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Críticas 201
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
4 de septiembre de 2010 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La estructura de la película parece compleja y es, sin embargo, de una enorme sencillez. Se nos cuenta los pormenores de un triángulo amoroso que termina con la muerte de sus miembros, el sufrimiento de todos y la destrucción final de una familia que parecía estable y feliz. El procedimiento parece inspirado en la lejanía por August Stringberg: los personajes de esa historia van reconstruyendo el puzzle ante uno de ellos, pero en un tiempo narrativo distinto.

Es decir, el personaje de David en concreto aparece desdoblado en el presente y en el pasado. Luigi Pirandello escribió ese memorable texto en el que los personajes buscaban desesperadamente a un autor que contara su historia en una obra de teatro. Aquí los personajes susurran, o recuerdan la historia, para que uno de ellos la filme, probablemente a modo de expiación personal.

La fórmula, empleada de manera similar por Ingmar Bergman en más de una ocasión, es utilizada ahora por Liv Ullmann en la última película de su carrera como directora. Por cierto, Bergman, que escribe magistralmente el guión, en realidad está escribiendo sobre episodios similares de su propia vida real, con lo que “Infiel” tiene, además, un valor autobiográfico que le añade un interés especial.

Es una película hermosa, intensa, dramática. De una duración superior a las dos horas, sin embargo esa concentración de emociones y tiempos narrativos ejerce una fuerza de atracción extraordinaria sobre el espectador. Las imágenes bellísimas y la factura de producción –exquisita, perfecta, de una eficacísima simplicidad- colaboran en esa tarea.

Una de las agradables sorpresas es el trabajo de Lena Endre, actriz sueca muy conocida en su propio país, y que aparece en dos películas de la reciente y conocida “Millenium”. Está excelente, junto a Erland Josephson, actor habitual en las películas de Bergman, y Krister Henriksson.

Una película así precisa de unos actores de esta extraordinaria calidad. No en vano está firmado por una actriz magistral que lo sabe muy bien.
20 de agosto de 2010 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al final de la película hay una foto de familia. Hasta que se ponen delante de la cámara, son seres dispersos, a los que las casualidades y causalidades de la vida han unido. Finalmente se reúnen y se fotografían. Ese encuentro no es tanto obra del destino, de la casualidad o de la suma de sus voluntades, sino del esfuerzo del guionista por reunirlos. Y eso se nota demasiado. No ya es demasiado previsible esa foto, sino que para hacérsela ha habido antes que aceptar como posibles muchas cosas imposibles, inverosímiles, increíbles. Hemos tenido que poner demasiado de nuestra parte como espectadores para creernos el asunto del que se trata, que, mirado con cierta distancia, no tiene ni pies ni cabeza. Esa foto es el certificado final de un agradable disparate contado con cierta gracia, correctamente interpretado y hecho para que nos olvidemos a las dos horas de todos los recovecos que nos llevan a ella. (Leo ahora la crítica que escribí de la anterior película de Cécile Telerman y me sorprendo yo mismo de haber escrito prácticamente lo mismo...). Prescindible, como la primera.
22 de febrero de 2009 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película de Abel Ferrara ganó el Premio Especial del Jurado en la edición del Festival de Venecia del año 2005. Sus miembros premiaban el riesgo, las poderosas imágenes, el cruce de planos entre la realidad contemporánea, representada por un profesional de la televisión con problemas conyugales, y el significado de la vida de María Magdalena, la prostituta con la que Jesucristo tuvo sus más y sus menos. Esta última como protagonista de una película de la que vamos viendo algunas escenas que se entrecruzan con la, llamémosle así, realidad real.

Después de hora y media de metacine y entrecruces varios parece que se nos sugiere que no hay nada mejor que regresar a la sencillez de las creencias religiosas de toda la vida: es decir, las que contienen “Ben-Hur” y “Los diez mandamientos”, por poner dos ejemplos, donde todo estaba clarísimo desde el principio y no había cruces por ninguna parte. El profesional de la televisión parece como que deja de tener dudas de fe, y, al final, puede llorar, suplicar y, en consecuencia, orar por la salud de su bebé.

En los primeros compases de la película, la belleza de las imágenes, el manejo de la cámara y el trabajo de los actores parece como que nos conducen hacia algún sitio. A la mitad ya sabemos que no vamos a ninguno, y que lo único bueno de la película es... la belleza de las imágenes, el manejo de la cámara y el trabajo de los actores.

Todo ello al servicio de nada en absoluto.
11 de noviembre de 2010 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Además de un actor prodigioso, un hombre de cine y un mimo excelso, Chaplin tiene el don de la oportunidad y el valor de ejercerla. Esta sátira de Hitler es sencillamente sublime, la más demoledora de cuantas se han hecho del terrible dictador que pretendía exterminar a los judíos y levantar un imperio de la raza aria. Si no fuera porque sus delirios causaron la muerte y la desgracia de millones de personas, el modelo se justificaría para conseguir este resultado.

Ha conseguido lo que pretendía, y además con creces. Yo cuando veo a Hitler recuerdo siempre a Chaplin, muchos años después de haber visto la película por vez primera. Los excesos y peculiaridades de la gestualidad del terrible dictador del bigotito inefable, de los que nos quedan por desgracia escasos materiales cinematográficos, me hacen reír porque me acuerdo siempre de esta película, y me lo imagino revoloteando también por su despacho, sintiéndose verdaderamente el dueño del mundo, un semidios que todo lo puede y al que finalmente le estalla entre las manos el globo de su propia ambición.

Y tiene otro valor: aunque la rotundidad del modelo sea enorme y nos haga reír hasta la saciedad, el espectador puede extender su reflexión hacia los terrenos de la perversidad del totalitarismo, cualesquiera que sean sus manifestaciones, sus líderes y sus representantes.

El discurso final incide en ello. El actor/director se moja políticamente. Eleva al cielo un discurso tan fulminante en lo ideológico como lo es su parodia en lo artístico, en defensa de unos valores fraternos y democráticos que todavía hoy nos parecen útiles y renovados, nos emocionan y nos hacen pensar que es posible ser felices, libres y solidarios, juntos en este planeta.

Un genio, sí, un genio, del cine y del pensamiento político. Una película –otra más-, genial, hecha de materiales perdurables, nobles y eternos. No se desgastará nunca, y nos mantendrá siempre atentos ante los signos inequívocos de cualquier dictadorzuelo que pretenda llevarnos a alguna guerra criminal e innecesaria, y/o ante cualquier mácula en el funcionamiento mismo de la democracia.
20 de febrero de 2009 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es, sin duda, una película muy interesante, que no tuvo demasiado éxito cuando fue estrenada y que, como consecuencia de ello, supuso el comienzo y el final de la carrera como director del extraordinario y polifacético actor británico Charles Laughton. Una lástima.

Laughton se había quedado prendado con una novela de Davis Grubb, publicada en 1953, y dos años más tarde comienza el rodaje. Como les ha ocurrido a muchos actores de enorme prestigio a lo largo de la historia del cine, cuando se ponen detrás de la cámara intentan realizar algo que les era imposible hacer en su otra faceta profesional, ya sea por falta de ideas o por las restricciones de producción. En este caso, el director debutante intentó realizar una película distinta, que se saliera de los parámetros trillados por la industria, y que fuera una reflexión sobre el propio séptimo arte. Consiguió sobradamente lo que pretendía.

Para empezar pertenece a un género inclasificable. Hay momentos de película de terror, otros en donde el suspense predomina, algunos que nos recuerdan los ecos de Fritz Lang y del expresionismo alemán, etc. Y todo ello con un envolvente que estaría cerca de una estética de cuento infantil, estilizada y onírica, pero que sobrepasa los límites temáticos de esa categoría porque nos adentra en el mundo de lo poético e incluso de lo sicoanalítico. Leer esto puede ser disuasorio para el posible espectador, pero conviene aclarar que el resultado es brillante e incluso divertido. Es decir, lo tiene todo.

Hay también un aroma brechtiano en esta película que huye del naturalismo fotográfico. Al fin y al cabo, Laughton y Bertold Brecht se habían conocido en Estados Unidos e incluso habían trabajado en algún proyecto común al término de la segunda guerra mundial.

Los actores están soberbios y la mayoría de ellos proceden del teatro. Lillian Gisch había sido actriz sobre el escenario desde muy pequeña y nada menos que David Wark Griffith se la llevó a la pantalla convirtiéndola de uno de los iconos del cine norteamericano. ¿Qué decir también de Shelly Winters, uno de los nombres más importantes del Actor´s Studio de Nueva York? Ambas actrices de raza comparten el protagonismo con Robert Mitchum que encarna de manera extraordinaria el personaje de un predicador asesino, con un pie puesto en el histrionismo y otro en la locura. Ellos, junto con los niños y el resto del reparto, se convierten en un elemento indispensable para comprender los valores de la película.

Otros son la fotografía de Stanley Cortez, extraordinaria, y la banda sonora compuesta por Walter Schuman. Crean un ambiente indefinible, de sueño y de realidad, que atrapa desde los primeros compases.

Película inquietante y hermosa, llena de sugerencias y con un significado abierto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un hombre deja al cuidado de sus hijos pequeños el dinero que había robado. Los niños defenderán su secreto con uñas y dientes ante las acometidas de un predicador, asesino sin escrúpulos, que se casa con su madre para conseguir arrebatárselo.
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