¿Qué hago viendo yo esto? Pues, claramente me equivoqué. Vi que iban a echar en televisión ‘Más allá de los sueños’ y preparé mi bol de palomitas, mi sofá y esperaba encontrarme con aquella preciosa película de Robin Williams. Pero no, ahí estaba el insufrible de Adam Sandler para devolverme a la realidad. Aún así, decidí darle una oportunidad. Me bastaba con que la película fuese como ‘Click’ o ‘Zohan: Licencia para peinar’. Me bastaba con que fuese mínimamente entretenida.

Pero no. Os voy a confesar que ni pude terminar de verla. Es Sandler intentando llegar a un público más amplio, con gags infantiles pero con su dosis de mala baba. En resumen, que si le toleraba poco pues casi aquí he tenido dos tazas. Está claro que Keri Russell, Guy Pearce y Courteney Cox tenían que pagar facturas, si no, no me explico por qué han terminado aquí. Encima están completamente desaprovechados porque, recordemos, que es un producto para la mayor gloria de Sandler. Encima tienen la desfachatez de meter a Russell Brand.

Una completa y absoluta pérdida de tiempo.

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A pesar de ser uno de los episodios más entretenidos de 'Black Mirror', no me queda otra que mostrar y esgrimir un pequeño gesto de disgusto al finalizarlo. Podríamos decir, simple y llanamente, que Charlie Brooker hace su propia "rebelión de las máquinas" con el penúltimo episodio de la temporada.

Con desarrollo muy cercano a 'Terminator', viajamos hasta un páramo desértico en un futuro apocalíptico del que no se nos otorga ninguna explicación (la cual esperamos en todo momento y que siempre se nos da). Es algo que me desconcertó desde el inicio y aunque las perrerías del "perro de batalla" están sumamente conseguidas y que el capítulo al ser en blanco y negro reduce la crueldad y violencia de lo que muestra (David Slade está tras la cámara), no lo disfruto completamente porque me falta un hilo argumental de por medio.

Me faltan razones para ponerme de parte de los supervivientes y terminar de empatizar con los pocos (no voy a desvelar más) protagonistas que nos dan. Acción y tensión a raudales sí, pero a costa de empequeñecer la historia.

Sin duda, uno de los capítulos más flojos y olvidables de la serie.

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Siempre digo que no soy un buen crítico de películas de terror. Es un género que me gusta ver, pero lo paso mal con muchas de sus obras porque me asusto con facilidad (¡Qué le voy a hacer!). Pues el chasco que me he llevado con ‘La Casa del Terror’ es mayúsculo, por el sencillo hecho de que durante ochenta de sus noventa minutos he estado agarrado a la butaca gracias a sus sustos efectivos y la atmósfera inquietante que sus responsables directos (Scott Beck y Bryan Woods, encargados de dirigir y hacer el guión) han preparado. Pero lo han tirado todo por la borda en los últimos diez minutos de metraje.

No os vamos a engañar, la película comienza de forma muy típica. No deja de ser la historia de chicos que se reunen durante una fiesta de Halloween y deciden irse a una casa del terror (tan de moda ahora, como las escape rooms) a pasar un mal rato. El rostro les cambia cuando descubran lo “reales” que son los psicópatas que están metidos en el interior.

Lo cierto es que, una vez metidos en el ajo y queriendo saber qué es lo que se cuece allí dentro, las trampas en las que van cayendo los invitados funcionan, pillan por sorpresa. Recuerda mucho a la saga ‘Saw’ por el toque “siniestro” del lugar, pero sin ser tan macarra ni macabra. Es más, diría que pilla muy bien el rebufo del éxito cosechado por ‘Escape Room’.

Los jóvenes actores involucrados, van cayendo y todo empieza a irse cuesta abajo y sin frenos ante la falta de explicaciones y lo apresurado que es todo según avanzamos hacia el desenlace. Lo peor de todo, sin duda, sus dos lamentables secuencias finales, intentando jugar al despiste y pasándose de listos utilizan elementos mil veces vistos en este tipo de producciones. Es entonces cuando hechas la vista atrás y te das cuenta de que todo se ha perdido, que lo que ha cosechado en su arranque, lo ha perdido por completo.

Os entretendrá, pero se la podía haber pedido algo más.

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Seguimos con el repaso a las películas que están en la sección Oficial este año de la Seminci vallisoletana para descargar violencia… rabia y violencia.

En ‘Sobre todo de noche’, Víctor Iriarte compone un relato interesante, que a ratos me ha parecido bastante valiente, a cargo de unas actrices principales que, si ya me lo parecían, ahora las considero más extraordinarias.

Porque hay que destacar a las dos, empezando por Lola. Normalmente es un gustazo ver a Lola Dueñas, pero aquí me atrevería a decir que se arriesga con registro diferente al que nos tiene acostumbrados y es realmente capaz de llenar la pantalla. Algo muy parecido me sucede con Ana Torrent.

Aunque el resultado global no me llena del todo, Iriarte consigue incomodar y que nos hagamos alguna que otra pregunta. No se duerme en los laureles y utiliza varios recursos narrativos (desde el melodrama a la road movie pasando por la pura intriga policial) que, aunque no todos son acertados, si que consiguen dar cierto dinamismo a la cinta.

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Desde luego que no esperaba encontrarme con un peliculón, pero lo que me he encontrado en ‘Moonfall’ deja bastante que desear. Por todos es conocida la forma de dirigir y plantear que tiene Roland Emmerich, un hombre que prima el espectáculo sobre cualquier tipo de raciocinio argumental, pero lo de esta película es ir un paso más allá.

Resulta que, por circunstancias que no voy a desvelar, la luna se ha salido de su órbita habitual y se aproxima hacia la Tierra con riesgo inminente de colisión. Nuestra única opción es enviar una nave tripulada a… vete tu a saber qué, porque no hay por dónde cogerlo.

Durante su primera hora, ‘Moonfall’ se parece a un ‘Armageddon’ fallido, algo aburridillo y de andar por casa que solo despega, mínimamente, con su primera secuencia apocalíptica. A partir de ahí, en su segunda mitad, parece que el director ha visto ‘Interstellar’, le ha gustado mucho y ha intentado hacer algo parecido… pero mezclándolo con ‘Independence Day’, y el resultado es absolutamente abominable. De su segunda hora de metraje soy incapaz de salvar nada.

Sin desvelar nada de la trama argumental de dicha segunda parte del filme, pero es un mear y no echar gota. No hay por dónde agarrarla y es una salida de madre tan sumamente grande que si terminé de verla era por la curiosidad de ver qué se inventaban guionista y realizador.

Me ha alegrado volver a ver a Halle Berry, cuya calidad está muy por encima de esto, al igual que a Patrick Wilson, pero ojito a John Bradley que puede estarse quemando demasiado rápido como actor secundario graciosillo que va de pufo en pufo.

Esperaba algo mínimamente entretenido, pero ‘Moonfall’ no me ha convencido nada de nada.

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