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7,0
28.026
10
22 de diciembre de 2018
22 de diciembre de 2018
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el año 2013, Alfonso Cuarón rompió esquemas al recrear de manera milimétrica los viajes al espacio con Gravity, cinta que le valió, entre muchos otros reconocimientos, el Oscar como mejor director. Cinco años después, el cineasta aterriza su ingenio en el planeta Tierra, específicamente en la colonia Roma, ubicada en el entonces “De Efe” del México setentero, lugar en el cual él mismo pasó su infancia. Titulando su obra precisamente con el nombre de aquel asentamiento de la capital mexicana, el filme es una crónica íntima de la vida de una familia clasemediera en el año 1970 a través de los ojos de Cleo, una empleada doméstica de origen indígena que dejó su pueblo natal para trabajar “de planta” en la casa de la señora Sofía, el señor Antonio y sus cuatro hijos. Así, la joven intentará insertarse en una complicada dinámica familiar y lidiar al mismo tiempo con sus propios problemas personales. Mientras tanto, en las calles la represión y el oficialismo siguen siendo una constante en el país.
Filmada en un moderno blanco y negro de 65 mm en formato digital, la recreación de la vida cotidiana de la familia se realiza de manera artesanal, desde la primera escena el espectador sabe que está a punto de presenciar algo especial, una cinta diferente. De esta forma, el proyecto personalísimo de Cuarón lleva su impronta en todos sentidos siendo el mismo director, guionista, fotógrafo y productor de la que quizás será su película más relevante. La película inicia con un ritmo pausado y en su mayoría contemplativo que permite al espectador conocer casi a cuenta gotas la dinámica laboral y sentimental de Cleo, la cual en realidad no tiene nada fuera de lo común: limpiar la casa, lavar trastes, cuidar a los niños y salir a pasear en domingo. No obstante, la historia adquiere velocidad cuando la aparición de un pretendiente y la misteriosa ausencia del señor de la casa cambian completamente la vida de la protagonista. Después de eso, el filme alcanza un clímax vertiginoso que culminará con dos partes: una trágica y otra cuasi heroica.
Es así como todo lo relacionado con Roma es romanticismo puro, incluso la exclusividad impuesta por Netflix que obligó a buscar su exhibición en funciones independientes hizo que el trabajo de Cuarón se pudiera observar en salas más íntimas, precisamente como aquellas que existían hace décadas, antes de que llegaran los grandes multiplex para apropiarse del mercado. Por otra parte, el dejar todo el peso histriónico en un elenco que en su mayoría no son actores profesionales fue una apuesta arriesgada que dejó excelentes réditos para aumentar el realismo y emotividad de la historia, destacando en este punto el trabajo de Yalitza Aparicio, una mujer de ascendencia mixteca que supo interpretar de buena manera a Cleo a pesar de no contar con experiencia como actriz.
Tomando en cuenta el cúmulo de momentos y sensaciones que este filme logran despertar en el espectador, la realidad es que resulta muy difícil explicarla una vez que se abandona la sala. Si bien el argumento resulta ser bastante simple, la manufactura de Cuarón es impresionante, con planos secuenciales espectaculares y con un par de escenas que llegan de forma tan trepidante que son capaces de tocar las fibras más sensibles de todo el público. La narrativa tampoco se queda atrás, puesto que desde el ámbito micro (el seno de una familia en plena crisis), el cineasta logra contextualizar el macro de la sociedad mexicana de los setentas: la llegada de Echeverría al poder, la propaganda política, la represión, abusos del gobierno, despojo de tierras tanto por particulares y el mismo estado. Así, Roma no pretende ser una reivindicación de derechos un estrato social, ni mucho menos justificar relaciones clientelistas, sino más bien la descripción de una realidad desde un punto de vista muy personal realizada con tal maestría que permite evocar imágenes y sonidos de un pasado que de manera casi inadvertida se ha ido desvaneciendo.
Aunque ha dividido opiniones y causado controversias en relación a si el “fenómeno” es real o fabricado, Roma tiene un mérito que nadie puede discutir: por fin el cine mexicano está dando algo bueno y relevante de qué hablar dentro y fuera de sus fronteras. Así, a pesar de no tratarse de una película “entretenida” en sentido convencional, ha logrado fijar la atención de muchísima gente que en condiciones normales no se tomaría la molestaría de salirse de su cine preferido para poder verla en la pantalla grande, o que ni siquiera consideraría elegirla como una opción para pasar un par de horas en la sala de su casa a través de la plataforma de Netflix. Por lo tanto, ya quedará bajo el criterio de cada espectador realizar su propia valoración de la cinta, tomando en cuenta que la mejor forma de sacar conclusiones será viéndola, de preferencia en una pantalla de cine, solo así la experiencia será completa.
Calificación: TÚ DECIDES.
Filmada en un moderno blanco y negro de 65 mm en formato digital, la recreación de la vida cotidiana de la familia se realiza de manera artesanal, desde la primera escena el espectador sabe que está a punto de presenciar algo especial, una cinta diferente. De esta forma, el proyecto personalísimo de Cuarón lleva su impronta en todos sentidos siendo el mismo director, guionista, fotógrafo y productor de la que quizás será su película más relevante. La película inicia con un ritmo pausado y en su mayoría contemplativo que permite al espectador conocer casi a cuenta gotas la dinámica laboral y sentimental de Cleo, la cual en realidad no tiene nada fuera de lo común: limpiar la casa, lavar trastes, cuidar a los niños y salir a pasear en domingo. No obstante, la historia adquiere velocidad cuando la aparición de un pretendiente y la misteriosa ausencia del señor de la casa cambian completamente la vida de la protagonista. Después de eso, el filme alcanza un clímax vertiginoso que culminará con dos partes: una trágica y otra cuasi heroica.
Es así como todo lo relacionado con Roma es romanticismo puro, incluso la exclusividad impuesta por Netflix que obligó a buscar su exhibición en funciones independientes hizo que el trabajo de Cuarón se pudiera observar en salas más íntimas, precisamente como aquellas que existían hace décadas, antes de que llegaran los grandes multiplex para apropiarse del mercado. Por otra parte, el dejar todo el peso histriónico en un elenco que en su mayoría no son actores profesionales fue una apuesta arriesgada que dejó excelentes réditos para aumentar el realismo y emotividad de la historia, destacando en este punto el trabajo de Yalitza Aparicio, una mujer de ascendencia mixteca que supo interpretar de buena manera a Cleo a pesar de no contar con experiencia como actriz.
Tomando en cuenta el cúmulo de momentos y sensaciones que este filme logran despertar en el espectador, la realidad es que resulta muy difícil explicarla una vez que se abandona la sala. Si bien el argumento resulta ser bastante simple, la manufactura de Cuarón es impresionante, con planos secuenciales espectaculares y con un par de escenas que llegan de forma tan trepidante que son capaces de tocar las fibras más sensibles de todo el público. La narrativa tampoco se queda atrás, puesto que desde el ámbito micro (el seno de una familia en plena crisis), el cineasta logra contextualizar el macro de la sociedad mexicana de los setentas: la llegada de Echeverría al poder, la propaganda política, la represión, abusos del gobierno, despojo de tierras tanto por particulares y el mismo estado. Así, Roma no pretende ser una reivindicación de derechos un estrato social, ni mucho menos justificar relaciones clientelistas, sino más bien la descripción de una realidad desde un punto de vista muy personal realizada con tal maestría que permite evocar imágenes y sonidos de un pasado que de manera casi inadvertida se ha ido desvaneciendo.
Aunque ha dividido opiniones y causado controversias en relación a si el “fenómeno” es real o fabricado, Roma tiene un mérito que nadie puede discutir: por fin el cine mexicano está dando algo bueno y relevante de qué hablar dentro y fuera de sus fronteras. Así, a pesar de no tratarse de una película “entretenida” en sentido convencional, ha logrado fijar la atención de muchísima gente que en condiciones normales no se tomaría la molestaría de salirse de su cine preferido para poder verla en la pantalla grande, o que ni siquiera consideraría elegirla como una opción para pasar un par de horas en la sala de su casa a través de la plataforma de Netflix. Por lo tanto, ya quedará bajo el criterio de cada espectador realizar su propia valoración de la cinta, tomando en cuenta que la mejor forma de sacar conclusiones será viéndola, de preferencia en una pantalla de cine, solo así la experiencia será completa.
Calificación: TÚ DECIDES.

6,3
14.933
4
2 de agosto de 2016
2 de agosto de 2016
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
De la mano de la debutante directora Thea Sharrock llega el que bien podría ser considerado el chick flick del verano. Basada en el best seller del mismo nombre escrito por Jojo Moyes (quién también fue la guionista de la película), Me Before You relata la historia de Lou Clark, una joven a mediados de sus veinte que por cuestiones económicas se ve obligada a aceptar un trabajo consistente en cuidar Will Traynor, un joven magnate que queda cuadripléjico después de un accidente. Mientras que Lou tiene un carácter alegre, cordial y un poco inocente, Will está hundido en la depresión, la cual sobrelleva con una actitud hostil para con quienes lo rodean. Como era de esperarse, la ambivalencia de caracteres es superada por la convivencia diaria haciendo que ambos personajes se enamoren el uno del otro.
Como historia, la realidad es que la cinta no aporta elemento nuevo alguno considerando otras películas del género, en las cuales la enfermedad y la muerte rondan el amor entre dos personas para agregar dramatismo e impacto a un “cuento de amor” (The Fault in Our Stars, If I Stay, A walk to Remember, P.S. I love You y un interminable etcétera). De hecho, Me Before You podría incluso considerarse como una adaptación del cuento de la Bella y la Bestia. El “príncipe” rico que tenía una vida perfecta se encuentra confinado en un castillo por un impedimento físico, mientras que sus seres queridos pretenden salvarlo trayendo a su vida a una joven que lo enamorará con sus encantos para evitar que “el hechizo fatal” se cumpla.
Por lo tanto, y como es de esperarse, la película está llena de elementos sentimentales excesivos, lo cual hace que la actuación de Emilia Clarke (Daenerys Targaryen de Game of Thrones) resulte exagerada en su afán de ponerse el disfraz de la “princesa” Lou. Así, la protagonista es excesivamente cursi y peca de inocente en su intento de parecer simpática, lo cual más que hacerla “encantadora” la hace un personaje irreal y sobreactuado. En contra parte, la actuación de Sam Claflin (Finnick de la saga de The Hunger Games) convence un poco más en el papel de Will, aunque su trabajo no llega a ser para nada sobresaliente. En cuanto al resto del reparto, los cuales cumplen con su función, se incluye a Matthew Lewis (Neville en la saga the Harry Potter) como el novio narcisista de Lou, un personaje obsesionado por el ejercicio que sorpresivamente se ve reemplazado por un hombre en silla de ruedas. Asimismo, participa Jenna Coleman (Clara en la serie de televisión Doctor Who) como Treena, la inteligente hermana de Lou, así como Janet Mc Teer (Albert Nobbs) y Charles Dance (Tywin Lannister de Game of Thrones) como los padres de Will, quienes sobresalen un poco más del resto del reparto.
Es así como el elemento crucial (y bastante trillado) del que se vale el guión para dotar de dramatismo e impacto a la historia a la historia es, más que la discapacidad de Will, incluir el peligro de muerte en la trama para llevar así al espectador, entre risas y lágrimas, a un final inesperado. Así, aunque cumple con su cometido como película del género, la cinta tiene un pecado que puede llegar a ser imperdonable, ya que uno espera que las historias de amor de este tipo por lo menos tengan un final alentador PARA TODOS. De hecho, la película sí deja un buen mensaje al público invitándolo a vivir la vida al máximo y a aprovechar cada segundo; no obstante, en su afán de reforzar la moraleja no se preocupa por dejar un panorama bastante desalentador para aquellos que sufren algún tipo de discapacidad.
Lo anterior resulta un tanto decepcionante puesto que uno esperaría que la cinta enfocara su lección a los discapacitados en particular. Sin embargo, es importante resaltar que la culpa de esto es más bien de Jojo Moyes, autora del libro en el cual se basó el filme. A pesar de todo, la película cumple como lo que es: un chick flick bien hecho que sin ser brillante logra hacer reír, llorar y reflexionar al público. Por lo tanto, es una película ideal para verla en pareja.
Calificación: TÚ DECIDES.
Como historia, la realidad es que la cinta no aporta elemento nuevo alguno considerando otras películas del género, en las cuales la enfermedad y la muerte rondan el amor entre dos personas para agregar dramatismo e impacto a un “cuento de amor” (The Fault in Our Stars, If I Stay, A walk to Remember, P.S. I love You y un interminable etcétera). De hecho, Me Before You podría incluso considerarse como una adaptación del cuento de la Bella y la Bestia. El “príncipe” rico que tenía una vida perfecta se encuentra confinado en un castillo por un impedimento físico, mientras que sus seres queridos pretenden salvarlo trayendo a su vida a una joven que lo enamorará con sus encantos para evitar que “el hechizo fatal” se cumpla.
Por lo tanto, y como es de esperarse, la película está llena de elementos sentimentales excesivos, lo cual hace que la actuación de Emilia Clarke (Daenerys Targaryen de Game of Thrones) resulte exagerada en su afán de ponerse el disfraz de la “princesa” Lou. Así, la protagonista es excesivamente cursi y peca de inocente en su intento de parecer simpática, lo cual más que hacerla “encantadora” la hace un personaje irreal y sobreactuado. En contra parte, la actuación de Sam Claflin (Finnick de la saga de The Hunger Games) convence un poco más en el papel de Will, aunque su trabajo no llega a ser para nada sobresaliente. En cuanto al resto del reparto, los cuales cumplen con su función, se incluye a Matthew Lewis (Neville en la saga the Harry Potter) como el novio narcisista de Lou, un personaje obsesionado por el ejercicio que sorpresivamente se ve reemplazado por un hombre en silla de ruedas. Asimismo, participa Jenna Coleman (Clara en la serie de televisión Doctor Who) como Treena, la inteligente hermana de Lou, así como Janet Mc Teer (Albert Nobbs) y Charles Dance (Tywin Lannister de Game of Thrones) como los padres de Will, quienes sobresalen un poco más del resto del reparto.
Es así como el elemento crucial (y bastante trillado) del que se vale el guión para dotar de dramatismo e impacto a la historia a la historia es, más que la discapacidad de Will, incluir el peligro de muerte en la trama para llevar así al espectador, entre risas y lágrimas, a un final inesperado. Así, aunque cumple con su cometido como película del género, la cinta tiene un pecado que puede llegar a ser imperdonable, ya que uno espera que las historias de amor de este tipo por lo menos tengan un final alentador PARA TODOS. De hecho, la película sí deja un buen mensaje al público invitándolo a vivir la vida al máximo y a aprovechar cada segundo; no obstante, en su afán de reforzar la moraleja no se preocupa por dejar un panorama bastante desalentador para aquellos que sufren algún tipo de discapacidad.
Lo anterior resulta un tanto decepcionante puesto que uno esperaría que la cinta enfocara su lección a los discapacitados en particular. Sin embargo, es importante resaltar que la culpa de esto es más bien de Jojo Moyes, autora del libro en el cual se basó el filme. A pesar de todo, la película cumple como lo que es: un chick flick bien hecho que sin ser brillante logra hacer reír, llorar y reflexionar al público. Por lo tanto, es una película ideal para verla en pareja.
Calificación: TÚ DECIDES.

6,6
19.470
8
18 de junio de 2019
18 de junio de 2019
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ante la sorpresiva decisión de Bryan Singer de abandonar la dirección de Bohemian Rhapsody a mitad del rodaje, Dexter Fletcher (Eddie the Eagle) fue el elegido para relevarlo y sacar adelante el proyecto. El resultado es conocido por todos: cuatro premios de la academia y un sinnúmero de aficionados satisfechos con el trabajo final Singer/Fletcher. De esta forma, y a tan solo meses de que el biopic inspirado en Queen dejara de ser proyectado en las salas de cine, llega a carteleras una nueva película de Fletcher, en esta ocasión basada en la vida del emblemático y polémico Elton John.
Presentada como un relato contado por el propio artista acerca de su vida en una reunión de adictos, los pasajes más importantes de su vida se muestran como un musical lleno de magia y sobrenaturalidad, todos enmarcados con algunas de sus canciones más emblemáticas. Así, números al ritmo de The Bitch Is Back, Your Song, Tiny Dancer, Goodbye Yellow Brick Road y por supuesto Rocket Man llevarán al espectador a conocer la complicada evolución del músico, quien de ser un niño introvertido e incomprendido por sus padres fue capaz de convertirse en un ícono de los años setenta caracterizado por su extravagancia además de su gran talento.
Como es costumbre en este tipo de películas, y porque todo tiene su precio, el guion no arriesga y sigue la típica secuencia inicio-auge-caída-redención, ya que cuando el personaje se encuentra en el pináculo de su carrera, surgirán las terribles consecuencias de sus excesos, traiciones y la dificultad por asumir su homosexualidad, las cuales conseguirá sortear para continuar con su carrera y consolidarse como una estrella hasta el presente. No obstante lo anterior, la producción y cinematografía son extraordinarias, logrando contar una historia que permite conectar en ciertos momentos con el artista.
En lo que corresponde al reparto, Taron Egerton (Eddie the Eagle, Kingsman) se doctora como actor haciendo una interpretación sublime de Elton John, encargándose de darle su propio estilo incluso yendo más allá al cantar con su propia voz sus grandes éxitos. Por otra parte, Jamie Bell (quien hace 19 años encarnó a Billy Elliot) realiza un buen trabajo como Bernie Taupin, compositor y gran amigo del personaje. Completan el elenco Richard Madden (Bastille Day) como el antagónico John Reid y Bryce Dallas Howard (The Help, Jurassic World) como la indiferente madre de Elton, ambos cumpliendo con su rol de secundarios.
Aun cuando se trata de un filme de calidad innegable, no todo es perfecto en Rocketman. De hecho, resulta evidente que la intervención del propio Elton John en la producción le permitió asegurarse de que únicamente se revelaran aquellos detalles de su vida que quiso mostrar al público, por ejemplo, se dejan de lado sus conocidos ataques de ira y en realidad no se ahonda demasiado en aspectos más profundos sobre sus relaciones personales. Lo anterior hace que esta cinta se sienta un tanto superficial y corre el riesgo de que aquellos que no están familiarizados con las canciones del artista sean incapaces de engancharse con su historia. Por último, no se puede dejar de lado que es imposible compararla con Bohemian Rhapsody, llevando las de perder por la indudable popularidad que Queen tiene por encima de Elton John; a pesar de que Rocketman sin duda es una película que aborda un poco más en la intimidad del personaje para mostrar una catarsis que concluyó con la propia aceptación del músico a sí mismo.
Calificación: TÚ DECIDES.
Presentada como un relato contado por el propio artista acerca de su vida en una reunión de adictos, los pasajes más importantes de su vida se muestran como un musical lleno de magia y sobrenaturalidad, todos enmarcados con algunas de sus canciones más emblemáticas. Así, números al ritmo de The Bitch Is Back, Your Song, Tiny Dancer, Goodbye Yellow Brick Road y por supuesto Rocket Man llevarán al espectador a conocer la complicada evolución del músico, quien de ser un niño introvertido e incomprendido por sus padres fue capaz de convertirse en un ícono de los años setenta caracterizado por su extravagancia además de su gran talento.
Como es costumbre en este tipo de películas, y porque todo tiene su precio, el guion no arriesga y sigue la típica secuencia inicio-auge-caída-redención, ya que cuando el personaje se encuentra en el pináculo de su carrera, surgirán las terribles consecuencias de sus excesos, traiciones y la dificultad por asumir su homosexualidad, las cuales conseguirá sortear para continuar con su carrera y consolidarse como una estrella hasta el presente. No obstante lo anterior, la producción y cinematografía son extraordinarias, logrando contar una historia que permite conectar en ciertos momentos con el artista.
En lo que corresponde al reparto, Taron Egerton (Eddie the Eagle, Kingsman) se doctora como actor haciendo una interpretación sublime de Elton John, encargándose de darle su propio estilo incluso yendo más allá al cantar con su propia voz sus grandes éxitos. Por otra parte, Jamie Bell (quien hace 19 años encarnó a Billy Elliot) realiza un buen trabajo como Bernie Taupin, compositor y gran amigo del personaje. Completan el elenco Richard Madden (Bastille Day) como el antagónico John Reid y Bryce Dallas Howard (The Help, Jurassic World) como la indiferente madre de Elton, ambos cumpliendo con su rol de secundarios.
Aun cuando se trata de un filme de calidad innegable, no todo es perfecto en Rocketman. De hecho, resulta evidente que la intervención del propio Elton John en la producción le permitió asegurarse de que únicamente se revelaran aquellos detalles de su vida que quiso mostrar al público, por ejemplo, se dejan de lado sus conocidos ataques de ira y en realidad no se ahonda demasiado en aspectos más profundos sobre sus relaciones personales. Lo anterior hace que esta cinta se sienta un tanto superficial y corre el riesgo de que aquellos que no están familiarizados con las canciones del artista sean incapaces de engancharse con su historia. Por último, no se puede dejar de lado que es imposible compararla con Bohemian Rhapsody, llevando las de perder por la indudable popularidad que Queen tiene por encima de Elton John; a pesar de que Rocketman sin duda es una película que aborda un poco más en la intimidad del personaje para mostrar una catarsis que concluyó con la propia aceptación del músico a sí mismo.
Calificación: TÚ DECIDES.

7,0
24.769
8
1 de marzo de 2018
1 de marzo de 2018
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El “Triple Axel” es uno de los saltos más espectaculares y difíciles de ejecutar en el patinaje artístico, el cual consiste en dar tres giros en el sentido contrario a las agujas del reloj antes de volver a aterrizar en el hielo. Este movimiento únicamente ha sido realizado en Juegos Olímpicos por tres atletas: las japonesas Midori Ito en 1992 y Mao Asada en 2010; y la estadounidense Mirai Nagasu en los recién concluidos de PyeongChang. No obstante, la primera norteamericana capaz de ejecutar dicha hazaña fue Tonya Harding, quien en 1991 fue capaz de realizar el salto en unas competencias nacionales.
Desafortunadamente, Harding se hizo famosa no por sus proezas deportivas sino por haber estado implicada en el ataque sufrido por Nancy Kerrigan, una de sus rivales en la búsqueda de conformar el equipo de Estados Unidos que iría a las olimpiadas y que en 1994 fue golpeada con una barra de metal en la rodilla cuando salía de una rutina de entrenamiento. Tras una serie de investigaciones, resultó que Jeff Gillooly y Shawn Eckhardt, esposo y guardaespaldas de Tonya, fueron los autores intelectuales del ataque, situación que puso a la atleta en el ojo del huracán y que culminó con su inhabilitación de por vida para practicar dicho deporte a nivel profesional.
La historia de la “villana del patinaje” es llevada a la gran pantalla por el director Craig Gillespie (The Finest Hours, Million Dollar Arm) en un biopic que muestra la complejidad de un personaje que fue víctima de la violencia intrafamiliar durante toda su vida, situación que sin duda dejó huella dentro y fuera de la pista. Iniciando el relato desde la niñez del personaje, serán los mismos protagonistas quienes con su propia voz narrarán los hechos, cada uno desde su punto de vista y dejando que sea el mismo público quien juzgue su grado de culpabilidad en uno de los sucesos más bochornosos en la historia del deporte en los Estados Unidos.
Con un guion muy bien adaptado por Steven Rogers (P.S. I Love You, Love the Coopers) la historia se desarrolla con buen ritmo, presentando escenas de violencia intrafamiliar que transitan sobre la delgada línea entre lo cómico y lo trágico, y cuya gravedad se aligera con el tono sarcástico de los mismos narradores. Así, con escenas muy bien cuidadas en su edición para resaltar las habilidades de Tonya en la pista, sus realizadores dejan un sutil pero conciso mensaje acerca de los prejuicios y la falta de oportunidades que sufren aquellos quienes no cuentan con recursos económicos suficientes para encajar en disciplinas que, además de habilidad, exigen a sus atletas cumplir con requisitos banales relacionados con su imagen.
Margot Robbie (The Wolf of Wall Street, Suicide Squad) ofrece la mejor actuación en lo que va de su carrera, encarnando de forma extraordinaria a la polémica patinadora y a quien lo único que se le pudiera reprochar es no poder aparentar ser una adolescente en una parte de la película por el simple hecho de que su físico y edad ya no le dan para ello. Por otra parte, Allison Janney (The Hours, The Help) roba cámara ganándose la admiración (y el odio) del público como LaVona Golden, la madre de Tonya que sin duda quedará como una de las más perversas en la historia del cine. Completa el reparto Sebastian Stan (conocido por ser Winter Soldier en el MCU) como Jeff Gillooly, quien convence como el torpe y violento esposo de la protagonista. Merece una mención especial la pequeña Mckenna Grace (Gifted) quien vuelve a demostrar su gran talento interpretando a la protagonista durante su niñez.
El filme cumple con su cometido al mostrar cómo, un poco víctima de las circunstancias y otro tanto por ser incapaz de poner en orden su vida, Tonya Harding se convirtió en el blanco perfecto para que los medios de comunicación pudieran explotar y hacer crecer una historia que poco tuvo que ver con lo deportivo, provocando que la sociedad estadounidense emitiera juicios de valor parciales en contra de una atleta que buscó abrirse paso en un deporte de ricos. El tono sarcástico de toda la película sirve para aminorar las emociones y permite que el público sea el encargado de emitir sus propios juicios de valor al respecto de uno de los personajes más controversiales en la década de los noventa y cuyo escándalo quedó como la antesala de otro aún mayor: el juicio de O.J. Simpson.
Calificación: TÚ DECIDES.
Más reseñas en https://wraparty.wordpress.com
Twitter @wraparty
Facebook @wraparty.movies
Desafortunadamente, Harding se hizo famosa no por sus proezas deportivas sino por haber estado implicada en el ataque sufrido por Nancy Kerrigan, una de sus rivales en la búsqueda de conformar el equipo de Estados Unidos que iría a las olimpiadas y que en 1994 fue golpeada con una barra de metal en la rodilla cuando salía de una rutina de entrenamiento. Tras una serie de investigaciones, resultó que Jeff Gillooly y Shawn Eckhardt, esposo y guardaespaldas de Tonya, fueron los autores intelectuales del ataque, situación que puso a la atleta en el ojo del huracán y que culminó con su inhabilitación de por vida para practicar dicho deporte a nivel profesional.
La historia de la “villana del patinaje” es llevada a la gran pantalla por el director Craig Gillespie (The Finest Hours, Million Dollar Arm) en un biopic que muestra la complejidad de un personaje que fue víctima de la violencia intrafamiliar durante toda su vida, situación que sin duda dejó huella dentro y fuera de la pista. Iniciando el relato desde la niñez del personaje, serán los mismos protagonistas quienes con su propia voz narrarán los hechos, cada uno desde su punto de vista y dejando que sea el mismo público quien juzgue su grado de culpabilidad en uno de los sucesos más bochornosos en la historia del deporte en los Estados Unidos.
Con un guion muy bien adaptado por Steven Rogers (P.S. I Love You, Love the Coopers) la historia se desarrolla con buen ritmo, presentando escenas de violencia intrafamiliar que transitan sobre la delgada línea entre lo cómico y lo trágico, y cuya gravedad se aligera con el tono sarcástico de los mismos narradores. Así, con escenas muy bien cuidadas en su edición para resaltar las habilidades de Tonya en la pista, sus realizadores dejan un sutil pero conciso mensaje acerca de los prejuicios y la falta de oportunidades que sufren aquellos quienes no cuentan con recursos económicos suficientes para encajar en disciplinas que, además de habilidad, exigen a sus atletas cumplir con requisitos banales relacionados con su imagen.
Margot Robbie (The Wolf of Wall Street, Suicide Squad) ofrece la mejor actuación en lo que va de su carrera, encarnando de forma extraordinaria a la polémica patinadora y a quien lo único que se le pudiera reprochar es no poder aparentar ser una adolescente en una parte de la película por el simple hecho de que su físico y edad ya no le dan para ello. Por otra parte, Allison Janney (The Hours, The Help) roba cámara ganándose la admiración (y el odio) del público como LaVona Golden, la madre de Tonya que sin duda quedará como una de las más perversas en la historia del cine. Completa el reparto Sebastian Stan (conocido por ser Winter Soldier en el MCU) como Jeff Gillooly, quien convence como el torpe y violento esposo de la protagonista. Merece una mención especial la pequeña Mckenna Grace (Gifted) quien vuelve a demostrar su gran talento interpretando a la protagonista durante su niñez.
El filme cumple con su cometido al mostrar cómo, un poco víctima de las circunstancias y otro tanto por ser incapaz de poner en orden su vida, Tonya Harding se convirtió en el blanco perfecto para que los medios de comunicación pudieran explotar y hacer crecer una historia que poco tuvo que ver con lo deportivo, provocando que la sociedad estadounidense emitiera juicios de valor parciales en contra de una atleta que buscó abrirse paso en un deporte de ricos. El tono sarcástico de toda la película sirve para aminorar las emociones y permite que el público sea el encargado de emitir sus propios juicios de valor al respecto de uno de los personajes más controversiales en la década de los noventa y cuyo escándalo quedó como la antesala de otro aún mayor: el juicio de O.J. Simpson.
Calificación: TÚ DECIDES.
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6,3
30.045
6
26 de septiembre de 2017
26 de septiembre de 2017
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después del vacío que dejó It en aquellos amantes del género de terror y de la grata sorpresa que fue Get Out hace unos meses, las expectativas generadas por el nuevo trabajo de Darren Aronofsky (Requiem for a Dream, Black Swan) eran bastante altas, puesto que por lo poco que se mostró en sus promocionales se tenía la impresión de que sería un filme de horror distinto a lo que se acostumbra ver en el cine. Tal vez este fue el primer problema de mother! puesto que el público esperaba ver una historia al estilo de Stephen King y no una alegoría acerca de cómo, desde su muy particular punto de vista, el director neoyorkino entiende ciertas realidades del mundo moderno.
Aunque pareciera sencilla de explicar, la historia es bastante difícil de entender: un matrimonio, ella joven y él bastante mayor, viven plácidamente en una casa aislada de cualquier signo de civilización. La mujer se encarga de restaurar la mansión con una dedicación casi artesanal mientras deja que su esposo se dedique a escribir, aunque últimamente ha estado carente de inspiración. Inesperadamente, un extraño toca a su puerta en busca de alojamiento, y a pesar de la inconformidad de su pareja, el artista permite que éste se quede por unos días. Al incómodo huésped le siguen su esposa, sus hijos, familiares y un sinnúmero de personas que buscarán vivir dentro de la casa, motivados por la admiración que sienten hacia el escritor. Evidentemente, un gran número de visitantes indeseados bajo un mismo techo solo puede tener una inevitable consecuencia: el caos.
Y ese es precisamente el mejor calificativo que puede recibir esta película: un completo caos. Dividido en dos partes bien definidas, en un principio se muestra la disfuncional relación de la pareja, la cual resulta aún más evidente cuando aparecen los primeros dos huéspedes y culmina con un evento cuya relevancia dará pie al segundo acto. Cuando termina la primera parte uno todavía conserva la esperanza de que los acontecimientos siguientes llevarán la trama hacia algún lado, no obstante, el segundo episodio resulta ser una acumulación desordenada de elementos que se apilan sin ningún orden, haciendo que la última media hora del filme sea un reflejo de los cinco días que tardó el director en “vomitar” (como él mismo lo expresó) el guion, puesto que parece que las ideas fluyeron rápidamente en su mente y no fue capaz de ordenarlas con la coherencia suficiente para que el público pudiera entender de qué trata la cinta.
En lo que respecta a las actuaciones, el elenco no podía ser de mejor calidad. Jennifer Lawrence (Silver Linings Playbook, Joy) es la encargada de encabezar el peculiar desorden, demostrando con su interpretación de la abnegada esposa el porqué es una de las actrices más reconocidas de los últimos años. Su contraparte es Javier Bardem (Biutiful, No Country for Old Men) con una buena participación en su papel de escritor ensimismado en su propio mundo y quien junto con Lawrence realiza un buen trabajo al mostrar a una pareja totalmente disfuncional y distanciada. Asimismo, aparece una extraordinaria Michelle Pfeiffer (Dangerous Liaisons, Love Field), quien hacía bastante tiempo que no brindaba una actuación de gran calidad como en esta película, encarnando convincentemente a una mujer llena de malicia. Completa el elenco Ed Harris (Apollo 13, The Hours), cumpliendo como de costumbre con su papel del inesperado primer huésped.
De esta forma, a pesar del fallido intento de Aronofsky por transmitir su mensaje, debe de reconocerse al director que su realización es impecable, ya que la sensación de aislamiento se transmite desde los primeros minutos, mientras que la frustración e impotencia de la mujer se percibe de manera convincente durante toda la película. Asimismo, la filmación en 16 mm y los efectos de sonido resultan ser bastante efectivos para crear la atmósfera de aquel microcosmos que pretendió crear el director. Lo anterior, aunado al buen trabajo actoral, son lo más rescatable de un filme que aún con sus virtudes no es capaz de satisfacer a su audiencia.
Es así como, con una serie de simbolismos que hacen a uno pensar y volver a pensar para intentar a entender el mensaje del director, se llegará a la conclusión de que la cinta manipula referencias bíblicas en su intento de dar una alerta sobre los vicios que aquejan a la condición humana. Así, el filme navega entre reflexiones acerca del amor incondicional y la forma en cómo se puede abusar de éste, la búsqueda desmesurada de admiración y reconocimiento, la ceguera que puede provocar el éxito, la maternidad, el maltrato a la mujer, las relaciones familiares y un sinnúmero de tópicos que, si uno así lo desea, podrá ver reflejados en la película. No obstante, el mensaje es demasiado confuso y queda bastante abierto a un público que tal vez no estaba en la disposición de presenciar un viaje tan estridente.
Si bien existen filmes con finales ambiguos que son capaces de dejar al espectador pensando incluso varios días después de que aparecen los créditos, cuando el director deja muy para sacar una conclusión convincente lo único que le quedará a la audiencia será una sensación de vacío el cual, más que despertar el deseo de repetir la cinta con tal de encontrar respuestas, hará que decida alejarse y desentenderse de las motivaciones de su creador. Así, Aronofsky intentó jugar a ser dios queriendo abarcar todo en su película y, como normalmente sucede en esos casos, dejó a su público sin nada.
Calificación: TÚ DECIDES.
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Aunque pareciera sencilla de explicar, la historia es bastante difícil de entender: un matrimonio, ella joven y él bastante mayor, viven plácidamente en una casa aislada de cualquier signo de civilización. La mujer se encarga de restaurar la mansión con una dedicación casi artesanal mientras deja que su esposo se dedique a escribir, aunque últimamente ha estado carente de inspiración. Inesperadamente, un extraño toca a su puerta en busca de alojamiento, y a pesar de la inconformidad de su pareja, el artista permite que éste se quede por unos días. Al incómodo huésped le siguen su esposa, sus hijos, familiares y un sinnúmero de personas que buscarán vivir dentro de la casa, motivados por la admiración que sienten hacia el escritor. Evidentemente, un gran número de visitantes indeseados bajo un mismo techo solo puede tener una inevitable consecuencia: el caos.
Y ese es precisamente el mejor calificativo que puede recibir esta película: un completo caos. Dividido en dos partes bien definidas, en un principio se muestra la disfuncional relación de la pareja, la cual resulta aún más evidente cuando aparecen los primeros dos huéspedes y culmina con un evento cuya relevancia dará pie al segundo acto. Cuando termina la primera parte uno todavía conserva la esperanza de que los acontecimientos siguientes llevarán la trama hacia algún lado, no obstante, el segundo episodio resulta ser una acumulación desordenada de elementos que se apilan sin ningún orden, haciendo que la última media hora del filme sea un reflejo de los cinco días que tardó el director en “vomitar” (como él mismo lo expresó) el guion, puesto que parece que las ideas fluyeron rápidamente en su mente y no fue capaz de ordenarlas con la coherencia suficiente para que el público pudiera entender de qué trata la cinta.
En lo que respecta a las actuaciones, el elenco no podía ser de mejor calidad. Jennifer Lawrence (Silver Linings Playbook, Joy) es la encargada de encabezar el peculiar desorden, demostrando con su interpretación de la abnegada esposa el porqué es una de las actrices más reconocidas de los últimos años. Su contraparte es Javier Bardem (Biutiful, No Country for Old Men) con una buena participación en su papel de escritor ensimismado en su propio mundo y quien junto con Lawrence realiza un buen trabajo al mostrar a una pareja totalmente disfuncional y distanciada. Asimismo, aparece una extraordinaria Michelle Pfeiffer (Dangerous Liaisons, Love Field), quien hacía bastante tiempo que no brindaba una actuación de gran calidad como en esta película, encarnando convincentemente a una mujer llena de malicia. Completa el elenco Ed Harris (Apollo 13, The Hours), cumpliendo como de costumbre con su papel del inesperado primer huésped.
De esta forma, a pesar del fallido intento de Aronofsky por transmitir su mensaje, debe de reconocerse al director que su realización es impecable, ya que la sensación de aislamiento se transmite desde los primeros minutos, mientras que la frustración e impotencia de la mujer se percibe de manera convincente durante toda la película. Asimismo, la filmación en 16 mm y los efectos de sonido resultan ser bastante efectivos para crear la atmósfera de aquel microcosmos que pretendió crear el director. Lo anterior, aunado al buen trabajo actoral, son lo más rescatable de un filme que aún con sus virtudes no es capaz de satisfacer a su audiencia.
Es así como, con una serie de simbolismos que hacen a uno pensar y volver a pensar para intentar a entender el mensaje del director, se llegará a la conclusión de que la cinta manipula referencias bíblicas en su intento de dar una alerta sobre los vicios que aquejan a la condición humana. Así, el filme navega entre reflexiones acerca del amor incondicional y la forma en cómo se puede abusar de éste, la búsqueda desmesurada de admiración y reconocimiento, la ceguera que puede provocar el éxito, la maternidad, el maltrato a la mujer, las relaciones familiares y un sinnúmero de tópicos que, si uno así lo desea, podrá ver reflejados en la película. No obstante, el mensaje es demasiado confuso y queda bastante abierto a un público que tal vez no estaba en la disposición de presenciar un viaje tan estridente.
Si bien existen filmes con finales ambiguos que son capaces de dejar al espectador pensando incluso varios días después de que aparecen los créditos, cuando el director deja muy para sacar una conclusión convincente lo único que le quedará a la audiencia será una sensación de vacío el cual, más que despertar el deseo de repetir la cinta con tal de encontrar respuestas, hará que decida alejarse y desentenderse de las motivaciones de su creador. Así, Aronofsky intentó jugar a ser dios queriendo abarcar todo en su película y, como normalmente sucede en esos casos, dejó a su público sin nada.
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