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Críticas ordenadas por utilidad
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7,6
17.902
6
13 de febrero de 2021
13 de febrero de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos, en mi opinión, ante otra de esas sobrevaloradas películas clásicas cuyo prestigio reluce por encima de sus verdaderos méritos.
Para empezar hay que decir que toda ella despide esa especie de artificiosidad y envaramiento que lastraba, muchas veces, el cine de Hollywood. Por ejemplo, en las localizaciones de un bar rodadas, a todas luces, en el patio trasero de los estudios, nos quieren demostrar que ese bar está casi al lado del mar, y para ello nos muestran un par de contra planos donde se ve, efectivamente, el mar, pero proyectado por detrás en una pantalla. Y cuando más adelante enfocan ese mismo ángulo, ya no aparece el mar por ningún sitio, sino árboles y arbustos.
Lana Turner. Nos ofrece una buena actuación y aparece muy guapa, pero está siempre demasiado emperifollada, como una maniquí recién salida de un salón de belleza. John Garfield me ha parecido bastante limitado como actor, y además lo sacan siempre desenfocado en los primeros planos, como para disimular su imperfecto cutis. En cuanto al marido cornudo, aparece tan caricaturizado en su oronda ingenuidad que no me lo acabo de creer.
El argumento, hay que reconocerlo, es interesante. Sobre todo al principio. Pero toda la segunda parte, con los abogados, y el juicio, y que si patatín, se hace pesada, confusa, e inverosímil. La enfebrecida pasión sexual, que es el meollo del asunto, nos la muestran con un par de besos hieráticos y castos que parecen sacados del museo de cera. Otro detalle: a veces, cuando hablan, parece que estés viendo un retablo egipcio, todos alineados de izquierda a derecha para que la cámara los coja a todos bien.
En fin, acaso me he pasado resaltando los aspectos negativos. Pero es que estoy decepcionado. Me esperaba una obra maestra del cine negro (a la altura casi de Perdición de Billy Wilder), y no ha sido, ni mucho menos, el caso. Tal vez gran parte de la culpa se deba a la censura, que por aquella época impedía cualquier tipo de explicitez o naturalidad en la expresión de la sexualidad. Cosa que pudo remediarse en la versión protagonizada por Jack Nicholson y Jessica Lange de 1981, que aunque hace mucho que no la veo, la recuerdo bastante más apasionante, lujuriosa, y fiel al espíritu de la novela.
Para empezar hay que decir que toda ella despide esa especie de artificiosidad y envaramiento que lastraba, muchas veces, el cine de Hollywood. Por ejemplo, en las localizaciones de un bar rodadas, a todas luces, en el patio trasero de los estudios, nos quieren demostrar que ese bar está casi al lado del mar, y para ello nos muestran un par de contra planos donde se ve, efectivamente, el mar, pero proyectado por detrás en una pantalla. Y cuando más adelante enfocan ese mismo ángulo, ya no aparece el mar por ningún sitio, sino árboles y arbustos.
Lana Turner. Nos ofrece una buena actuación y aparece muy guapa, pero está siempre demasiado emperifollada, como una maniquí recién salida de un salón de belleza. John Garfield me ha parecido bastante limitado como actor, y además lo sacan siempre desenfocado en los primeros planos, como para disimular su imperfecto cutis. En cuanto al marido cornudo, aparece tan caricaturizado en su oronda ingenuidad que no me lo acabo de creer.
El argumento, hay que reconocerlo, es interesante. Sobre todo al principio. Pero toda la segunda parte, con los abogados, y el juicio, y que si patatín, se hace pesada, confusa, e inverosímil. La enfebrecida pasión sexual, que es el meollo del asunto, nos la muestran con un par de besos hieráticos y castos que parecen sacados del museo de cera. Otro detalle: a veces, cuando hablan, parece que estés viendo un retablo egipcio, todos alineados de izquierda a derecha para que la cámara los coja a todos bien.
En fin, acaso me he pasado resaltando los aspectos negativos. Pero es que estoy decepcionado. Me esperaba una obra maestra del cine negro (a la altura casi de Perdición de Billy Wilder), y no ha sido, ni mucho menos, el caso. Tal vez gran parte de la culpa se deba a la censura, que por aquella época impedía cualquier tipo de explicitez o naturalidad en la expresión de la sexualidad. Cosa que pudo remediarse en la versión protagonizada por Jack Nicholson y Jessica Lange de 1981, que aunque hace mucho que no la veo, la recuerdo bastante más apasionante, lujuriosa, y fiel al espíritu de la novela.

5,9
35.843
7
11 de abril de 2020
11 de abril de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más que una película parece un documental sobre la pandemia del coronavirus que nos está afectando ahora mismo, incidiendo incluso en detalles que antes eran desconocidos para la mayoría del público. Una película que acaso flaquea un poco en algunos tramos, pero muy bien realizada y que me ha venido como anillo al dedo en este aburrido confinamiento. Porque piensas: las cosas, dentro de lo malo, podrían ser mucho peores.

5,2
44.911
7
7 de noviembre de 2014
7 de noviembre de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando la estrenaron no la fui a ver, más que nada porque voy poco al cine últimamente, y también porque las criticas no eran muy buenas y pensé: será otro blockbuster del montón y para pasar el rato. Y no. Para empezar es francesa y la dirige Luc Bessson, lo cual siempre es un factor diferenciador respecto a la repetitiva matriz hollywoodiense a partir de la cual se fabrican los blockbusters de superheroes al estilo Marvel. Y es que aquí, además de tiros, peleas y persecuciones automovilísticas, hay un poco de filosofía y bastante locura de la buena. ¿Hasta donde puede llegar el cerebro si se pudieran franquear sus límites y utilizar todo su potencial? Esa es básicamente la pregunta que se plantea la película. Y vale, puede que las respuestas que nos ofrece sean más propias de un fan de Chuck Norris que ha abusado del LSD, que de la instructiva información que nos daría un articulo sobre los limites del cerebro publicado en la revista Nature. Pero es que esto es entretenimiento, señores, no un documental científico. Además, quien haya franqueado ciertos limites mentales (por ejemplo, a través de la ingestión de psicotrópicos) sabe que la realidad supuestamente lógica y verosímil que compartimos con la inmensa la mayoría de la gente no es mas que una ilusión y una pura convención. Confieso que en la delirante e imaginativa parte final he disfrutado como si me hubiera tomado un hongo mágico de los buenos, de esos que te hacen percibir las cosas "como son en realidad", tras haber pelado a lo burro las grises y protectoras capas de la cebolla. La sombra de Matrix es alargada.
Sigo en Spoiler...
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Creo que lo que realmente me ha entusiasmado de la película son esas fabulosas escenas del final, con Scarlett Johanson convertida en viajera espacio-temporal, que, cual diosa venida del futuro, insemina con la chispa de la inteligencia a nuestro lejanísimo y común ancestro hominido (clavadito a la famosa primate Lucy en la historia de la paleontología), escena claramente inspirada en la icónica imagen universalizada por Miguel Angel en la Capilla Sixtina (con Dios y Adan en vez de superJohansson y la primate Lucy) y que también tiene un singular protagonismo en los míticos titulos de credito de Ben Hur, por ejemplo. Si el resto de la película hubiera estado a la altura de esta brillante idea e imagen le hubiera puesto un 10.

6,3
15.579
5
2 de julio de 2013
2 de julio de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El gran poeta Walt Whitman decía que contenemos multitudes, cosa que también afirman los psicólogos. Holy Motors es -tal vez, porque cualquiera sabe- una alegoría bastante críptica sobre las múltiples identidades y papeles que le toca adoptar al ser humano. Por constitución, necesidad o, a veces, por un deseo de ser otro o de identificarte con el otro. Lo malo de hacer una crítica a una peli tan inclasificable como esta es que por una vez me voy a convertir en unos de esos tipos convencionales y poco sensibles que tanto detesto cuando leo algunas críticas negativas que se publican acerca de películas consideradas dificilillas o algo lentas por el público mayoritario, pero que sin embargo a mí –que me considero un tío sensible y con un gusto más bien poco vulgar- me gustan o incluso apasionan. En este caso, sin embargo, confieso que no aguanté Holy Motors entera; a partir de dos tercios de su duración total me puse a arrastrar una y otra vez el cachirulo que hay en la parte inferior de la pantalla del ordenador, deseoso –y en cierto modo expectante- de que la cosa acabara ya de una vez. Aunque me sentí seducido al principio, al final acabé aburriéndomele de lo lindo.
¿Quiere esto decir que la peli es mala? Yo no diría eso… simplemente me parece que el director ha tensado en exceso las leyes de la verosimilitud y de la narrativa inteligible. Lo mismo le pasa a veces a gente como David Lynch. Está muy bien ser original y rupturista, pero cuando salta uno demasiado alto hasta perder totalmente el contacto con el suelo suele suceder que le entre a uno la modorra y una sensación como de estar perdido en un mundo demasiado críptico cuyos códigos y leyes se te escapan. Por poner un ejemplo clásico, a Fellini casi le sucede eso con "Ocho y medio", pero supo tirar de las riendas y llevar la peli a un magnífico –y genial- puerto. A Leo Carax, en cambio, se le ha deslizado el vehículo sin frenos (o la limusina, más bien) por un sendero sin duda personal, original y sugestivo, pero cuya enorme opacidad y extrañeza ha provocado que me faltaran fuerzas y ganas para seguir disfrutando del viaje.
Se me olvidó comentar lo que más me ha gustado de la película: Eva Mendes, una autentica diosa de la belleza y la sensualidad. Y eso que también aparece Kylie Minogue, otro bellezón.
¿Quiere esto decir que la peli es mala? Yo no diría eso… simplemente me parece que el director ha tensado en exceso las leyes de la verosimilitud y de la narrativa inteligible. Lo mismo le pasa a veces a gente como David Lynch. Está muy bien ser original y rupturista, pero cuando salta uno demasiado alto hasta perder totalmente el contacto con el suelo suele suceder que le entre a uno la modorra y una sensación como de estar perdido en un mundo demasiado críptico cuyos códigos y leyes se te escapan. Por poner un ejemplo clásico, a Fellini casi le sucede eso con "Ocho y medio", pero supo tirar de las riendas y llevar la peli a un magnífico –y genial- puerto. A Leo Carax, en cambio, se le ha deslizado el vehículo sin frenos (o la limusina, más bien) por un sendero sin duda personal, original y sugestivo, pero cuya enorme opacidad y extrañeza ha provocado que me faltaran fuerzas y ganas para seguir disfrutando del viaje.
Se me olvidó comentar lo que más me ha gustado de la película: Eva Mendes, una autentica diosa de la belleza y la sensualidad. Y eso que también aparece Kylie Minogue, otro bellezón.
24 de abril de 2013
24 de abril de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me la cogí en Blu-Ray y sí, la peli está bien, o sea entretiene pasablemente, pero dista bastante de ser una gran película y mucho menos una obra maestra. Lo cierto es que ese mundo de cuento infantil edulcorado y artificial dista bastante del mundo realista, seco, y violento que tan bien sabe plasmar Scorsese en sus películas más emblemáticas. Destacaría la parte visual, esa recreación técnicamente perfecta, poética, e idealizada del Paris de finales de años veinte y principios de los treinta. Y también el homenaje al mitificado pionero del cine Georges Melies, cuyas películas, por cierto, no son en absoluto cine tal como lo entendemos hoy, sino una suerte de representaciones teatrales con influencias cirquenses y del mundo de la magia filmadas con la camara quieta en el tripode y va que chuta, el tipo no se comió el coco ni con los planos, el montaje, ni con nada de lo que hoy conocemos como "lenguaje cinematográfico". Realmente hubo que esperar a que viniera gente como Chaplin y Grifith para que inventaran el cine como tal, porque Melies no supo aprovechar en absoluto las inmensas posibilidades que ofrecía esta incipiente forma de expresión a principios del siglo veinte. Y claro, cayó en desgracia y, olvidado por el público, tuvo dedicarse a vender juguetes en una estación de trenes.
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