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Serie

5,9
1.147
6
23 de febrero de 2021
23 de febrero de 2021
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Intrigante drama que tiene la capacidad de narrar varias subtramas alrededor de la principal y que giran más o menos alrededor de la mentira, cada una con su propia razón de ser y con una naturaleza bien distinta de la que titula esta serie. Porque a pesar de llenar de mentirosos la pantalla, la trama principal es la que sostiene el resto y por donde van a girar cual satélites las otras tramas.
En Liar vemos lo que destaca una serie británica de una americana, y es la sobriedad y frialdad con la que está hecha. Esto se traduce en un bello paisaje costero de Inglaterra, que muestra una magnífica fotografía llena de matices que se desenvuelve bien con el grave tema que narra la historia. También cuenta con interesantes planos y cambios de escenas que se corresponden con entradas y salidas de puertas en diferentes lugares (sé que esta técnica tiene algún nombre específico, pero este humilde servidor no es un especialista de las artes cinematográficas). Los directores de esta miniserie, Samuel Donovan (La Viuda) y James Strong (Broadchurch) ponen su experiencia en series para tratar un tema candente hasta el desenlace final, con el tempo bien medido aunque el resultado final no sorprenda y sea manido como en otras tantas series y tramas. A pesar de esa falta de sorpresa, el principio de la serie es su punto fuerte porque realmente engaña al espectador sobre quién miente en realidad. Este punto es lo que hace que la serie atrape al que la visualiza.
El otro factor a tener en cuenta es la gran interpretación de sus personajes, aunque al ser la mayoría desconocidos mencionaré a los dos principales: Ioan Gruffudd (Los 4 Fantásticos) y Joanne Froggatt (Downton Abbey). El duelo interpretativo entre ambos es lo mejor de la serie y cuesta ver (y mucho) al señor Gruffudd en un papel desagradable por primera vez (excluyendo el de gili que hace en San Andreas). Los matices en su interpretación y los cambios que registra (tan frío como encantador) para conseguir sus metas son de lo mejor que ha hecho. Y es que casi siempre ha protagonizado a buenos tipos: verlo aquí, en tal tesitura, asombra a un seguidor (como un servidor) aficionado a sus trabajos y puedo decir que hasta logra caer mal. Pero lo hace muy bien. Y Joanne Froggatt muestra unas tablas increíbles.
Resumiendo: serie que no pasará a la historia, pero que trata con profesionalidad un tema tabú de la sociedad que últimamente, por desgracia, sigue en boga. Además, sus actuaciones suben un poco más el listón de una producción entretenida.
En Liar vemos lo que destaca una serie británica de una americana, y es la sobriedad y frialdad con la que está hecha. Esto se traduce en un bello paisaje costero de Inglaterra, que muestra una magnífica fotografía llena de matices que se desenvuelve bien con el grave tema que narra la historia. También cuenta con interesantes planos y cambios de escenas que se corresponden con entradas y salidas de puertas en diferentes lugares (sé que esta técnica tiene algún nombre específico, pero este humilde servidor no es un especialista de las artes cinematográficas). Los directores de esta miniserie, Samuel Donovan (La Viuda) y James Strong (Broadchurch) ponen su experiencia en series para tratar un tema candente hasta el desenlace final, con el tempo bien medido aunque el resultado final no sorprenda y sea manido como en otras tantas series y tramas. A pesar de esa falta de sorpresa, el principio de la serie es su punto fuerte porque realmente engaña al espectador sobre quién miente en realidad. Este punto es lo que hace que la serie atrape al que la visualiza.
El otro factor a tener en cuenta es la gran interpretación de sus personajes, aunque al ser la mayoría desconocidos mencionaré a los dos principales: Ioan Gruffudd (Los 4 Fantásticos) y Joanne Froggatt (Downton Abbey). El duelo interpretativo entre ambos es lo mejor de la serie y cuesta ver (y mucho) al señor Gruffudd en un papel desagradable por primera vez (excluyendo el de gili que hace en San Andreas). Los matices en su interpretación y los cambios que registra (tan frío como encantador) para conseguir sus metas son de lo mejor que ha hecho. Y es que casi siempre ha protagonizado a buenos tipos: verlo aquí, en tal tesitura, asombra a un seguidor (como un servidor) aficionado a sus trabajos y puedo decir que hasta logra caer mal. Pero lo hace muy bien. Y Joanne Froggatt muestra unas tablas increíbles.
Resumiendo: serie que no pasará a la historia, pero que trata con profesionalidad un tema tabú de la sociedad que últimamente, por desgracia, sigue en boga. Además, sus actuaciones suben un poco más el listón de una producción entretenida.

7,2
48.845
8
4 de diciembre de 2019
4 de diciembre de 2019
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada más ver el inicio se aprecia que esta obra está hecha con un gusto exquisito, de una manera que está casi olvidada o extinguida. Es un fiel reflejo del cine clásico y de cómo se hacían las películas antaño, sin jolgorio estrepitoso y sin fuegos de artificio. Es cine puro, con sus cámaras en su lugar, con planos clásicos, con actores en estado de gracia y disfrutando de sus papeles y con un guión endiablado y divertido, heredero de Agatha Christie.
El culpable de esta vuelta a los clásicos es el director y guionista Rian Johnson (Looper) que se aleja de la ciencia ficción y nos lega una joya del cine de intriga, y por ende, del género de atrapar al asesino entre muchos sospechosos. Pero no sólo nos ofrece un ejercicio de sagacidad, si no que nos la muestra de forma cómica y sarcástica, con un puñado de personajes notables dotados cada uno de su móvil para poder llevar a cabo el asesinato del pater familias que interpreta un travieso Christopher Plummer (Elsa & Fred), un escritor de novelas de intriga y asesinatos (nuevo guiño a la maestra del género) adinerado que ve que su prole está perdiendo el norte para con su persona. Con este antecedente, ya podemos observar cómo se desarrolla la película. De esta forma, y de una manera peculiar se van presentando el resto de actores en la trama del crimen: Jamie Lee Curtis (Mentiras Arriesgadas), Michael Shannon (La Forma del Agua), Toni Collette (El Sexto Sentido), Don Johnson (Corrupción en Miami) y Chris Evans (Capitán América). He de decir que todos están geniales en esta familia tan peculiar. Pero restan los dos personajes que llevan casi todo el peso de la película y que no forman parte de esta familia: Ana de Armas (Blade Runner 2049) que representa a la única sospechosa fuera del ámbito familiar, y a la postre es la protagonista principal del filme en un grato y sorprendente papel; y por el otro lado el sagaz detective encarnado por un estupendo Daniel Craig (Casino Royale) alejado de su condición de tipo duro. Estos dos personajes, que por cierto el nombre del sabueso es Benoit Blanc, un guiño de nuevo a Christie, llevarán el peso de esta cinta coral donde todo es puro divertimento y cuya trama sube y baja para dejarnos con la vista fija hasta el desenlace final, jugando con el espectador con travesura y dejando una sonrisa en nuestra faz porque nos rememora al cine clásico de antaño, como el aroma del buen café recién salido de la cafetera en una fría mañana de otoño.
Es, a todas luces, una de las mejores películas del año y que se convierte por derecho propio en un clásico moderno inmediato. Un guiño a que se puede hacer gran cine sin mucho ruido y con una clase infinita.
El culpable de esta vuelta a los clásicos es el director y guionista Rian Johnson (Looper) que se aleja de la ciencia ficción y nos lega una joya del cine de intriga, y por ende, del género de atrapar al asesino entre muchos sospechosos. Pero no sólo nos ofrece un ejercicio de sagacidad, si no que nos la muestra de forma cómica y sarcástica, con un puñado de personajes notables dotados cada uno de su móvil para poder llevar a cabo el asesinato del pater familias que interpreta un travieso Christopher Plummer (Elsa & Fred), un escritor de novelas de intriga y asesinatos (nuevo guiño a la maestra del género) adinerado que ve que su prole está perdiendo el norte para con su persona. Con este antecedente, ya podemos observar cómo se desarrolla la película. De esta forma, y de una manera peculiar se van presentando el resto de actores en la trama del crimen: Jamie Lee Curtis (Mentiras Arriesgadas), Michael Shannon (La Forma del Agua), Toni Collette (El Sexto Sentido), Don Johnson (Corrupción en Miami) y Chris Evans (Capitán América). He de decir que todos están geniales en esta familia tan peculiar. Pero restan los dos personajes que llevan casi todo el peso de la película y que no forman parte de esta familia: Ana de Armas (Blade Runner 2049) que representa a la única sospechosa fuera del ámbito familiar, y a la postre es la protagonista principal del filme en un grato y sorprendente papel; y por el otro lado el sagaz detective encarnado por un estupendo Daniel Craig (Casino Royale) alejado de su condición de tipo duro. Estos dos personajes, que por cierto el nombre del sabueso es Benoit Blanc, un guiño de nuevo a Christie, llevarán el peso de esta cinta coral donde todo es puro divertimento y cuya trama sube y baja para dejarnos con la vista fija hasta el desenlace final, jugando con el espectador con travesura y dejando una sonrisa en nuestra faz porque nos rememora al cine clásico de antaño, como el aroma del buen café recién salido de la cafetera en una fría mañana de otoño.
Es, a todas luces, una de las mejores películas del año y que se convierte por derecho propio en un clásico moderno inmediato. Un guiño a que se puede hacer gran cine sin mucho ruido y con una clase infinita.
9
20 de noviembre de 2019
20 de noviembre de 2019
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
BBC nos entrega una serie de alta calidad, con una profusa recreación histórica y artística de la Inglaterra post I Guerra Mundial narrada con tesón y habilidad para hacernos llegar una creíble narración sobre el nacimiento de una familia de gánsters, la Shelby, que va medrando hasta hacerse con el control de la ciudad de Birmingham.
Con una poderosa factura visual, Peaky Blinders se incrusta en la retina del espectador y nos hace partícipes de la evolución de un siglo tan convulso como el XX, con profusión de detalles en la vida urbana, en la moda de la época y en la atmósfera tan plomiza que crean las fábricas que hasta parece que podemos mascar el hollín que supuran las chimeneas de las diferentes factorías que llenaban las ciudades británicas de esos años. Steven Knight (Locke) nos regala una serie que si no es puramente fiel a la historia que narra se aproxima un 99% a lo que podrían ser esos años. Y dejando de lado la recreación, este mismo Knight nos presenta un guión bien desarrollado, con ritmo cadente, y no plomizo, insuflando a la serie en cada uno de sus episodios de casi 60 minutos un interés que va más allá de sus más que creíbles personajes: parece que tiene cafeína y engancha como buen café portugués. Hablando de estos personajes, criados en las calles más adustas de esa Ingleterra tan fría pero a la vez tan candente hemos de echar un ojo a sus protagonistas en un plantel que lidera el siempre estupendo Cillian Murphy (28 Días Después), el veterano Sam Neill (Parque Jurásico), el iracundo Paul Anderson (Sherlock Holmes: Juego de Sombras), la fría Annabelle Wallis (La Momia -2017-) y, quizás la mejor interpretación de todos ellos con una aportación sobresaliente como la matriarca del clan, Helen McCrory (Skyfall).
Con todos sus componentes bien engranados: actores, historia, guión, ambientación... Y la música, que es un componente atractivo que mezcla sabiamente melodías modernas con lo que se estilaba en la época. Steven Knight nos lega una serie que ya pasará a los anales de la historia catódica como una de las mejores producciones del siglo XXI. Y aún le queda cuerda para rato.
Con una poderosa factura visual, Peaky Blinders se incrusta en la retina del espectador y nos hace partícipes de la evolución de un siglo tan convulso como el XX, con profusión de detalles en la vida urbana, en la moda de la época y en la atmósfera tan plomiza que crean las fábricas que hasta parece que podemos mascar el hollín que supuran las chimeneas de las diferentes factorías que llenaban las ciudades británicas de esos años. Steven Knight (Locke) nos regala una serie que si no es puramente fiel a la historia que narra se aproxima un 99% a lo que podrían ser esos años. Y dejando de lado la recreación, este mismo Knight nos presenta un guión bien desarrollado, con ritmo cadente, y no plomizo, insuflando a la serie en cada uno de sus episodios de casi 60 minutos un interés que va más allá de sus más que creíbles personajes: parece que tiene cafeína y engancha como buen café portugués. Hablando de estos personajes, criados en las calles más adustas de esa Ingleterra tan fría pero a la vez tan candente hemos de echar un ojo a sus protagonistas en un plantel que lidera el siempre estupendo Cillian Murphy (28 Días Después), el veterano Sam Neill (Parque Jurásico), el iracundo Paul Anderson (Sherlock Holmes: Juego de Sombras), la fría Annabelle Wallis (La Momia -2017-) y, quizás la mejor interpretación de todos ellos con una aportación sobresaliente como la matriarca del clan, Helen McCrory (Skyfall).
Con todos sus componentes bien engranados: actores, historia, guión, ambientación... Y la música, que es un componente atractivo que mezcla sabiamente melodías modernas con lo que se estilaba en la época. Steven Knight nos lega una serie que ya pasará a los anales de la historia catódica como una de las mejores producciones del siglo XXI. Y aún le queda cuerda para rato.
10 de diciembre de 2024
10 de diciembre de 2024
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El epílogo que el legendario Indiana Jones merece se enmarca en una película fiel a los signos de identidad de la saga donde hallamos persecuciones, acción, velocidad, humor y arqueología. El cóctel ideal de todas estas películas que hace un homenaje al pasado del personaje y que deja cierto poso a cine de los 80 y 90.
James Mangold (Logan) se encarga de cerrar la saga de manera muy convincente y dejando patente que esto es una despedida de verdad con el homenaje como razón de ser de la cinta y con un guion muy similar a los ya vistos en anteriores entregas. Aún así, se nota que la llama de la pasión sigue en el relato y como si fuera una asignatura pendiente en los relatos y hechos del arqueólogo, una reliquia y una historia basadas en la antigüedad clásica merecían tener un encuentro con Indiana Jones. Dicho y hecho: Grecia y Roma cierran el círculo de la saga de aventuras por antonomasia. Y lo hace con uno de los objetos más increíbles que los antiguos griegos idearon.
Harrison Ford (Air Force One) hace un esfuerzo titánico y vuelve a ponerse el sombrero y blandir el látigo para deleite de los fans. Junto a él, como mayúsculo villano el siempre a considerar Mads Mikkelsen (La Tierra Prometida) como robaescenas profesional. Phoebe Waller-Bridge (Fleabag) como una especie de heredera de la personalidad de Indiana Jones cumple como perfecta granuja. Antonio Banderas (Asesinos), John Rhys-Davies (El Templo del Oro), Thomas Kretschmann (King Kong de Peter Jackson), Toby Jones (Amazing Grace), Boyd Holbrook (Caminando entre las Tumbas) y Karen Allen (Los Fantasmas Atacan al Jefe) completan un amplio reparto que cumple con el cometido de finiquitar esta franquicia tan bien avenida.
El Dial del Destino cumple con creces y aunque no iguala a las 3 primeras entregas de la saga, es más solvente y entretenida que producciones como Uncharted o Tomb Raider, con una historia más sólida y formal y que se desarrolla sin apenas dejar un respiro en sus 150 minutos de metraje. Indy merecía un final acorde con su leyenda, con un desenlace que encaja con su personalidad y que a pesar de algunos vaivenes en la trama, sube el nivel según avanza hacia su final. Y siempre con un nivel de entretenimiento alto.
James Mangold (Logan) se encarga de cerrar la saga de manera muy convincente y dejando patente que esto es una despedida de verdad con el homenaje como razón de ser de la cinta y con un guion muy similar a los ya vistos en anteriores entregas. Aún así, se nota que la llama de la pasión sigue en el relato y como si fuera una asignatura pendiente en los relatos y hechos del arqueólogo, una reliquia y una historia basadas en la antigüedad clásica merecían tener un encuentro con Indiana Jones. Dicho y hecho: Grecia y Roma cierran el círculo de la saga de aventuras por antonomasia. Y lo hace con uno de los objetos más increíbles que los antiguos griegos idearon.
Harrison Ford (Air Force One) hace un esfuerzo titánico y vuelve a ponerse el sombrero y blandir el látigo para deleite de los fans. Junto a él, como mayúsculo villano el siempre a considerar Mads Mikkelsen (La Tierra Prometida) como robaescenas profesional. Phoebe Waller-Bridge (Fleabag) como una especie de heredera de la personalidad de Indiana Jones cumple como perfecta granuja. Antonio Banderas (Asesinos), John Rhys-Davies (El Templo del Oro), Thomas Kretschmann (King Kong de Peter Jackson), Toby Jones (Amazing Grace), Boyd Holbrook (Caminando entre las Tumbas) y Karen Allen (Los Fantasmas Atacan al Jefe) completan un amplio reparto que cumple con el cometido de finiquitar esta franquicia tan bien avenida.
El Dial del Destino cumple con creces y aunque no iguala a las 3 primeras entregas de la saga, es más solvente y entretenida que producciones como Uncharted o Tomb Raider, con una historia más sólida y formal y que se desarrolla sin apenas dejar un respiro en sus 150 minutos de metraje. Indy merecía un final acorde con su leyenda, con un desenlace que encaja con su personalidad y que a pesar de algunos vaivenes en la trama, sube el nivel según avanza hacia su final. Y siempre con un nivel de entretenimiento alto.

5,7
5.945
7
13 de noviembre de 2024
13 de noviembre de 2024
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que ante todo y sobre todo es singular. Una especie minimalista del género del surrealismo en el siglo XXI, con reminiscencias de Amanece que no Es Poco por el planteamiento tan descabellado que muestra, tan inclasificable como la obra del señor Cuerda, pero yendo por derroteros más cercanos al thriller y al drama, aunque se consideren algunas situaciones cómicas... que hay que analizar por el estado de ese protagonista tan extraño como atormentado.
Rodrigo Cortés (Buried) arriesga con esta adaptación de la novela de Enrique Rubio escribiendo el guion y dirigiendo. Pone la carne en el asador para poder sacar adelante tan extraña empresa y logra crear una película que da que pensar, lanzando preguntas al espectador para que se devane los sesos intentando descifrar lo que tiene ante sí. Tal riesgo puede incidir en la opinión final del respetable, porque no es una cinta fácil, compleja en su mensaje pero que no deja indiferente. Igualmente, la puesta en escena es estupenda, con partes muy bien rodadas, un gran montaje y música acorde a lo que se relata. El guion logra acompañar el viaje con acierto y nos muestra de lleno la psique de un personaje roto por dentro y por fuera.
Este personaje está perfectamente interpretado por Mario Casas (Adiós), que se mete en la piel de alguien destrozado que tiene una única misión, u obsesión: entrar en la cárcel. Para ello, comete delitos adrede para poder ser encarcelado. Es en este tramo de película donde se aprecia mayor potencial y atracción de la película, donde las situaciones surrealistas se suceden y la intriga aumenta. Anna Castillo (El Olivo) sufre las consecuencias del estado de su hermano y presenta una buena actuación. Les secundan un irascible (y genial) José Sacristán (Magical Girl), Blanca Portillo (Maixabel), David Lorente (Antidisturbios), Juanjo Puigcorbé (El Amor Perjudica Seriamente la Salud), Willy Toledo (Siete Vidas) o el francés José García (Arcadia).
Escape es una producción arriesgada, diferente, que dará que pensar al espectador y no dejará indiferente por su propuesta y puesta en escena y por ese final que tendrá diferentes puntos de vista. Tal extrañeza provoca que sea una película difícil de olvidar por el mensaje que entrega y por mostrar un personaje tan atormentado como singular. Una rara avis en estos tiempos modernos del cine.
Rodrigo Cortés (Buried) arriesga con esta adaptación de la novela de Enrique Rubio escribiendo el guion y dirigiendo. Pone la carne en el asador para poder sacar adelante tan extraña empresa y logra crear una película que da que pensar, lanzando preguntas al espectador para que se devane los sesos intentando descifrar lo que tiene ante sí. Tal riesgo puede incidir en la opinión final del respetable, porque no es una cinta fácil, compleja en su mensaje pero que no deja indiferente. Igualmente, la puesta en escena es estupenda, con partes muy bien rodadas, un gran montaje y música acorde a lo que se relata. El guion logra acompañar el viaje con acierto y nos muestra de lleno la psique de un personaje roto por dentro y por fuera.
Este personaje está perfectamente interpretado por Mario Casas (Adiós), que se mete en la piel de alguien destrozado que tiene una única misión, u obsesión: entrar en la cárcel. Para ello, comete delitos adrede para poder ser encarcelado. Es en este tramo de película donde se aprecia mayor potencial y atracción de la película, donde las situaciones surrealistas se suceden y la intriga aumenta. Anna Castillo (El Olivo) sufre las consecuencias del estado de su hermano y presenta una buena actuación. Les secundan un irascible (y genial) José Sacristán (Magical Girl), Blanca Portillo (Maixabel), David Lorente (Antidisturbios), Juanjo Puigcorbé (El Amor Perjudica Seriamente la Salud), Willy Toledo (Siete Vidas) o el francés José García (Arcadia).
Escape es una producción arriesgada, diferente, que dará que pensar al espectador y no dejará indiferente por su propuesta y puesta en escena y por ese final que tendrá diferentes puntos de vista. Tal extrañeza provoca que sea una película difícil de olvidar por el mensaje que entrega y por mostrar un personaje tan atormentado como singular. Una rara avis en estos tiempos modernos del cine.
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