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Críticas 95
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
22 de enero de 2009
29 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez vista esta película he llegado a un par de conclusiones:

1- Danny Boyle es un magnífico director, un portento con la cámara.

2- Muy jodido está el panorama cinematográfico actual, cuando esta película no deja de acaparar premios y más premios.

Dirección, dirección y dirección. Esa es la base de la cinta. Con eso, y con una historia efectista y empalagosa, el director ingles se ha metido a la crítica y público en los bolsillos.

Primero te engaña. Pero lo hace la hostia de bien. Te muestra las penurias y miserias del trío protagonista, y de paso se da un paseo por nuestras conciencias, buscando la repugnancia e indignación en los corazones más sensibles.

Después te atrapa. Con lo más simple y antiguo del mundo. Una historia de amor, un mafioso y un desafío, una forma de enfrentarse al sistema (esta vez un programa de televisión). Muestra todas las cartas, ya no esconde nada. Ya tiene al espectador donde quiere y hace con la historia lo que le da la gana.
Y decide hacer un pastel.

Por último pone la guinda. Y yo estas guindas las suelo apartar a un lado del plato, no me gustan. Demasiado dulce.
De la escena de los títulos de crédito mejor ni hablo.

Mi puntuación se debe única y exclusivamente al fenomenal trabajo tras la cámara del señor Boyle, el resto me sobra.
3 de enero de 2014
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Horas después de su visionado aun no he conseguido quitármela de la cabeza. Es de esas pelis que se quedan en el subconsciente una larga temporada, que mascas como un chicle buscando su último resquicio de sabor porque temes que se agote.
Con la mente más fresca se hace grandiosa, porque cada detalle que aflora es una genialidad instantánea.
Es la facilidad que poseen para manejar el espacio y la perspectiva visual en esos ambientes de tugurios y callejones lúgubres, retretes y garitos de carretera perdidos y pasillos imposibles.
Son sus elípsis, sus metáforas y sus guiños encerrados en un descenso a los infiernos cíclico que parece no contar nada pero que te lo cuenta todo.
Es ese universo de personajes memorables, icónicos y surrealistas que hacen de lo patético un arte y salpican una historia profundamente triste con pinceladas del humor más mordaz e irónico.
Es ese personaje que deambula en los límites de lo racional, el perdedor por antonomasia encerrado en un bucle sin salida, el mejor personaje que ha parido la pluma Coen desde el Nota.
Es lo genuino de cada encuadre, de cada detalle en la ambientación y de su capacidad para sumergir al espectador en la penosa odisea del protagonista.

Es posiblemente la película más entrañable y repleta de humanidad que han hecho hasta la fecha. Y es una de las que terminará entre las elegidas de su Olimpo cinematográfico. No ganará ni un puto premio, no está pensada para tal efecto. Ha sido creada para mantenerse en la memoria.
25 de noviembre de 2008
21 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Da gusto ir al cine en festivales. Uno se sienta tranquilamente en su butaca y no le molesta nadie. La gente asiste a la función milagrosamente en silencio, no existen las palomitas ni las ruidosas bolsas de patatas, ni bebedores compulsivos de refrescos de cola por pajita. Cuando uno asiste al cine bajo estas condiciones, la película ya parte con ventaja. Uno la ve bajo un punto de vista distinto.

Digo esto porque el espectador que asista a ver esta película, que se vaya olvidando de cualquier cosa que le haga apartar la vista un segundo de la pantalla. Afterschool no es solo una película, es también una exposición artística. Antonio Campos es un sorprendente descubrimiento. Se nota que se ha tragado infinidad de cintas en sus todavía jóvenes 25 años. Su cine es un soplo de aire fresco, un impactante y absorbente despliegue de técnica y saber estar detrás de una cámara. Largos y estudiados planos, milimétricos encuadres y cuidadísimos detalles. El trípode siempre fijo, los personajes entran y salen del objetivo y es el medio que los rodea el que se convierte en protagonista. Estrechos pasillos, atestados comedores o desordenadas habitaciones y despachos de escuela. En los diálogos se nos muestra al receptor, casi nunca centrado en pantalla, y es el devenir de la escena lo que coloca cada cosa en su sitio, con la cámara inerte.
No conozco a este tío, pero apostaría 20 euros a que se ha cepillado una docena de veces la filmografía completa de Kubrick. Se nota.

Si la dirección es magnífica, el guión y el tratamiento de los personajes no desmerecen en absoluto. El tempo de la historia esta llevado con pulso firme y el interés no decae en ningún momento. Al contrario, la narración arranca despacio, tomándose su tiempo, para ir avanzando y profundizando en los personajes de forma progresiva. Campos juega con los protagonistas y con el espectador de forma perversa e inquietante.

Una película que se apoya en el mundo virtual de las nuevas tecnologías, para mostrarnos lo que es realidad o ficción, si es que existe la diferencia entre ambos, a través de la perturbada mirada de un adolescente universitario. Una cinta que se vuelve asfixiante y que se va haciendo insostenible al igual que la atmósfera que cubre el colegio desde el momento que se disparan los acontecimientos.

Trata temas habituales en el género juvenil, como las drogas y el sexo, pero no estamos ante una película hecha para comerse las taquillas a costa de las pagas semanales de los adolescentes. Es mucho más compleja y está destinada a un público muy diferente.

Película condenada a convertirse en cinta de culto. Al igual que Antonio Campos.
29 de diciembre de 2008
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una de esas películas que te repatean el alma. Una cinta con un potencial emocional superlativo y filmada con una simplicidad insultante.
La historia de Beto, un hombre que se busca la vida e intenta sacar a su familia de la más absoluta miseria pasando contrabando en la frontera que separa Uruguay de Brasil, y que ve la oportunidad de su vida cuando el Papa Juan Pablo II visita su modesto pueblo en la gira que este realizó por latino-América en los años 80.
Una historia de sueños y esperanzas, de pura supervivencia que pone los pelos de punta. Rodada de una forma tan veraz que asusta, y con unas interpretaciones colosales. El afecto, el cariño, el inmenso amor de una familia hundida en el fango, retratados en 3 personajes tan reales como cotidianos. La banda sonora es memorable y la fotografía apabullante.
Hay que demorarse hasta los grandes cineastas italianos de la posguerra para encontrar una cinta de estas características. Aquellos que con una simple historia eran capaces de revolvernos las tripas a la vez que denunciaban la precariedad del sistema, y que cuando aparecían los títulos de crédito a uno solo le quedaban ganas de repartir hostias a diestro y siniestro.

Su reconocimiento en varios festivales no es fruto de la casualidad, se trata de una película con un enorme y certero mensaje, una moraleja que llega muy dentro y que ayuda a descubrir las miserias en países no tan lejanos.

Una película mucho más productiva que lo que dura una homilía de Benedicto XVI desde su balcón con vistas a la plaza de San Pedro, o una arenga de Rouco Varela a las familias en multitudinarias concentraciones madrileñas.
23 de noviembre de 2007
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay directores que se pasan una vida intentando realizar una obra maestra.
Por un lado están los cineastas mediocres que llegado el caso, dado su grado de ineptitud, dejan pasar ante sus propias narices la única oportunidad que se les presenta. De este tipo hay algunos.
Después están los supuestamente consagrados realizadores a los que la oportunidad les llega más a menudo. Son los que tienen la suerte de contar con más posibilidades económicas y mejores medios en general, logros supuestamente conseguidos a base de meterse al público en el bolsillo. Estos normalmente suelen tirar por el retrete todas sus oportunidades llevados por su excesivo ego, o por su falta de recursos llegado el momento de la verdad. De este tipo hay muchos, demasiados.
Por último están los genios, tipos que saben que su oportunidad tiene que llegar. Son aquellos que nacieron para hacer algo grande. Que vinieron a este mundo con una idea preconcebida, con un sueño, y que ni locos la dejarán escapar. De estos hay pocos, muy pocos.
Sergio Leone era uno de ellos. Tenía su sueño, su idea, solo tenía que esperar el momento, su oportunidad. Quería plasmar en una sola película, en una sucesión de imágenes ininterrumpidas una historia que solamente él veía en su imaginación.
Esa oportunidad llegó, y él la aprovecho como solo los más grandes saben hacerlo.

Y lo hizo filmando una película única, mágica. Un descomunal canto al amor y a la amistad imperecedera, una historia irrepetible.

Y lo hizo por encima de todas las reglas establecidas en el cine: excesivo metraje, ritmo narrativo lento, enormes saltos temporales…, siguió a lo suyo, se lo pasó todo por el forro, hizo oídos sordos y se dispuso a realizar su sueño.

Y lo hizo sabiendo que algún día el tiempo le daría la razón, que las generaciones venideras sabrían reconocer en esta inconmensurable epopeya su inigualable talento y su inmenso amor por el cine.

Y lo hizo...
Gracias por hacerlo, Maestro.
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