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Críticas ordenadas por utilidad
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7,4
57.565
8
20 de noviembre de 2018
20 de noviembre de 2018
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Tomates Verdes Fritos" es un conmovedor y entretenido film, basado en la novela de Fannie Flagg, dirigido por Jon Avnet y protagonizado por Kathy Bates, Jessica Tandy y Mary Stuart Masterson. No es una comedia ni un melodrama lacrimógeno, tampoco es una cinta de intriga ni un drama social. Sin embargo, consigue reunir todos estos aspectos y funcionar al mismo tiempo. Aunque las vueltas al pasado y la voz de Ninny como narradora pueden resultar recursos fáciles y cómodos, se presentan como necesarios y no perjudican en absoluto al conjunto global de la historia. En cuanto a los temas que trata, se podría decir que el principal es la toma de conciencia del valor personal de cada uno y la no conformidad, reflejado en como la anciana Idgie, nexo de unión entre el pasado y el presente, influye en la vida de dos mujeres: Ruth y Evelyn. Ambos personajes tienen problemas en sus respectivos matrimonios, y gracias a la ayuda de Idgie logran sobreponerse y solucionarlos. Pero hay más. Hay racismo, religión, vejez, feminismo, rebeldía, muerte, vida, amor. La novela de Fannie Flagg en la que se basa el guión es más explícita respecto a los sentimientos entre las dos protagonistas. Es precisamente ese tratamiento sutil, leído entre líneas, de una poderosa relación de amor lo que la hace una gran película, pues esos sentimientos se nos presentan como poesía visual y argumental.
De este modo, al principio, cuando el espectador aún no sabe hacia dónde caminará la historia ni quiénes son sus verdaderas protagonistas, el director ofrece un primer plano fugaz de una pequeña Idgie cogiendo la mano de una adolescente Ruth mientras cruzan un puente. Toda una declaración sobre lo que nos queda por descubrir en las dos horas de metraje. El relato está narrado en flashback por boca de la entrañable y simpática Ninny, a la que le gusta contar sus recuerdos. Lo hace pausadamente, con profusión de detalles, en sesiones sucesivas, con afecto y ternura. La historia se divide en dos segmentos: los recuerdos del pasado de la narradora y los hechos de presente, incluidas las visitas de Evelyn a la residencia. Los dos tiempos se entrecruzan yuxtaponiendo incidencias, hechos y referencias separadas por 50 años. La combinación de tiempos tan distintos se construye con habilidad y gracia, de manera que no fragmenta el relato, sino que lo enriquece con contrastes, paralelismos y similitudes, que aligeran la narración. Haciendo uso de un tono amable, sencillo, realista y sincero, que resulta grato al espectador. No le obliga a hacer esfuerzos de memoria y le proporciona información con ingenio, gracia y buen humor. Al servicio del humor se ofrecen algunas escenas llenas de ironía y comicidad, como el enfado de Evelyn en el aparcamiento, las clases de autoayuda y empoderamiento femenino a las que ella asiste y otros pasajes de igual o mayor hilaridad.
La historia se explica en términos feministas y de rechazo del racismo, el maltrato doméstico, la violencia de género, la marginación social de la mujer y su injustificable exclusión de juegos como el póquer y el baño en el río. Se esboza la situación de paro, desesperanza y miseria que se vive en el país durante los años de la Gran Depresión, las patéticas y vergonzantes acciones del Ku klux klan, el trato diferente de la justicia con blancos y afroamericanos, el paso del tiempo y los cambios que impone, secretos de la buena cocina, la muerte, la discapacidad sobrevenida por accidente o edad, la posibilidad humana de rectificar y cambiar, etc. No sólo se tratan muchos temas, sino que además se presenta una galería amplia y diversa de personajes, que amalgama, ordena y funde en una historia unitaria, consistente y entretenida, que destila humanidad y ternura. La fotografía es lumínica y evocadora a la época y lugar, además está estéticamente cuidada en detalles bellos que confortan. La música es una hábil mezcla de sonidos dulces y emotivos, gracias a la experimentada mano de Thomas Newman que acompaña el film con mucho encanto. Los planos y movimientos de cámara completan un estupendo trabajo técnico mediante el uso de detalles, rotación, primeros planos, que sacan lo mejor de una historia hermosa. Miradas y rostros emotivos que lo dicen todo y que se contrastan con las escenas más divertidas y memorables de la película, en las que Evelyn parece sufrir ataques de locura que la transforman en una nueva mujer.
Las actuaciones son sobresalientes, tenemos tres protagonistas: Kathy Bates, comodísima en el papel de mujer chapada a la antigua que experimenta un cambio impresionante. Jessica Tandy, actriz clásica que sigue conservando el magnetismo de su juventud, convertido ahora en un encanto bárbaro que consigue encandilar al espectador desde la primera aparición de la veterana actriz. Y por último Mary Stuart Masterson, icono ochentero que alcanza en este filme el punto más alto en su trabajo, con una labor tan cuidada que parece estar mostrándonos a una persona real, lo que ayuda a la película ya que nos encontramos con un relato dentro de otro y ahí el realismo juega un papel clave. Mary-Louise Parker está genial en otro de los personajes clave en la "insinuación" de la homosexualidad y del costumbrismo del sur de los Estados Unidos. El resto del reparto secundario es bastante correcto.
En definitiva, quizá no sea una de las mejores películas de la historia del cine, y puede que a muchos deje indiferente, pues no es que tenga nada especialmente original. Pero es un film único, ya que lo tiene todo y todo en su sitio. Amistad, amor, en los que hay un tiempo para llorar y otro tiempo para reír. Una conmovedora historia que reúne perfectamente los ingredientes necesarios para convertirla en una cinta que te llega, inevitablemente, al fondo del corazón.
De este modo, al principio, cuando el espectador aún no sabe hacia dónde caminará la historia ni quiénes son sus verdaderas protagonistas, el director ofrece un primer plano fugaz de una pequeña Idgie cogiendo la mano de una adolescente Ruth mientras cruzan un puente. Toda una declaración sobre lo que nos queda por descubrir en las dos horas de metraje. El relato está narrado en flashback por boca de la entrañable y simpática Ninny, a la que le gusta contar sus recuerdos. Lo hace pausadamente, con profusión de detalles, en sesiones sucesivas, con afecto y ternura. La historia se divide en dos segmentos: los recuerdos del pasado de la narradora y los hechos de presente, incluidas las visitas de Evelyn a la residencia. Los dos tiempos se entrecruzan yuxtaponiendo incidencias, hechos y referencias separadas por 50 años. La combinación de tiempos tan distintos se construye con habilidad y gracia, de manera que no fragmenta el relato, sino que lo enriquece con contrastes, paralelismos y similitudes, que aligeran la narración. Haciendo uso de un tono amable, sencillo, realista y sincero, que resulta grato al espectador. No le obliga a hacer esfuerzos de memoria y le proporciona información con ingenio, gracia y buen humor. Al servicio del humor se ofrecen algunas escenas llenas de ironía y comicidad, como el enfado de Evelyn en el aparcamiento, las clases de autoayuda y empoderamiento femenino a las que ella asiste y otros pasajes de igual o mayor hilaridad.
La historia se explica en términos feministas y de rechazo del racismo, el maltrato doméstico, la violencia de género, la marginación social de la mujer y su injustificable exclusión de juegos como el póquer y el baño en el río. Se esboza la situación de paro, desesperanza y miseria que se vive en el país durante los años de la Gran Depresión, las patéticas y vergonzantes acciones del Ku klux klan, el trato diferente de la justicia con blancos y afroamericanos, el paso del tiempo y los cambios que impone, secretos de la buena cocina, la muerte, la discapacidad sobrevenida por accidente o edad, la posibilidad humana de rectificar y cambiar, etc. No sólo se tratan muchos temas, sino que además se presenta una galería amplia y diversa de personajes, que amalgama, ordena y funde en una historia unitaria, consistente y entretenida, que destila humanidad y ternura. La fotografía es lumínica y evocadora a la época y lugar, además está estéticamente cuidada en detalles bellos que confortan. La música es una hábil mezcla de sonidos dulces y emotivos, gracias a la experimentada mano de Thomas Newman que acompaña el film con mucho encanto. Los planos y movimientos de cámara completan un estupendo trabajo técnico mediante el uso de detalles, rotación, primeros planos, que sacan lo mejor de una historia hermosa. Miradas y rostros emotivos que lo dicen todo y que se contrastan con las escenas más divertidas y memorables de la película, en las que Evelyn parece sufrir ataques de locura que la transforman en una nueva mujer.
Las actuaciones son sobresalientes, tenemos tres protagonistas: Kathy Bates, comodísima en el papel de mujer chapada a la antigua que experimenta un cambio impresionante. Jessica Tandy, actriz clásica que sigue conservando el magnetismo de su juventud, convertido ahora en un encanto bárbaro que consigue encandilar al espectador desde la primera aparición de la veterana actriz. Y por último Mary Stuart Masterson, icono ochentero que alcanza en este filme el punto más alto en su trabajo, con una labor tan cuidada que parece estar mostrándonos a una persona real, lo que ayuda a la película ya que nos encontramos con un relato dentro de otro y ahí el realismo juega un papel clave. Mary-Louise Parker está genial en otro de los personajes clave en la "insinuación" de la homosexualidad y del costumbrismo del sur de los Estados Unidos. El resto del reparto secundario es bastante correcto.
En definitiva, quizá no sea una de las mejores películas de la historia del cine, y puede que a muchos deje indiferente, pues no es que tenga nada especialmente original. Pero es un film único, ya que lo tiene todo y todo en su sitio. Amistad, amor, en los que hay un tiempo para llorar y otro tiempo para reír. Una conmovedora historia que reúne perfectamente los ingredientes necesarios para convertirla en una cinta que te llega, inevitablemente, al fondo del corazón.

6,8
41.219
9
9 de febrero de 2018
9 de febrero de 2018
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
"John Q" es una emotiva e interesante critica social, dirigida por Nick Cassavetes y protagonizada por Denzel Washington. Narra la historia de un obrero, a quien una reducción de jornada laboral le bloquea, sibilinamente, su seguro médico, de manera que no puede hacer frente a una costosa operación de corazón a que deberá someterse su hijo pequeño, su pena de muerte a plazo fijo. El guión está muy bien elaborado y es preciso, con los giros necesarios para que la intriga y la emoción no decaigan. Además la película mezcla muy bien el drama, el thriller policiaco y las películas de secuestros. El montaje es rápido y bien realizado, sin confusiones y directo.
Pocas películas transmiten tan bien los extremos del amor paternal y los valores familiares con tanta empatía. Es puro sentimiento encarnado en ese monstruo de la interpretación llamado Denzel, cuyo personaje es capaz de hacer todo lo que haga falta por su hijo. Por suerte, ni los actores ni el argumento llegan a caer en la sensiblería o la ñoñería, tocando todos los temas que trata con la suficiente seriedad y credibilidad. A la vez que derrocha humanidad, otro pilar de la historia es el injusto sistema sanitario estadounidense que Nick Cassavetes critica directamente y sin rodeos.
Este film es una buena muestra de crítica social. Fue número 1 en la taquilla estadounidense e hizo replantearse muchas cosas a un país que no cuida nada la sanidad para la gente que no tiene dinero o trabajo, y que solo se preocupa de las capas altas de la sociedad. Esta cinta es la lucha de un padre contra dos injusticias: la muerte de su hijo y la sanidad americana.
Las actuaciones son impecables, encabezada por un soberbio Denzel Washington, que hace un interpretación brutal, haciendo que te metas en la piel de ese padre desesperado que no le importa morir para salvar la vida de su hijo y que te arranca las lágrimas con esa charla que le da a su hijo al final del film. Los secundarios están bastante bien, sobre todo Robert Duvall, buenísimo actor que siempre cumple a pesar de que ya no sale en tantas películas como antes. Ray Liotta que exceptuando "Goodfellas" (1990), no es un actor santo de mi devoción, está pasable. James Woods, hace un papel correcto.
En definitiva, emotiva e interesante crítica social, absoluto bombazo crítico a una dura realidad: la privatización de los servicios sociales en norteamérica. Un sistema médico al que interesa por encima de todo el dinero, enriquecerse ilimitadamente, dejando de un lado la salud y la vida de las personas que no cuentan con un seguro medico que alcance la cuantia de la emergencia.
FilmeClub605426824.wordpress.com
Pocas películas transmiten tan bien los extremos del amor paternal y los valores familiares con tanta empatía. Es puro sentimiento encarnado en ese monstruo de la interpretación llamado Denzel, cuyo personaje es capaz de hacer todo lo que haga falta por su hijo. Por suerte, ni los actores ni el argumento llegan a caer en la sensiblería o la ñoñería, tocando todos los temas que trata con la suficiente seriedad y credibilidad. A la vez que derrocha humanidad, otro pilar de la historia es el injusto sistema sanitario estadounidense que Nick Cassavetes critica directamente y sin rodeos.
Este film es una buena muestra de crítica social. Fue número 1 en la taquilla estadounidense e hizo replantearse muchas cosas a un país que no cuida nada la sanidad para la gente que no tiene dinero o trabajo, y que solo se preocupa de las capas altas de la sociedad. Esta cinta es la lucha de un padre contra dos injusticias: la muerte de su hijo y la sanidad americana.
Las actuaciones son impecables, encabezada por un soberbio Denzel Washington, que hace un interpretación brutal, haciendo que te metas en la piel de ese padre desesperado que no le importa morir para salvar la vida de su hijo y que te arranca las lágrimas con esa charla que le da a su hijo al final del film. Los secundarios están bastante bien, sobre todo Robert Duvall, buenísimo actor que siempre cumple a pesar de que ya no sale en tantas películas como antes. Ray Liotta que exceptuando "Goodfellas" (1990), no es un actor santo de mi devoción, está pasable. James Woods, hace un papel correcto.
En definitiva, emotiva e interesante crítica social, absoluto bombazo crítico a una dura realidad: la privatización de los servicios sociales en norteamérica. Un sistema médico al que interesa por encima de todo el dinero, enriquecerse ilimitadamente, dejando de un lado la salud y la vida de las personas que no cuentan con un seguro medico que alcance la cuantia de la emergencia.
FilmeClub605426824.wordpress.com

5,5
34.027
5
25 de abril de 2020
25 de abril de 2020
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Muñeco Diabólico" es un correcto film, convertido en clásico menor de los 80s, que revitalizó el subgénero de las películas de terror de muñecos diabólicos, dirigido por Tom Holland. Charles Lee Ray, un asesino en serie acorralado por la policía y adicto al vudú, logra transferir su alma a un muñeco “Good Boy” antes de ser abatido. Poco después, una aproblemada madre, cumplirá con el insistente deseo de su hijo de 6 años, quién quiere que le compre un muñeco de esa colección, adquiriendo uno en el mercado negro y exponiendo sin querer a su hijo. Chucky, nace de la mente del guionista Don Mancini (guionista de toda la saga, 1988-2013), quién toma como premisa argumentativa la pediofobia, el miedo a los muñecos, para construir una historia bastante efectiva en términos de suspenso y entretención. Mancini basa la efectividad de su guión en la concepción transcendental del alma homicida en el muñeco poseído. En la escena inicial, en donde Charles Lee Ray está gravemente herido dentro de una juguetería, el asesino abandonará su cuerpo humano para trascender a otro material, que en este caso será un muñeco de plástico, sin embargo, ello no le impedirá que continue asesinando, no sólo porque buscará forma de volver a habitar en un cuerpo humano, sino por gusto.
Por otra parte, el guión trata, de forma superficial claro está, la difícil relación de Karen Barclay con su hijo Andy, en la que no vemos presencia paternal, sugiriendo que la madre no logra complacer a su hijo si no es con cosas materiales, en concreto el muñeco que el niño insiste en tener. Karen debe llevar sola el cuidado y mantención del niño, por lo que tiene que trabajar tiempo extra, encargando el cuidado a su amiga Maggie, quien a la postre será la primera víctima de Chuck y. Otro elemento argumentativo expuesto nuevamente de forma bastante superficial, es la dependencia del niño respecto al muñeco. La soledad de Andy, con una madre que intenta cerrar heridas escudándose en el trabajo, lo lleva a encontrar en Chucky un compañero, que desde el punto de vista del niño, está ahí y no tendrá que irse y abandonarlo. Más aún, el hecho de que la policía crea que el niño es el asesino de Maggie, la amiga de su madre, no hace más que presentar un gris presente y futuro para el niño, que está en riesgo de ser separado de su madre. Éstos elementos psicológicos están ahí, claro está, sin embargo para efectos de la trama y acción de la película, no son desarrollados en profundidad por Mancini, ya que no debemos olvidar que al fin de cuentas éste es un film de terror, una versión “más infantil” de otros asesinos en serie ya consolidados por esos años (como Michael Myers, Jason Voorhees y Freddy Krueger), que basa su efectividad criminal no en su fuerza física o poderes sobrenaturales, sino más bien en el factor sorpresa y sus inesperados ataques letales.
Contrariamente a lo que veremos en las secuelas (1990-2004), Chucky no aparece como un villano demasiado carismático y simpático, y hasta cierto punto sarcástico. En la práctica, es una máquina de matar tanto o más efectiva que cuando su alma estaba en su cuerpo humano, y ello responde evidentemente a la intención de presentar un villano frío y bastante pragmático, en donde asesina a la amiga de su madre con un martillo y lanzándola por una ventana de un edificio, a su traidor cómplice en una explosión de gas, a su maestro de vudú al que quiebra los huesos, y al psiquiatra que cuidaba de Andy, a quién electrocutado. Evidentemente, el guión tiene algunas incongruencias como el irritante hecho de que el niño sea todo el tiempo ignorado por los adultos que lo rodean, se sale de la escuela, anda en la calle y llega la estación de policía sin que nadie se dé cuenta, o que en la transferencia del espíritu de Chucky, sólo se requiera recitar un conjuro, del cual nunca se dice en que idioma está y que alcance tiene, y que además no tiene ningún tipo de ritual, resultando demasiado simplista, en mi opinión. Al respecto, sólo se menciona que el espíritu de Lee Ray volverá a la vida cuando se retransfiera a la primera persona a la que se manifestó en su nueva esencia de muñeco, en este caso, obviamente Andy Barclay. Pero no hay que engañarse y advertir que así como el muñeco es violento, también recibirá su cuota de regreso. Así es porque Chucky, diseñado por Kevin Yagher libremente en los muñecos Cabbage Patch Kids creados en 1978, con un rostro aparentemente inocente, recibirá en el clímax una verdadera paliza, que incluirá que lo quemen en la chimenea y le den de escopetazos. Hasta un dejo de desquite con todo aquello de aspecto tierno tienen estas escenas, que pueden resultar hasta graciosas para el espectador.
Las actuaciones son regulares, en donde podríamos destacar por sobre el resto a Brad Dourif como el lunático Charles Lee Ray, cuyo mayor mérito es dar vida a la voz de Chucky. Seguido del niño Alex Vincent como Andy Barclay, cuya alma es el objeto de deseo de Lee Ray. Chris Sarandon es el detective Mike Norris y Catherine Hicks es Karen Barclay, la madre de Andy, que en mi opinión tienen una performance poco lograda, ya que nunca le impregnan a la cinta el equilibrio de adultez al film. El resto del reparto pasan bastante desapercibido.
En definitiva, una película que inicia de forma sólida la franquicia, presentando una idea original, que bien pudo haber tenido mayor impacto de haber tenido un tratamiento más detallado e inteligente del villano, que de cualquier forma es bastante violento, y que debió tratar mejor también la trama vudú. Chuky es un referente de la cultura de los ochentas que transgredió las barreras de su época y que, incluso hoy, quiere decirnos cosas con sus manitas diabólicas. Para bien o para mal, está ahí... Hasta en la mirada de los muñecos de casa.
Por otra parte, el guión trata, de forma superficial claro está, la difícil relación de Karen Barclay con su hijo Andy, en la que no vemos presencia paternal, sugiriendo que la madre no logra complacer a su hijo si no es con cosas materiales, en concreto el muñeco que el niño insiste en tener. Karen debe llevar sola el cuidado y mantención del niño, por lo que tiene que trabajar tiempo extra, encargando el cuidado a su amiga Maggie, quien a la postre será la primera víctima de Chuck y. Otro elemento argumentativo expuesto nuevamente de forma bastante superficial, es la dependencia del niño respecto al muñeco. La soledad de Andy, con una madre que intenta cerrar heridas escudándose en el trabajo, lo lleva a encontrar en Chucky un compañero, que desde el punto de vista del niño, está ahí y no tendrá que irse y abandonarlo. Más aún, el hecho de que la policía crea que el niño es el asesino de Maggie, la amiga de su madre, no hace más que presentar un gris presente y futuro para el niño, que está en riesgo de ser separado de su madre. Éstos elementos psicológicos están ahí, claro está, sin embargo para efectos de la trama y acción de la película, no son desarrollados en profundidad por Mancini, ya que no debemos olvidar que al fin de cuentas éste es un film de terror, una versión “más infantil” de otros asesinos en serie ya consolidados por esos años (como Michael Myers, Jason Voorhees y Freddy Krueger), que basa su efectividad criminal no en su fuerza física o poderes sobrenaturales, sino más bien en el factor sorpresa y sus inesperados ataques letales.
Contrariamente a lo que veremos en las secuelas (1990-2004), Chucky no aparece como un villano demasiado carismático y simpático, y hasta cierto punto sarcástico. En la práctica, es una máquina de matar tanto o más efectiva que cuando su alma estaba en su cuerpo humano, y ello responde evidentemente a la intención de presentar un villano frío y bastante pragmático, en donde asesina a la amiga de su madre con un martillo y lanzándola por una ventana de un edificio, a su traidor cómplice en una explosión de gas, a su maestro de vudú al que quiebra los huesos, y al psiquiatra que cuidaba de Andy, a quién electrocutado. Evidentemente, el guión tiene algunas incongruencias como el irritante hecho de que el niño sea todo el tiempo ignorado por los adultos que lo rodean, se sale de la escuela, anda en la calle y llega la estación de policía sin que nadie se dé cuenta, o que en la transferencia del espíritu de Chucky, sólo se requiera recitar un conjuro, del cual nunca se dice en que idioma está y que alcance tiene, y que además no tiene ningún tipo de ritual, resultando demasiado simplista, en mi opinión. Al respecto, sólo se menciona que el espíritu de Lee Ray volverá a la vida cuando se retransfiera a la primera persona a la que se manifestó en su nueva esencia de muñeco, en este caso, obviamente Andy Barclay. Pero no hay que engañarse y advertir que así como el muñeco es violento, también recibirá su cuota de regreso. Así es porque Chucky, diseñado por Kevin Yagher libremente en los muñecos Cabbage Patch Kids creados en 1978, con un rostro aparentemente inocente, recibirá en el clímax una verdadera paliza, que incluirá que lo quemen en la chimenea y le den de escopetazos. Hasta un dejo de desquite con todo aquello de aspecto tierno tienen estas escenas, que pueden resultar hasta graciosas para el espectador.
Las actuaciones son regulares, en donde podríamos destacar por sobre el resto a Brad Dourif como el lunático Charles Lee Ray, cuyo mayor mérito es dar vida a la voz de Chucky. Seguido del niño Alex Vincent como Andy Barclay, cuya alma es el objeto de deseo de Lee Ray. Chris Sarandon es el detective Mike Norris y Catherine Hicks es Karen Barclay, la madre de Andy, que en mi opinión tienen una performance poco lograda, ya que nunca le impregnan a la cinta el equilibrio de adultez al film. El resto del reparto pasan bastante desapercibido.
En definitiva, una película que inicia de forma sólida la franquicia, presentando una idea original, que bien pudo haber tenido mayor impacto de haber tenido un tratamiento más detallado e inteligente del villano, que de cualquier forma es bastante violento, y que debió tratar mejor también la trama vudú. Chuky es un referente de la cultura de los ochentas que transgredió las barreras de su época y que, incluso hoy, quiere decirnos cosas con sus manitas diabólicas. Para bien o para mal, está ahí... Hasta en la mirada de los muñecos de casa.

7,5
16.399
9
16 de febrero de 2019
16 de febrero de 2019
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Mi Pie Izquierdo" es un sobrio y brillante drama biográfico, dirigido por Jim Sheridan y protagonizado por Daniel Day-Lewis. Una adaptación inteligente y bien interpretada del primer libro de Christy Brown. El film es una delicia, pura poesía narrativa llena de corazón y sentimiento, una oda a la familia, al amor y a la superación. Algunas personas viven historias que parecen haber nacido para ser contadas por el séptimo arte. Hay en ellas un poder inequívoco de humanidad y de ejemplaridad que va más allá de la mera anécdota. La primera película del laureado Jim Sheridan y primera colaboración también con Daniel Day-Lewis, (después llegarían las memorables "In The Name Of The Father" (1993) y "The Boxer", 1997), cuenta los retazos de una vida marcada por la enfermedad, pero también por el amor inevitable por la vida y la creación.
Christy Brown nace en el seno de una familia humilde de Irlanda, en la dura y aciaga década de los años treinta. Desde niño, padece una parálisis cerebral que le impide mover la mayor parte de su cuerpo, a pesar de que su mente es un auténtico torbellino de afán de comunicación con el mundo, con sus seres queridos y con todos aquellos que no conoce, a través de un imparable empeño por escribir y pintar, aunque sea con su único miembro vivo, su pie izquierdo.
Y con esta historia, y una renuncia total de mitificar e idolatrar a Christy Brown, Sheridan canta un sencillo y directo poema a la vida, al amor por un hijo y por un hermano más allá de las dificultades. No es una historia de marginación o pesar, es un verídico retrato de una vida y de una persona, dejando a un lado la complacencia. Se nos cuenta el crecimiento, el aprendizaje y la madurez de Brown como si de cualquier otro chico fuese, con juegos, amigos, peleas, amores, decepciones y victorias.
Las actuaciones son extraordinarias, inverosímiles y deslumbrantes. Si hay algo por lo que esta cinta será recordada por los siglos de los siglos es por la grandiosa interpretación de Daniel Day-Lewis, pocas veces hemos visto a un actor tan entregado a un papel, muchos llegamos a pensar que Lewis sufría parálisis cerebral de verdad. El cuál obtuvo el Oscar por su profundidad psicológica, sin duda de los premios más merecidos de la historia del cine, su mejor actuación bajo mi punto de vista. Brenda Fricker está sublime, dibuja un sensible y emocionante retrato de esa madre que nunca se rinde y que ansía por encima de todo la felicidad de sus hijos. También se llevó su Oscar a la mejor actriz secundaria con todo merecimiento.
En definitiva, sobrio y brillante drama biográfico, cuando la dirección, el guión y las interpretaciones son geniales, uno se olvida de efectos especiales, de fotografía, de actores mediáticos... Y simplemente disfruta. Esto es cine difícil, cine de calidad, un retrato redondo sencillamente espectacular.
FilmeClub605426824.wordpress.com
Christy Brown nace en el seno de una familia humilde de Irlanda, en la dura y aciaga década de los años treinta. Desde niño, padece una parálisis cerebral que le impide mover la mayor parte de su cuerpo, a pesar de que su mente es un auténtico torbellino de afán de comunicación con el mundo, con sus seres queridos y con todos aquellos que no conoce, a través de un imparable empeño por escribir y pintar, aunque sea con su único miembro vivo, su pie izquierdo.
Y con esta historia, y una renuncia total de mitificar e idolatrar a Christy Brown, Sheridan canta un sencillo y directo poema a la vida, al amor por un hijo y por un hermano más allá de las dificultades. No es una historia de marginación o pesar, es un verídico retrato de una vida y de una persona, dejando a un lado la complacencia. Se nos cuenta el crecimiento, el aprendizaje y la madurez de Brown como si de cualquier otro chico fuese, con juegos, amigos, peleas, amores, decepciones y victorias.
Las actuaciones son extraordinarias, inverosímiles y deslumbrantes. Si hay algo por lo que esta cinta será recordada por los siglos de los siglos es por la grandiosa interpretación de Daniel Day-Lewis, pocas veces hemos visto a un actor tan entregado a un papel, muchos llegamos a pensar que Lewis sufría parálisis cerebral de verdad. El cuál obtuvo el Oscar por su profundidad psicológica, sin duda de los premios más merecidos de la historia del cine, su mejor actuación bajo mi punto de vista. Brenda Fricker está sublime, dibuja un sensible y emocionante retrato de esa madre que nunca se rinde y que ansía por encima de todo la felicidad de sus hijos. También se llevó su Oscar a la mejor actriz secundaria con todo merecimiento.
En definitiva, sobrio y brillante drama biográfico, cuando la dirección, el guión y las interpretaciones son geniales, uno se olvida de efectos especiales, de fotografía, de actores mediáticos... Y simplemente disfruta. Esto es cine difícil, cine de calidad, un retrato redondo sencillamente espectacular.
FilmeClub605426824.wordpress.com

6,9
11.330
8
10 de julio de 2018
10 de julio de 2018
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Detroit" es un espeluznante y brutal drama racial basado en hechos reales, dirigido por Kathryn Bigelow y protagonizado por John Boyega. Kathryn Bigelow nos vuelve a contar una interesante historia, esta vez basada en sucesos que acontecieron en la ciudad de Detroit en el año 1967. Rodada con pulso firme, la película nos hace una introducción de la situación que se vivía en aquella época donde los negros del sur se desplazaban a las zonas industriales del norte con la esperanza de lograr unas mejores condiciones de vida. A través de varios personajes, nos adentramos en la ciudad de Detroit. En concreto a una redada policial que desata la indignación y la revuelta.
La película transcurre así con un interés notable, bien rodada y no decayendo el ritmo hasta la llegada al Motel Algiers. Es aquí donde Kathryn Bigelow consigue los picos más altos de dirección, narración y tensión. Son unos 40 o 50 minutos que dan la sensación de estar contados a tiempo real, simplemente sublime.Te quedas pegado a la butaca y el tiempo pasa sin que te des cuenta. Esa parte es sensacional, te trasmite la angustia y el miedo, así como la impunidad con la que actúan los diferentes cuerpos destinados a la "seguridad". El racismo, el odio más rancio, ese tufo a segregación que emanaban los estados unidos de los 60, te envuelve por completo y te llega dentro.
Es una cinta que invita a la reflexión y a remover conciencias, adolece sin embargo de una crítica social más refinada. No pierde más de dos minutos, en la escena inicial del film y a modo de introducción de los créditos, en explicar un contexto meramente descriptivo de la situación social de la ciudad, en la que se vivían fuertes discriminaciones hacia la población negra en materia laboral y social. Posiblemente hubiera sido mejor para el relato incidir más en las causas que provocaron tal aumento de tensión continuo hasta el estallido final. La ambientación es magistral, así como la fotografía. Al enlazar imágenes reales de los disturbios, a menudo creemos que estamos viendo un documental, cosa que ayuda un poco más a meterse en la historia. La dirección es espectacular, las grabaciones a mano, los constantes cambios y movimientos, le da al film un realismo y una autenticidad muy difíciles de conseguir.
Las actuaciones son bastante notables y creíbles, destacando la de Will Poulter, que me pareció extraordinaria, sobresale por sobre el resto con gran diferencia, se devora cada una de las escenas en las que aparece, le llegas incluso a odiar. Jhon Boyega no está mal del todo, aunque le falta un poco de chispa. El resto del reparto están bastante aceptables, Algee Smith, Jack Reynor, Ben O'Toole, Hannah Murray, Anthony Mackie, Jacob Latimore, Jason Mitchell y Kaitlyn Dever entre otros, no desentonan en ningún momento.
En definitiva, espeluznante y brutal drama racial, unos hechos propios de lo que podemos ver en un documental que, aunque ficcionalizados, son de imprescindible visionado para comprobar que lo que ocurre en cualquier barrio norteamericano no es algo reciente, que hunde sus raíces en la historia del país, una historia que no interesa entender y que tiene difícil arreglo. Es un potente grito de protesta contra el racismo y la violencia sin sentido que humillaron a la comunidad afroamericana en los años 60s. No solo lo que se sufrió, sino lo que se sigue sufriendo sobre todo en Estados Unidos.
FilmeClub605426824.wordpress.com
La película transcurre así con un interés notable, bien rodada y no decayendo el ritmo hasta la llegada al Motel Algiers. Es aquí donde Kathryn Bigelow consigue los picos más altos de dirección, narración y tensión. Son unos 40 o 50 minutos que dan la sensación de estar contados a tiempo real, simplemente sublime.Te quedas pegado a la butaca y el tiempo pasa sin que te des cuenta. Esa parte es sensacional, te trasmite la angustia y el miedo, así como la impunidad con la que actúan los diferentes cuerpos destinados a la "seguridad". El racismo, el odio más rancio, ese tufo a segregación que emanaban los estados unidos de los 60, te envuelve por completo y te llega dentro.
Es una cinta que invita a la reflexión y a remover conciencias, adolece sin embargo de una crítica social más refinada. No pierde más de dos minutos, en la escena inicial del film y a modo de introducción de los créditos, en explicar un contexto meramente descriptivo de la situación social de la ciudad, en la que se vivían fuertes discriminaciones hacia la población negra en materia laboral y social. Posiblemente hubiera sido mejor para el relato incidir más en las causas que provocaron tal aumento de tensión continuo hasta el estallido final. La ambientación es magistral, así como la fotografía. Al enlazar imágenes reales de los disturbios, a menudo creemos que estamos viendo un documental, cosa que ayuda un poco más a meterse en la historia. La dirección es espectacular, las grabaciones a mano, los constantes cambios y movimientos, le da al film un realismo y una autenticidad muy difíciles de conseguir.
Las actuaciones son bastante notables y creíbles, destacando la de Will Poulter, que me pareció extraordinaria, sobresale por sobre el resto con gran diferencia, se devora cada una de las escenas en las que aparece, le llegas incluso a odiar. Jhon Boyega no está mal del todo, aunque le falta un poco de chispa. El resto del reparto están bastante aceptables, Algee Smith, Jack Reynor, Ben O'Toole, Hannah Murray, Anthony Mackie, Jacob Latimore, Jason Mitchell y Kaitlyn Dever entre otros, no desentonan en ningún momento.
En definitiva, espeluznante y brutal drama racial, unos hechos propios de lo que podemos ver en un documental que, aunque ficcionalizados, son de imprescindible visionado para comprobar que lo que ocurre en cualquier barrio norteamericano no es algo reciente, que hunde sus raíces en la historia del país, una historia que no interesa entender y que tiene difícil arreglo. Es un potente grito de protesta contra el racismo y la violencia sin sentido que humillaron a la comunidad afroamericana en los años 60s. No solo lo que se sufrió, sino lo que se sigue sufriendo sobre todo en Estados Unidos.
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