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Críticas 138
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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25 de marzo de 2012
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Von Trier no cree en el ser humano, eso está claro, tampoco participa de sus debilidades, que cree mayúsculas, así como de sus bajos instintos que imponen su particular tiranía a su parte consciente, con la cual tampoco se relaciona cordialmente.
Von Trier no cree en su destino, que cree superfluo e insustancial, ni cree en la odisea de Homero, en su crecimiento personal camino hacia Ítaca, ni en el estoicismo de Penélope.
Von Trier no cree en el sentido de su existencia, que considera vacío e improductivo, si cabe, como un breve preludio de agitación antes del impacto emocional que se experimenta ante el vacío.
Von Trier no cree en la historia, ni en el presente, y aún menos en el futuro de la humanidad, ni tan siquiera hace esfuerzo alguno por salvar esos breves momentos de lucidez en los que intentó atisbar el embrión de la salvación a través de la cumbre de la civilización, que es el arte.
Von Trier no cree en la familia, que considera una jaula meliflua, un parvo remendo socializador, una pseudo prisión imposibilitadora del desarrollo pleno y en libertad del ser humano desde su nacimiento.
Von Trier no cree en los amigos, impostados lenitivos ante la angustia de la soledad.
Von Trier no cree en Dios, que considera simplemente un buen intento para despistar, o incluso negar, la certeza de la muerte, que lo aterroriza e impide en todo caso ser feliz.
Von Trier no cree en las ideologías, que considera un banal e ineficaz sucedáneo a todas las religiones.
Von Trier no cree en la sociedad, en sus instituciones y estructuras, que considera un intento fallido, un mal remedio arcaizante ante el fracaso del individuo, sobre todo por su incapacidad manifiesta para gobernarse.
Von Trier no cree que el progreso, que considera un mero ejercicio de aspavientos desesperados en pos de una infructuosa explicación de nuestro efímero, accidental y desgraciado paso por el planeta.
Von Trier no cree en la naturaleza, que considera un accidente en el devenir de la oscuridad del universo, sometido a los caprichos del azar, contradiciendo a Einstein en su famoso: “Dios no juega a los dados”.
Von Trier cree sólo cree en sí mismo, simplemente porque ha alcanzado la madurez suficiente para tomarse con ironía su existencia, y, por ende, la del todo el mundo.


Ante ello sólo que me queda citar la canción “God” de Lennon:
I don´t believe in Magic,
I don´t believe in Ying Yang,
I don´t believe in bible,
I don´t believe in tarot,
I don´t believe in Hitler,
I don´t believe in Jesus,
I don´t believe in Kennedy,
I don´t believe in buda,
I don´t believe in mantra,
I don´t believe in gita,
I don´t believe in yoga,
I don´t believe in Kings,
I don´t believe in Elvis,
I don´t believe in Zimmerman,
I don´t believe in Beatles.
I just believe in me, Yoko and me.

El sueño terminó, ahora tenéis que seguir vosotros solos.
7 de octubre de 2009
21 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una magnífica conversación entre dos hermanos, uno, el protagonista del film, le dice al otro: “ No es que seamos vagos, es que no tenemos nada que hacer”.
Con esta estremecedora sentencia se resume el sentir colectivo de toda una generación, a la cual pertenezco, sin más alicientes en su vida que la del disfrute, si acaso durante un breve instante, de pomposos, artificiales y engañosos goces; pobres y sucedáneos pasatiempos con los que ocupar una vacía e insustancial existencia.
Jóvenes sobreprotegidos, carentes, por tanto, de un mínimo estímulo enriquecedor, que deambulan casi por inercia en un mundo diseñado para satisfacer sus instintos más básicos, sus necesidades más primarias.
Jóvenes sobreprotegidos, mimados por una miope sociedad incapaz de asumir sus errores y por tanto desbordada en su inútil empeño por enderezar un rumbo ya sin retorno posible.
Jóvenes conformistas, adormecidos, desprovistos de cualquier atisbo de capacidad crítica.
Jóvenes influenciables, víctimas de un sistema imbuido en una terrible espiral autodestructiva en la que constantemente se justifican los medios para alcanzar ciertos fines, incluso, muchas veces de orden menor.
Jóvenes manejables, presas fáciles a la hora de imponerles un estilo de vida auspiciado por un poder que no se preocupa por el desarrollo, la equidad, ni la justicia social.
Jóvenes autocomplacientes, empujados a sobrevivir por la inercia misma del paso de unos días ayunos de cualquier confrontación medianamente profunda.
Jóvenes superficiales, incapaces de escarbar en las profundidades de una vida que se consume sin ni siquiera comenzar a disfrutarla, obnubilados por inmensos efectos especiales, deslumbrados por apabullantes luces de neón, que en lugar de iluminar oscurecen una realidad sustituida ya por un inmenso paraíso artificial, en la que todo es lo suficientemente efímero como para que no se añore lo que realmente no se ha poseído.
Jóvenes tiranizados por un estilo de vida que impone su orden sin necesidad de justificarse.
Jóvenes con cuerpo de adulto pero con razonamientos infantiles, que ahogan su vacío nutriéndose de falsos placeres, sucedáneos en todo caso de todos esos que la vida intenta en vano proporcionarnos.
Jóvenes, considerados como tontos útiles al servicio de un sistema que no cree en ellos, empujados forzosamente a la mediocridad y condenados al más ruin de los olvidos; jóvenes que pasarán a la historia, por tanto, como parte de una generación perdida.
1 de marzo de 2008
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Varios años después del primer encuentro acaecido en aquellas lejanas tierras Centroeuropeas, se produce este segundo embate, protagonizado por dos personas que en un primer momento pueden aparecer diferentes, cambiados por el paso de los años, pero que en el fondo siguen siendo los mismos que lenitivamente se enamoraron en la preciosa ciudad de Praga.
Ajados, irónicos, de vuelta de todo, se presentan estos ya adultos, aunque todavía adolescentes de espíritu, enamorados, que no han vivido ni han cumplido con todas esas promesas vitales que un día tan cándidamente profesaran.
Película que, hablando sobre la expectativas no cumplidas, sobre la ruin condena de vivir, sobre la insulta cotidianidad de la existencia, no rehuye el compromiso que todo ser humano contrae para con sus semejantes.
El film comienza con estos dos personajes, magníficamente interpretados, departiendo, manteniendo las lógicas distancias, sobre acontecimientos triviales, pero no exentos de interés (así es la vida), para adentrarse con posterioridad, rotas las cadenas de la desonfianza, en la busilis de las relaciones de pareja, y en la desazón que su inexorable decrepitud generan.
Película muy recomendable, que desentraña toda la red de medios defensivos que se tejen alrededor de la certidumbre de la liviandad del ser humano, y por extensión de la vida, con unos diálogos muy inteligentes, que consiguen que el interés por el film y el destino de sus personajes se acrecenten fotograma a fotograma.
Por cierto, película que transcurriendo en tiempo real, retrata una vez más, el maravilloso decorado de la ciudad de París, lugar perfecto en el que relatar las desventuras de estas ingenuas víctimas de sus propios ideales, de estos pobres enamorados, derrotados indefectiblemente, por el abrumador paso del tiempo.
30 de octubre de 2009
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
La publicidad se ha convertido en el instrumento principal, en la certera punta de lanza de esta sociedad de consumo desaforado, en lo que lo efímero y fugaz se premia ante actitudes más sosegadas, pausadas y mesuradas, y en la que pocos se detienen en degustar con la calma necesaria todo lo que realmente tiene de bello nuestra vida.
La publicidad nos propone un mundo ideal pero artificioso, una hermosa fachada que cubre los escombros de su interior, un barroco decorado que esconde las ruinas de unos sótanos derrumbados; manipulando una realidad que ha terminado por convertirla en un modelo a imitar por todo aquel que no quiera transformarse en un auténtico paria de la postmodernidad.
En una sociedad que a través de su potente mercadotecnia ha entronizado la cultura denominada “Light”, raramente se analiza con la profundidad necesaria los aspectos más importantes de nuestra vida, y que precisamente son aquellos que podrían acercarnos a la tan nombrada, pero pocas veces alcanzada felicidad.
En la sociedad de lo efímero, lo que ayer era considerado como un objeto imprescindible para la satifacción de unos desordenados deseos, hoy ya se considera un elemento obsoleto, fácilmente sustituible por algo nuevo y más impactante, por otro producto que logre calmar la necesidad de poseer algo que nos proporcione un mínimo de dudosa dicha. "Vive de prisa", "Vive el momento", se dice; de esta forma no es difícil caer en el consumo de drogas.
Así, de esta forma, nos imponen un modelo de vida, un modelo de cuerpo, un modelo de comportamiento, y, sobre todo un nuevo modelo moral y ético, en la nos obligan a comprar lo que no tenemos, consumir lo que no necesitamos y disfrutar con lo que no nos hace felices, coaccionándonos de esa forma para que compartamos sus banales ideales.
Y si de esos polvos vienen estos lodos, las relaciones entre los seres humanos se han convertido exactamente en lo mismo, en una sucesión de relaciones instantáneas y fácilmente sustituibles, relaciones fugaces y frugales, presididas por un desmedido egoísmo mutuo en la que la satisfacción propia se ha convertido en el único objetivo, y en la que la otra persona se considera un simple objeto por el cual conseguir un objetivo, o en el peor de los casos, en la que se considera la persona un simple juguete sexual con el calmar nuestras desaforadas pasiones primarias,
Y en esta loca y desenfrenada carrera nos olvidamos lo más importante: que lo que de verdad llena no se encuentra en ese falso mundo de apariencias simuladas que entre todos hemos construido y que entre todos, por fin, hemos destruido.
Por cierto, esta película no puede considerarse un retrato de una época o de una generación, ni tan siquiera puede verse como una crítica a la misma, simplemente es un producto más de todo lo que arriba aparece.
26 de enero de 2011
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
• Cuando dejas de aparentar lo que no eres, ni lo necesitas.
• Cuando te conformas con lo que ya tienes, o fácil puedes conseguir.
• Cuando deja de importarte el que dirán.
• Cuando eres consciente de tus propias limitaciones.
• Cuando tus limitaciones dejan de limitarte.
• Cuando te fijas metas asequibles para tus propias posibilidades.
• Cuando dejas de competir por alcanzar objetivos imposibles.
• Cuando el camino está libre de todos esos obstáculos que tú mismo has dejado que colocasen.
• Cuando el pasado deja de pesarte como una inmensa losa.
• Cuando amas por encima de lo que te quieres a ti mismo.
• Cuando dejas de comparar tus habilidades con las del resto del mundo.
• Cuando por fin entiendes que conformismo no es sinónimo de resignación.
• Cuando dejas de desear lo que no necesitas.
• Cuando dejas atrás todos los prejuicios que te marcaron a fuego de pequeño.
• Cuando dejan de hacerte daño todos esos prejuicios que tienen sobre ti.
• Cuando la curiosidad es el motor que impulsa tu vida.
• Cuando la envidia desaparece de tu particular vocabulario.
• Cuando el recuerdo de lo perdido ya no te hiere.
• Cuando por fin te desprendes de la tiranía de las modas.
• Cuando sólo te importa lo opinión de los que más te quieren.
• Cuando dejas de intentar escalar cumbres imposibles.
• Cuando el rumbo de tu vida está perfectamente delimitado en tu particular hoja de ruta.
• Cuando comprendes que lo que hace feliz al vecino no tiene porque necesariamente hacerte dichoso a ti.
• Cuando impides que el resto del mundo te imponga sus propios criterios acerca de la felicidad.
• Cuando los que más quieres comprenden, por fin, que es lo que necesitas.
• Cuando las opiniones de los demás dejan de condicionar tus propios deseos.
• Cuando las críticas dejan de ser flechas envenenadas clavadas en la diana de tu corazón.
• Cada vez que ves de nuevo esta modesta pero maravillosa película, que habla sobre lo que de verdad tiene importancia en este mundo.
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