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Críticas ordenadas por utilidad
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5,8
2.403
5
12 de julio de 2009
12 de julio de 2009
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película decepcionante, pero que tiene elementos de interés. La fotografía, por ejemplo. El guión es bastante deficiente, y, en mi opinión, no le hace justicia al texto del que procede. Para el debutante director es una losa: le obliga a construir una densidad a base de lentitud, de recrearse en momentos gratuítos. No emociona nada, no divierte mucho, no intriga demasiado. Pasa el tiempo y la película termina pesando. Marlon Brando aparece fugazmente. Desgraciadamente, es solo una anécdota más en un oceáno de aguas insulsas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un indio recibe una cantidad de dinero a cambio de que deje filmar su propia muerte. Con ese dinero su familia podrá salir de la miseria.

7,6
26.574
8
25 de marzo de 2009
25 de marzo de 2009
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mejor cine español. Reflexivo, hecho a partir de historias de la realidad, con un matiz de crítica sobre el rol que muchas madres han jugado en la historia de este país. Imprescindibles y, a la vez, sojuzgadas, explotadas, mal tratadas.
Benito Zambrano dirige con pulso firme, a pesar de su inexperiencia en ese momento. Talento puro de gran director de actores, de gran contador de historias. Logra un ritmo sereno, que se complace en la belleza de las imágenes y en el encadenamiento de las escenas a través de sutiles efectos musicales que subrayan el drama interior de los personajes. Todo ello sin caer en ese esteticismo dulzón al que muchos directores noveles acuden llevados por su necesidad imperiosa de construir mundos propios.
Pero, sobre todo, “Solas” es una radiografía de la soledad. De los contornos de la soledad, de sus consecuencias. Y también de sus soluciones. Porque la película finalmente se tiñe de optimismo. Un optimismo que nace de los pactos, de las alianzas supuestamente anti natura.
El trabajo de los actores es soberbio. María Galiena y Carlos Álvarez-Novoa componen unos personajes totalmente creíbles, llenos de matices. Pensados desde la contención. Ana González maneja con extrema habilidad una gama de registros más amplia, y en todos ellos el resultado está a la altura de todo lo demás.
Benito Zambrano dirige con pulso firme, a pesar de su inexperiencia en ese momento. Talento puro de gran director de actores, de gran contador de historias. Logra un ritmo sereno, que se complace en la belleza de las imágenes y en el encadenamiento de las escenas a través de sutiles efectos musicales que subrayan el drama interior de los personajes. Todo ello sin caer en ese esteticismo dulzón al que muchos directores noveles acuden llevados por su necesidad imperiosa de construir mundos propios.
Pero, sobre todo, “Solas” es una radiografía de la soledad. De los contornos de la soledad, de sus consecuencias. Y también de sus soluciones. Porque la película finalmente se tiñe de optimismo. Un optimismo que nace de los pactos, de las alianzas supuestamente anti natura.
El trabajo de los actores es soberbio. María Galiena y Carlos Álvarez-Novoa componen unos personajes totalmente creíbles, llenos de matices. Pensados desde la contención. Ana González maneja con extrema habilidad una gama de registros más amplia, y en todos ellos el resultado está a la altura de todo lo demás.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Una circunstancia familiar hace que una hija se reencuentre con su madre. La presencia callada pero decisiva de esta mujer causará en la joven un cambio de valores que alterará definitivamente el rumbo de una vida condenada, seguramente, al precipicio de la autodestrucción. Y, paralelamente, influirá en los últimos años de un anciano llenándolos de alegría y motivos para vivir.
9
14 de diciembre de 2008
14 de diciembre de 2008
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La estupidez, la ignorancia, la torpeza y el egoísmo de los padres son la causa de la desgracia de los hijos, parece decir Truffaut en esta maravillosa película. La infancia y la juventud aparecen en ella como las víctimas sociales de unos comportamientos culpables de los adultos, viciados en el origen.
En algunos momentos la película nos llega a lo más profundo de nuestro interior. Jean Pierre Léaud está soberbio en su personaje de Antoine Doinel, una especie de alter ego del propio Truffaut, especialmente en ese monólogo que mantiene respondiendo a la sicóloga del correccional a donde ha ido a parar como consecuencia de una serie de errores encadenados. Nunca me gustó de mayor este limitado actor que me parece que siempre se interpreta a sí mismo, gesticulando en exceso, sobreactuando. Aquí, con tan solo quince años, está sencillamente soberbio: controlado, conciso, conmovedor.
La película me parece asombrosa y responde a una nueva concepción del cine y una nueva manera de mirar la realidad. Todo es significante en ella, todo está calculado, medido a la perfección, todos los planos son útiles para transmitir ese mensaje y esa denuncia, y para fotografiar con una hermosura sin límites los rincones de París, una ciudad a la que le faltaban sólo nueve años para que miles de jóvenes se pusieran a buscar el mar y formas de libertad y tolerancia debajo de los adoquines. Todos los actores responden a la perfección al plan general, componiendo un puzzle interpretativo colosal. Esos padres terribles, cada uno en su estilo, quedan plasmados en dos interpretaciones excelentes.
El niño huye finalmente hacia el horizonte después de haber soportado castigos, humillaciones y bofetadas. No lo tendrá fácil. Casi nadie que huye hacia delante termina en buen puerto, pero al menos resistir a la ignominia es una forma de dignidad. Los que se quedan detrás, sin embargo, se ahogarán en sus propios vómitos, en su propia violencia gratuita, en su pobre, culpable y castrante mediocridad.
En algunos momentos la película nos llega a lo más profundo de nuestro interior. Jean Pierre Léaud está soberbio en su personaje de Antoine Doinel, una especie de alter ego del propio Truffaut, especialmente en ese monólogo que mantiene respondiendo a la sicóloga del correccional a donde ha ido a parar como consecuencia de una serie de errores encadenados. Nunca me gustó de mayor este limitado actor que me parece que siempre se interpreta a sí mismo, gesticulando en exceso, sobreactuando. Aquí, con tan solo quince años, está sencillamente soberbio: controlado, conciso, conmovedor.
La película me parece asombrosa y responde a una nueva concepción del cine y una nueva manera de mirar la realidad. Todo es significante en ella, todo está calculado, medido a la perfección, todos los planos son útiles para transmitir ese mensaje y esa denuncia, y para fotografiar con una hermosura sin límites los rincones de París, una ciudad a la que le faltaban sólo nueve años para que miles de jóvenes se pusieran a buscar el mar y formas de libertad y tolerancia debajo de los adoquines. Todos los actores responden a la perfección al plan general, componiendo un puzzle interpretativo colosal. Esos padres terribles, cada uno en su estilo, quedan plasmados en dos interpretaciones excelentes.
El niño huye finalmente hacia el horizonte después de haber soportado castigos, humillaciones y bofetadas. No lo tendrá fácil. Casi nadie que huye hacia delante termina en buen puerto, pero al menos resistir a la ignominia es una forma de dignidad. Los que se quedan detrás, sin embargo, se ahogarán en sus propios vómitos, en su propia violencia gratuita, en su pobre, culpable y castrante mediocridad.
6 de diciembre de 2008
6 de diciembre de 2008
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Funciona desde el principio hasta el final, que es previsible y lacrimógeno. Todo está bien: la historia y los actores, especialmente convincente ese genio en forma de niño llamado Freddie Highmore y que ya conocíamos de “Charlie y la fábrica de chocolate”. Contiene todos los ingredientes para gustar, y, de hecho, gusta.
Confieso que la vi en un avión de Iberia cruzando el Atlántico, y consiguió tocarme la fibra. Yo tengo la fibra algo encallecida, pero en un avión que me acerca a mi hijo, de la misma edad, por cierto, que el protagonista, la fibra se ablanda con la ayuda moderada de una copa de Brandy. Sea como fuere, consiguió interesarme y me mantuve sereno y expectante hasta el final, realizando un recorrido por escenas esperables, por interpretaciones arquetípicas, y, en algún caso, excesivas e histriónicas como la de Robin Williams, algo que ya no es noticia en absoluto.
Pero siendo un producto de consumo familiar –es la típica película “para todos los públicos”-, me gusta de ella ese aire de cuento infantil bien contado, con peripecias y recovecos extraídos de nuestro mundo actual. No sé donde alguien decía que ese aire era de cuento de Dickens, y estoy de acuerdo con él.
Confieso que la vi en un avión de Iberia cruzando el Atlántico, y consiguió tocarme la fibra. Yo tengo la fibra algo encallecida, pero en un avión que me acerca a mi hijo, de la misma edad, por cierto, que el protagonista, la fibra se ablanda con la ayuda moderada de una copa de Brandy. Sea como fuere, consiguió interesarme y me mantuve sereno y expectante hasta el final, realizando un recorrido por escenas esperables, por interpretaciones arquetípicas, y, en algún caso, excesivas e histriónicas como la de Robin Williams, algo que ya no es noticia en absoluto.
Pero siendo un producto de consumo familiar –es la típica película “para todos los públicos”-, me gusta de ella ese aire de cuento infantil bien contado, con peripecias y recovecos extraídos de nuestro mundo actual. No sé donde alguien decía que ese aire era de cuento de Dickens, y estoy de acuerdo con él.
9
7 de enero de 2012
7 de enero de 2012
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una genialidad de principio a fin. A los niños debería educárseles el gusto viendo esta película. A los mayores, especialmente a los que lo perdieron hace tiempo entre escenas muy rápidas en las que no pasa nada, entre efectos absurdos que compiten en cada entrega por su espectacularidad vacía, habría que atarles a la butaca para que la vieran.
Una historia llena de ecos, que explica con argumentos sencillos un mundo que ya no existe. Una belleza de imágenes extraordinaria. Inteligencia cinematográfica. Buen gusto.
Una historia llena de ecos, que explica con argumentos sencillos un mundo que ya no existe. Una belleza de imágenes extraordinaria. Inteligencia cinematográfica. Buen gusto.
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