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6,6
20.719
9
6 de mayo de 2020
6 de mayo de 2020
Sé el primero en valorar esta crítica
Cuando vi las primeras imágenes del film, las expectativas que no eran grandes, aún se vieron más limitadas. Después la historia hizo un poco de psicodelia y por un viaje propio de la época de los “pinkfloyd” terminamos contemplando una colonoscopia. Ahí me enganché. Fue como una introducción tipo “quintasinfonia” y cuando se abrió el escenario, teníamos delante de nosotros el trepidante mundo occidental con prisas, ambiciones, fracasos, traiciones y vicios. La proyección cogió un ritmo que ya no soltó hasta el previsible final, tratándose de un par de hermanos muy próximos a los Cohen, pero ya absolutamente desbocados.
Y he de confesarlo, terminé agotado siguiendo las evoluciones del protagonista magníficamente interpretado por Adam Sandler. Un protagonista que como un palo en medio de la corriente de la vida, es arrastrado en un continuo aluvión de despropósitos. No hay un segundo de relax.
Adam Sandler compone un personaje entrañable y miserable a la vez, lleno de matices, que se convierte en el tifón que arrastra toda la película tras él.
Los hermanos Safdie se han apañado para hacer una película muy personal con un tema de siempre. La ambición desmesurada e irracional de un perdedor nato, que solo afloja al final. Un personaje despreciable y entrañable a la vez.
Fantástica película que no podía tener otro final que el que tiene. Otro final hubiera dejado la película en intrascendental. Con este final se convierte en una tragedia sobre alguien que ha perdido todas las posibles redenciones en pos de una vida lógica.
Un pero, el título desmerece totalmente el film. Mucha gente no se acercará a verla por ello. Llama a un film de tarde de sofá. Una pena, porque se perderán una película muy notable. En la senda del cine de los Cohen, Scorsese o Guy Ritchie.
Y he de confesarlo, terminé agotado siguiendo las evoluciones del protagonista magníficamente interpretado por Adam Sandler. Un protagonista que como un palo en medio de la corriente de la vida, es arrastrado en un continuo aluvión de despropósitos. No hay un segundo de relax.
Adam Sandler compone un personaje entrañable y miserable a la vez, lleno de matices, que se convierte en el tifón que arrastra toda la película tras él.
Los hermanos Safdie se han apañado para hacer una película muy personal con un tema de siempre. La ambición desmesurada e irracional de un perdedor nato, que solo afloja al final. Un personaje despreciable y entrañable a la vez.
Fantástica película que no podía tener otro final que el que tiene. Otro final hubiera dejado la película en intrascendental. Con este final se convierte en una tragedia sobre alguien que ha perdido todas las posibles redenciones en pos de una vida lógica.
Un pero, el título desmerece totalmente el film. Mucha gente no se acercará a verla por ello. Llama a un film de tarde de sofá. Una pena, porque se perderán una película muy notable. En la senda del cine de los Cohen, Scorsese o Guy Ritchie.

6,4
2.258
9
29 de agosto de 2019
29 de agosto de 2019
Sé el primero en valorar esta crítica
Esta película narra las peripecias de un periodista-escritor que acompaña a un escritor durante unas semanas, mientras hace la gira por diferentes ciudades de USA de presentación y lectura de un libro que acaba de escribir. Y está basada en el libro, “Aunque por supuesto terminas siendo tú mismo”, también reseñada en mi blog, que este periodista-escritor publicó al respecto.
El escritor es David Foster Wallace y la novela que presenta es “La broma infinita”,también reseñada en mi blog. En realidad esta película es un dueto de interpretación magnífico. Podía haber quedado el film como un reflejo de la gira de un escritor presentando el libro o podía haber sido una reflexión de lo que es la literatura y sus medios de publicitarse hoy en día, pero es el retrato de un personaje extremadamente atractivo en lo variado y complejo de su personalidad que seguro en el futuro dará más que hablar y eso que ha dado mucho.
David Foster Wallace realizó esta gira en 1996, justo recién salida la novela que deslumbró a todos los medios literarios norteamericanos junto al periodista-escritor David Lipsky. En el 2008 se suicidó. A los 46 años, en plena carrera hacia el estrellato y más allá. Quizás el Nobel.
Pero no importa si el personaje de la película refleja fielmente todos los vericuetos por los que se mueve el escritor, si se parece el actor Jason Segel físicamente a DFW, si las cosas que se dicen se dijeron, nada de eso es importante, aunque parezca extraño, porque la interpretación del personaje es tan concienzuda, tan determinante, tan justa y elaborada, que el que haya existido o no en la realidad es anecdótico. Juzgamos una película, no una vida. Juzgamos la creación de un personaje, no si existió o no. Como contra peso a la poderosa personalidad del escritor está la interpretación del personaje secundario que a mi modo de ver hace lo justo para que la historia quede grabada de manera más auténtica y aquí como en el personaje del escritor, lo de menos es si este periodista que interpreta Jesse Eisenberg se parece a David Lipsky o no, lo importante es que crea otro personaje que armoniza perfectamente con el de Jason Segel. Quizás menos lucido, menos atractivo pero el marco ideal para contemplar la compleja personalidad de este DFW de la película.
Seguro que hay mucho de estas personas en estos personajes y seguro que no habrían existido de no existir el libro pero no es nada necesario conocer la obra literaria de DFW ni haber leído el libro de David Lipsky para disfrutar de la película y de la historia de un ser humano complejo que se mueve entre el exhibicionismo y la timidez más absoluta, entre la genialidad creativa y la torpeza del ser cotidiano que vive a la vuelta de nuestra esquina. En un país que ya de por sí es literario, extravagante, inhumano y fascinante, como es USA.
Excelente trabajo de dirección y de guión que recoge fielmente lo que se intenta plasmar en el libro.
Sin olvidar que la densidad del personaje y la riqueza de sus creaciones seguramente han servido de inspiración a todos los que se acercaron a él y pudieron disfrutar de sus puntos de vista, sus juicios y sus reflexiones. Un creador que enriquece sólo con su proximidad.
David Lipsky, en el libro no se cansa de admirarlo y darle las gracias por esos días que compartieron. En la peli se refleja constantemente. Seguramente James Ponsoldt también se siente agradecido por haber puesto a su alcance material de tanta riqueza. Es decir, seguramente, todos planetas girando alrededor de un Sol que deslumbro hasta que se quemó.
Nos quedan sus libros, sus “youtubes” y sobre todo su sensibilidad e inteligencia para intentar explicar este mundo del bienestar y el confort que suavemente nos mata con su canción. Él intento desenmascararlo. Le costó la vida. Nos dejo sus libros.
Una recomendación, un recorrido: Ver la película como si fuese un personaje inventado. Leer el libro de entrevistas. Ver algún Youtube del escritor, hay muchos. Y después leer sus libros. Dejar para el final “La broma infinita”, o si no, correr el riesgo de quedar ahíto por unos meses. Y ya no volver a ver la literatura de la manera que se ha visto hasta ese momento.
El escritor es David Foster Wallace y la novela que presenta es “La broma infinita”,también reseñada en mi blog. En realidad esta película es un dueto de interpretación magnífico. Podía haber quedado el film como un reflejo de la gira de un escritor presentando el libro o podía haber sido una reflexión de lo que es la literatura y sus medios de publicitarse hoy en día, pero es el retrato de un personaje extremadamente atractivo en lo variado y complejo de su personalidad que seguro en el futuro dará más que hablar y eso que ha dado mucho.
David Foster Wallace realizó esta gira en 1996, justo recién salida la novela que deslumbró a todos los medios literarios norteamericanos junto al periodista-escritor David Lipsky. En el 2008 se suicidó. A los 46 años, en plena carrera hacia el estrellato y más allá. Quizás el Nobel.
Pero no importa si el personaje de la película refleja fielmente todos los vericuetos por los que se mueve el escritor, si se parece el actor Jason Segel físicamente a DFW, si las cosas que se dicen se dijeron, nada de eso es importante, aunque parezca extraño, porque la interpretación del personaje es tan concienzuda, tan determinante, tan justa y elaborada, que el que haya existido o no en la realidad es anecdótico. Juzgamos una película, no una vida. Juzgamos la creación de un personaje, no si existió o no. Como contra peso a la poderosa personalidad del escritor está la interpretación del personaje secundario que a mi modo de ver hace lo justo para que la historia quede grabada de manera más auténtica y aquí como en el personaje del escritor, lo de menos es si este periodista que interpreta Jesse Eisenberg se parece a David Lipsky o no, lo importante es que crea otro personaje que armoniza perfectamente con el de Jason Segel. Quizás menos lucido, menos atractivo pero el marco ideal para contemplar la compleja personalidad de este DFW de la película.
Seguro que hay mucho de estas personas en estos personajes y seguro que no habrían existido de no existir el libro pero no es nada necesario conocer la obra literaria de DFW ni haber leído el libro de David Lipsky para disfrutar de la película y de la historia de un ser humano complejo que se mueve entre el exhibicionismo y la timidez más absoluta, entre la genialidad creativa y la torpeza del ser cotidiano que vive a la vuelta de nuestra esquina. En un país que ya de por sí es literario, extravagante, inhumano y fascinante, como es USA.
Excelente trabajo de dirección y de guión que recoge fielmente lo que se intenta plasmar en el libro.
Sin olvidar que la densidad del personaje y la riqueza de sus creaciones seguramente han servido de inspiración a todos los que se acercaron a él y pudieron disfrutar de sus puntos de vista, sus juicios y sus reflexiones. Un creador que enriquece sólo con su proximidad.
David Lipsky, en el libro no se cansa de admirarlo y darle las gracias por esos días que compartieron. En la peli se refleja constantemente. Seguramente James Ponsoldt también se siente agradecido por haber puesto a su alcance material de tanta riqueza. Es decir, seguramente, todos planetas girando alrededor de un Sol que deslumbro hasta que se quemó.
Nos quedan sus libros, sus “youtubes” y sobre todo su sensibilidad e inteligencia para intentar explicar este mundo del bienestar y el confort que suavemente nos mata con su canción. Él intento desenmascararlo. Le costó la vida. Nos dejo sus libros.
Una recomendación, un recorrido: Ver la película como si fuese un personaje inventado. Leer el libro de entrevistas. Ver algún Youtube del escritor, hay muchos. Y después leer sus libros. Dejar para el final “La broma infinita”, o si no, correr el riesgo de quedar ahíto por unos meses. Y ya no volver a ver la literatura de la manera que se ha visto hasta ese momento.

6,1
23.867
9
20 de diciembre de 2018
20 de diciembre de 2018
Sé el primero en valorar esta crítica
A ver, no voy a decir que después de “Muerte entre las flores”, los Coen no han sido capaces de batir su propio record, vaya lo dije, pero hay que entenderlo, tenían una historia cojonuda gracias a Dashiell Hammet y supieron entenderla muy bien, más que muy bien, en “estado de gracia” bien, vamos, una obra maestra del cine de todos los tiempos. Que ya le gustaría a la anodina y sobrevalorada “Casablanca”. Pero no nos desviemos.
“A Serious man” es una película que ya desde el minuto uno se convierte en una acida y divertida visión del mundo judío y es inevitable acordarse de todos los autores literarios que han azotado la religión hebrea, Philip Roth por delante.
Parece, bueno parece no, es algo impepinable que los creadores de ascendencia judía tarde o temprano, o siempre, terminan haciendo alusión a su ascendencia judía. Y casi siempre en plan crítico, reivindicativo o directamente despreciando a esta confesión. Lo que ya da una idea de lo represora y constrictiva que es. Tanto o más que una boa constrictor.
Esto es lo que plasman de una forma divertida e irreverente este par de hermanos judíos.
La mezcla de la cotidiana vida americana con las costumbres de una comunidad judía, dan para infinidad de escenas rebosantes de acidez, estupefacción y lucidez sobre lo que es la libertad del ser humano, sus implicaciones en su comunidad y la manera de sobrevivir en ella. Que no es otra como en cualquier otra comunidad, que a base de trampas, falsedades e hipocresías.
Sólo que en otras comunidades las válvulas de escape son más abundantes y sobre todo la parafernalia, es menos edificante y soberbia.
Y en un bosque como este un individuo que quiere por encima cumplir con lo estipulado es pisoteado, vejado y humillado hasta la exasperación. Un hombre serio.
Nadie parece ser cómplice suyo. Está solo. Se ha tomado muy a pecho lo estipulado. Así un amante de su mujer, un alumno con la complicidad de su padre, una esposa que no aguanta tanta honestidad, unos rabinos desopilantes y unos hijos que no entienden nada que no sea lo suyo. ¡Ah! y un hermano impagable. Una colla de personajes que hacen las delicias de cualquiera que agradezca una venganza contra las costumbres y las tradiciones que amargan la vida a la buen agente y sirven de trampolín a los golfos, listos y aprovechados.
Toda la película la bordan los Coen, con unas interpretaciones trazadas a tiralíneas, estereotipadas que le vienen como un guante a la intención de la cinta y un guión repleto de escenas que podían ser “sketchs” individuales, algunos corrosivos, otros simpáticos pero todos aderezados con la salsa que también supo utilizar Roth.
Implacables en la narración, cuando parece que el protagonista se saldrá con la suya le llama su médico y ahí nos quedamos, oyendo a los “Jefferson Airplane”. Una banda de rock inequívocamente norteamericana para un film inevitablemente judío.
Burlona, implacable, divertida y acida. Muy recomendable. Después de “Muerte entre las flores” y “Fargo”….yo hablaría de trilogía.
“A Serious man” es una película que ya desde el minuto uno se convierte en una acida y divertida visión del mundo judío y es inevitable acordarse de todos los autores literarios que han azotado la religión hebrea, Philip Roth por delante.
Parece, bueno parece no, es algo impepinable que los creadores de ascendencia judía tarde o temprano, o siempre, terminan haciendo alusión a su ascendencia judía. Y casi siempre en plan crítico, reivindicativo o directamente despreciando a esta confesión. Lo que ya da una idea de lo represora y constrictiva que es. Tanto o más que una boa constrictor.
Esto es lo que plasman de una forma divertida e irreverente este par de hermanos judíos.
La mezcla de la cotidiana vida americana con las costumbres de una comunidad judía, dan para infinidad de escenas rebosantes de acidez, estupefacción y lucidez sobre lo que es la libertad del ser humano, sus implicaciones en su comunidad y la manera de sobrevivir en ella. Que no es otra como en cualquier otra comunidad, que a base de trampas, falsedades e hipocresías.
Sólo que en otras comunidades las válvulas de escape son más abundantes y sobre todo la parafernalia, es menos edificante y soberbia.
Y en un bosque como este un individuo que quiere por encima cumplir con lo estipulado es pisoteado, vejado y humillado hasta la exasperación. Un hombre serio.
Nadie parece ser cómplice suyo. Está solo. Se ha tomado muy a pecho lo estipulado. Así un amante de su mujer, un alumno con la complicidad de su padre, una esposa que no aguanta tanta honestidad, unos rabinos desopilantes y unos hijos que no entienden nada que no sea lo suyo. ¡Ah! y un hermano impagable. Una colla de personajes que hacen las delicias de cualquiera que agradezca una venganza contra las costumbres y las tradiciones que amargan la vida a la buen agente y sirven de trampolín a los golfos, listos y aprovechados.
Toda la película la bordan los Coen, con unas interpretaciones trazadas a tiralíneas, estereotipadas que le vienen como un guante a la intención de la cinta y un guión repleto de escenas que podían ser “sketchs” individuales, algunos corrosivos, otros simpáticos pero todos aderezados con la salsa que también supo utilizar Roth.
Implacables en la narración, cuando parece que el protagonista se saldrá con la suya le llama su médico y ahí nos quedamos, oyendo a los “Jefferson Airplane”. Una banda de rock inequívocamente norteamericana para un film inevitablemente judío.
Burlona, implacable, divertida y acida. Muy recomendable. Después de “Muerte entre las flores” y “Fargo”….yo hablaría de trilogía.

4,4
802
3
11 de noviembre de 2018
11 de noviembre de 2018
Sé el primero en valorar esta crítica
Nada en esta película tiene pies o cabeza. Y mucho menos, no sé, una línea narrativa, de guión o de algo que haga que lo que se está viendo forme un todo homogéneo. Es un todo disparatado, inconexo, con un gran plantel de actores, interpretando unos papeles que no pegan unos con otros ni por casualidad. Uno está toda la proyección imaginándose al personal que suele haber tras las cámaras, toda esa parafernalia de ayudantes, iluminadores, cámaras, guionistas, director… tal es el nulo poder de embeleso del film.
Los dialogos, unas veces son estúpidos, otros pretenciosos, otras banales.
Se puede decir, que si relacionamos el potencial interpretativo con el resultado de la película resultante, estamos ante la peor que he visto en mi vida.
Y todo, seguramente, porque conociendo como las gasta el perpetrador a buen seguro del proyecto, no habrá dejado rincón del mismo sin añadirle su toque. Me estoy refiriendo a Bob Dylan, que ya ha hecho incursiones en el cine, todas con más pena que gloria.
Si les digo que es tan buen músico como mal actor, teniendo en cuenta que para mí es el mayor músico del siglo XX en esto de la música moderna, pues tendrán una idea de por dónde van sus dotes interpretativas. Peor imposible. Estás embebido en los pocos duelos de calidad interpretativa que protagonizan Jeff Bridges y John Goodman, aparece Bob Dylan, y casi se te escapa… ¡Corten, corten!, ¿Quién es ese de las greñas?... en serio.
Exactamente no se que pretendía al escribir este guión, pues parece que lo escribió él, si es que sabía lo que pretendía. Más parece un experimento para olvidar que otra cosa.
Sólo la BSO de la película se salva.
Músico a tu música.
Los dialogos, unas veces son estúpidos, otros pretenciosos, otras banales.
Se puede decir, que si relacionamos el potencial interpretativo con el resultado de la película resultante, estamos ante la peor que he visto en mi vida.
Y todo, seguramente, porque conociendo como las gasta el perpetrador a buen seguro del proyecto, no habrá dejado rincón del mismo sin añadirle su toque. Me estoy refiriendo a Bob Dylan, que ya ha hecho incursiones en el cine, todas con más pena que gloria.
Si les digo que es tan buen músico como mal actor, teniendo en cuenta que para mí es el mayor músico del siglo XX en esto de la música moderna, pues tendrán una idea de por dónde van sus dotes interpretativas. Peor imposible. Estás embebido en los pocos duelos de calidad interpretativa que protagonizan Jeff Bridges y John Goodman, aparece Bob Dylan, y casi se te escapa… ¡Corten, corten!, ¿Quién es ese de las greñas?... en serio.
Exactamente no se que pretendía al escribir este guión, pues parece que lo escribió él, si es que sabía lo que pretendía. Más parece un experimento para olvidar que otra cosa.
Sólo la BSO de la película se salva.
Músico a tu música.

4,9
5.994
8
29 de mayo de 2018
29 de mayo de 2018
Sé el primero en valorar esta crítica
High-Rise es quizás la película más simbólica que haya visto de Ben Wheatly. Entre la ciencia-ficción y la distopía, este sorprendente director inglés, entomólogo, nada compasivo del hombre, hace lo que todo científico de laboratorio. Crear un escenario, un ambiente, un microcosmos en el que experimentar o intentar reflejar toda la variedad y complejidad del ser humano y su sociedad. En un rascacielos, en el que no falta de nada, jardines, piscinas, gimnasios, supermercados, este director pretende construir un universo humano.
Como no puede ser de otra manera esta reconstrucción es parcial, limitada, un fracaso. Pero es algo normal.
Encerrar una rata en un laboratorio, pase, pero al hombre…
Mas, a pesar del fracaso y de la parcialidad, el film se deja ver. Tiene en algunas escenas un gran poderío visual, el texto se mueve entre la pedantería del demiurgo pretencioso y megalómano que interpreta muy bien Jeremy Irons, el discurrir existencialista del doctor que al final saca sus peregrinas conclusiones y el discurso iracundo del garrulo y atlético reportero de radio. Alrededor, toda la fauna humana.
Entretenido ejercicio de comedia humana a la que tan aficionado era J.G. Ballard, autor de la novela en la que se basa la película, en la que la banda sonora es otro toque personal del director que uno no sabe si las pone, las canciones, para burla solidaria o gamberrada contra el espectador. Un batiburrillo que mezcla la típica banda musical de película con las más estrambóticas de las canciones actuales. No sé muy bien con qué intención, como no sea la de desconcentrar al espectador.
Con todo, como ya he dicho, y como con todas sus películas, una más que merece la pena ver y que no deja indiferente al cinéfilo o al interesado por los vericuetos creativos de los artistas. Y Ben Wheatly lo es, artista y muy creativo.
Como no puede ser de otra manera esta reconstrucción es parcial, limitada, un fracaso. Pero es algo normal.
Encerrar una rata en un laboratorio, pase, pero al hombre…
Mas, a pesar del fracaso y de la parcialidad, el film se deja ver. Tiene en algunas escenas un gran poderío visual, el texto se mueve entre la pedantería del demiurgo pretencioso y megalómano que interpreta muy bien Jeremy Irons, el discurrir existencialista del doctor que al final saca sus peregrinas conclusiones y el discurso iracundo del garrulo y atlético reportero de radio. Alrededor, toda la fauna humana.
Entretenido ejercicio de comedia humana a la que tan aficionado era J.G. Ballard, autor de la novela en la que se basa la película, en la que la banda sonora es otro toque personal del director que uno no sabe si las pone, las canciones, para burla solidaria o gamberrada contra el espectador. Un batiburrillo que mezcla la típica banda musical de película con las más estrambóticas de las canciones actuales. No sé muy bien con qué intención, como no sea la de desconcentrar al espectador.
Con todo, como ya he dicho, y como con todas sus películas, una más que merece la pena ver y que no deja indiferente al cinéfilo o al interesado por los vericuetos creativos de los artistas. Y Ben Wheatly lo es, artista y muy creativo.
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