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Documental

5,1
235
6
16 de junio de 2019
16 de junio de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lejos queda El circo (1949-50), el trabajo de un alumno en prácticas del I.I.E.C; un cortometraje en el que mostraría las primeras y premonitorias pinceladas de su futura cinematografía. Medio siglo más tarde de haberse estrenado Bienvenido Mr. Marshall (1953), un extra que aparecía corriendo en La Vaquilla (1985) junto a otros chavales apareciendo y desapareciendo como un relámpago, decidió algunas décadas después rodar Por la gracia de Luis (2009), un entrañable documental del director José Luis García Sánchez en el que consigue aglutinar a un considerable elenco berlangiano que vivió a través de sus respectivas interpretaciones momentos de total creatividad, propósito que tuvo como ingrediente aglutinador el fenomenal plano secuencia que tanto identifica al homenajeado.
“Todo empieza en la estación de Chamartín”, y un destino muy ligado a la vida de Berlanga. Concha Velasco, nos pone en situación mediante una propuesta con la que el maestro homenajeado y el director de esta aventura, no podían estar más de acuerdo. Son muchos más, muchísimos más los actores y las actrices (secundarios anónimos incluidos que tan importantes fueron en las escenas de masas con grandes planos generales); una muestra de ese importantísimo recurso en el cine de Berlanga lo podemos apreciar en Plácido (1961). Se trata pues, de un documental que nos acerca a interesantes entrevistas en las que salen a la luz algunos de los innumerables detalles que rodearon a Bienvenido Mr. Marshall contados por, entre otros, el productor Francisco Canet, Ricardo Muñoz Suarez o Juan Antonio Barden.
En el momento del rodaje eran muchos los presentes, quedando para la memoria los queridos ausentes. Entre los actores y las actrices que se ofrecieron generosamente a este interesante viaje berlanguiano están Sol Carnicero, Violeta Cela, Juan Luis Galiardo, Antonio Gamero, José Lifante, Antonio Ozores, Andrés Pajares o Monica Randall, que junto a más de una veintena de interpretes, dejan constancia sobre sus experiencias artísticas junto al maestro en los múltiples sets de rodaje.
Según Barden, Bienvenido debía de cumplir tres condiciones básicas para hacer realidad sus objetivos, condiciones desmenuzadas minuciosamente desde la fiabilidad absoluta de quien formara parte del esplendido guión, a lo que Berlanga aporta algunas incidencias que pudo superar sin problemas con la insistencia creadora activada en todo momento ante la duda de su jovencísima experiencia. Igualmente asistimos a la interesante visión que Jesús Franco tiene sobre su amigo Berlanga y la opinión que le merece su aportación frente a otros directores.
El documental nos descubre algunos posicionamientos de Berlanga frente a lo inesperado, el juego del doble
sentido o, el rechazo de la cursilería, cuidando en todo momento el ritmo dentro del plano que tanto le caracterizaba, ofreciendo al elenco momentos interpretativos libres y únicos en los que mostrar sus dotes creativas en función de la secuencia. Por la gracia de Luis, nos tiene reservados muchos momentos memorables con las opiniones que sobre el maestro vierten con notable cariño un elenco donde se fusiona veteranía actoral con nuevos veteranos encuadrados en el plano secuencia que tanto le caracteriza al maestro Berlanga…por cierto, sobre el Imperio Austrohúngaro alguna cosa hay.
“Todo empieza en la estación de Chamartín”, y un destino muy ligado a la vida de Berlanga. Concha Velasco, nos pone en situación mediante una propuesta con la que el maestro homenajeado y el director de esta aventura, no podían estar más de acuerdo. Son muchos más, muchísimos más los actores y las actrices (secundarios anónimos incluidos que tan importantes fueron en las escenas de masas con grandes planos generales); una muestra de ese importantísimo recurso en el cine de Berlanga lo podemos apreciar en Plácido (1961). Se trata pues, de un documental que nos acerca a interesantes entrevistas en las que salen a la luz algunos de los innumerables detalles que rodearon a Bienvenido Mr. Marshall contados por, entre otros, el productor Francisco Canet, Ricardo Muñoz Suarez o Juan Antonio Barden.
En el momento del rodaje eran muchos los presentes, quedando para la memoria los queridos ausentes. Entre los actores y las actrices que se ofrecieron generosamente a este interesante viaje berlanguiano están Sol Carnicero, Violeta Cela, Juan Luis Galiardo, Antonio Gamero, José Lifante, Antonio Ozores, Andrés Pajares o Monica Randall, que junto a más de una veintena de interpretes, dejan constancia sobre sus experiencias artísticas junto al maestro en los múltiples sets de rodaje.
Según Barden, Bienvenido debía de cumplir tres condiciones básicas para hacer realidad sus objetivos, condiciones desmenuzadas minuciosamente desde la fiabilidad absoluta de quien formara parte del esplendido guión, a lo que Berlanga aporta algunas incidencias que pudo superar sin problemas con la insistencia creadora activada en todo momento ante la duda de su jovencísima experiencia. Igualmente asistimos a la interesante visión que Jesús Franco tiene sobre su amigo Berlanga y la opinión que le merece su aportación frente a otros directores.
El documental nos descubre algunos posicionamientos de Berlanga frente a lo inesperado, el juego del doble
sentido o, el rechazo de la cursilería, cuidando en todo momento el ritmo dentro del plano que tanto le caracterizaba, ofreciendo al elenco momentos interpretativos libres y únicos en los que mostrar sus dotes creativas en función de la secuencia. Por la gracia de Luis, nos tiene reservados muchos momentos memorables con las opiniones que sobre el maestro vierten con notable cariño un elenco donde se fusiona veteranía actoral con nuevos veteranos encuadrados en el plano secuencia que tanto le caracteriza al maestro Berlanga…por cierto, sobre el Imperio Austrohúngaro alguna cosa hay.
12 de junio de 2019
12 de junio de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Referencia imprescindible en el mundo de la ficción desde que lo creara Arthur Conan Doyle, el carismático detective Sherlock Holmes, nos ha ofrecido multitud de versiones cinematográficas de sus andanzas, un personaje similar al también irreductible investigador Auguste Dupin creado anteriormente por Edgar Allan Poe. En ambos casos, la investigación elevada a ciencia dejó para la posteridad impagables páginas de misterio llevados por el sigilo, la observación, la lógica, y la deducción, consiguiendo siempre los resultados deseados; lo mismo que en el caso que nos ocupa, brindándonos momentos disparatados de verdadera locura interpretativa.
Lo cariñosamente absurdo en tan singulares personajes: Sigerson Holmes (Gene Wilder), Jenny Hill (Madeline Kahn) y Orville Sacker (Marty Feldman), es que adquieren la entidad suficiente como para ser creíbles en sus apariciones, convirtiéndolo en solvencia, y total entrega interpretativa en esta estupenda comedia con numerosas referencias al absurdo llevando esta realización a cotas interesantes de aceptación que en algunos momentos podría pasar por puro musical sin concesión alguna. Gene Wilder consigue fusionar dos películas en una: la comedia de situación detectivesca y el musical al más puro estilo de Broadway.
En El hermano más listo de Sherlock Holmes (1975) Wilder no solo logra enlazar una buena historia sino que además se rodea de un elenco absolutamente disparatado y perfecto en cada uno de sus roles, entre los cuales: el ambicioso Moriarty (Leo McKern) y su fiel Asistente (Roy Kinneck); un comedido Sherlock Holmes (Douglas Wilmer) y su inseparable amigo doctor Watson (Thorley Walters) y, desde luego el carismático, egocéntrico, torpe sensible y temeroso de todos: el gran Gambetti (Dom DeLuise) entorno al cual se desarrollan escenas de alto contenido...artístico.
Completado por un alocado elenco que hace del absurdo un aceptable momento cinematográfico, hubiese podido tomar otro cariz mucho más interesante si, dado el éxito que traían acumulado del rodaje anterior, Gene Wilder hubiese dado continuidad al blanco y negro encuadrando a tan singulares personajes. Una buena realización que podría haber conseguido cotas de máxima locura cinematográfica si Wilder hubiese absorbido (como sucede con el barrido inicial a la manera de El jovencito Frankenstein) algunas de las ideas que tanto éxito tuvo junto al maestro Mel Brooks.
Si en el Jovencito Frankenstein el color hubiese rebajado mucho los enteros del merecido resultado final, en la película que nos ocupa, el blanco y negro lo podría haber elevado a una categoría superior. Quizás, y llevados por la proximidad en el tiempo, Frankenstein y Sherlock de la mano de Brooks y Wilder, se enfrentan en un desnivelado combate gigantesco llevados por dos grandes de la ficción literaria, en la que Arthur Conan Doyle y Mary Shelley sin ningún género de duda son los ganadores junto a sus entrañables personajes con los que el maravilloso mundo del cine nos continuará ofreciendo nuevas reinterpretaciones por siempre jamás.
Lo cariñosamente absurdo en tan singulares personajes: Sigerson Holmes (Gene Wilder), Jenny Hill (Madeline Kahn) y Orville Sacker (Marty Feldman), es que adquieren la entidad suficiente como para ser creíbles en sus apariciones, convirtiéndolo en solvencia, y total entrega interpretativa en esta estupenda comedia con numerosas referencias al absurdo llevando esta realización a cotas interesantes de aceptación que en algunos momentos podría pasar por puro musical sin concesión alguna. Gene Wilder consigue fusionar dos películas en una: la comedia de situación detectivesca y el musical al más puro estilo de Broadway.
En El hermano más listo de Sherlock Holmes (1975) Wilder no solo logra enlazar una buena historia sino que además se rodea de un elenco absolutamente disparatado y perfecto en cada uno de sus roles, entre los cuales: el ambicioso Moriarty (Leo McKern) y su fiel Asistente (Roy Kinneck); un comedido Sherlock Holmes (Douglas Wilmer) y su inseparable amigo doctor Watson (Thorley Walters) y, desde luego el carismático, egocéntrico, torpe sensible y temeroso de todos: el gran Gambetti (Dom DeLuise) entorno al cual se desarrollan escenas de alto contenido...artístico.
Completado por un alocado elenco que hace del absurdo un aceptable momento cinematográfico, hubiese podido tomar otro cariz mucho más interesante si, dado el éxito que traían acumulado del rodaje anterior, Gene Wilder hubiese dado continuidad al blanco y negro encuadrando a tan singulares personajes. Una buena realización que podría haber conseguido cotas de máxima locura cinematográfica si Wilder hubiese absorbido (como sucede con el barrido inicial a la manera de El jovencito Frankenstein) algunas de las ideas que tanto éxito tuvo junto al maestro Mel Brooks.
Si en el Jovencito Frankenstein el color hubiese rebajado mucho los enteros del merecido resultado final, en la película que nos ocupa, el blanco y negro lo podría haber elevado a una categoría superior. Quizás, y llevados por la proximidad en el tiempo, Frankenstein y Sherlock de la mano de Brooks y Wilder, se enfrentan en un desnivelado combate gigantesco llevados por dos grandes de la ficción literaria, en la que Arthur Conan Doyle y Mary Shelley sin ningún género de duda son los ganadores junto a sus entrañables personajes con los que el maravilloso mundo del cine nos continuará ofreciendo nuevas reinterpretaciones por siempre jamás.
7
22 de julio de 2018
22 de julio de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Wrong Box (La caja de las sorpresas), es una película dirigida y producida por Bryan Forbes en 1966, según el guión de Larry Gelbart y Burt Shevelove basado en la novela The wrong box del año 1889 escrita por Robert Louis Stevenson. Se trata de una comedia inglesa de situación, en la que un grupo de protectores padres deciden invertir en sus hijos por medio de una larga apuesta conjunta, y un premio final para el último varón descendiente vivo del grupo, aderezado todo el relato con gran dosis del pragmático humor inglés.
El multidisciplinar Forbes, de formación academicista como actor, escritor, guionista, productor y director desde su primer largo en 1961: Whistie down the wind, logró con The Wrong Box un film absolutamente delicioso, compactado en su contenido donde las diferentes situaciones vividas por los distintos personajes que las ocupan tienen de alguna manera, relación con el interesante premio final que a lo largo de las décadas ha ido sumando intereses y por tanto aumentando su capital montante.
Mediante la síntesis narrativa reducida a un puñado de escenas resumen mostrando los destinos de algunos de los desafortunados interesados en la tontina, Bryan Forbes ubica finalmente los acontecimientos en tiempo real, centrando toda la atención en los hermanos Finsbury (Masterman y Joseph) y en los jóvenes descendientes de estos entre los cuales primos y sobrinos que muestran, en algún caso un desorbitado interés por la salud y el bienestar de los Finsbury a sabiendas que son los únicos dos supervivientes del juego y, dada su avanzada edad, han de cuidar de sus vidas y el premio final para uno de ellos.
Michael Finsbury (Michael Caine) es el joven estudiante de medicina tratando de superar sus inseguridades ante la bella y delicada prima Julia Finsbury (Nanette Newman), frente a los interesados Morris Finsbury (Peter Cook) y John Finsbury (Dudley Moore) enfrentados a otros menesteres fijados en los acontecimientos que impiden sus ambiciosos propósitos. La fidelidad demostrada durante largos años al amo Masterman por el fiel Peacock (Wilfrid Lawson), mayordomo cuasi centenario, dificultan los objetivos de los codiciosos herederos John y Morris.
La acumulación de desencuentros, las interesantes aportaciones interpretativas de algunos singulares personajes en el metraje como el doctor Pratt (Peter Sellers), o el sorprendido Clérigo (Norman Bird) entre otros, añaden a La caja de las sorpresas un animado relato culminado con una gran y esperpéntica escena coral digna de cualquier película de enredo donde cada uno de los personajes consigue parte o nada de lo que perseguían sus intereses no solo materiales, sino también afectivos.
El multidisciplinar Forbes, de formación academicista como actor, escritor, guionista, productor y director desde su primer largo en 1961: Whistie down the wind, logró con The Wrong Box un film absolutamente delicioso, compactado en su contenido donde las diferentes situaciones vividas por los distintos personajes que las ocupan tienen de alguna manera, relación con el interesante premio final que a lo largo de las décadas ha ido sumando intereses y por tanto aumentando su capital montante.
Mediante la síntesis narrativa reducida a un puñado de escenas resumen mostrando los destinos de algunos de los desafortunados interesados en la tontina, Bryan Forbes ubica finalmente los acontecimientos en tiempo real, centrando toda la atención en los hermanos Finsbury (Masterman y Joseph) y en los jóvenes descendientes de estos entre los cuales primos y sobrinos que muestran, en algún caso un desorbitado interés por la salud y el bienestar de los Finsbury a sabiendas que son los únicos dos supervivientes del juego y, dada su avanzada edad, han de cuidar de sus vidas y el premio final para uno de ellos.
Michael Finsbury (Michael Caine) es el joven estudiante de medicina tratando de superar sus inseguridades ante la bella y delicada prima Julia Finsbury (Nanette Newman), frente a los interesados Morris Finsbury (Peter Cook) y John Finsbury (Dudley Moore) enfrentados a otros menesteres fijados en los acontecimientos que impiden sus ambiciosos propósitos. La fidelidad demostrada durante largos años al amo Masterman por el fiel Peacock (Wilfrid Lawson), mayordomo cuasi centenario, dificultan los objetivos de los codiciosos herederos John y Morris.
La acumulación de desencuentros, las interesantes aportaciones interpretativas de algunos singulares personajes en el metraje como el doctor Pratt (Peter Sellers), o el sorprendido Clérigo (Norman Bird) entre otros, añaden a La caja de las sorpresas un animado relato culminado con una gran y esperpéntica escena coral digna de cualquier película de enredo donde cada uno de los personajes consigue parte o nada de lo que perseguían sus intereses no solo materiales, sino también afectivos.

6,4
1.725
8
19 de junio de 2018
19 de junio de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Blithe Spirit (Un espíritu Burlón) (1945) Es una película dirigida por David Lean quien inició su andadura cinematográfica pasando por diferentes facetas entre las cuales: ayudante de cámara, montador y director. Su extensa y admirada producción internacional dejó para la historia del cine inolvidables páginas de carácter universal: Breve encuentro (1945), Oliver Twist (1948), El déspota (1953), El puente sobre el río Kwai (1957), Lawrence de Arabia (1962) o la inmortal Doctor Zhivago (1965) entre una larga y fructífera realización cinematográfica.
El guionizado Blithe Spirit del propio Noel Coward, autor de la exitosa comedia teatral de mismo nombre, imprimió a los diálogos, incluso a las escenas de interior una más que aceptable similitud de ambientación teatral. A excepción de algunas escenas en exteriores, el desarrollo de los acontecimientos en interiores la no dispersión de las localizaciones imprime más carácter teatral si cabe, a las diferentes interpretaciones.
Edith (Jacqueline Clarke), en su deliciosa interpretación, es la atolondrada sirvienta de hogar dispuesta cumplir en sus funciones con toda rapidez, la magnífica escena inicial nos da una acertadísima muestra de tal afirmación ante los Condomine: Charles y Ruth Condomine (Rex Harrison y Constance Cummings respectivamente) enfrascados en la organización de una cena de trabajo de donde se pretende extraer la información necesaria para que Charles pueda completar con los datos que le puedan aportar la reunión, para su nueva novela.
Para la magnífica y magnética vidente Madame Arcati (Margaret Rutherford) era del todo imprescindible un número mínimo presentes para que el ritual de espiritismo finalizase con alguna garantía de éxito, motivo por el que había sido requerida su presencia bajo cierta criticable argucia por parte de los anfitriones, a los que se unen un segundo matrimonio: el Dr. George Bradman (Hugh Wakefield) y su esposa Violet (Joyce Carey); todos, y casi todo, estaba dispuesto tras el intercambio social de ideas y creencias sobre lo que estaba a punto de acontecer.
Con lo que no se contaba en la reunión de espiritismo era con el factor sorpresa: la visita ectoplásmica de la difunta Elvira Condomine (Kay Hammond), momento a partir del cual los celos, la confusión y algunas inoportunas corrientes de aire frio, se adueñan de la reunión arrastrándola al fracaso más absoluto: el escepticismo de los Bradman alejándose discretamente del lugar, el monumental enfado de la medium para la que todo ha significado una burla a su buen hacer profesional, para los Condomine el ridículo social más degradante que podían imaginar, y para la no invitada Elvira Condomine, un problema pendiente de solución después de haber aparecido su fantasmal cuerpo solo para los ojos de su querido Charles Condomine.
Desde la esperpéntica situación reinante entre vivos, médiums, vaporosas siluetas fantasmagóricas y aéreos espíritus, los escépticos personajes se sienten arrastrados a a recurrir nuevamente a Madame Arcati, en esta ocasión con resultados sorprendentemente distintos, cambiando la situación para algunos personajes del elenco, que unido a las malintencionadas tretas fantasmagóricas, convierte las relaciones sociales entre los Condomine en algo ligeramente normal y volátil junto a las frías formas espectrales.
La comedia perfecta con un toque de espiritismo nocturno, entre reconfortantes tazas de té (y algún más que reconfortante licor), junto a sombras espectrales revoloteando por la casa, alguna traviesa psicofonía que unida a transformaciones corpóreas, nos lleva de viaje a través de los volátiles fluidos, los sonidos espectrales y el arreglo de cuentas entre fantasmas creando además fuertes lazos de amistad entre veteranos y nuevos aparecidos. Un delicioso metraje para verlo y disfrutarlo entre vaporosos, amables y traslucidos ectoplasmas.
El guionizado Blithe Spirit del propio Noel Coward, autor de la exitosa comedia teatral de mismo nombre, imprimió a los diálogos, incluso a las escenas de interior una más que aceptable similitud de ambientación teatral. A excepción de algunas escenas en exteriores, el desarrollo de los acontecimientos en interiores la no dispersión de las localizaciones imprime más carácter teatral si cabe, a las diferentes interpretaciones.
Edith (Jacqueline Clarke), en su deliciosa interpretación, es la atolondrada sirvienta de hogar dispuesta cumplir en sus funciones con toda rapidez, la magnífica escena inicial nos da una acertadísima muestra de tal afirmación ante los Condomine: Charles y Ruth Condomine (Rex Harrison y Constance Cummings respectivamente) enfrascados en la organización de una cena de trabajo de donde se pretende extraer la información necesaria para que Charles pueda completar con los datos que le puedan aportar la reunión, para su nueva novela.
Para la magnífica y magnética vidente Madame Arcati (Margaret Rutherford) era del todo imprescindible un número mínimo presentes para que el ritual de espiritismo finalizase con alguna garantía de éxito, motivo por el que había sido requerida su presencia bajo cierta criticable argucia por parte de los anfitriones, a los que se unen un segundo matrimonio: el Dr. George Bradman (Hugh Wakefield) y su esposa Violet (Joyce Carey); todos, y casi todo, estaba dispuesto tras el intercambio social de ideas y creencias sobre lo que estaba a punto de acontecer.
Con lo que no se contaba en la reunión de espiritismo era con el factor sorpresa: la visita ectoplásmica de la difunta Elvira Condomine (Kay Hammond), momento a partir del cual los celos, la confusión y algunas inoportunas corrientes de aire frio, se adueñan de la reunión arrastrándola al fracaso más absoluto: el escepticismo de los Bradman alejándose discretamente del lugar, el monumental enfado de la medium para la que todo ha significado una burla a su buen hacer profesional, para los Condomine el ridículo social más degradante que podían imaginar, y para la no invitada Elvira Condomine, un problema pendiente de solución después de haber aparecido su fantasmal cuerpo solo para los ojos de su querido Charles Condomine.
Desde la esperpéntica situación reinante entre vivos, médiums, vaporosas siluetas fantasmagóricas y aéreos espíritus, los escépticos personajes se sienten arrastrados a a recurrir nuevamente a Madame Arcati, en esta ocasión con resultados sorprendentemente distintos, cambiando la situación para algunos personajes del elenco, que unido a las malintencionadas tretas fantasmagóricas, convierte las relaciones sociales entre los Condomine en algo ligeramente normal y volátil junto a las frías formas espectrales.
La comedia perfecta con un toque de espiritismo nocturno, entre reconfortantes tazas de té (y algún más que reconfortante licor), junto a sombras espectrales revoloteando por la casa, alguna traviesa psicofonía que unida a transformaciones corpóreas, nos lleva de viaje a través de los volátiles fluidos, los sonidos espectrales y el arreglo de cuentas entre fantasmas creando además fuertes lazos de amistad entre veteranos y nuevos aparecidos. Un delicioso metraje para verlo y disfrutarlo entre vaporosos, amables y traslucidos ectoplasmas.
7
17 de junio de 2018
17 de junio de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
The climax (Misterio en la ópera) (1944) es una película producida y dirigida por George Waggner, con guión de Curt Siodmak y Lynn Starling sobre la obra de George Wagner y Edward Locke; la música de Edward Ward y la fotografía de W. Howard Greene y Hal Mohr en un brillante tecnicolor que mereció la nominación artística a los Oscar por su gran belleza estética, complementan un reparto técnico que nos dejó este brillante y colorido film junto a los protagonistas principales Susanna Foster que venía de interpretar su gran éxito cinematográfico Phantom of the opera (1943) de Arthur Lubin junto al gran Claude Rains; de Boris Karloff y sus múltiples y terroríficas historias, y de Turhan Bey de exóticas películas como Las mil y una noches (1942).
El Dr. Friedrich Hohner (Boris Karloff), es el médico del Royal Theater, responsable en el cuidado de las voces que intervienen en él. Refugiado en su pasado recuerda con profunda melancolía la admiración que sentía hacia su adorada Marcellina (June Vincent), convirtiéndose en el drama que arrastrará hasta las puertas del caos las irrevocables pasiones de su desequilibrada y larga desazón arrastrada largamente; un hermoso flashback nos retrotrae en el tiempo, en el que George Waggner nos muestra el origen y la causa del indisimulado abatimiento en el que el doctor vive instalado y apresado.
El solo hecho de volver a oír después de tantos años, lo que cree que es la resucitada voz de Marcellina, le hace entrar en crisis emocional, intentando encontrar explicación al misterio, que no es otro que la aparición de nuevas voces, nuevos talentos colmados de ilusiones por hacerse un hueco en la música: Angela Klatt (Susanna Foster) es una de las voces que junto a su pareja Franz Munzer (Turhan Bey), busca su oportunidad artística, llegando hasta los oídos del doctor las posibilidades vocales de esta.
Las malas artes empleadas por Friedrich Hohner solo tienen un fin: impedir a toda costa la actuación de Angela, no estando dispuesto a que nadie ocupe su espacio y menos sobre el mismo escenario donde triunfara en vida su querida Marcellina empujado por el ilimitado delirio posesivo de su propio pasado. Toda esta situación no ha de durar mucho.
Desde la silenciosa y lejana actitud de Luise (Gale Sondergaard) doncella en la casa del doctor que podría prestarse a confusión, siempre sospechó de él y de su implicación en la incompresible desaparición de la recordada Marcellina, desvelando así su discreta hostilidad contra Friedrich Hohner después de percatarse que unos objetos particulares de la desaparecida, se hallan en su posesión.
En los trágicos acontecimientos que acaecen finalmente, se producen los necesarios desenlaces donde el pasado se queda atrás, y el presente se reinventa tras liberarse la voluntad retenida de Angela Klatt, lo opuesto al personaje oscuro, vengativo e intransigente del maléfico Dr. Friedrich Hohner, en la línea de las magnéticas interpretaciones de Boris Karloff que siempre cautivo el misterio del alma desde el miedo incontenible a su posterior liberación de las garras del pánico.
El Dr. Friedrich Hohner (Boris Karloff), es el médico del Royal Theater, responsable en el cuidado de las voces que intervienen en él. Refugiado en su pasado recuerda con profunda melancolía la admiración que sentía hacia su adorada Marcellina (June Vincent), convirtiéndose en el drama que arrastrará hasta las puertas del caos las irrevocables pasiones de su desequilibrada y larga desazón arrastrada largamente; un hermoso flashback nos retrotrae en el tiempo, en el que George Waggner nos muestra el origen y la causa del indisimulado abatimiento en el que el doctor vive instalado y apresado.
El solo hecho de volver a oír después de tantos años, lo que cree que es la resucitada voz de Marcellina, le hace entrar en crisis emocional, intentando encontrar explicación al misterio, que no es otro que la aparición de nuevas voces, nuevos talentos colmados de ilusiones por hacerse un hueco en la música: Angela Klatt (Susanna Foster) es una de las voces que junto a su pareja Franz Munzer (Turhan Bey), busca su oportunidad artística, llegando hasta los oídos del doctor las posibilidades vocales de esta.
Las malas artes empleadas por Friedrich Hohner solo tienen un fin: impedir a toda costa la actuación de Angela, no estando dispuesto a que nadie ocupe su espacio y menos sobre el mismo escenario donde triunfara en vida su querida Marcellina empujado por el ilimitado delirio posesivo de su propio pasado. Toda esta situación no ha de durar mucho.
Desde la silenciosa y lejana actitud de Luise (Gale Sondergaard) doncella en la casa del doctor que podría prestarse a confusión, siempre sospechó de él y de su implicación en la incompresible desaparición de la recordada Marcellina, desvelando así su discreta hostilidad contra Friedrich Hohner después de percatarse que unos objetos particulares de la desaparecida, se hallan en su posesión.
En los trágicos acontecimientos que acaecen finalmente, se producen los necesarios desenlaces donde el pasado se queda atrás, y el presente se reinventa tras liberarse la voluntad retenida de Angela Klatt, lo opuesto al personaje oscuro, vengativo e intransigente del maléfico Dr. Friedrich Hohner, en la línea de las magnéticas interpretaciones de Boris Karloff que siempre cautivo el misterio del alma desde el miedo incontenible a su posterior liberación de las garras del pánico.
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