Sin lugar a dudas, la cinta más humana de Lynch. En la que nos hace ver, como con perseverancia todo se consigue y que los años no son un impedimento para intentar corregir fallos o conflictos ya casi olvidados por el tiempo. A destacar las escenas de viaje con la cortadora de cesped, Lynch se sale tecnicamente y las 3 primeras conversaciones del entrañable Albyn ya que luego se vuelven más espesas y repetitivas. Recomendable para ver y disfrutar mejor de esta vida.

Jamás pensé que la mente de Miike fuera tan enrevesada. Como obra, no me simpatizó mucho esta cinta, pero merece destacar el esfuerzo de Takashi en no encasillarse en un género pero siempre tocando sus elementos comunes. Enfocada para el público japonés, esta obra no triunfaria en un país como el nuestro.

Es enteramente estrafalaria, con partes realmente aplaudibles pero otras bajadas de ritmo que pueden hacerte dar una cabezadilla sin perderte gran cosa.

Increible muestra de la sobradez audiovisual a la que este maestro del cine moderno nos tiene acostumbrados, superando sus propias metas y llegando más allá de la locura y la esquizofrenia, sobrepasando las barreras de lo imaginable tenemos este triangulo de amor, odio y muerte que nos lleva por toda esta locura, aparentemente sin pies ni cabeza. David Lynch va dejando caer partes de esta enredada trama que cada cual ya le de su interpretación y juzgue según las partes de la cabeza por las que le haya llegado el terremoto hecho imagen y sonido. Increible Patricia Arquette, su relación con la cámara en esta cinta es pasional haciendo que vayamos del amor al odio en un solo y corto paso.

Como describir este film sin que llegue a dañar la sensibilidad de aquellos que hayan visto algo a lo que atribuir un adjetivo que hable en su favor. Es el retrato de la época más hortera y patética que haya vivido el planeta tierra, finales de los ochenta, por lo tanto no puedes obtener otra cosa que una pieza pesima y lamentable. Donde todo plano es esteril y carente de emotividad o significancia alguna, intentos de efectismo salidos por la culata, personajes sin cimientos sólidos que hagan creibles el rollo planteado. La rapidez con la que cambian las cosas, simbolismos banales, que no llegan a decir nada a nadie más que allá que a su director.

Por lo tanto, no la recomiendo a todo aquel que aprecie el tiempo de su vida, ya que es más útil seguir la trayectoria de las moscas.

Simplemente diré, el documental es interesante y ofrece curiosos puntos de vista, pero una persona justifica un asesinato, así que se convierte en deleznable, no comprendo como Julio Medem puede llegar hasta ese punto. Ni de un bando ni de otro, apliquemos la lógica señores, nunca se justifica una muerte, nunca.