casos el hijo del viudo acaba enamorándose de su madrasta, lo que desatará todas los acontecimientos trágicos. Es más, poniéndome quisquilloso, diría que hasta las escenas de enfrentamiento y peleas o incluso las de los bailes de las fiestas son idénticas. ¿Alguna posible diferencia? Pues quizás solo una: Anthony Perkins está francamente bien en "Deseo bajo los olmos", lo cual no se puede decir del soso y limitadito Anthony Franciosa en "Viento salvaje".
De todos modos, en ambos casos se trata de dos películas magníficas y muy recomendables, aunque solo sea por contemplar el inmenso talento de Sophia Loren y de la Magnani haciendo lo que mejor saben hacer: de italiananas apasionadas y viscerales.
De cualquier forma, no son las únicas ocasiones en que argumentos similares te pueden liar la memoria cinéfila, pues recuerdo perfectamente que, por puro azar, un mismo día vi "Tiempo de amar, tiempo de morir" (1958, Douglas Sirk) y "La cruz de hierro" (1977, Sam Peckinpah) y, desde entonces, soy incapaz de diferenciar la una de la otra por su temática casi idéntica. De hecho, muchos años después, me volvió a pasar lo mismo al ver el mismo día "El ilusionista" (2006, Neil Burger) y "El truco final" (2006, Christopher Nolan). ¿Qué conclusión se podría sacar de todo esto? Pues un mandamiento que deberíamos cumplir todos los cinéfilos con rigor: No verás películas argumentalmente muy parecidas, a menos que disten muchos meses entre los dos visionados.
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Hará unos meses disfruté con la excelente película "Deseo bajo los olmos" (1958, Delbert Mann) y hace tan solo unos días vi este "Viento salvaje" (1957, George Cukor). Cualquiera que haya visionado ambos films se quedará muy confundido y desconcertado, pues el argumento de los dos es exactamente el mismo. Y no es que estemos hablando de un argumento muy típico, manido y mil veces utilizado en muchas películas, sino que se trata de una historia francamente original, lo cual llama aún más la atención por el calco que supone una de la otra.
Porque, vamos a ver, en ambas la historia se desarrolla en una inmensa casa situada en un entorno hostil, salvaje, solitario y rural (en una es un granjero; en la otra, un ganadero). Los protagonistas son, en ambas, viudos maduros adinerados que se van a Italia a buscar una esposa con la que volver a casarse (en una Sophia Loren y en otra Anna Magnani). Además, en los dos casos el hijo del viudo acaba enamorándose de su madrasta, lo que desatará todas los acontecimientos trágicos. Es más, poniéndome quisquilloso, diría que hasta las escenas de enfrentamiento y peleas o incluso las de los bailes de las fiestas son idénticas. ¿Alguna posible diferencia? Pues quizás solo una: Anthony Perkins está francamente bien en "Deseo bajo los olmos", lo cual no se puede decir del soso y limitadito Anthony Franciosa en "Viento salvaje".
De todos modos, en ambos casos se trata de dos películas magníficas y muy recomendables, aunque solo sea por contemplar el inmenso talento de Sophia Loren y de la Magnani haciendo lo que mejor saben hacer: de italiananas apasionadas y viscerales.
De cualquier forma, no son las únicas ocasiones en que argumentos similares te pueden liar la memoria cinéfila, pues recuerdo perfectamente que, por puro azar, un mismo día vi "Tiempo de amar, tiempo de morir" (1958, Douglas Sirk) y "La cruz de hierro" (1977, Sam Peckinpah) y, desde entonces, soy incapaz de diferenciar la una de la otra por su temática casi idéntica. De hecho, muchos años después, me volvió a pasar lo mismo al ver el mismo día "El ilusionista" (2006, Neil Burger) y "El truco final" (2006, Christopher Nolan). ¿Qué conclusión se podría sacar de todo esto? Pues un mandamiento que deberíamos cumplir todos los cinéfilos con rigor: No verás películas argumentalmente muy parecidas, a menos que disten muchos meses entre los dos visionados.
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6,7
9.000
6
23 de junio de 2009
23 de junio de 2009
22 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leí hace muchísimo tiempo que "Vestida para matar" debería haberse llamado "Vestida para plagiar", pues no es más que un plagio descarado y encubierto (bueno, no tan encubierto, pues el propio De Palma reconoce que es un plagio directo) de dos obras cumbres de Hitchcock, "Vértigo" (1958) y, sobre todo, "Psicosis". Y a mí esto me parece muy bien, si quieres rendir homenaje al gran Maestro pues plágiale con inmunidad, pero por favor, hazlo bien.
Y me jode especialmente porque puedo asegurar que los 40 minutos iniciales de "Vestida para matar" son excepcionales (sobre todo por el gran trabajo interpretativo de una impagable Angie Dickinson en el mejor papel de su carrera, sin duda), pero también por la hábil, retorcida, inquietante, sensual, espeluznante y angustiosa dirección de De Palma que mete de lleno al espectador en la historia, todo acompañado por la excelente, sobrecogedora y envolvente banda sonora de Pino Donaggio (aunque personalmente me parece más impactante y efectiva la de John Williams para "La furia").
Pero pasados esos 40 minutos la película se rompe, se quiebra, y no solo argumentalmente (que es lo que pretendía De Palma), porque si el Maestro Hitchcock sabe en "Psicosis" mantener todo el interés tras el asesinato en la ducha, y conseguir que el film sea tan interesante, perturbador y macabro antes y después de dicho asesinato, no se puede decir lo mismo de "Vestida para matar", pues a partir de ese momento todo es un desatino tras otro.
Para empezar Nancy Allen defiende como puede un personaje absurdo, inverosímil y anodino que ya no interesa al espectador, la trama se acelera buscando solo el efecto más directo y simplón, el guión de la trama desaparece por completo, se desaprovecha escandalosamente el genial personaje de Michael Caine (si se le hubieran otorgado más minutos la película hubiese sido más compacta e interesante), incluso hasta el personaje del policía hubiese sido un personaje de gran entidad con un guión más pulido.
Pero está claro que a partir del minuto 40 lo que le interesa a De Palma no es el guión, sino hacer el numerito circense de efectos tan manidos de crear ambiente de misterio, pegar sustos, aterrorizar y sobrecoger al mismo tiempo que homenaje/plagia a "Psicosis", pero claro, para conseguir eso no se necesita solo una cámara y una música de fondo, sino la solidez de un guión, y eso es algo que el amigo Brian no aprendió nunca.
www.eldespotricadorcinefilo.com
Y me jode especialmente porque puedo asegurar que los 40 minutos iniciales de "Vestida para matar" son excepcionales (sobre todo por el gran trabajo interpretativo de una impagable Angie Dickinson en el mejor papel de su carrera, sin duda), pero también por la hábil, retorcida, inquietante, sensual, espeluznante y angustiosa dirección de De Palma que mete de lleno al espectador en la historia, todo acompañado por la excelente, sobrecogedora y envolvente banda sonora de Pino Donaggio (aunque personalmente me parece más impactante y efectiva la de John Williams para "La furia").
Pero pasados esos 40 minutos la película se rompe, se quiebra, y no solo argumentalmente (que es lo que pretendía De Palma), porque si el Maestro Hitchcock sabe en "Psicosis" mantener todo el interés tras el asesinato en la ducha, y conseguir que el film sea tan interesante, perturbador y macabro antes y después de dicho asesinato, no se puede decir lo mismo de "Vestida para matar", pues a partir de ese momento todo es un desatino tras otro.
Para empezar Nancy Allen defiende como puede un personaje absurdo, inverosímil y anodino que ya no interesa al espectador, la trama se acelera buscando solo el efecto más directo y simplón, el guión de la trama desaparece por completo, se desaprovecha escandalosamente el genial personaje de Michael Caine (si se le hubieran otorgado más minutos la película hubiese sido más compacta e interesante), incluso hasta el personaje del policía hubiese sido un personaje de gran entidad con un guión más pulido.
Pero está claro que a partir del minuto 40 lo que le interesa a De Palma no es el guión, sino hacer el numerito circense de efectos tan manidos de crear ambiente de misterio, pegar sustos, aterrorizar y sobrecoger al mismo tiempo que homenaje/plagia a "Psicosis", pero claro, para conseguir eso no se necesita solo una cámara y una música de fondo, sino la solidez de un guión, y eso es algo que el amigo Brian no aprendió nunca.
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