Al fin he conseguido verla en DVD (¡qué pereza me daba irla a ver al cine y encima doblada!) y debo decir que me he encontrado más o menos con lo que esperaba, una comedia perfectamente olvidable, que suena a falsa (Bardem se nota que a veces está demasiado pendiente de hablar bien inglés dentro de sus posibilidades), y llena de tópicos sobre lo español propios de la mirada superficial de alguien que no tiene ni idea de donde está (en toda la peli no se oye ni una palabra en catalán). Además flojea incluso como spot turístico, pues Barcelona se muestra en realidad bastante poco con esos ángulos de camara cerrados y esa fotografía convencionalmente apastelada y como de publireportaje de los de antes y rodado en 16 milímetros. Ahora, eso sí, supongo que el alcalde y el Roures este estarán contentos, porque a pesar de todo el nombre de Barcelona ha sonado por ahí y muchos de los que habrán visto la peli o habrán oído su título vendrán a la ciudad creyendo que se van a encontrar con una especie de idílica Toscana a la catalana. Pero lo que se van a encontrar es una de las ciudades más densas del mundo, llena de coches, carteristas que roban a los turistas, precios desorbitantes, y especulación inmobiliaria por un tubo; aunque, eso sí, con algún que otro edificio modernista de por medio. Y ahora hablemos de mi adorada Scarlett Johansson, desgraciadamente aquí demasiado sosa (¡que diferencia con su papel en esa obra maestra que es Match Point!). ¿Lo mejor? Una Penelope Cruz en un papel que recuerda a una Sofía Loren napolitana y un poco desquiciada. Y lo peor: muchas cosas, pero me quedaría con esa pesadísima, distanciadora, y reiterativa voz en off (y que da la idea de lo poco inspirado que estuvo Woody a la hora de elaborar el guión).

El enésimo artefacto pirotécnico diseñado por la factoría Marvel para reventar las taquillas mundiales. Se consume como una hiper hormonada hamburguesa Big Mac y se olvida igual de fácil.
Aunque la primera peli de la saga me gustó bastante, esta mediocre secuela parece la exploración de un metaverso de juguetería de plástico por un chimpancé lobotomizado. Me ha llamado la atención el irritante empeño de incluir en el mayor número de planos posible a hispanos, afroamericanos, chinos, musulmanas con pañuelo, homosexuales, etc. a fin de ser lo más inclusivo posible y que todo el mundo que paga su entrada pueda sentirse representado.
Si fuera solo un engendro artificioso, infantiloide, y vacío aun tendría un pase, pero resulta que además es un bodrio inenarrable.

Aunque no me gusta demasiado el cine religioso y nunca la he visto entera, cada vez que la echan por la tele zapeo un rato para ver algunas escenas, porque esta película sobre la vida de Jesucristo es una autentica gozada para los ojos; es raro ver un plano general que no esté compuesto como un primoroso retablo paisajístico pintado por alguno de los grandes maestros del arte religioso de los últimos siglos, con esos contrastes entre luz dorada y sombras y esos cielos majestuosos y salpicados de nubes. He leído que buscando la grandiosidad adecuada, los creadores de la peli decidieron reconstruir la Palestina de hace dos mil años en los bellísimos paisajes semidesérticos y vírgenes de Estados Unidos donde se han rodado tantas películas del oeste (en algún que otro plano me da la sensación de que va a aparecer una diligencia por una esquina). Algún día espero verla entera, aunque tendrá que ser en Bluray o nada.

Hasta que acaban construyendo la bomba atómica y la lanzan por duplicado sobre Japón la cosa se sigue con bastante interés; pero a partir se ahí la película se me ha hecho larguísima y aburrídisima, y no me ha quedado más remedio que darle a la tecla Forward hasta plantarme prácticamente en el final. Conclusión: a pesar de la buena reconstrucción de época, el buen look visual, y la narrativa elegante (casi siempre hay una música de fondo que es como un pegamento que lo une todo), el megalómano Nolan ha vuelto ha hacer una película insoportablemente larga y a la que le sobran por lo menos tres cuartos de hora (de cansinos diálogos sobre todo) en la parte final. Cómo añoro la concisión y capacidad de síntesis de las películas del Hollywood clásico de los 40 o 50.

En esta segunda película de su carrera un precoz Bertolucci de solo 22 años se inspira en los modos de la Nouvelle Vague y en el Godard más pizpireto, bombardeando al espectador con un montaje alejado de las convenciones, y haciendo uso de constantes primeros planos, zooms, y otros imaginativos movimientos de cámara. ¿Y para contarnos qué? Pues una historia bastante aburrida y supuestamente poética (y con un poco de morralla política marxistoide y pretenciosa de por medio) que se me ha hecho interminable. Lo mejor: los bonitos escenarios de Parma y alrededores filmados en blanco y negro por el mismo director de fotografía (Aldo Scavarda) de la genial La Aventura.