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Críticas ordenadas por utilidad
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8,0
13.662
8
8 de marzo de 2009
8 de marzo de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una joya cinematográfica, basada en la intensa y convincente interpretación de Celia Johnson y Trevor Howard y en una magnífica historia escrita por el gran Noel Coward, que en un principio tuvo la forma de obra teatral en un acto.
La historia es breve, y los acontecimientos, leves pero de una gran intensidad emocional, se suceden a gran velocidad. La película adquiere la forma de falsa confesión de una mujer que piensa y repasa en su cabeza, delante de un marido indiferente que hace distraídamente un crucigrama, todo el ciclo de una relación amorosa, fugaz pero muy profunda, que ella ha vivido a sus espaldas. Todos los elementos están calculados al servicio de eso que se nos cuenta y da la sensación de que la planificación ha sido hecha de una manera perfecta: desde el gusto, la sensibilidad y el talento.
Las notas del segundo concierto para piano de Rachmaninov sirven como vasos comunicantes entre ambos planos: el de lo ocurrido y el de lo narrado. Su música arrebatada y vibrante es la que define mejor el estado de ánimo exaltado del que participan los dos personajes principales en el fondo de sus corazones. La fotografía es a veces de una belleza sobrecogedora: son magníficos los planos de los trenes pasando, finalmente metáforas de las oportunidades que la vida nos da para que nos montemos en ellos si somos valientes, desaparezcan las circunstancias que nos tienen retenidos y aparezcan nuevos paisajes y nuevas personas. Por el contrario, la bruma de la estación es la imagen más reveladora de la desorientación que sufren en medio de una situación que a ellos mismos les desborda por completo.
David Lean es el artífice de todo esto. Contaba con treinta y siete años, y los mayores éxitos comerciales de su carrera estaban todavía por llegar. Con ellos adquirió notoriedad y dinero. Sin embargo, si sus intereses hubieran seguido en la dirección que aquí apuntaban, estaríamos hablando de unos de los nombres de culto del cine universal.
La historia es breve, y los acontecimientos, leves pero de una gran intensidad emocional, se suceden a gran velocidad. La película adquiere la forma de falsa confesión de una mujer que piensa y repasa en su cabeza, delante de un marido indiferente que hace distraídamente un crucigrama, todo el ciclo de una relación amorosa, fugaz pero muy profunda, que ella ha vivido a sus espaldas. Todos los elementos están calculados al servicio de eso que se nos cuenta y da la sensación de que la planificación ha sido hecha de una manera perfecta: desde el gusto, la sensibilidad y el talento.
Las notas del segundo concierto para piano de Rachmaninov sirven como vasos comunicantes entre ambos planos: el de lo ocurrido y el de lo narrado. Su música arrebatada y vibrante es la que define mejor el estado de ánimo exaltado del que participan los dos personajes principales en el fondo de sus corazones. La fotografía es a veces de una belleza sobrecogedora: son magníficos los planos de los trenes pasando, finalmente metáforas de las oportunidades que la vida nos da para que nos montemos en ellos si somos valientes, desaparezcan las circunstancias que nos tienen retenidos y aparezcan nuevos paisajes y nuevas personas. Por el contrario, la bruma de la estación es la imagen más reveladora de la desorientación que sufren en medio de una situación que a ellos mismos les desborda por completo.
David Lean es el artífice de todo esto. Contaba con treinta y siete años, y los mayores éxitos comerciales de su carrera estaban todavía por llegar. Con ellos adquirió notoriedad y dinero. Sin embargo, si sus intereses hubieran seguido en la dirección que aquí apuntaban, estaríamos hablando de unos de los nombres de culto del cine universal.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un hombre y una mujer se encuentran en una estación cuando deben coger trenes en direcciones opuestas. Todos los jueves se siguen viendo hasta que ambos deciden regresar al comienzo: subirse a trenes definitivamente diferentes. Ellos se lo perdieron.

6,1
539
6
21 de febrero de 2009
21 de febrero de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película alimenticia. Tiene elementos de interés, pero en general termina siendo bastante aburrida. En cualquier caso, tiene una factura correcta y los actores cumplen sobradamente. En especial es llamativa la participación de Gerard Philipe, el icono del teatro francés contemporáneo, en el personaje protagonista: un hombre que sufre en sus carnes las contradicciones del poder y que debe tomar decisiones que chocan de manera frontal con sus convicciones.
Este aspecto es, tal vez, el que más entronca con el resto de la filmografía de Buñuel: Nazarín, Viridiana y muchos otros son seres que se pelean con las condiciones generales de la sociedad en la que viven, las costumbres brutales, los regímenes políticos injustos, etc. El denominador común es que salen siempre escaldados, sin haber cumplido sus objetivos y causando de manera involuntaria todavía más daño a su alrededor.
En realidad estamos ante un drama pasional sin demasiada fuerza en el contexto de una reflexión bastante epidérmica sobre la violencia y las corruptelas que acompañan a las dictaduras latinoamericanas. En este caso la establecida en Ojeda, un país imaginario. De vez en cuando aparecen anacronismos, como por ejemplo esa inefable corrida de toros a la que asisten dos personajes y que se nota a la legua que no tiene nada que ver con el conjunto general.
Formalmente la película supone un paréntesis. No hay ni rastro del lenguaje propio, de los gestos ni de las obsesiones de Buñuel. Hay solo oficio, faltaría más, un guión discutible y un trabajo cinematográfico que no agranda la imagen del maestro aragonés.
Este aspecto es, tal vez, el que más entronca con el resto de la filmografía de Buñuel: Nazarín, Viridiana y muchos otros son seres que se pelean con las condiciones generales de la sociedad en la que viven, las costumbres brutales, los regímenes políticos injustos, etc. El denominador común es que salen siempre escaldados, sin haber cumplido sus objetivos y causando de manera involuntaria todavía más daño a su alrededor.
En realidad estamos ante un drama pasional sin demasiada fuerza en el contexto de una reflexión bastante epidérmica sobre la violencia y las corruptelas que acompañan a las dictaduras latinoamericanas. En este caso la establecida en Ojeda, un país imaginario. De vez en cuando aparecen anacronismos, como por ejemplo esa inefable corrida de toros a la que asisten dos personajes y que se nota a la legua que no tiene nada que ver con el conjunto general.
Formalmente la película supone un paréntesis. No hay ni rastro del lenguaje propio, de los gestos ni de las obsesiones de Buñuel. Hay solo oficio, faltaría más, un guión discutible y un trabajo cinematográfico que no agranda la imagen del maestro aragonés.

8,6
46.529
9
25 de enero de 2009
25 de enero de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una voz en off dice al final de la película que se ruega encarecidamente que no le contemos el final a nuestras amistades… Conociendo a Willy Wilder la recomendación puede tener un punto de ironía, pero es exactamente lo que debemos hacer. En los últimos diez minutos todo cambia, y, la vez, todas las piezas encajan de manera coherente. El mérito de la novela de Agatha Christie de la que todo parte, de la película, del guionista, Harry Kurnitz, y del director, ha sido habernos mantenido con la máxima atención hasta ese momento y someternos a esa última sorpresa.
Qué decir… Todo es excelente. Sería una película de “abogados”, si no fuera porque es increíblemente divertida y casi la podríamos considerar como una comedia. Sería una comedia si no tuviera un ritmo creciente de película de suspense… Sería una película entretenida, muy entretenida, si no tuviera un innegable cargamento de profundidad sicológica… Es decir, lo es todo por encima de géneros y catalogaciones más o menos al uso. Una película de una factura perfecta, en donde todo es inteligencia cinematográfica y sabiduría profesional.
De lo que no cabe duda tampoco es de la portentosa interpretación del gran Charles Laughton, interpretando a Wilfrid Roberts, el abogado que defiende su último caso, o su penúltimo caso, bajo la severa vigilancia de una enfermera tenaz que intenta con todos los medios a su alcance que cuide su precaria salud y no se involucre emocionalmente en el juicio. Y también la de Tayron Power, construyendo el personaje de Leonard Vole, el cliente al que todas las pruebas le acusan de un homicidio que él afirma no cometer. (Vean ustedes la película para saber si es verdad o no…). Y no conviene olvidar a Marlene Dietrich, con su turbadora belleza y su perfecto aspecto de cartel anunciador de una Alemania imposible de olvidar.
Véanla ya. Pero, eso sí, no le cuenten el final más que a sus peores enemigos, si quieren conservarlos.
Qué decir… Todo es excelente. Sería una película de “abogados”, si no fuera porque es increíblemente divertida y casi la podríamos considerar como una comedia. Sería una comedia si no tuviera un ritmo creciente de película de suspense… Sería una película entretenida, muy entretenida, si no tuviera un innegable cargamento de profundidad sicológica… Es decir, lo es todo por encima de géneros y catalogaciones más o menos al uso. Una película de una factura perfecta, en donde todo es inteligencia cinematográfica y sabiduría profesional.
De lo que no cabe duda tampoco es de la portentosa interpretación del gran Charles Laughton, interpretando a Wilfrid Roberts, el abogado que defiende su último caso, o su penúltimo caso, bajo la severa vigilancia de una enfermera tenaz que intenta con todos los medios a su alcance que cuide su precaria salud y no se involucre emocionalmente en el juicio. Y también la de Tayron Power, construyendo el personaje de Leonard Vole, el cliente al que todas las pruebas le acusan de un homicidio que él afirma no cometer. (Vean ustedes la película para saber si es verdad o no…). Y no conviene olvidar a Marlene Dietrich, con su turbadora belleza y su perfecto aspecto de cartel anunciador de una Alemania imposible de olvidar.
Véanla ya. Pero, eso sí, no le cuenten el final más que a sus peores enemigos, si quieren conservarlos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un abogado con un estado de salud bastante precario acepta el que podría ser su último caso. Es el de un hombre acusado de asesinato y al que todas las pruebas parecen acusarle. Al final, el abogado y los espectadores nos enteramos a la vez de que su cliente es…

7,8
150.409
8
16 de enero de 2009
16 de enero de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película interesante, que mezcla de manera adecuada la peripecia del protagonista – la pérdida de la memoria reciente-, con el propio procedimiento narrativo. Esto es: la trama argumental está contada inversamente a la cronología de los hechos, y todos, tanto los espectadores como el personaje, debemos reconstruirlos como si piezas de un puzzle se tratara.
Recuerdo ahora unas escenas escritas por Sanchis Sinisterra que llamó “Otaler” (“Relato”, al revés) y que formaban parte de un texto teatral fragmentado llamado “Pervertimento”. Allí se nos contaba una misma historia de cuatro maneras diferentes, según la perspectiva de cada uno de sus personajes, y siguiendo tiempos cronológicos diversos. Algo de esto ocurre aquí, y el resultado tiene la virtud de que, además de pedirle al espectador una cierta participación intelectual –algo bastante infrecuente, por desgracia-, el conjunto es interesante y atrapa nuestra atención hasta el último momento.
El actor británico, de origen neozelandés, Guy Pearce está razonablemente bien, componiendo un personaje creíble, no exento de glamour y de atractivo físico. La dirección del joven director Cristopher Nolan, es buena, tal vez en la misma medida que lo fue en “Insominio”, protagonizada por Al Pacino. En ambas se percibe esa actitud de investigación y de romper ciertos moldes que marcaron su etapa como realizador de cortos en Inglaterra. Tal vez las próximas entregas tengan una factura superior.
Cuando nos encontramos ante este tipo de fenómenos hay quién tiene argumentos para esgrimir su necesidad. Sin duda, la historia que se nos cuenta estaría mejor contada de una forma más convencional. Sin embargo, la actitud contraria es para mí la correcta: hay que investigar, no sólo desde la marginalidad. La industria debe ser también un territorio para lo nuevo, y el argumento, siendo importante, no es lo único, ni tal vez lo esencial, en el lenguaje del cine.
Recuerdo ahora unas escenas escritas por Sanchis Sinisterra que llamó “Otaler” (“Relato”, al revés) y que formaban parte de un texto teatral fragmentado llamado “Pervertimento”. Allí se nos contaba una misma historia de cuatro maneras diferentes, según la perspectiva de cada uno de sus personajes, y siguiendo tiempos cronológicos diversos. Algo de esto ocurre aquí, y el resultado tiene la virtud de que, además de pedirle al espectador una cierta participación intelectual –algo bastante infrecuente, por desgracia-, el conjunto es interesante y atrapa nuestra atención hasta el último momento.
El actor británico, de origen neozelandés, Guy Pearce está razonablemente bien, componiendo un personaje creíble, no exento de glamour y de atractivo físico. La dirección del joven director Cristopher Nolan, es buena, tal vez en la misma medida que lo fue en “Insominio”, protagonizada por Al Pacino. En ambas se percibe esa actitud de investigación y de romper ciertos moldes que marcaron su etapa como realizador de cortos en Inglaterra. Tal vez las próximas entregas tengan una factura superior.
Cuando nos encontramos ante este tipo de fenómenos hay quién tiene argumentos para esgrimir su necesidad. Sin duda, la historia que se nos cuenta estaría mejor contada de una forma más convencional. Sin embargo, la actitud contraria es para mí la correcta: hay que investigar, no sólo desde la marginalidad. La industria debe ser también un territorio para lo nuevo, y el argumento, siendo importante, no es lo único, ni tal vez lo esencial, en el lenguaje del cine.

5,8
1.257
6
12 de enero de 2009
12 de enero de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me queda un regusto contradictorio después de ver esta película que me parece un intento bienintencionado, y un poco pretencioso, de reflexionar sobre el pasado y el presente como dos caras de la misma moneda de la vida. Esa sensación que intenta transmitir de armonía y de perdón, de puzzle recompuesto, me produce lo contrario de lo que pretende, y me hace desconfiar del espíritu último de esta irreprochable (formalmente hablando) película del director Paolo Barzman, curtido en la técnica de las películas televisivas, basada en la novela de Matt Cohen.
Todo está bien. Los actores son excelentes. Yo destacaría a Roy Depuis, rescatado para la causa cinematográfica después de componer durante años ese personaje, mitad robot mitad ser humano, en la tramposa serie “Nikita”. Pero qué decir de los demás: Susan Sarandon, Crhistopher Plummer, Gabriel Byrne, Max von Sydow, iconos de la interpretación a lo largo de las últimas décadas y que buscan papeles de prestigio precisamente para que no decaiga su pedigrí en el marcado de los sueños. Esa mezcolanza de talento actoral, de retales de la industria sin demasiado trabajo en los tiempos que corren de escasez productiva, si se me permite la expresión, alimenta todavía más mi sospecha de que esta ésta es una película pensada para que todos durmamos tranquilos esta noche, perdonándonos los unos a los otros de los crímenes que cometieron nuestros abuelos, o de las ignominias que sufrieron. ¿Vérdugos, víctimas, qué más da, si el tiempo lo cura todo y una cerveza a media noche une a los espíritus…?
Personajes que se juntan para aclarar el pasado y el presente. Secuelas de "Los amigos de Peter", de "Las invasiones bárbaras", de tantas otras, que mueven el músculo de nuestra emoción con desigual fortuna.
Entre la sinceridad y la impostura.
Todo está bien. Los actores son excelentes. Yo destacaría a Roy Depuis, rescatado para la causa cinematográfica después de componer durante años ese personaje, mitad robot mitad ser humano, en la tramposa serie “Nikita”. Pero qué decir de los demás: Susan Sarandon, Crhistopher Plummer, Gabriel Byrne, Max von Sydow, iconos de la interpretación a lo largo de las últimas décadas y que buscan papeles de prestigio precisamente para que no decaiga su pedigrí en el marcado de los sueños. Esa mezcolanza de talento actoral, de retales de la industria sin demasiado trabajo en los tiempos que corren de escasez productiva, si se me permite la expresión, alimenta todavía más mi sospecha de que esta ésta es una película pensada para que todos durmamos tranquilos esta noche, perdonándonos los unos a los otros de los crímenes que cometieron nuestros abuelos, o de las ignominias que sufrieron. ¿Vérdugos, víctimas, qué más da, si el tiempo lo cura todo y una cerveza a media noche une a los espíritus…?
Personajes que se juntan para aclarar el pasado y el presente. Secuelas de "Los amigos de Peter", de "Las invasiones bárbaras", de tantas otras, que mueven el músculo de nuestra emoción con desigual fortuna.
Entre la sinceridad y la impostura.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Personajes del pasado se juntan años más tarde. Algunos provienen de un campo de concentración nazi situado en Francia. Otros no vivieron esa tragedia, pero son víctimas indirectas.
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