Haz click aquí para copiar la URL
España España · barcelona
You must be a loged user to know your affinity with avanti
Críticas 312
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
26 de febrero de 2018 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
A case of immunity (Un caso de inmunidad) (1975), es el segundo telefilm de la quinta temporada y treinta y tres de la serie, dirigido por Ted Post acreditado cineasta responsable de realizaciones como Harry el fuerteen el que se narran las interioridades y los entresijos políticos en la legación suariana donde su primer secretario Hassan Salah (Hector Helizondo) urde un plan para alcanzar el poder en su país derrocando a su joven mandatario heredero Hamid Karmal (Barry Robins) confabulado con su ayudante Rachman Habib (Sal Mineo) simulan un robo en la legación con mortales resultados para el jefe de seguridad Youseff Alafa (André Lawrence).

Tras una equivocación administrativa y después de algún incidente protocolario menor, la narración sitúa a Colombo en la reunión con los responsables de seguridad correspondientes en la visita del dirigente suariano Hamid Karmal. Los hechos de robo con asesinato acaecidos en paralelo a la reunión, designan posteriormente a Colombo como parte integrante del protocolo de seguridad que ha de velar por la seguridad del ilustre visitante.

Con las primeras investigaciones llegan los primeros sospechosos constatados a partir del descubrimiento de la supuesta huida con robo y asesinato del cómplice engañado con un dinero desaparecido como robado para los estratégicos intereses del manipulador Hassan Salah, denunciando hechos acusatorios desconocidos para el malogrado Rachman. La actitud y el posicionamiento de Colombo ante los hechos constatados que va conociendo es tal, que irrita en la legación, hasta el punto de ser expulsado de ella por injerencia.

Una carta de disculpas, una buena ración de ego regalada al principal sospechoso y la humildad de Colombo que siempre convence, es suficiente ante un primer secretario para calmar los airados ánimos del principal responsable de la legación. Así las cosas y, tras recabar información a jóvenes manifestantes, a la empleada de la legación Xenia Gratsos (Brioni Farrell), y haber conocido personalmente al ilustre visitante, nuestro pertinaz detective consigue asociar los hechos entre sí, tras lo cual Colombo está limitado en su acción a causa de la inmunidad de los políticos, recapitulando y reconociendo su derrota ante el astuto secretario.

Al no poder actuar a pleno rendimiento sobre los culpables, será la astuta terquedad y el agudizado ingenio de Colombo ante cualquier problema, ante cualquier autoridad, y en cualquier escenario, lo que le hará obtener oportunamente alguna inesperada colaboración que le proporcionará excelentes resultados en la pesca del ejemplar al que Colombo le ha echado el ojo, solucionando brillantemente ‘Un caso de inmunidad’ de manera inesperadamente sorprendente salido del guion de Lou Shaw sobre una historia de James Menzies.

Complemento genealógico. Colombo cita en tres ocasiones a su mujer y, en una ocasión a un cuñado suyo.
16 de octubre de 2017 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un genio anda suelto (1958) es una colorida comedia de Ronald Neame, realizador de destacados éxitos como El millonario (1954), Espías en acción (1966) o el catastrófico drama La aventura del Poseidón (1972), además de otros géneros desarrollados en su extensa filmografía que ocupa casi tres décadas. Partiendo del guión de Alec Guinness sobre la novela de Joyce Cary, Neame, dirigió la agradable y entretenida The Horse’s Mouth (Un genio anda suelto), en la que nos narra las vicisitudes del rebelde, solitario e inadaptado pintor Gulley Jimson ( Alec Guinness), de carácter fluido, ameno, quisquilloso a veces, mujeriego y errante pintor convencido, que le valió en su día reconocimientos y nominaciones tanto por el guión como por su actuación en la película que nos ocupa.

Nosey (Mike Morgan), es el incondicional admirador del ‘maestro’ por el que está dispuesto a todo con tal que le ayude en su propósito de convertirse en artista como él. Personaje que se contrapone al anarquismo de Gulley Jimson, cuidando y solucionando los problemas en los que se pueda implicar como en el caso de Hickson (Ernest Thesiguer) y su mayordomo Roberts (Richard Caldicot), o los materiales que van surgiendo en su vida menos cuando su descuidada materialidad topa con el deslumbrante desnudo de una pared visionaria donde ve la realización del hermoso fresco que tiene en mente, lo cual le acarreará más problemas de los que hubiera imaginado en el entorno hogareño de Sir William Beeder (Robert Coote) y Lady Beeder (Veronica Tuelwigh), atendidos, como no podía ser de otra manera por el circunspecto mayordomo, o ayuda de cámara (rango obliga) de A.W. Alabaster (Arthur Macrae) en el sobrio personaje que le caracteriza al servicio de nuestros amantes del arte.

La entrada en escena de Abel (Michael Gough), un tosco e invasivo escultor que altera momentáneamente sus planes, generando incomodas situaciones que finalizarán con fuertes contradicciones artísticas entre ambos, lo que no impedirá, no sin pocos problemas, culminar la realización de su obra, aunque con algunos incidentes no previstos.

El amor no confesado de Dee Coker (Kay Walsh) hacia el extravagante artista, crea los escenarios apropiados para disfrutar del duelo interpretativo en las diferentes escenas junto al pintor: compactos duelos interpretativos donde Dee consigue con solvencia representar al personaje nada agraciado con su belleza ni mucho menos con su frágil destino, a pesar de lo cual Dee es tenaz y luchadora, para recuperar lo que le pertenece, solo lo que le pertenece, no interesándole la evocadora riqueza de la que Gulley le quiere hacer partícipe por medio de la recuperación de una sensual obra en la que su ex mujer Sara Monday (Renee Houston) era la provocativa modelo, lo cual nos lleva a disfrutar de preciosistas y generosas escenas propias de la comedia del divertimento aderezadas con ligeros toques dramáticos en los que Lollie (Gillian Vaughan) y Gulley intentan (cada cual desde sus propias razones), apropiarse del cuadro tan buscado que le dará finalmente solvencia económica a los maltrechos bolsillos del errático pintor, con un resultado no esperado.

El final coral de la película estimula la comunión artística entre aficionados, aspirantes e inquietos creadores de arte en la realización del gran mural sobre una ruinosa y gigantesca pared de un abandonado edificio, convirtiéndose Gulley (por una módica cuota individual) en guía para la enfervorizada masa de artistas en el apoteósico caos final, donde todo vuelve a renacer: la inquietud del pintor por encontrar nuevos horizontes, la admiración total de Nosey por el maestro y el desencanto sin solución a corto plazo para Dee que ve alejarse en su barcaza a quien podría haber llenado su vida de coloridas emociones, no sin dejar en el ambiente un frágil halo de esperanza envuelto en la música de Kenneth V. Jones y la fotografía de Arthur Ibbetsosn.
19 de junio de 2017 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Annie Hall (1979) es la radiografía de Alvy Singer (Woody Allen), un preocupado hombre adulto, humorista noctámbulo y sentimental mujeriego anclado en los recuerdos del pasado, fundamentalmente los relacionados con el amor y el sexo, falto de decisiones, cargado de dudas existencialistas, enemigo de las jergas de moda, de las langostas y de las fiestas sociales donde las conversaciones entre asistentes se resuelven con esquivas disculpas; características espléndidamente escritas en el guión que Allen escribió junto a su habitual colaborador Marshall Brickman, quienes nos ofrecieron un inteligente aperitivo con El Dormilón (1973) y con la premiada Annie Hall. Las bases para un largo y creativo trabajo entre ambos estaban reconocidas y consolidadas.

Desde su monólogo, el inquieto Alvy rememora en un largo flashback su relación con Annie Hall (Diane Keaton), convirtiendo al público en cómplice de su historia. con ánimo resignado nada edificante, intentando buscar solución a la pregunta sin respuesta: ¿Qué pudo fallar en la relación con Annie? A lo largo de las diferentes escenas Alvy se dirige al espectador con el afán de justificar la acción, el dialogo o la situación correspondiente en la creencia que él es siempre el perjudicado, sin darse cuenta que su inestabilidad emocional le hace dar pasos equivocados hacia la separación, no admitiéndolo, sí asumiéndolo, lo que ocurre con los diferentes intentos amorosos con mujeres a las cuales sus inseguros pensamientos las hacía rechazar por inexcusables motivos y sin razonables justificaciones, o lo que es lo mismo: su arraigo emocional con Annie le impedía progresar.

Robs (Tony Roberts) es el amigo consejero que siempre tenemos en algún momento de nuestras vidas, previniéndole sobre los beneficios que emocionalmente le pueden proporcionar un cambio de aires, conocer otros ambientes, asumir los fracasos de pareja, liberarse de falsos prejuicios, y viajar, aunque para un hombre de Nueva York, la propuesta le supone algún trauma emocional que pretende solucionar como mejor pueda y sepa, cruzándose en su camino personajes de muchas tipologías, siempre con intereses personales de poco o nulo apego emocional.

Los escenarios donde se resuelven los conflictos entre Alvy y Annie nos resultan familiares y urbanitas: la terraza de un bar, interior de un restaurante, largas calles con largos paseos integrando el entorno, la intimidad del dormitorio, el sofá del comedor, las indeseadas visitas a casas ajenas, los animados y cargados ambientes de las salas de fiestas, bares, restaurantes, espectáculos y tumultos de significativo agobio para un personaje que busca la relación necesaria con la pareja, sin otros complementos añadidos; socialmente rechazable, aunque emocionalmente suficiente para nuestro obsesivo Alvy.

Entre los motivos diferenciados de ambos por los que acordaron la ruptura podríamos citar: el creciente deseo de Annie por triunfar, expandirse, relacionarse y emocionarse con nuevas experiencias artísticas propuestas por Toni Lacei (Paul Saimon) que chocaban con los deseos menos ambiciosos de Alvy quien solo deseaba amar y descubrir, sentirse amado en la intimidad que le proporcionaba su relación con Annie en el entorno seguro de su vida privada y poco más frente a la historia de un desamor no solucionado.
12 de marzo de 2017 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Howard Hawks (1896-1977), colmó generosamente sobre su espalda y sobre su mente privilegiada, una extensa filmografía repleta de géneros. Es posible que su postura narrativa le venga de su vocación literaria, una de sus aficiones preferidas a caballo entre la producción y, sobre todas las cosas, la dirección. Respetado desde cualquier lado del Atlántico, siempre abogó por el buen cine, por el riesgo interpretativo, por los perdedores o por los ganadores, en fin, por un elenco de amplios y coloridos personajes con algo controvertido que decir.

En 1946 dirigió El sueño eterno, Philip Marlow (Humphrey Bogart) y Vivian Rutledge (Lauren Bacall) son dos personajes que se mueven en mundos opuestos aunque complementarios. Las primeras escenas nos sitúa en Sternwood, una acomodada mansión en la que se cuece la trama de lo que vendrá. Entre plantas de invernadero y largos tragos de coñac delegados, el General Sternwood (Charles Waldron) previene a Marlow, después de informarse sobre sus métodos de investigación, el deseo de encontrar al chantajista y usurero dispuesto a extorsionarlo por medio de las inmaduras veleidades de Carmen Sternwood (Martha Vickers) hija menor del general.

El complicado entramado del argumento nos va presentando a protagonistas que no se fían, matones que no dudan en hacer su trabajo, timadores de poca monta como Harry Jones (Elisha Cook Jr.), atentas dependientas de librería movidas entre inexistentes incunables y algún inusual y espiritoso trago acompañado (Dorothy Malone), o las invisibles naranjas de la librera Agnes Lozelle (Sonia Darrin) la persistente lluvia, gabardinas mojadas, sombreros de ala variable y atentas taxistas (Joy Batlow), complementan el necesario elenco humano y de atrezzo para las escenas que Hawks nos muestra en el metraje previo al desenlace de la trama investigada como humo que lleva el viento.

El sueño eterno nos proporciona un punto de inflexión en el cine negro para futuras producciones de este género. La propiciada noche, el callejón de las palizas y los matones a sueldo ponen en su sitio las pesquisas del incombustible sabueso dispuesto a solucionar los problemas entre traidores bancos de niebla, casas aisladas, siniestra arboleda y las incombustibles sombras de la noche propicias para las más descarnadas fechorías de los delincuentes Eddie Mars (John Ridbely), Joe Brody (Louis Jean Heydt) o Lash Canino (Bob Steel) entre el destacable grupo de los malos.

En The big sleep, Howard Hawks, uno de los directores más versátiles del cine (drama, bélico, romance, western, comedia...) dejó para su historia la irrefutable muestra de cómo se construye la oscura y tenebrosa trama en lo que los franceses dieron en llamar 'film noir' junto a los descriptibles elementos humanos y técnicos que la sazonan. Una irrefutable y paradigmática película con el inconfundible sello Hawks, el guión de William Faulkner, Leigh Brackett y Jules Furthman sobre la novela de Raymond Chandler, la excelente fotografía de Sid Hickox y la música de veterano Max Steiner. Una 'peli' de buenos y malos para disfrutarla, desde un cómodo asiento, la tenebrosa oscuridad del entorno propicio y la perturbadora compañía, o no, desde el otro costado del mullido asiento.
21 de febrero de 2017 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
William Dieterle (1893-1972) aportó, para mayor gloria del cine, una de las películas más sorprendentes jamás realizadas: Retrato de Jennie (1948). Aficionado al teatro y al cine, el director expresionista Max Reinhardt le contrató como actor, experiencia que le serviría para su obra futura, iniciándose como director, actor y guionista en su primera película Der Mensch and Wege (1923) junto a la joven Marlene Dietrich, También trabajaría como actor (Valentín) en el Fausto (1926) de F.W. Murnau.

Su evolución como cineasta le llevó a los Estados Unidos iniciando así su prolífica etapa americana con The last flight (1931), o, Fog over frisco (1934) junto a Bette Davis. En su evolución posterior mostró interés por el cine biográfico, aunque su verdadero hallazgo sería el cine romántico exuberante, exultante, pasional. Joseph Cotten ya había trabajado previamente con Dieterle en Te volveré a ver (1944) y Cartas a mi amada (1945) junto a Jennifer Jones, lo que significaría el primer contacto con los dos protagonistas que tres años más tarde protagonizarían Retrato de Jennie (1948), sobre un guión de Paul Osborn y Peter Berneis, basado en Portrait of Jennie (1940) del neoyorquino Robert Nathan.

Se trata de un film de encajes emocionales, profundos como el alma, inalcanzables como la belleza perfecta. En Retrato de Jennie todo se convierte en un desbordante y embravecido mar intemporal, mezcla de incredulidad y realismo mágico donde la fotografía de Joseph H. August nos habla de un expresionismo romántico acogedor, intimista y subjetivo entre los nebulosos sueños recuperados de la protagonista Jennie Appleton (Jennifer Jones) y la incrédula confusión inicial del artista sumido en la monotonía del tiempo, evolucionando con los acontecimientos Eben Adams (Joseph Cotten).

Envejecidos y amables personajes representan emociones y deseos vividos, ensoñaciones que les mantienen despiertos en el tránsito del tiempo: desde la huidiza y cálida mirada de la Sra. Spinney (Ethel Barrimore), al tranquilo devenir del Sr. Matheus (Cecil Kellaway), o al apacible Capitán Cobb (Clem Bevans) . Estos necesarios personajes aportan en el conjunto de la narración realismo a la inmaterial historia, donde el atrevimiento que mostró Dieterle al mostrarnos su onírica experiencia cinematográfica sobre la finitud de las emociones y la infinitud de lo inalcanzable soñado es sencillamente magistral, estando arropado, además, por singulares interpretaciones en el encaje de la narración: el incrédulo y optimista amigo Gus O'Toole (David Wayne), la vigilante casera siempre al acecho de sus inquilinos Sra. Jekes (Florence Bates) o la bondadosa Madre María (Lillian Gish), entre otros.

A la lucha, entre verdad y fantasía, entre finitud y eternidad, quiso las circunstancias que tres grandes compositores se implicaran en la singular partitura, poniendo sonido a los sentimientos encontrados y violentados por Cronos: el experimentado Dimitri Tiomkin adaptó de forma magistral los temas del simbolista-impresionista Claude Debussy, Bernard Herrmann asumió la composición evocadoramente instigadora de la canción que identifica a Jennie ( de donde vengo...) donde previamente, la melodía temblorosa de (al parecer) un theremín, preludia la aparición de la protagonista entre evanescentes y frías brumas.La desconocida canción nos guía a través de sus notas y de su letra a preñarnos de aireadas interrogantes sobre el destino y la pertenencia, colocándonos a la exultante masa coral en lo más alto de lo irracional, de lo inexplicable, de lo intemporal, contraponiendo el dolor físico y emocional a la felicidad por la lucha entre lo mortal y lo inmaterial en mitad del embravecido, salvaje y esplendoroso oleaje rocoso, con la angustiosa violencia de unas voces luchando por agarrar, por atraer de tiempos pasados la energía emocional buscada, arrastrándonos irremisiblemente cual cantos de sirena a los atronadores tutti orquestales en el caótico enfrentamiento entre realidad y ensueño.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow
    Bienvenido al nuevo buscador de FA: permite buscar incluso con errores ortográficos
    hacer búsquedas múltiples (Ej: De Niro Pacino) y búsquedas coloquiales (Ej: Spiderman de Tom Holland)
    Se muestran resultados para
    Sin resultados para