Las fotografías me llevan por inercia a poblar de pensamientos existenciales cualquier dejo de saber acerca del motivo de estar vivo. El actuar del personaje me mueve a imitarle en su camino de búsqueda o de perdición, deambulando yo también por lo más recóndito de mi ser; despojado ya de cualquier indicio de certeza regreso al punto de partida. Y también miro a mi alrededor y veo lo mismo: los instantes que se repiten, el paso de la gente, el silencio amurallado, la ciudad que contempla el devenir de los días; todo conjugado a la perfección para deleite de todos, nadie escapa al espejismo de la monotonía. Pareciera que no hay escapatoría al sueño en el que se está inmerso, despertar quizá no es una opción y se le da preferencia al sueño. Ya puedes deshacerte de todo; perder lo poco que has conquistado, olvidar los recuerdos, apagar las preguntas que te queman y contemplar tu imagen rota sin importar que mañana no puedas traspasar el círculo que te condena.

Si tengo que describir en tres palabras: dura, fría y concisa. Una mirada devastadora al futuro postapocalíptico, en donde no hay sentimientos, ni esperanzas; el ser humano anda como bestia errante sin rumbo fijo. Contiene escenas que pueden resultar desagradables (crueldad animal), quizá no hechas con el propósito de impactar, sino de representar a cabal realidad los personajes que están despojados de cualquier atisbo de moral, conciencia o humanidad. Y pues te pone a pensar en el mundo, en los constructos sociales y en todo el conjunto que integran la realidad que nos rodea; es la supervivencia, la normalidad, lo grotesco de los sucesos diarios que son ocultos por otras desgracias que nos son ajenas. Aquí asistimos a un mundo al descubierto donde no hay sitio para cubrir las apariencias y ahí radica lo abrupto de la propuesta: cuestionarnos la propia existencia.

De vez en cuando se encuentra uno con películas que rompen el molde; ya sea por irreverentes, políticamente incorrectas o por polémicas. En este caso el molde no se rompe por lo anteriormente mencionado, aquí lo hace por la belleza inusitada de sus imágenes, la tendencia a la perfección y lo surrealista de las mismas. Si bien la historia ya la hemos visto, el toque experimental hace que nos adentremos en una atmósfera envolvente (gracias a la fascinante escenografía) de la que no hay salida. La fotografía, que igual sugiere e intriga, es la encargada de conducirnos al misterio, de emparentarnos con esos personajes místicos que se encuentran perdidos en sí mismos, buscando respuestas en su resquebrajado interior.

Una verdadera maravilla, desconocida para la calidad que posee, que merece ser vista y disfrutada por los cinéfilos que gustan de las obras ensoberbecidas (la música lo reafirma); de las cintas que se mueven en el arte más puro y que por su estilo tan único se quedan inexorablemente en la memoria.

Siempre preferiré películas que resulten transgresoras, fuera de la convención, irreverentes y que despierten polémica y controversia. Soy el primero en reconocer cuando las cintas de esta manufactura me resultan aburridas o insoportables; no fue este el caso. Se me hace excesivo tildar de "basura" a Tenemos la carne, cuando he visto a muchos críticos que hablan pestes de ella tragarse bodrios sin hacer gestos. Resulta que caemos en el terreno de la subjetividad, cosa que provoca el arte. Cada quien ve lo que quiere ver y emite su opinión (en concordancia o no) con lo que vio. Veo atisbo de superioridad al jactarse de piel curtida, que se ha visto todo y que lo que Rocha Minter muestra es vacío y gratuito, una mera provocación sin fundamentos. "No encuentro explicación, lógica ni argumentos", puede leer uno. Puede ser que haya diferentes perspectivas, el que alguien no encuentre lo que busca no significa que sea así para todos. Yo veo con muy buenos ojos que en el cine mexicano aparezcan este tipo de propuestas (refrescantes en lo visual y las formas), no importa que digan que llegaron con cuarenta años de retraso o como mero intento de provocación. "Tendríamos que tratar de estar haciendo el cine más interesante, más libre, más arrojado y sobre todo el más potente", dice el director acerca del cine en México, y que su principal regla es no auto censurarse. Y tiene razón, a menos que queramos ver al cine mexicano navegando en los monótonos dramas costumbristas o las comedias románticas sin gracia que pululan como gusanos. Yo en Tenemos la carne vi un cine sin tabúes y arriesgado, lejos de las normas, pensado para remover los cimientos de lo establecido y las convenciones. ¿Qué el director no hilvana dos frases cuando le preguntan acerca de la película? "Tenemos la Carne es una película que es una carta de amor al cine y a sus posibilidades. Es como una especie de isla en medio de la noche dónde todavía es posible soñar". Interpretar el sueño depende de cada quien, explicarlo está de más.

Como siempre pasa cuando miró estas películas de "culto", esperaba mucho más. Por momentos se me hizo aburrida, sosa y sinsentido. La veía y me preguntaba que cuál era el fin (imagino que tiene uno) de todo eso que estaba mirando. Se hace muy sobrevalorada en todos los sentidos, si nos vamos a los temas que maneja: las drogas, podemos ver infinidad de películas que son mejores. Como comedia, tampoco funciona mucho que digamos (lo absurdo no es gracioso Per se). Me gusta el cine que transmite sensaciones, que te deja algo, este no fue para nada el caso, creo que es una historia hueca que no conduce más que al ridículo innecesario.

He visto películas sin argumento o de flojo argumento (Lynch, Jodorowsky, entre otros) que te dejan pensando, que tienen un trasfondo como historia. Gilliam de verdad que flojea mucho con esta cinta, no expresa mucho (por no decir que nada), se toma tontas licencias sólo para hacer disparates de niño berrinchudo. Pues nada, ni miedo ni asco, simplemente aburrimiento, aburrimiento en todo su esplendor.