Alex de la Iglesia ha conseguido hacer suyo un estilo muy particular, cualidad que distingue al autor del artesano del cine y que sólo por eso es de admirar. Esta, como otras tantas suyas, tiene ese humor negro, costumbrista y excesivo, y esos secundarios que parecen salidos de alguna pesadilla de Ibáñez que le hacen único. Impagable Willi Toledo, el perfeccionista casposo, y ese centro comercial tan rancio y tan identificable. Como en otras tantas la caga al final, pero yo le perdono. No está al nivel de 'La Comunidad', pero por ahí le ronda.

Larry Clark no se da a las concesiones. Es crudo, violento, gusta a los críticos y a los chavales que devoran divx hollywoodienses y jackass. Con la excusa de llevar al cine un caso real (?), Clark vuelve a su tema favorito: jovenes hedonistas, vacíos y terribles, sin moral ni futuro; y esta vez no hay clase baja a la que culpar, o al menos no es tan evidente. Parece menos un documental que Kids, y te ríes más que en aquella. Me ha gustado más, pero no es una peli de culto, sino un telefilm que seguró que nunca verás en la sobremesa.

Balagueró hace de celestina entre 'Aliens' y 'El exorcista' con esta cinta que da más risa que terror. Disfruté como el cinéfago de pelis de culto que soy, pero miedo, lo que se dice miedo no pasé (y eso que la vi en Digital 2D con asientos vibradores). Muy digna secuela de todos modos, plagada de puntazos y de referencias a los grandes mitos del cine de terror; pero si la primera era un contínuo ataque al corazón, está no pasa de ser una gamberrada, con un par de sustos bien colocados y actuaciones que dan vergüenza ajena. Si aquella era exportable y 'remakeizable' al mercado USA, esta es pura serie B. Muy Filmax, vamos. Por cierto, para los que lean entre líneas, Manuela Velasco no es ni la sombra Sigourney Weaver, pero está más buena, eso sí.

La atmósfera sucia, sofocante e hipnótica del club donde una misteriosa colegiala se desnuda al son del 'Everybody knows' de Leonard Cohen impregna cada plano de un film en el cual la insinuación, la ambigüedad y la búsqueda de complicidad con el espectador son la constante de cinco historias ingeniosamente entrelazadas. La banda sonora de Michael Danna se adapta a la perfección a una obra independiente pero redonda.

¿Obra maestra? Dice alguien por ahí, imagino que enamorado de la capital francesa. La mayoria de cortos de esta película no alcanzan el aprobado, incluyendo las piezas de los hermanos Coen, Alfonso Cuarón o Vicenzo Natali. Mejor solucionan la papeleta (sin que deje de parecer eso, un encargo) Isabel Coixet, Alexander Payne, Gus Van Sant o el desconocido Oliver Schmitz (la única obra que de verdad me conmovió).

Como la propia cocina francesa: demasiado nombre rimbombarte y poca 'chicha' rica a la que poder hincarle el diente. Si parpadean se lo van a perder, aunque tampoco se pierden gran cosa.