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8,0
9.665
10
12 de septiembre de 2016
12 de septiembre de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al principio Calle Mayor me pareció un título más de los años cincuenta a los que el tiempo y el corsé de la censura franquista le han pasado factura. El hecho de que la protagonista fuese hija de un militar del bando vencedor y de que su existencia estuviese condicionada por un catolicismo ultra ortodoxo, así como ciertas expresiones de los protagonistas (“me sobran riñones para…”) me hizo temer que la impronta del régimen era tan evidente que ni siquiera llegaría a esperar a la primera media hora de su metraje.
Pero, para satisfacción mía, me equivoqué. Y además pude constatar que esta película es un estudio acertadísimo sobre la hipocresía y la crueldad de una sociedad provinciana que tiene su mejor exponente en una pandilla de señoritos de casino que ven en el mal ajeno su mayor diversión. De hecho, si Betsy Blair está insuperable en su papel de un ser cándido e inocente que es víctima de la imbecilidad de unos parásitos de cortijo, tanto el irrepetible Manuel Alexandre como Alfonso Godá y por supuesto José Suárez y, cómo no, José Calvo cumplen su cometido con absoluta credibilidad. Tal es así, que viéndolos, y recordando cierta serie donde es posible viajar a través del tiempo, lamenté que no existan los viajes no al pasado sino a ese mundo donde los personajes del cine, del teatro y de la literatura son tan reales y tangibles como nosotros con el único propósito de reventarles la boca a puñetazos. Un imposible que, sin embargo, se compensa con el delicioso consuelo de poder tomarme unos vinos en compañía de personas que, por su edad, si satisficieron en aquellos oscuros años el capricho de volarle unos cuantos dientes a algún señorito de carne y hueso igual o peor que esos chulos de la Calle Mayor.
Pero, para satisfacción mía, me equivoqué. Y además pude constatar que esta película es un estudio acertadísimo sobre la hipocresía y la crueldad de una sociedad provinciana que tiene su mejor exponente en una pandilla de señoritos de casino que ven en el mal ajeno su mayor diversión. De hecho, si Betsy Blair está insuperable en su papel de un ser cándido e inocente que es víctima de la imbecilidad de unos parásitos de cortijo, tanto el irrepetible Manuel Alexandre como Alfonso Godá y por supuesto José Suárez y, cómo no, José Calvo cumplen su cometido con absoluta credibilidad. Tal es así, que viéndolos, y recordando cierta serie donde es posible viajar a través del tiempo, lamenté que no existan los viajes no al pasado sino a ese mundo donde los personajes del cine, del teatro y de la literatura son tan reales y tangibles como nosotros con el único propósito de reventarles la boca a puñetazos. Un imposible que, sin embargo, se compensa con el delicioso consuelo de poder tomarme unos vinos en compañía de personas que, por su edad, si satisficieron en aquellos oscuros años el capricho de volarle unos cuantos dientes a algún señorito de carne y hueso igual o peor que esos chulos de la Calle Mayor.
Serie

7,6
11.968
10
16 de noviembre de 2021
16 de noviembre de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Soy profe’ de instituto, de Filosofía, y me parece una basura esta serie porque es irreal”. De acuerdo, querida o querido maestro. Y, además, está llena de clichés, es un plagio de otras series y películas de instituto, especialmente de “Rebelión en las aulas”, que es un título ‘sagrado’, y, además, de Filosofía solo tiene un 7%.
En resumidas cuentas, críticas que no me sorprenden en absoluto. Porque, ¿qué serie o película histórica o que, simplemente, trate de médicos, fontaneros, fotógrafos o vete tú a saber qué gremio no ha sido puesta en entredicho porque no se ajusta a la realidad según los profesionales de cada ramo, ya sean historiadores, militares, médicos, barrenderos o mendigos de cajero automático y cartones por lecho?
Que Merli es algo así como una especie de caricatura nietzscheana antisocial, inmoral y cínica lo admito. Como también admito que una clase de instituto no es un club de la comedia donde los alumnos pugnan por escarnecer al profesor de turno mientras se besuquean con sus parejas o whatsappean ajenos a la realidad que los circunda. Aunque, de todo hay, ya que, no hace muchos años, compartí pupitre con adolescentes al sacarme un ciclo de grado medio y he sido testigo de situaciones similares.
Pero Merli, queridas detractoras y detractores de esta serie, con todos sus supuestos defectos, es algo más. Para muchos adolescentes, y también para muchos adultos, gracias a ese ápice, que tal vez no llegue siquiera a un 7% de Filosofía, puede suponer el primer contacto que van a tener con los peripatéticos, el Banquete de Platón, el mito de la caverna, el eterno retorno, las mónadas, y otros términos que, reconozcámoslo, no los oirán mencionar siquiera en un Sálvame de Lux, en una Isla de los famosos o cualquier otro engendro por el estilo.
Que el hecho de ver las tres temporadas no garantiza el aprobado ni aun de un control de primero de Bachillerato, es más que evidente. Pero, al menos, puede caber la posibilidad de que una chica o un chico, al oír aun de pasada en boca de Francesc Orella a esos personajes, teclee en su buscador de Google a Nietzsche, a Descartes, a Sócrates, a Kant y, quién sabe, de ahí a ver en el Youtube un vídeo sobre dichos personajes o, incluso, a comprar alguna obra para quienes piensen iniciarse en la Filosofía, como El gozo de pensar, de Margarita Fuster Maciá, solo puede haber un pequeño paso.
En resumidas cuentas, críticas que no me sorprenden en absoluto. Porque, ¿qué serie o película histórica o que, simplemente, trate de médicos, fontaneros, fotógrafos o vete tú a saber qué gremio no ha sido puesta en entredicho porque no se ajusta a la realidad según los profesionales de cada ramo, ya sean historiadores, militares, médicos, barrenderos o mendigos de cajero automático y cartones por lecho?
Que Merli es algo así como una especie de caricatura nietzscheana antisocial, inmoral y cínica lo admito. Como también admito que una clase de instituto no es un club de la comedia donde los alumnos pugnan por escarnecer al profesor de turno mientras se besuquean con sus parejas o whatsappean ajenos a la realidad que los circunda. Aunque, de todo hay, ya que, no hace muchos años, compartí pupitre con adolescentes al sacarme un ciclo de grado medio y he sido testigo de situaciones similares.
Pero Merli, queridas detractoras y detractores de esta serie, con todos sus supuestos defectos, es algo más. Para muchos adolescentes, y también para muchos adultos, gracias a ese ápice, que tal vez no llegue siquiera a un 7% de Filosofía, puede suponer el primer contacto que van a tener con los peripatéticos, el Banquete de Platón, el mito de la caverna, el eterno retorno, las mónadas, y otros términos que, reconozcámoslo, no los oirán mencionar siquiera en un Sálvame de Lux, en una Isla de los famosos o cualquier otro engendro por el estilo.
Que el hecho de ver las tres temporadas no garantiza el aprobado ni aun de un control de primero de Bachillerato, es más que evidente. Pero, al menos, puede caber la posibilidad de que una chica o un chico, al oír aun de pasada en boca de Francesc Orella a esos personajes, teclee en su buscador de Google a Nietzsche, a Descartes, a Sócrates, a Kant y, quién sabe, de ahí a ver en el Youtube un vídeo sobre dichos personajes o, incluso, a comprar alguna obra para quienes piensen iniciarse en la Filosofía, como El gozo de pensar, de Margarita Fuster Maciá, solo puede haber un pequeño paso.
9 de noviembre de 2016
9 de noviembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
—¿Qué tal andas de muecas? —le pregunté a una vecina mía— Verás, es que quiero rodar una película con la cámara de vídeo de mi cuñado,— en aquella época todavía no había móviles que grabasen vídeo— y necesito actrices. Se trata de algo así como un documental sobre cigalas, centollos, nécoras…
Y la cara de mi vecina se iluminó al oír aquella relación de crustáceos mientras se relamía los labios pensando en su participación en mi proyecto.
—Pero verás, hay un pequeño inconveniente: que estoy un poco tieso y, naturalmente, no va a ver nada de marisco en la película. Te explico: tú tendrías que poner los deditos así, formando el símbolo de okey, poner morritos con los ojos entornados… exactamente, así mismo: como si estuvieras enamorada de lo que te estás comiendo; y yo, yo te grabaría… desde esta distancia, bien cerca, cogiéndote toda la cara. ¿Lo ves?
Y yo le enseñé un par de planos que le había grabado en blanco y negro, con poca luz y con mucho, mucho movimiento.
—Por cierto, como estoy absolutamente seguro de que esto va a ser un éxito, ¿podré contar contigo para la próxima película? Será una historia sobre unos chavales que se pierden, bueno que van a un bosque, porque todavía no sé ni que van a hacer allí, y que hablan… hablan de… bueno, lo importante es que no se va a saber ni de qué van a hablar. Pero, el caso: se asustan, y tampoco se sabe de qué. Tú lo único que tendrías que hacer es poner cara de susto…, sí, así, mientras yo te grabo igual: de cerca, con poquita luz y moviendo la cámara.
Y la cara de mi vecina se iluminó al oír aquella relación de crustáceos mientras se relamía los labios pensando en su participación en mi proyecto.
—Pero verás, hay un pequeño inconveniente: que estoy un poco tieso y, naturalmente, no va a ver nada de marisco en la película. Te explico: tú tendrías que poner los deditos así, formando el símbolo de okey, poner morritos con los ojos entornados… exactamente, así mismo: como si estuvieras enamorada de lo que te estás comiendo; y yo, yo te grabaría… desde esta distancia, bien cerca, cogiéndote toda la cara. ¿Lo ves?
Y yo le enseñé un par de planos que le había grabado en blanco y negro, con poca luz y con mucho, mucho movimiento.
—Por cierto, como estoy absolutamente seguro de que esto va a ser un éxito, ¿podré contar contigo para la próxima película? Será una historia sobre unos chavales que se pierden, bueno que van a un bosque, porque todavía no sé ni que van a hacer allí, y que hablan… hablan de… bueno, lo importante es que no se va a saber ni de qué van a hablar. Pero, el caso: se asustan, y tampoco se sabe de qué. Tú lo único que tendrías que hacer es poner cara de susto…, sí, así, mientras yo te grabo igual: de cerca, con poquita luz y moviendo la cámara.
TV

5,0
1.300
10
22 de febrero de 2016
22 de febrero de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algunos usuarios han definido esta película como una especie de caricatura de Hemingway. Una afirmación que no niego, pues Cliven Owen más que al autor de “Adiós a las armas” o “¿Por quién doblan las campanas?” recuerda, más bien, a una especie de Groucho Marx algo brutote, viril y juerguista que no se echa atrás a la hora de jugar a la ruleta rusa con un Robert Duvall convertido en un militar ruso, pescar un pez espada o de correr hacia los fascistas fusil en mano a campo abierto. Y no solo en el físico podría hallarse alguna similitud con el genio del humor, pues incluso su modo de escribir, mecanografiando de pie y arrojando los folios con desdén parecen sacados de alguno de los títulos del simpar trío
Sin embargo, tanto Owen como Kidman, que con mucho oficio encarna a una Martha Gellhorn cínica, apasionada y excéntrica, lejos de mancillar la figura de los míticos corresponsales de guerra, logran cautivar nuestro interés durante dos horas y media. Una distracción que lejos de ser un vano pasatiempo, es un magnífico acicate para investigar sobre sus vidas y también, y especialmente, sobre la España que les ayudó a convertirse en mitos.
Sin embargo, tanto Owen como Kidman, que con mucho oficio encarna a una Martha Gellhorn cínica, apasionada y excéntrica, lejos de mancillar la figura de los míticos corresponsales de guerra, logran cautivar nuestro interés durante dos horas y media. Una distracción que lejos de ser un vano pasatiempo, es un magnífico acicate para investigar sobre sus vidas y también, y especialmente, sobre la España que les ayudó a convertirse en mitos.

4,2
1.336
1
9 de diciembre de 2015
9 de diciembre de 2015
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, Manolete, porque Brody seguirá siendo Manolete, al menos para mí, por muchas túnicas que se ponga. Pero imaginadlo con un disfraz del chino de la esquina y una melena un tanto atípica para el personaje del cónsul que encarna. Y también, imaginad a un niño llorón y a muchos chinos que, vestidos de la misma guisa que Brody, nos deleitan durante poco más de una hora y veinte minutos con un recital de kung fú y una exhibición de armas de fantasía que bien podrían servir para una fiesta cutre de Halloween . Es decir, no esperéis ver siquiera una gladius, un scutum, un pilum o cualquier otra arma como las que usaban los legionarios, pues antes os recomendaría, si ese es vuestro propósito, que acudieseis a una procesión de Semana Santa en algún pueblecito de Murcia: allí, por descontado, encontraréis más rigor histórico en una comparsa de romanos que en esta producción china.
En definitiva, esto es Dragón Blade. Una supuesta película histórica que Jackie Chan, su protagonista, pretende dar a entender que se ha tomado en serio. Pero con independencia de lo que opine el señor Chan, no deja de ser lo que es: uno de esos títulos que podemos encontrar en cualquier bazar chino y que, con toda probabilidad, hasta te lo podrán regalar si compras el disfraz de sus protagonistas.
En definitiva, esto es Dragón Blade. Una supuesta película histórica que Jackie Chan, su protagonista, pretende dar a entender que se ha tomado en serio. Pero con independencia de lo que opine el señor Chan, no deja de ser lo que es: uno de esos títulos que podemos encontrar en cualquier bazar chino y que, con toda probabilidad, hasta te lo podrán regalar si compras el disfraz de sus protagonistas.
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