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Críticas 314
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
22 de agosto de 2019 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Miracle on 34th Street (De ilusión también se vive) es una película dirigida por George Seaton en 1947. Escritor, guionista, productor y director, tuvo sus inicios como actor de radio estando relacionada su intervención en la serie acabada de crear del Llanero Solitario de la que extrajo varias experiencias creativas sobre el personaje, no olvidando además como escritor la valiosa aportación en Un día en las carreras (1937) de los Hermanos Marx. Aunque Seaton tocó diferentes géneros cinematográficos, mostraría una tendencia natural hacia la comedia con una generosa gama de contrastes donde la amistad, el entorno familiar, y el romance tiene gran cabida; variantes que sin duda alguna el realizador nos muestra de manera generosa en De ilusión también se vive.

Con un refrescante paseo en vísperas navideñas, nuestro personaje Kris Kringle (Edmund Gwenn), tras algún incidente conoce a Doris Walker (Maureen O’Hara) la directora de un evento; un imprevisto le introduce en diferentes acciones donde el gran plano general, entre otros, nos da las pistas necesarias para intuir por donde irá la sorprendente aventura para Kringle, a lo que contribuye el abogado Fred Gailey (John Payne), y la pequeña Susan Walker (Natalie Wood).

Si el sentido generalizado del espíritu navideño lo impregna todo, el realismo en la vida ha de prevalecer sobre todas las cosas (en opinión de otros), difícil posicionamiento en unos días donde la bondad debería prevalecer, algo en lo que de Kris Kringle cree, situación que Seaton utiliza para introducir en estos casos al inevitable psicólogo Granville Sawyer (Porter Hall) que alterará en cascada las perspectivas de nuestros personajes y desde luego los acontecimientos, una situación que pondrá en duda el verdadero espíritu de la navidad.

George Seaton, además de presentar una historia envuelta en la inocencia de la niñez frente al generalizado pragmatismo social, nos muestra con excelente dinamismo los acontecimientos en los que los razonamientos `lógicos’ de los adultos se rinden ante la evidencia del deseo cumplido destacado especialmente en tres escenas: una de un realismo incontestable hacia la creencia o no de Santa Claus en la que el Juez (Walden Boyle) tiene mucho que decir, y dos escenas de poderosa atracción protagonizada por una Niña (Marlene Lyden) durante las peticiones de los deseo a Santa, y la escena final en la que Susan se encontrará con lo inesperado, reflejando así el espíritu navideño que tan brillantemente guionizó George Seaton sobre una historia de Valentine Davies).
28 de junio de 2019 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Action –Films: Portrait of a “60 perfect man” (Billy Wilder un hombre perfecto al 60%) realizado en 1998. Un film de Annie Tresgot en la dirección y Michel Ciment como entrevistador, nos acerca ampliamente al mundo del gran Billy Wilder: “Es muy amable Michel (al entrevistador), pero estrictamente, entre usted y yo, no creo que hacer películas sea toda mi vida; pero hay una cosa que odio más que el que no me tomen en serio y es que me tomen demasiado en serio” (Billy Wilder). Así fue siempre el dinamismo de Wilder, un hombre que, por expreso deseo paterno iba para abogado, se convirtió en periodista, guionista y finalmente director, un proceso que nos explica con todo lujo de detalles, superando diversas vicisitudes sociales y políticas.

Tras un amplio repaso a su infancia en el entorno austrohúngaro, Wilder nos pone en situación con sus primeras experiencias como periodista que le llevaron a conocer, entre otros, personajes emblemáticos como Richard Strauss, Schnitzler, Alfred Adler o Sigmud Freud de quien nos habla extensamente sobre su encuentro con el padre del psicoanálisis, destacando además un periodo magnífico en Berlín atraído por una ciudad moderna donde pasaban cosas con creadores tan emblemáticos como Brecht, Schönberg o la Bauhaus, un hervidero de movimientos artísticos donde Wilder además de desarrollar el periodismo, no podía dejar de pasar por alto sus preferencia musicales o su afición al jazz, todo en general rezumaba innovación y novedad. El entorno en el que nos ubicamos, produjo infinidad de guiones, entre los cuales ‘Gente en domingo’ que le supuso dar el salto profesional al mundo del cine como guionista a finales de los años veinte.

La situación política lo lleva hasta París donde participa en la interesante ‘Curvas peligrosas’ antes de dar el salto a los Estados Unidos, poniendo en práctica a su manera lo que entendía por inmersión lingüística. Paramount fue la puerta de entrada como guionista de modo que una cosa le lleva a otra: conoce a Charles Brackett y Ernst Lubitsch del que siempre tuvo buenas palabras, pero Wilder no olvida ‘Bola de Fuego’ su último guión antes de consagrarse definitivamente a la dirección: “Yo quería dirigir, de hecho me pasé todo el rodaje observando a Howard Hawks en el plató, no cobraba sueldo, fue como un cursillo de verano” (Billy Wilder).

Interesante resulta el acercamiento que Michel Ciment sugiere a Billy Wilder sobre su modo de trabajar las ideas, las diferentes etapas, los guiones, el elenco adecuado y el resultado final convertido en película tras haber trabajado individualmente y en grupo con el grupo de artistas correspondiente (interesante como Wilder consiguió finalmente la excepcional actuación de Marilyn Monroe en ‘Con faldas y a lo loco’), contado con tanto detalle (junto a la aportación que Jack Lemmon hace al respecto) que a ningún interesado le podrá pasar desapercibido, convirtiendo sus declaraciones en toda una escuela de aprendizaje, como él apredió en su día de Lubitch o Hawks. Más de 25 películas de Bill Wilder avalan una carrera como en contadas ocasiones se ha dado en Hollywood.

En Wilder se acrecienta la necesidad de dirigir y de aplicar sus guiones tal y como los tenía pensados; al respecto nos cuenta con todo lujo de detalles una anécdota previa que implica a Charles Boyer y el guión escrito conjuntamente con Brackett de la película ‘Si no amaneciera’, mostrándonos el Wilder más rebelde contra quienes por algún capricho interpretativo decide unilateralmente obviar alguna escena por considerarla no adecuada a su estatus, a su personaje, lo que dio pié posteriormente a la primera película dirigida por Billy Wilder, tras la bendición de la Paramount al dúo Brackett-Wilder: ‘El mayor y la menor’, marcando así la inflexión de un director que en décadas posteriores realizaría grandes películas como ‘El gran carnaval’, ‘Con faldas y a lo loco’ o ‘Sabrina’ de la que Billy nos cuenta algunas sustanciosas anécdotas sobre las primeras opciones del elenco principal junto a algunos encuentros dialecticos con Bogart. Más de 25 películas de Bill Wilder avalan una carrera como en contadas ocasiones se ha dado en Hollywood.

“Contaré una anécdota de Billy, que creo que es típica suya: unos cuatro meses después de terminar ‘El apartamento’, fuimos a cenar y nos sentamos en la barra para esperar mesa. Billy dijo: “ahora sé cómo había que hacer la película, teníamos que darle a Lemmon una deformidad, un pie zopo o así, hubiera resultado mucho más simpático”; le dije: que bobada, eso lo convierte en un mirón, en algo más sucio”; para entonces ya se había estrenado y había tenido éxito, pero Billy seguía reescribiéndola en su mente y dirigiéndola un poco aún.”(I. A. L. Diamond)
John Ford (TV) (TV)
DocumentalTV
Reino Unido1993
7,1
62
Documental, Intervenciones de: Lindsay Anderson, Harry Carey Jr., Charles B. Fitzsimons ...
9
23 de junio de 2019 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Ford, documental producido y dirigido por Andrew Eaton en 1993, donde se hace un extenso repaso a su filmografía y forma de vivir el cine, con opiniones y comentarios de, entre otros: Lindsay Anderson, Harry Carey Jr., Charles, Dan Ford, Ben Johnson, Maureen O’Hara, John Wayne, Robert Parrish y James Stewart. “Hacer películas es fácil, no es más que un oficio. Es mi trabajo, mi profesión, así mantengo mi familia. Amo el oficio y me gusta la gente. No soy lo que llaman ‘un director de carrera” (John Ford). El documental nos muestra el largo camino que abarcó desde los inicios del cine mudo, hasta el dominio del cinemascope, reflejado en infinidad de premios ganados a través de más de cien películas.

John Ford nunca olvidó sus orígenes irlandeses. El documental nos regala un repaso sucinto sobre su infancia, y la gran familia a la que perteneció, entre los cuales su hermano Frank Ford, iniciando a John en el rodaje, desarrollando desde sus inicios un gran sentido de la composición, los espacios abiertos, los personajes y los sentimientos. Diferentes declaraciones recogidas en este magnífico documental avalan tales características en su cine.

Un exhaustivo repaso a su primera gran película ‘El caballo de hierro’ nos brinda la oportunidad de apreciar todo lo que significó este rodaje para su carrera, tratando posteriormente temas muy diversos como carreras de caballos, dramas o películas de tema histórico sacando lo mejor que había en él. John Ford amaba el trabajo de hacer películas puras y simples, pero eso no significa que careciese de sentimientos más profundos relacionados con la familia, dando buena cuenta de ello en Cuatro hijos. (1928).

Interesante resulta también en el documental, la referencia al cine de Murnau y fundamentalmente al tratamiento del claroscuro que utilizaba en sus películas expresionistas de lo que Ford tomó buena nota. Películas posteriores son testigo de las nuevas inquietudes del irlandés: Tragedia submarina, El intrépido, Mar de fondo, y poco después El delator donde asistimos a una clase maestra de lo que se dio en llamar ‘Montar en cámara’.

Posteriormente el documental repasa extensamente lo que significó en su filmografía títulos como Prisionero del odio y La diligencia entre otras tantas películas que no hacían más que avalar la creatividad de su cine, asistiendo además al modo en el que Ford y Wayne se conocieron creando entre ellos una larga y fructífera colaboración.

Por lo que se refiere al montaje, tenemos la gran oportunidad de asistir al consejo que Ford dio al montador de Las uvas de la ira ¡toda una clase de sabia simplicidad! Otro aspecto interesante analizado por Maureen O’Hara se refiere a lo que muchos han definido como ‘la suerte de Ford’, así como la forma en la que se comunicaba, aconsejaba al elenco a la hora de afrontar una escena, o la particular predilección sobre una de sus películas preferidas.

El nieto y biógrafo de John Ford, Dan Ford, aporta interesantísimos comentarios sobre el maestro y su evolución humana y cinematográfica. Ford siempre fue tradicionalista. Si quería sobrevivir como productor independiente debía volver a sus temas tradicionales: siempre que necesitaba un éxito se iba al oeste: “Me gusta hacer westerns porque así salgo de Hollywood una temporada, estás en la naturaleza, llenando tus pulmones de aire fresco, trabajas duro y duermes bien por las noches, siempre tienes buen apetito y trabajas con gente agradable. Los vaqueros que trabajan en los westerns son gente maravillosa, trabajan duro y siempre hacen lo que les pides".(John Ford).

Esclarecedores comentarios sobre El hombre tranquilo y algunas películas más durante su etapa final hace que descubramos definitivamente a un director excepcional, dejando un sabio consejo a los directores después de un éxito conseguido. No se pierdan este excelente documental, su contenido es infinitamente más amplio del que puedan encontrar aquí.
16 de junio de 2019 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lejos queda El circo (1949-50), el trabajo de un alumno en prácticas del I.I.E.C; un cortometraje en el que mostraría las primeras y premonitorias pinceladas de su futura cinematografía. Medio siglo más tarde de haberse estrenado Bienvenido Mr. Marshall (1953), un extra que aparecía corriendo en La Vaquilla (1985) junto a otros chavales apareciendo y desapareciendo como un relámpago, decidió algunas décadas después rodar Por la gracia de Luis (2009), un entrañable documental del director José Luis García Sánchez en el que consigue aglutinar a un considerable elenco berlangiano que vivió a través de sus respectivas interpretaciones momentos de total creatividad, propósito que tuvo como ingrediente aglutinador el fenomenal plano secuencia que tanto identifica al homenajeado.

“Todo empieza en la estación de Chamartín”, y un destino muy ligado a la vida de Berlanga. Concha Velasco, nos pone en situación mediante una propuesta con la que el maestro homenajeado y el director de esta aventura, no podían estar más de acuerdo. Son muchos más, muchísimos más los actores y las actrices (secundarios anónimos incluidos que tan importantes fueron en las escenas de masas con grandes planos generales); una muestra de ese importantísimo recurso en el cine de Berlanga lo podemos apreciar en Plácido (1961). Se trata pues, de un documental que nos acerca a interesantes entrevistas en las que salen a la luz algunos de los innumerables detalles que rodearon a Bienvenido Mr. Marshall contados por, entre otros, el productor Francisco Canet, Ricardo Muñoz Suarez o Juan Antonio Barden.

En el momento del rodaje eran muchos los presentes, quedando para la memoria los queridos ausentes. Entre los actores y las actrices que se ofrecieron generosamente a este interesante viaje berlanguiano están Sol Carnicero, Violeta Cela, Juan Luis Galiardo, Antonio Gamero, José Lifante, Antonio Ozores, Andrés Pajares o Monica Randall, que junto a más de una veintena de interpretes, dejan constancia sobre sus experiencias artísticas junto al maestro en los múltiples sets de rodaje.

Según Barden, Bienvenido debía de cumplir tres condiciones básicas para hacer realidad sus objetivos, condiciones desmenuzadas minuciosamente desde la fiabilidad absoluta de quien formara parte del esplendido guión, a lo que Berlanga aporta algunas incidencias que pudo superar sin problemas con la insistencia creadora activada en todo momento ante la duda de su jovencísima experiencia. Igualmente asistimos a la interesante visión que Jesús Franco tiene sobre su amigo Berlanga y la opinión que le merece su aportación frente a otros directores.

El documental nos descubre algunos posicionamientos de Berlanga frente a lo inesperado, el juego del doble
sentido o, el rechazo de la cursilería, cuidando en todo momento el ritmo dentro del plano que tanto le caracterizaba, ofreciendo al elenco momentos interpretativos libres y únicos en los que mostrar sus dotes creativas en función de la secuencia. Por la gracia de Luis, nos tiene reservados muchos momentos memorables con las opiniones que sobre el maestro vierten con notable cariño un elenco donde se fusiona veteranía actoral con nuevos veteranos encuadrados en el plano secuencia que tanto le caracteriza al maestro Berlanga…por cierto, sobre el Imperio Austrohúngaro alguna cosa hay.
12 de junio de 2019 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Referencia imprescindible en el mundo de la ficción desde que lo creara Arthur Conan Doyle, el carismático detective Sherlock Holmes, nos ha ofrecido multitud de versiones cinematográficas de sus andanzas, un personaje similar al también irreductible investigador Auguste Dupin creado anteriormente por Edgar Allan Poe. En ambos casos, la investigación elevada a ciencia dejó para la posteridad impagables páginas de misterio llevados por el sigilo, la observación, la lógica, y la deducción, consiguiendo siempre los resultados deseados; lo mismo que en el caso que nos ocupa, brindándonos momentos disparatados de verdadera locura interpretativa.

Lo cariñosamente absurdo en tan singulares personajes: Sigerson Holmes (Gene Wilder), Jenny Hill (Madeline Kahn) y Orville Sacker (Marty Feldman), es que adquieren la entidad suficiente como para ser creíbles en sus apariciones, convirtiéndolo en solvencia, y total entrega interpretativa en esta estupenda comedia con numerosas referencias al absurdo llevando esta realización a cotas interesantes de aceptación que en algunos momentos podría pasar por puro musical sin concesión alguna. Gene Wilder consigue fusionar dos películas en una: la comedia de situación detectivesca y el musical al más puro estilo de Broadway.

En El hermano más listo de Sherlock Holmes (1975) Wilder no solo logra enlazar una buena historia sino que además se rodea de un elenco absolutamente disparatado y perfecto en cada uno de sus roles, entre los cuales: el ambicioso Moriarty (Leo McKern) y su fiel Asistente (Roy Kinneck); un comedido Sherlock Holmes (Douglas Wilmer) y su inseparable amigo doctor Watson (Thorley Walters) y, desde luego el carismático, egocéntrico, torpe sensible y temeroso de todos: el gran Gambetti (Dom DeLuise) entorno al cual se desarrollan escenas de alto contenido...artístico.

Completado por un alocado elenco que hace del absurdo un aceptable momento cinematográfico, hubiese podido tomar otro cariz mucho más interesante si, dado el éxito que traían acumulado del rodaje anterior, Gene Wilder hubiese dado continuidad al blanco y negro encuadrando a tan singulares personajes. Una buena realización que podría haber conseguido cotas de máxima locura cinematográfica si Wilder hubiese absorbido (como sucede con el barrido inicial a la manera de El jovencito Frankenstein) algunas de las ideas que tanto éxito tuvo junto al maestro Mel Brooks.

Si en el Jovencito Frankenstein el color hubiese rebajado mucho los enteros del merecido resultado final, en la película que nos ocupa, el blanco y negro lo podría haber elevado a una categoría superior. Quizás, y llevados por la proximidad en el tiempo, Frankenstein y Sherlock de la mano de Brooks y Wilder, se enfrentan en un desnivelado combate gigantesco llevados por dos grandes de la ficción literaria, en la que Arthur Conan Doyle y Mary Shelley sin ningún género de duda son los ganadores junto a sus entrañables personajes con los que el maravilloso mundo del cine nos continuará ofreciendo nuevas reinterpretaciones por siempre jamás.
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