La definición de canallas no se la aplicaría a estos personajes. Según mi punto de vista, son seres sacados de la realidad cotidiana de los barrios humildes. Son hijos de la trampa que fabrican los tramposos, eso que responde a la canción de VíctorManuel: "el hombre que inventó la caridad,inventó al pobre y le dio pan..."
Dentro de cada personaje hay varios, aunque los de Luis Tosar y Daniel Guzmán en realidad son el armazón, la réplica para que Joaquín González desarrolle su talento. La actriz que hace de su madre está en su papel, incluso habla con cierta resonancia y pomposidad, para que se entienda todo perfectamente, básicamente su hijo, un jeta con doctorado honoris causa.
No rezuma originalidad ni el argumento es mínimamente complejo, más bien parece abocado a ese final en el sempiterno paraiso del pensionista que es Benidorm, pero resulta rocambolesco su desarrollo, como muchas pompas de jabón que se diluyen cuando explotan, dejando ese poso de que no todo en el cine tiene que ser de héroes o planes trazados con compás y cartabón, que en los barrios hay talento y, cómo no, también algunos cerebros mercantiles que viven por el morro. Igual que los ricos.

Me parece un culebrón con aspiraciones de cine negro pero falto de imaginación, en el que mi admirado Antonoo Dechent no sabe por dónde salir. Una historia repetida que da vueltas y vueltas para acabar en un final de fuegos de artificio; sin intriga ni siquiera morbo, con tintes de violencia nada originales ni giros sorprendentes. Todos malos muy malos, de modo que hasta los menos malos lo son porque prefieren la droga de siempre que una de diseño "porque es veneno para el barrio"; o sea todo se debate entre lo malo y lo peor. Al principio trata de justificar la caída de estos hombres con la devaluación del cemento que los ha dejado tirados. En fin...

Puan es una película curiosa. Te mete en la filosofía como en la cocina o en el baño.
Te presenta la realidad de un país con unos cuantos brochazos cotidianos, de circunstancia, pero que son vitales para funcionar y también para existir: la película también nos muestra la diferencia.
Te sumerge en el Hobbes más oscuro frente las ideas emancipadoras de Spinoza, te opone el buenismo de Rosseau a los excesos de otros que se consideran pergeñadores de vanguardias, porque el supuesto progreso se basa en la desigualdad.
Y todo lo retrata en un cuadro donde aparecen los compañeros, alumnos, familia, la señora acomodada que tiene sus caprichos o inquietudes filosóficas... y en la rivalidad entre el hombre brillante que viene a asaltar la cotidianidad de su anterior vida, arrastrando a su paso a los que están ahí.
El protagonista empieza rechazando lo que es ajeno a su mundo,  pero acaba por tener que aceptar el de otros. Esa esquizofrenia inmersiva de una sociedad que nos compone como piezas de su engranaje.
Están muy bien dibujados e interpretados los personajes: Marcelo Subiotto, para mí un descubrimiento de actor. Con pocas pinceladas, pasa del resentimiento a la ternura, de la brillantez en clase a la opacidad fuera de ella, del anonimato a ser su propia reivindicación.
Leonardo Sbaraglia también se ciñe muy bien a su papel de encantador de serpientes, o  de simples humanos, con su brillante impostura.
Mara Bestelli, cada gesto es un regalo, así como Julieta Zylberberg están estupendas, naturales...
Como fondo, las corruptelas, la especulación, los tejemanejes para sacar unos dólares, del prójimo y a ser posible del país...
Y como pincelada final el retorno a lo sencillo, a lo primigenio, a esa memoria que a veces nada tiene que ver y que lo dice todo de uno mismo.

Para empezar, me resultó entretenida. Cierto es que el terror brilla por su ausencia, es más, casi te pones de parte del homicida, tan cargantes resultan estos turistas de brocha gorda.
Las interpretaciones se ajustan a lo que pide la cinta, y la fotografía colorista de la ciudad se acopla totalmente a la imagen que tenemos de ella.
Falta suspense; tanto da que sea uno u otro el o los asesinos, pero no es incómoda de ver, se diría que Alex nos regala un paseo por la Venecia de callejones e intramuros y nos hace una exposición de lo que es el turismo de masas y el impacto que tiene... en la retina de quienes lo son o lo hayan sido alguna vez. Quizá sirva para que la gente adquiera al menos un poco de conciencia de los lugares a donde viaja.
Tal vez le sobra precipitación en el desenlace porque falta argumento, y esto aboca a la película a que sea poco o nada sorprendente.
Esperaba más fuegos de artificios al final, siguiendo la costumbre de su director y es lo que más me sorprendió, justamente, la sobriedad con que echa el cierre. Igrid Garcia Johnson y Silvia Alonso , creíbles en sus papeles. Me agradó volver a ver a Enrico Lo Verso, actor de La carta esférica y las 13 rosas, del que siempre me ha gustado su intensidad y la manera de abordar los papeles.
En resumen, la pelicula da lo que una despedida de solter@. Cuiden Venecia.

Pelicula sin más (ni menos) pretensiones que pasarlo bien. Y lo consigue; por tanto, objetivo cumplido.
Las coreografías y cómo cantan los chavales ponen las pilas a cualquiera. Buen planteamiento y ausencia de ñoñerías.
Dicho esto, mucho mejor los chavales que los adultos. Estos cumplen con su cometido pero la chispa, imaginación y buen hacer la ponen estos jóvenes actores , que no chirrían en ningún caso.
El chaval que hace el papel de Luis, robocop, genial. Tiene magia en sus ojos, en su naturalidad... pura dinamita.
El que hace de Dani Rovira adolescente, para entendernos, clava la esencia de su papel de tímido, incluso apocado, ante cualquier posible transgresión de las normas, pero implicado como el que más. Los dos jóvenes protagonistas son simpaticos, eléctricos, caen bien y no se pasan de rosca. Es fácil identificarse con su ilusión, sus ganas... su inocencia entre pícara e ingenua donde, como casi siempre, las chicas son las se llevan el gato al agua.
No tiran de estereotipos. En la clase hay para todos los gustos y el profe está fantástico.
Las canciones, por supuesto, levantan el ánimo y te dan ganas de salir a bailar.
A veces incluso querrías que llegasen hasta el final. Bien dosificadas. Buen sonido.
Baja la película de intensidad con la "sosería" que la madurez impone; aquí el argumento flojea porque hay que cerrar la historia y todo se vuelve más convencional... y menos convincente. Pero es lo de menos.
Acaba por triunfar la frescura de los primeros años y el recuerdo de los Hombres G.