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Críticas ordenadas por utilidad
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7,4
47.318
8
5 de octubre de 2017
5 de octubre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mirarse al espejo y ver un reflejo desdibujado. Dar la vuelta a la tortilla mil y una veces para descubrir que la vida es profunda, no plana, y fachadas, encerados, trajes e instituciones no son más que un camuflaje. Que todo tiene una perspectiva de conjunto con sus pros y sus contras.
La clave es el sentido crítico, este concepto que nos permite vivir y pensar. Vivimos para pensar y actuar en consecuencia. Mejor cuestionarse por qué las manzanas son verdes y redondas que no enquistarse. Ser curiosos y ponerle ganas a todo.
Basta con deconstruir los principios del sistema para proporcionar a las generaciones futuras una educación alternativa que -quizá- funcione mejor, rodeados de naturaleza, libros, abrazos, amor y pureza. Arriesgar y evitar zonas de confort es fabricar el sentido crítico. Las únicas zonas de confort son la que poseen en sí mismas las necesidades básicas animales del comer, beber y dormir, y las relaciones sociales que traen consigo curas emocionales. El resto, a la lavadora de la deconstrucción.
Entre viajes de carretera y manta, senderos de fango, hogueras, libros y ukeleles, vive una familia casi monoparental de seis hijoas. La educación inculcada por Ben, el padre, propone un sentido de la aventura y espíritu crítico, capacidad de reaccionar ante cualquier situación, descubrir nuevos mundos, curiosear para redescubrirse, y evitar cualquier tipo de prejuicio limitador, siempre con la capa del amor familiar y el amor por la naturaleza, y la felicidad. Una educación que desmonta el sistema capitalista y se aísla de la robotización humana, las idolatrías, las jaurías humanas, las industrias culturales y la obsolescencia programada.
Sin embargo, no todo es siempre perfecto. Tan sólo es UN punto de vista, UNA manera de gozar y aprender de la vida. Para Ben, que creció en una sociedad consumista y consentida, el cambio a una vida en caravana es algo para mejor, y, automáticamente, para loas hijoas cree que también. No obstante, ellos no han podido escoger porque sólo han vivido un tipo de vida. Para conocer más, para seguir formándose, la única opción es vivir más alternativas desde distintas perspectivas, aunque el cambio sea una incógnita y duela.
La clave es el sentido crítico, este concepto que nos permite vivir y pensar. Vivimos para pensar y actuar en consecuencia. Mejor cuestionarse por qué las manzanas son verdes y redondas que no enquistarse. Ser curiosos y ponerle ganas a todo.
Basta con deconstruir los principios del sistema para proporcionar a las generaciones futuras una educación alternativa que -quizá- funcione mejor, rodeados de naturaleza, libros, abrazos, amor y pureza. Arriesgar y evitar zonas de confort es fabricar el sentido crítico. Las únicas zonas de confort son la que poseen en sí mismas las necesidades básicas animales del comer, beber y dormir, y las relaciones sociales que traen consigo curas emocionales. El resto, a la lavadora de la deconstrucción.
Entre viajes de carretera y manta, senderos de fango, hogueras, libros y ukeleles, vive una familia casi monoparental de seis hijoas. La educación inculcada por Ben, el padre, propone un sentido de la aventura y espíritu crítico, capacidad de reaccionar ante cualquier situación, descubrir nuevos mundos, curiosear para redescubrirse, y evitar cualquier tipo de prejuicio limitador, siempre con la capa del amor familiar y el amor por la naturaleza, y la felicidad. Una educación que desmonta el sistema capitalista y se aísla de la robotización humana, las idolatrías, las jaurías humanas, las industrias culturales y la obsolescencia programada.
Sin embargo, no todo es siempre perfecto. Tan sólo es UN punto de vista, UNA manera de gozar y aprender de la vida. Para Ben, que creció en una sociedad consumista y consentida, el cambio a una vida en caravana es algo para mejor, y, automáticamente, para loas hijoas cree que también. No obstante, ellos no han podido escoger porque sólo han vivido un tipo de vida. Para conocer más, para seguir formándose, la única opción es vivir más alternativas desde distintas perspectivas, aunque el cambio sea una incógnita y duela.
9
28 de junio de 2017
28 de junio de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Goku, de 11 años, de cabello negro y puntiagudo, sirviéndose con un palo rojo que se alarga infinitamente a su antojo y con cola de mono a temer en días de luna llena, vive aislado en las montañas desde que aplastó sin querer a su abuelo adoptivo Son Gohan. Recluido en la naturaleza, se las apaña para sobrevivir sin ayuda. Con una sonrisa de oreja a oreja vive una vida sencilla y sin complejos alejado del alboroto urbano en una cabaña adyacente a una cordillera.
Mientras rompe tejas a puñetazos, oye de lejos el ruido de un motor procedente de la senda que lleva al monte donde habita. Explora la zona y se topa con Bulma -el único punto de inflexión de la vida de Son Goku-. Arrolla su coche, artilugio extraño para él.
Empieza la aventura.
Ignorando rasgos físicos y psicológicos prototípicos de un ser humano, Goku es incapaz de distinguir entre sexos, no se guía por códigos morales o éticos, y vive con naturalidad. No es alguien superficial, sexista o pervertido ni comprende estas definiciones o etiquetas; simplemente es. No distingue entre especies: le gustan animales, humanos, plantas, ríos, montañas, la naturaleza por igual. Le da igual ir o no ir desnudo. Desatiende conceptos de belleza o de inteligencia (no los necesita). Sin saber lo que son las definiciones de ningún tipo ni las leyes humanas, observa, conoce y descubre. Toca y curiosea aquello que desconoce, sin miedos, sin prejuicios. Es sincero y sencillo. Los únicos conceptos arraigados son el de comer y el de dormir, las necesidades básicas de cualquier persona.
Sin aparente sabiduría, sin nada, emprende un viaje para obtenerlo todo. Parte del punto 0, con intriga, expectación y ganas de aventura. El mundo es precioso y hay que salir para ser testimonio de ello. Bulma viaja con el objetivo de conseguir las Dragon Ball para satisfacer sus propios deseos, Goku para curiosear y ayudarla sin saber muy bien por qué. Encontrar y proteger una bolas anaranjadas con estrellas que brillan por si solas ¿Qué tienen de especial estas simples piedras? Goku quiere la suya, la de su abuelo y ya está, las otras no importan. Pero decide continuar con la aventura. Nosotros nos sentimos como él, fascinados por un mundo de dinosaurios y tortugas hablantes. Sus descubrimientos a lo largo y ancho del planeta, sus embelesamientos ante aquello que conoce, son los nuestros. La percepción del mundo es impactante para un chico acostumbrado a vivir entre montañas que sale de la burbuja, que de repente empieza a recorrer parajes diversos, con una vida consistente en peligros, riesgos y miles de peripecias. Cualquier persona con la cual se relaciona es atrayente, para bien o para mal, y su vida es trepidante. La sonrisa nunca la pierde por valiente y ambicioso. Y el deseo de explorar le permite avanzar en cualquier misión, con humildad. Un humilde sin declarar que lo es. Ni conoce la existencia de la palabra “humildad”.
Poco a poco, hace gala y se percata de su descomunal talento innato por la lucha. Perfecciona sus habilidades perpetuamente sin alcanzar ningún límite porque no los tiene. Nunca, aun habiendo recorrido el planeta entero, se le borra la sonrisa, la inocencia, la honradez, la benevolencia o la espontaneidad. Siempre conserva esa enorme pizca de humanidad que le convierten en un corazón puro capaz de atravesar fuego, tierra, mar y aire. Y eso que no es humano.
Con el objetivo de mejorarse a sí mismo, llega a hermosos lugares inhóspitos e inexplorados. Recorre paisajes remotos que muestran la inmensidad del mundo, y a medida que descubre nuevos lugares, su mundo interior y experiencia se amplían y su destreza en combate aumenta. Con eso, nunca pierde. Y con una infinita ambición, no hay lugar para la rendición. Montes helados, volcanes en erupción, bosques salvajes, animales indómitos, junglas repletas de dinosaurios, cielos escabrosos gigantescos, Tao Pai Pai o el asesino a sueldo más poderoso del planeta, la torre de Karin y la superación personal, el empeño en ser el vencedor de los torneos de artes marciales, el templo de Kami -el Dios ¿terrestre?-, y la victoria ante un vil extraterrestre llamado Piccolo, capaz de aniquilar el planeta.
Una persona sencilla, simple, constituida de bondad, que, arrastrada por sus ansias de pasarlo bien combatiendo, se convierte en héroe del mundo.
La evolución en espacio: de una insignifcante montaña al planeta entero. La progresión constante sin frenos.
Vencidos todos los obstáculos, qué límites hay para Son Goku en la Tierra?
Mientras rompe tejas a puñetazos, oye de lejos el ruido de un motor procedente de la senda que lleva al monte donde habita. Explora la zona y se topa con Bulma -el único punto de inflexión de la vida de Son Goku-. Arrolla su coche, artilugio extraño para él.
Empieza la aventura.
Ignorando rasgos físicos y psicológicos prototípicos de un ser humano, Goku es incapaz de distinguir entre sexos, no se guía por códigos morales o éticos, y vive con naturalidad. No es alguien superficial, sexista o pervertido ni comprende estas definiciones o etiquetas; simplemente es. No distingue entre especies: le gustan animales, humanos, plantas, ríos, montañas, la naturaleza por igual. Le da igual ir o no ir desnudo. Desatiende conceptos de belleza o de inteligencia (no los necesita). Sin saber lo que son las definiciones de ningún tipo ni las leyes humanas, observa, conoce y descubre. Toca y curiosea aquello que desconoce, sin miedos, sin prejuicios. Es sincero y sencillo. Los únicos conceptos arraigados son el de comer y el de dormir, las necesidades básicas de cualquier persona.
Sin aparente sabiduría, sin nada, emprende un viaje para obtenerlo todo. Parte del punto 0, con intriga, expectación y ganas de aventura. El mundo es precioso y hay que salir para ser testimonio de ello. Bulma viaja con el objetivo de conseguir las Dragon Ball para satisfacer sus propios deseos, Goku para curiosear y ayudarla sin saber muy bien por qué. Encontrar y proteger una bolas anaranjadas con estrellas que brillan por si solas ¿Qué tienen de especial estas simples piedras? Goku quiere la suya, la de su abuelo y ya está, las otras no importan. Pero decide continuar con la aventura. Nosotros nos sentimos como él, fascinados por un mundo de dinosaurios y tortugas hablantes. Sus descubrimientos a lo largo y ancho del planeta, sus embelesamientos ante aquello que conoce, son los nuestros. La percepción del mundo es impactante para un chico acostumbrado a vivir entre montañas que sale de la burbuja, que de repente empieza a recorrer parajes diversos, con una vida consistente en peligros, riesgos y miles de peripecias. Cualquier persona con la cual se relaciona es atrayente, para bien o para mal, y su vida es trepidante. La sonrisa nunca la pierde por valiente y ambicioso. Y el deseo de explorar le permite avanzar en cualquier misión, con humildad. Un humilde sin declarar que lo es. Ni conoce la existencia de la palabra “humildad”.
Poco a poco, hace gala y se percata de su descomunal talento innato por la lucha. Perfecciona sus habilidades perpetuamente sin alcanzar ningún límite porque no los tiene. Nunca, aun habiendo recorrido el planeta entero, se le borra la sonrisa, la inocencia, la honradez, la benevolencia o la espontaneidad. Siempre conserva esa enorme pizca de humanidad que le convierten en un corazón puro capaz de atravesar fuego, tierra, mar y aire. Y eso que no es humano.
Con el objetivo de mejorarse a sí mismo, llega a hermosos lugares inhóspitos e inexplorados. Recorre paisajes remotos que muestran la inmensidad del mundo, y a medida que descubre nuevos lugares, su mundo interior y experiencia se amplían y su destreza en combate aumenta. Con eso, nunca pierde. Y con una infinita ambición, no hay lugar para la rendición. Montes helados, volcanes en erupción, bosques salvajes, animales indómitos, junglas repletas de dinosaurios, cielos escabrosos gigantescos, Tao Pai Pai o el asesino a sueldo más poderoso del planeta, la torre de Karin y la superación personal, el empeño en ser el vencedor de los torneos de artes marciales, el templo de Kami -el Dios ¿terrestre?-, y la victoria ante un vil extraterrestre llamado Piccolo, capaz de aniquilar el planeta.
Una persona sencilla, simple, constituida de bondad, que, arrastrada por sus ansias de pasarlo bien combatiendo, se convierte en héroe del mundo.
La evolución en espacio: de una insignifcante montaña al planeta entero. La progresión constante sin frenos.
Vencidos todos los obstáculos, qué límites hay para Son Goku en la Tierra?

7,8
41.985
8
24 de septiembre de 2016
24 de septiembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia cuenta como un hombre y una mujer conviven en el mismo bloque de pisos (en pisos diferentes, claro) con su pareja, la cual nunca para por casa. Día a día se van conociendo más y más, hasta que llega un punto que el flirteo es inevitable. Sin embargo, reculan y impiden sus deseos más instintivos. Se quieren, pero no deben. La presión hace un doble efecto, les obliga a tener un romance pero a su misma vez les tortura ante la posible infidelidad.
Wong Kar-Wai empieza a hacer visibles sus metafóricas cartas a partir de este momento. Los dos personajes se mueven en espacios interiores constantemente, con una fotografía consistente en planos cerrados. Nunca se observa un plano general en toda la película. Exteriores hay.
En especial uno: Hay escenas donde observamos a ambos, algo distante ante el posible horizonte de traición e infidelidad a sus verdaderas parejas. Parece que estén metidos en un lugar interior, dentro de una cúpula. Las sombras parecen barrotes, señalando la estrechez en la que se encuentran ligados. La mujer, apoyada en la pared, agacha la mirada evitando el contacto visual, mientras que el hombre, reflejado en su sombra se dirige a ella un poco sin convicción, para no sucumbir ante la tentativa.
Wong Kar-Wai de igual manera usa los silencios para transmitir la incomodidad de ambos. Y asimismo, usa el “slow motion” en muchas ocasiones a lo largo del metraje, y queda perfecto. Acompañado de boleros cantados en español por Nat King Cole. Algo que suena bizarro. El uso de la cámara lenta se produce acompañado de miradas sin rumbo, sin un punto fijo, inmersas en los pensamientos de uno hacia el otro, hacia la imposibilidad de la relación y sus consecuencias. Cada estrategia narrativa usada por el director tiene una justificación.
Wong Kar-Wai empieza a hacer visibles sus metafóricas cartas a partir de este momento. Los dos personajes se mueven en espacios interiores constantemente, con una fotografía consistente en planos cerrados. Nunca se observa un plano general en toda la película. Exteriores hay.
En especial uno: Hay escenas donde observamos a ambos, algo distante ante el posible horizonte de traición e infidelidad a sus verdaderas parejas. Parece que estén metidos en un lugar interior, dentro de una cúpula. Las sombras parecen barrotes, señalando la estrechez en la que se encuentran ligados. La mujer, apoyada en la pared, agacha la mirada evitando el contacto visual, mientras que el hombre, reflejado en su sombra se dirige a ella un poco sin convicción, para no sucumbir ante la tentativa.
Wong Kar-Wai de igual manera usa los silencios para transmitir la incomodidad de ambos. Y asimismo, usa el “slow motion” en muchas ocasiones a lo largo del metraje, y queda perfecto. Acompañado de boleros cantados en español por Nat King Cole. Algo que suena bizarro. El uso de la cámara lenta se produce acompañado de miradas sin rumbo, sin un punto fijo, inmersas en los pensamientos de uno hacia el otro, hacia la imposibilidad de la relación y sus consecuencias. Cada estrategia narrativa usada por el director tiene una justificación.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lost In Translation es en espacios enormes lo que es In The Mood For Love en espacios pequeños y cerrados. No sé, me lo recordó.

7,6
72.468
8
23 de abril de 2016
23 de abril de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Día 113
Nota 1:
“Qué lejos he llegado. Qué bonita es Alaska.
Este viaje es la mejor decisión que he tomado en mi vida. No ha sido sencillo lograrlo, he pasado de todo hasta llegar aquí. Aventuras, emociones, vivencias extraordinarias, y muchos obstáculos. Conseguí llegar a Alaska y me enorgullezco de ello. Un placer haber podido convivir con la naturaleza y observar la vida real en su máximo esplendor. Siempre a mi lado están los Tolstoi, London, Dostoievski y Thoreau para hacerme la vida más amena y recordarme quién soy. Si antes de emprender el viaje ya era un hombre sabio, ahora he alcanzado mi plenitud. Y con tan sólo 24 años, quién lo diría. Me he encontrado a mí mismo. He abandonado la sociedad del materialismo y me he labrado una vida viviendo de la tierra, alejado de este mundo putrefacto que me rodea. Afirmo que con los mínimos elementos es posible subsistir, así he podido comprobarlo yo; no es necesario vivir rodeado de máquinas consumiendo patológicamente. Yo lo he demostrado. He aprendido viviendo EN y DE la naturaleza. Mirad lo poco que necesitan los animales para tirar adelante: su instinto de supervivencia, comer y dormir, punto. Sin la voracidad inherente de los humanos. Así soy yo ahora. Puedo arreglármelas solo, estando junto a mi amiga la naturaleza.
Qué precioso es vivir en la tierra. No necesito ayuda de nadie.
Lástima que me haya comido una semilla venenosa. Estoy pidiendo auxilio desesperadamente, pero aunque no vengan a socorrerme, me da igual. Porque gracias a Dios moriré en paz.
He tenido una vida feliz y doy gracias al Señor. Adiós y bendiciones a todos.”
RIP
Nota 2:
“Durante mi etapa universitaria desarrollé la idea de recorrer el mundo para encontrarme a mí mismo. Al poco de graduarme, tomé la decisión definitiva: emprendería un viaje en búsqueda del conocimiento real, pues el materialismo de la sociedad no me dejaba vivir en paz. Lo hice. Y en estos 113 de odisea he aprendido mucho. Ahora, aquí me encuentro, en el río Teklanika en Alaska, escribiendo mis últimas líneas en un bus abandonado. Agonizo. Nadie puede oír mis gritos de socorro. Estoy completamente solo y me lo he buscado. Convertí la vida en una idealización y me transformé en un ser egoísta.
Por el camino he conocido a grupos de personas que anhelaban llevar a cabo sus sueños. Todos iban acompañados de alguien o algo que los mantenía en pie. O vivían de su pareja y amigos, o vivían de los recuerdos, como el viejo Ron. Cuando los acompañaba, veía el amor que se transmitían entre sí, pero me era completamente indiferente. Luego, en mi soledad, leía y leía, y sólo me paraba a pensar adonde iría después. Todos ellos me mostraban maneras de vivir y ser feliz, de cómo es la vida, y yo lo ignoraba. Me mostraba fuerte exterior e interiormente, pero en el fondo era débil porque estaba solo y cegado por mi idealismo.
Me paro a pensar en mis padres. ¿Les habré hecho sufrir? Crecí marcado por sus problemas conyugales, y siempre he sido algo esquivo con ellos. Pero me quieren, estoy seguro. Cierto que por momentos parecía que ni mi hermana ni yo existíamos, que solo existían sus problemas. Pero así son los matrimonios, ¿No? Por ese entonces era un chico inmaduro sin ser consciente de ello, porque me creía lo más. En realidad, he seguido siendo inmaduro hasta este momento, cuando me encuentro perdido en un bus atascado en la nieve. ¿Y mi hermana? Superé con ella todas las adversidades de mi juventud pero la abandoné y olvidé para solo recordarla en mi lecho de muerte cuando mi mente repasa instintivamente momentos de mi vida. Moriré solo por culpa de mis decisiones. La cagué. Un error humano. O muchos. Quién lo diría con lo buen estudiante que fui. Cuando descubran mi cuerpo y lean mis memorias descubrirán que sólo fui un egoísta, un prepotente y un cobarde con la realidad con pretensiones heroicas.
¿Porque salen a la luz todos estos pensamientos, estos remordimientos? Con la seguridad y fortaleza que tengo. Quizá es porque no he podido alcanzar la felicidad que tanto codiciaba. Esta felicidad construida a partir del idealismo, de MI idealismo, de aquello creado en MI mente.
Estoy solo…
Muy solo…
Completamente solo…
Ya veo: La felicidad solo es real cuando se comparte.”
RIP
Nota 1:
“Qué lejos he llegado. Qué bonita es Alaska.
Este viaje es la mejor decisión que he tomado en mi vida. No ha sido sencillo lograrlo, he pasado de todo hasta llegar aquí. Aventuras, emociones, vivencias extraordinarias, y muchos obstáculos. Conseguí llegar a Alaska y me enorgullezco de ello. Un placer haber podido convivir con la naturaleza y observar la vida real en su máximo esplendor. Siempre a mi lado están los Tolstoi, London, Dostoievski y Thoreau para hacerme la vida más amena y recordarme quién soy. Si antes de emprender el viaje ya era un hombre sabio, ahora he alcanzado mi plenitud. Y con tan sólo 24 años, quién lo diría. Me he encontrado a mí mismo. He abandonado la sociedad del materialismo y me he labrado una vida viviendo de la tierra, alejado de este mundo putrefacto que me rodea. Afirmo que con los mínimos elementos es posible subsistir, así he podido comprobarlo yo; no es necesario vivir rodeado de máquinas consumiendo patológicamente. Yo lo he demostrado. He aprendido viviendo EN y DE la naturaleza. Mirad lo poco que necesitan los animales para tirar adelante: su instinto de supervivencia, comer y dormir, punto. Sin la voracidad inherente de los humanos. Así soy yo ahora. Puedo arreglármelas solo, estando junto a mi amiga la naturaleza.
Qué precioso es vivir en la tierra. No necesito ayuda de nadie.
Lástima que me haya comido una semilla venenosa. Estoy pidiendo auxilio desesperadamente, pero aunque no vengan a socorrerme, me da igual. Porque gracias a Dios moriré en paz.
He tenido una vida feliz y doy gracias al Señor. Adiós y bendiciones a todos.”
RIP
Nota 2:
“Durante mi etapa universitaria desarrollé la idea de recorrer el mundo para encontrarme a mí mismo. Al poco de graduarme, tomé la decisión definitiva: emprendería un viaje en búsqueda del conocimiento real, pues el materialismo de la sociedad no me dejaba vivir en paz. Lo hice. Y en estos 113 de odisea he aprendido mucho. Ahora, aquí me encuentro, en el río Teklanika en Alaska, escribiendo mis últimas líneas en un bus abandonado. Agonizo. Nadie puede oír mis gritos de socorro. Estoy completamente solo y me lo he buscado. Convertí la vida en una idealización y me transformé en un ser egoísta.
Por el camino he conocido a grupos de personas que anhelaban llevar a cabo sus sueños. Todos iban acompañados de alguien o algo que los mantenía en pie. O vivían de su pareja y amigos, o vivían de los recuerdos, como el viejo Ron. Cuando los acompañaba, veía el amor que se transmitían entre sí, pero me era completamente indiferente. Luego, en mi soledad, leía y leía, y sólo me paraba a pensar adonde iría después. Todos ellos me mostraban maneras de vivir y ser feliz, de cómo es la vida, y yo lo ignoraba. Me mostraba fuerte exterior e interiormente, pero en el fondo era débil porque estaba solo y cegado por mi idealismo.
Me paro a pensar en mis padres. ¿Les habré hecho sufrir? Crecí marcado por sus problemas conyugales, y siempre he sido algo esquivo con ellos. Pero me quieren, estoy seguro. Cierto que por momentos parecía que ni mi hermana ni yo existíamos, que solo existían sus problemas. Pero así son los matrimonios, ¿No? Por ese entonces era un chico inmaduro sin ser consciente de ello, porque me creía lo más. En realidad, he seguido siendo inmaduro hasta este momento, cuando me encuentro perdido en un bus atascado en la nieve. ¿Y mi hermana? Superé con ella todas las adversidades de mi juventud pero la abandoné y olvidé para solo recordarla en mi lecho de muerte cuando mi mente repasa instintivamente momentos de mi vida. Moriré solo por culpa de mis decisiones. La cagué. Un error humano. O muchos. Quién lo diría con lo buen estudiante que fui. Cuando descubran mi cuerpo y lean mis memorias descubrirán que sólo fui un egoísta, un prepotente y un cobarde con la realidad con pretensiones heroicas.
¿Porque salen a la luz todos estos pensamientos, estos remordimientos? Con la seguridad y fortaleza que tengo. Quizá es porque no he podido alcanzar la felicidad que tanto codiciaba. Esta felicidad construida a partir del idealismo, de MI idealismo, de aquello creado en MI mente.
Estoy solo…
Muy solo…
Completamente solo…
Ya veo: La felicidad solo es real cuando se comparte.”
RIP
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Nota 1: reflejo de los pensamientos del Christopher McCandless real.
Nota 2: reflejo de los pensamientos del Christopher McCandless de la película.
Nota 2: reflejo de los pensamientos del Christopher McCandless de la película.
9
13 de abril de 2017
13 de abril de 2017
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La exploración del planeta Tierra, la exploración del entorno estelar, la exploración del sistema solar, la exploración de la Via Láctea, la exploración de galaxias a miles de años luz de nuestro mundo, la exploración del orden del universo, del cosmos. La magnificencia.
El cosmos es una grandeza imposible de conquistar para el humano caprichoso. Una enormidad que traduce una sensación de insignificancia por nuestra parte, de que nacimos a finales de un mes de diciembre, que no somos nada más que unos ínfimos días de la existencia de vida de un diminuto planeta de un espacio cósmico infinito. Somos tan insignificantes que las guerras, las batallas, las discusiones, las fronteras, el orgullo, la avaricia y la codicia son totalmente inútiles. Si un ser extraterrestre contemplara nuestro día a día, se asombraría ante la cíclica autodestrucción. No conservamos al mundo como un todo, sino como un conjunto de partes separadas increíblemente diferenciadas. La diferencia no existe, porque todos estamos condenados a convivir en un mismo planeta.
Cosmos y Carl Sagan usan el espacio y la ciencia como excusa para comprender al ser humano. Los dibujos que empiezan en átomo y terminan en hombre muestran que todos somos el planeta, que todos fuimos alguna vez réptil, alguna vez agua y alguna vez piedra. Necesario pararse a pensar en dicha evolución para transformar nuestro modo de pensar. El repaso de la vida terrestre y galáctica a lo largo de trece capítulos de profunda indagación termina en una reflexión sobre nuestro presente y nuestro futuro, una reflexión de conceptos convergentes para entender que somos uno y que tenemos que cuidarnos.
El cosmos es una grandeza imposible de conquistar para el humano caprichoso. Una enormidad que traduce una sensación de insignificancia por nuestra parte, de que nacimos a finales de un mes de diciembre, que no somos nada más que unos ínfimos días de la existencia de vida de un diminuto planeta de un espacio cósmico infinito. Somos tan insignificantes que las guerras, las batallas, las discusiones, las fronteras, el orgullo, la avaricia y la codicia son totalmente inútiles. Si un ser extraterrestre contemplara nuestro día a día, se asombraría ante la cíclica autodestrucción. No conservamos al mundo como un todo, sino como un conjunto de partes separadas increíblemente diferenciadas. La diferencia no existe, porque todos estamos condenados a convivir en un mismo planeta.
Cosmos y Carl Sagan usan el espacio y la ciencia como excusa para comprender al ser humano. Los dibujos que empiezan en átomo y terminan en hombre muestran que todos somos el planeta, que todos fuimos alguna vez réptil, alguna vez agua y alguna vez piedra. Necesario pararse a pensar en dicha evolución para transformar nuestro modo de pensar. El repaso de la vida terrestre y galáctica a lo largo de trece capítulos de profunda indagación termina en una reflexión sobre nuestro presente y nuestro futuro, una reflexión de conceptos convergentes para entender que somos uno y que tenemos que cuidarnos.
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