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8,0
9.665
8
25 de febrero de 2025
25 de febrero de 2025
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Una cosa es lo que mucha gente dice que Bardem quería decir con el guión y otra lo que realmente dice. Y da igual la entradilla que la censura le obligó a incluir.
Si el espectador no tiene el cerebro arrasado a base de dibujar su cosmovisión fusionando los productos ofrecidos por El País, eldiario.es, La Sexta, la SER y Filmin, no se encontrará con una película feminista y antifranquista, como se puede leer en muchos sitios, incluida la entrada en la Wikipedia.
Calle Mayor es una película sobre la verdad y la mentira, la crueldad y la inocencia y los cobardes (especialmente los cobardes) y los valientes.
Hay marxismo en ella, sí; el que impregna toda la visión incorregiblemente pesimista del mundo del autor y su obra.
Es el único defecto que le veo, si se le puede llamar así, a un peliculón como la copa de un pino.
Si el espectador no tiene el cerebro arrasado a base de dibujar su cosmovisión fusionando los productos ofrecidos por El País, eldiario.es, La Sexta, la SER y Filmin, no se encontrará con una película feminista y antifranquista, como se puede leer en muchos sitios, incluida la entrada en la Wikipedia.
Calle Mayor es una película sobre la verdad y la mentira, la crueldad y la inocencia y los cobardes (especialmente los cobardes) y los valientes.
Hay marxismo en ella, sí; el que impregna toda la visión incorregiblemente pesimista del mundo del autor y su obra.
Es el único defecto que le veo, si se le puede llamar así, a un peliculón como la copa de un pino.
10 de marzo de 2025
10 de marzo de 2025
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Vittorio de Sica, en su montaña rusa bipolar, tras rodar la deprimente vida vacía de un perdedor anónimo en El ladrón de bicicletas (1948) y remontar a fase de euforia con los mendigos voladores de Milagro en Milán (1951), le vuelve a bajar el litio y se encuentra peor que nunca, fruto de ello es Umberto D. (1953), una película que traspasa la barrera de lo deprimente y penetra directamente en un nihilismo al que además parece tener la voluntad de querer arrastrarnos.
Gracias a Dios, no lo hace bien. El guión de Umberto D. falla estrepitosamente al presentarnos al protagonista, del que durante la primera hora solo sabemos que está jubilado y solo y la pensión no le alcanza para pagar la habitación y comer a la vez.
Sabemos por las dos anteriores películas que de Sica es capaz de contemplar y plasmar elevadísimos niveles de belleza, pero no estuvo generoso con Umberto. No le presenta con ternura, sino con patetismo. No le mira con empatía, sino con condescendencia. ¿Por qué no tiene familia que le cuide? ¿Por qué no tiene amigos, más allá del perro? Incluso los otros jubilados mendigos le hacen el vacío.
Gracias a Dios, no lo hace bien. El guión de Umberto D. falla estrepitosamente al presentarnos al protagonista, del que durante la primera hora solo sabemos que está jubilado y solo y la pensión no le alcanza para pagar la habitación y comer a la vez.
Sabemos por las dos anteriores películas que de Sica es capaz de contemplar y plasmar elevadísimos niveles de belleza, pero no estuvo generoso con Umberto. No le presenta con ternura, sino con patetismo. No le mira con empatía, sino con condescendencia. ¿Por qué no tiene familia que le cuide? ¿Por qué no tiene amigos, más allá del perro? Incluso los otros jubilados mendigos le hacen el vacío.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Umberto no tiene carácter, y lo poco que se muestra es tirando a malo. Cuando se da cuenta que la criada de la pensión -lo más parecido a una amiga que tiene- es analfabeta, le advierte de que si sigue así se aprovecharán de ella, sin tomar la iniciativa de intentar enseñarle, y al ingresar en el hospital le pide un rosario a la monja para fingir que reza e intentar quedarse más tiempo por la gorra. Umberto, ¿es por engañar a los demás y no preocuparse por la gente que le quiere por lo que ha acabado usted solo?
El marxismo de Zavattini, el guionista de cabecera de Vittorio de Sica, se manifiesta una vez más -si es que no lo impregna todo- y como enemigo del flaco mendigo jubilado nos presentan a la gorda casera clasemediera, malvada y contumaz ella por querer cobrar el dinero que Umberto se comprometió a pagar o, en su defecto, dejar de ejercer de oenegé y recuperar su habitación.
El visionado del desenlace debería prohibirse a niños y personas en tratamiento por depresión. Abandonada toda esperanza y después de haber intentado sin éxito abandonar también al perro, Umberto decide quitarse la vida... ¡¡Y matarle también a él!!
Por suerte (para el perrillo), Umberto falla en el último momento. Pasamos por unos instantes en los que a Umberto no le quiere ni su mascota, pero para no cerrar en lo más miserable y que el espectador, después de hora y media de tortura, se lleve algo positivo, el bodeguero le vuelve a ajuntar. Es un final igual en estructura al de El ladrón de bicicletas, en donde, a punto de acabar en la cárcel, el protagonista es perdonado en el último momento, aunque también queda condenado a vagar por el mundo, derrotado en lo material, vacío en lo espiritual.
Es fácil odiar a los ricos, ¿pero tienes el valor de odiar a los pobres? Es lo que de Sica y Zavattini, en este tour de force de la fealdad, podría parecer que nos plantean, si no fuera porque conocemos sus filias políticas y fobias religiosas, y porque décadas de la apisonadora cultural comunista se han dedicado a encumbrarla como lo contrario.
Entiendo perfectamente que esto sea el pináculo del neorralismo, y me parece bien. Es bueno que pongamos las cartas encima de la mesa. Yo, de ahora en adelante, no dejaré acercarse a mi familia a nadie que disfrute o defienda este tipo de cine.
El marxismo de Zavattini, el guionista de cabecera de Vittorio de Sica, se manifiesta una vez más -si es que no lo impregna todo- y como enemigo del flaco mendigo jubilado nos presentan a la gorda casera clasemediera, malvada y contumaz ella por querer cobrar el dinero que Umberto se comprometió a pagar o, en su defecto, dejar de ejercer de oenegé y recuperar su habitación.
El visionado del desenlace debería prohibirse a niños y personas en tratamiento por depresión. Abandonada toda esperanza y después de haber intentado sin éxito abandonar también al perro, Umberto decide quitarse la vida... ¡¡Y matarle también a él!!
Por suerte (para el perrillo), Umberto falla en el último momento. Pasamos por unos instantes en los que a Umberto no le quiere ni su mascota, pero para no cerrar en lo más miserable y que el espectador, después de hora y media de tortura, se lleve algo positivo, el bodeguero le vuelve a ajuntar. Es un final igual en estructura al de El ladrón de bicicletas, en donde, a punto de acabar en la cárcel, el protagonista es perdonado en el último momento, aunque también queda condenado a vagar por el mundo, derrotado en lo material, vacío en lo espiritual.
Es fácil odiar a los ricos, ¿pero tienes el valor de odiar a los pobres? Es lo que de Sica y Zavattini, en este tour de force de la fealdad, podría parecer que nos plantean, si no fuera porque conocemos sus filias políticas y fobias religiosas, y porque décadas de la apisonadora cultural comunista se han dedicado a encumbrarla como lo contrario.
Entiendo perfectamente que esto sea el pináculo del neorralismo, y me parece bien. Es bueno que pongamos las cartas encima de la mesa. Yo, de ahora en adelante, no dejaré acercarse a mi familia a nadie que disfrute o defienda este tipo de cine.

6,8
66.094
3
25 de febrero de 2025
25 de febrero de 2025
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se sabe a dónde va el guión. Se queda a medio gas como thriller y sobre cualquier otro intento no llega a arrancar.
Visualmente, como siempre, magistral.
La escena de Kidman intentando hacer como que está fumada es de las peores actuaciones que recuerdo en una película profesional, pero parece que la gente se queda con que está guapa con gafas (lo está).
Visualmente, como siempre, magistral.
La escena de Kidman intentando hacer como que está fumada es de las peores actuaciones que recuerdo en una película profesional, pero parece que la gente se queda con que está guapa con gafas (lo está).

7,7
103.748
9
25 de febrero de 2025
25 de febrero de 2025
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película no da miedo hoy día, no porque haya envejecido mal, sino porque el mundo ha degenerado tanto en los 50 años que han pasado desde su estreno que las escenas de la posesión que provocaron ataques de pánico y desmayos en el cine, especialmente las de contenido sexual, son softcore comparado con la música que suena en Los 40 Urban en la radio del taxista de turno.
Es soberbia en todos sus departamentos, concentrados magistralmente en hacer su trabajo lo mejor posible y de manera invisible para hacer avanzar la historia y conseguir una película entretenida y que se pasa volando.
A destacar la espléndida construcción de los personajes, el crescendo tan contenido, sin caer en el morbo ni el exceso pra enganchar, y unas elípsis agilísimas.
El demonio entra a los hijos a través del divorcio, la arrogancia de los científicos que creen saberlo todo hasta el punto haber olvidado a Dios, el sacerdote moderno y sensiblote que quiere matar al padre (y mata a la madre en sentido literal)... es difícil hacer una película, que además de buena, sea más católica... e icónica.
Es soberbia en todos sus departamentos, concentrados magistralmente en hacer su trabajo lo mejor posible y de manera invisible para hacer avanzar la historia y conseguir una película entretenida y que se pasa volando.
A destacar la espléndida construcción de los personajes, el crescendo tan contenido, sin caer en el morbo ni el exceso pra enganchar, y unas elípsis agilísimas.
El demonio entra a los hijos a través del divorcio, la arrogancia de los científicos que creen saberlo todo hasta el punto haber olvidado a Dios, el sacerdote moderno y sensiblote que quiere matar al padre (y mata a la madre en sentido literal)... es difícil hacer una película, que además de buena, sea más católica... e icónica.

7,7
98.839
1
30 de marzo de 2025
30 de marzo de 2025
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tesis es una película rompedora para el cine español de 1996, única y exclusivamente porque, en el país de los ciegos, el tuerto es el rey. Recordemos que competía en los premios Goya de su año con zurullos atómicos como Bwana, El perro del hortelano y Cosas que nunca te dije.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El guion no hay por dónde cogerlo: un profesor de cine de la Complutense y un alumno pijo producen, dirigen y comercializan unas cintas en las que torturan y asesinan en un solo plano secuencia, grabando en el garaje de este y editando en un cuarto profesional donde también esconden todo el material. A ese cuarto, por cierto, se accede por un pasillo de calderas del archivo de la facultad, el cual descubre el director de una tesis sobre violencia audiovisual mientras busca referencias para su alumna.
El único actor que se salva es Fele Martínez. Eduardo No Riega y Ana Torrent nunca han sabido actuar, y verlos de jóvenes da vergüenza ajena. Los secundarios son aún peores. En su defensa (de Amenábar), es posible que todos los actores españoles de los 90 estuvieran a un nivel similar.
La música, como siempre en sus películas, del propio Amenábar, es terrorífica... por mala. Está tocada en un organillo y evoca a un grupo de gitanos con una cabra. Hay un plano, hacia el final, donde se combinan la máxima intensidad de la música con la máxima intensidad de la actuación de No Riega, lo que me hizo estallar en carcajadas.
Dentro de los aciertos de la película está haber visto y explotado perfectamente el potencial visual de la facultad en la que estudiaba y, como decía al principio, haber leído muy bien el mercado.
Pese a las frases chorra, el guion tiene una buena estructura de thriller. Es muy importante que cierre bien (final feliz, historia de amor, el gafudo friki se queda con la chica) y, por el camino, explota muchos temas que enganchan: hay muertos, sangre, morbo, tensión sexual y luego sexo suficiente para atrapar a toda la familia, todo ello envuelto en ese mensaje meta-intelectual de que los directores le dan al público la basura que está deseando ver.
Una película perfecta para lanzar una carrera.
El único actor que se salva es Fele Martínez. Eduardo No Riega y Ana Torrent nunca han sabido actuar, y verlos de jóvenes da vergüenza ajena. Los secundarios son aún peores. En su defensa (de Amenábar), es posible que todos los actores españoles de los 90 estuvieran a un nivel similar.
La música, como siempre en sus películas, del propio Amenábar, es terrorífica... por mala. Está tocada en un organillo y evoca a un grupo de gitanos con una cabra. Hay un plano, hacia el final, donde se combinan la máxima intensidad de la música con la máxima intensidad de la actuación de No Riega, lo que me hizo estallar en carcajadas.
Dentro de los aciertos de la película está haber visto y explotado perfectamente el potencial visual de la facultad en la que estudiaba y, como decía al principio, haber leído muy bien el mercado.
Pese a las frases chorra, el guion tiene una buena estructura de thriller. Es muy importante que cierre bien (final feliz, historia de amor, el gafudo friki se queda con la chica) y, por el camino, explota muchos temas que enganchan: hay muertos, sangre, morbo, tensión sexual y luego sexo suficiente para atrapar a toda la familia, todo ello envuelto en ese mensaje meta-intelectual de que los directores le dan al público la basura que está deseando ver.
Una película perfecta para lanzar una carrera.
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