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7
18 de octubre de 2008
18 de octubre de 2008
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cineasta Budd Boetticher, una de las mayores influencias de Sam Peckinpah, tuvo el considerable mérito de rodar durante los 50 una serie de entretenidos westerns de serie B protagonizados por un crepuscular Randolph Scott y escritos en su mayoría por Burt Kennedy. Perteneciente a este conjunto, Seven men fro now se inicia in media res y se desarrolla de forma directa y rápida –apenas dura 78 minutos-, manteniendo al espectador en constante vilo por una historia que hilvana con concisión y maestría los contenidos argumentales que más han caracterizado al género.

5,0
1.152
5
1 de diciembre de 2007
1 de diciembre de 2007
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el año 2004, con Arcadia, el siempre comprometido Costa-Gavras demostró a los adalides más recalcitrantes del verismo cinematográfico que a través de la comedia negra también era posible hacer denuncia socio-política de alto voltaje sin perder un ápice de contundencia discursiva. Valiéndose de esta sabia premisa, el inicio de La casa de tus sueños parece no querer dejar títere con cabeza y, con la carcajada como tarjeta de presentación y de manera desenvuelta, arremete contra el mundo del trabajo, la especulación inmobiliaria y el sobreendeudamiento de las familias en la Europa más opulenta. Y es que La casa de tus sueños es la historia del cazador cazado; Charles es un tacaño empleado de un banco de créditos que para complacer a su mujer se hipoteca con el fin de comprar una vieja casa, los problemas comenzarán a surgir en el momento en que se quede en paro y deba hacer frente al pago de la deuda.
Superada la esperanzadora impresión inicial, la película defrauda y se revela como una comedia desmadrada, más frívola y epidérmica de lo que da a entender en su apertura, graciosa en algunos pasajes pero de un chabacanismo creciente a medida que avanza. Una película en la que por desgracia la desmesura y el chiste fácil acaban diluyendo cualquier intencionalidad crítica, y cuyo precipitado desenlace deja inexplicablemente bastantes cabos sueltos.
Superada la esperanzadora impresión inicial, la película defrauda y se revela como una comedia desmadrada, más frívola y epidérmica de lo que da a entender en su apertura, graciosa en algunos pasajes pero de un chabacanismo creciente a medida que avanza. Una película en la que por desgracia la desmesura y el chiste fácil acaban diluyendo cualquier intencionalidad crítica, y cuyo precipitado desenlace deja inexplicablemente bastantes cabos sueltos.
8
19 de septiembre de 2007
19 de septiembre de 2007
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
En contra de lo que su equívoco y -¿Por qué no admitirlo?- sensacionalista título pueda dar a entender, no nos encontramos ante un thriller político; El asesinato de Richard Nixon, primer largometraje del estadounidense Neils Mueller, no es un film conspirativo, y poco tiene que ver con películas como J.F.K o La tapadera. Magnicidio haylo, pero su presencia, que responde al delirio paranoide de su amargado protagonista, no se debe a un complot sedicioso que amenace realmente la vida del dirigente político más poderoso del planeta.
Lo que acontece, en lo que a acción narrativa se refiere, es más bien poco: el descenso a los infiernos de un ciudadano medio que, plenamente frustrado y ninguneado por todos, irá llenándose de desazón y de ira, encauzándolas hacia el presidente de su país, Richard Nixon, también conocido como Tricky Dick (Tramposo Dick), omnipotente mandatario al que considerará el máximo responsable de todas sus desgracias personales y de las de la humanidad en general.
Nos hallamos, pues, ante una esplendida construcción de un personaje extremo, magistralmente interpretado por Sean Penn, para cuyo desarrollo Mueller se basó en Sam Byck, un sujeto real que tramó asesinar a Richard Nixon en 1974 y que también sirvió de inspiración a Martin Scorsese a la hora de realizar Taxi Driver.
La historia se desarrolla en los convulsos años 70 (Watergate, las panteras negras, la guerra del Vietnam), por lo que, no nos engañemos, la crítica política -que también la hay- se debe más a motivos circunstanciales y de contexto que a una manifiesta voluntad de denuncia. Y es que individuos como Sam Bicke, entendiéndolo como la personificación de la ira ante una sociedad cruel y enferma que únicamente se rige por la competitividad, el dinero y la mentira, los habido, los hay, y los habrá en todos los sitios: en la América de Nixon, la Italia de Berlusconi y en la España de Aznar.
Lo que acontece, en lo que a acción narrativa se refiere, es más bien poco: el descenso a los infiernos de un ciudadano medio que, plenamente frustrado y ninguneado por todos, irá llenándose de desazón y de ira, encauzándolas hacia el presidente de su país, Richard Nixon, también conocido como Tricky Dick (Tramposo Dick), omnipotente mandatario al que considerará el máximo responsable de todas sus desgracias personales y de las de la humanidad en general.
Nos hallamos, pues, ante una esplendida construcción de un personaje extremo, magistralmente interpretado por Sean Penn, para cuyo desarrollo Mueller se basó en Sam Byck, un sujeto real que tramó asesinar a Richard Nixon en 1974 y que también sirvió de inspiración a Martin Scorsese a la hora de realizar Taxi Driver.
La historia se desarrolla en los convulsos años 70 (Watergate, las panteras negras, la guerra del Vietnam), por lo que, no nos engañemos, la crítica política -que también la hay- se debe más a motivos circunstanciales y de contexto que a una manifiesta voluntad de denuncia. Y es que individuos como Sam Bicke, entendiéndolo como la personificación de la ira ante una sociedad cruel y enferma que únicamente se rige por la competitividad, el dinero y la mentira, los habido, los hay, y los habrá en todos los sitios: en la América de Nixon, la Italia de Berlusconi y en la España de Aznar.

5,5
658
4
16 de septiembre de 2007
16 de septiembre de 2007
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera película en solitario del genial Groucho Marx después de la fulgurante trayectoria humorística que llevó junto con sus hermanos. Rodada en el famoso cabaret neoyorquino que da nombre a la película, Copacabana contó con la participación de muchos de los artistas que trabajaban en dicha sala de fiestas. Como es de esperar la película fundamenta su interés en la cómica verborrea de su bigotudo protagonista y en los números musicales de la actriz portuguesa Carmen Miranda, quien por entonces gozaba de una grandísima popularidad gracias sus exóticas actuaciones trufadas con tocados frutales. Ambos protagonizan una comedia de enredos no demasiado graciosa, a excepción hecha de alguna de las impertinencias de Groucho.

5,9
752
7
6 de noviembre de 2009
6 de noviembre de 2009
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algunas óperas primas (Tesis, Los sin nombre y, la más reciente, El orfanato son un buen ejemplo de esta afirmación) logran trascender y lanzar así la fulgurante carrera de su primerizo director. Sin embargo, otras, pese a ser tan o más interesantes que muchas de las afortunadas, no consiguen despegar y se quedan por siempre jamás en la más injusta de las inopias. Tal es el caso de La caja, primer largometraje del canario Juan Carlos Falcón, un estupendo cruce entre la tragedia lorquiana y el melodrama de Almodóvar cuyo excelente plantel femenino no fue carta de presentación suficiente como para darlo a conocer de manera más extensa. Además de su inmejorable nómina de actrices, La caja descongestiona su denso y asfixiante drama mediante constantes latigazos de humor negro que entusiasmarán a los cafres más pulcros y refinados.
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