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7,2
33.894
8
11 de diciembre de 2019
11 de diciembre de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
HISTORIA DE UN MATRIMONIO de Noah Baumbach
Alguien que me sostenga
Alguien que me lastime profundo
Alguien que se siente en mi silla
Y arruine mi sueño
Y me haga dar cuenta
que estoy vivo…
De Being Alive de Stephen Sondheim
Historia de un Matrimonio es la nueva película estrenada en Netflix del excelente director neoyorkino nacido en Brooklyn en 1969, Noah Baumbach, perteneciente al movimiento de cine independiente americano.
Baumbach tiene en su haber una docena de films largos, entre documentales y ficciones, la mayoría de los cuales no fue estrenado en los cines argentinos. Solo recuerdo haber visto Historias de Familia (The Squid and the Whale, 2005) y Mientras Seamos Jóvenes, 2014. El resto se lo conoció a través de DVD y en festivales donde se ha hecho una figura popular en los últimos años, dado que su prestigio ha crecido considerablemente. Sus películas han comenzado a verse por Netflix. La crónica que nos ocupa corresponde a su último film estrenado esta semana justamente por ese medio.
Historia de un Matrimonio narra el proceso del divorcio de una pareja que tiene un hijo donde la disputa se concentra en el régimen de visitas. El film, notablemente actuado por un sobresaliente elenco donde destacan los trabajos de Adam Driver como Charlie y Scarlet Johansson como Nicole refiere a una joven pareja de artistas. Él, autor y director teatral, y ella, una talentosa actriz en busca de un papel que le dé popularidad, casados, con hijo pequeño.
La película refleja el desgaste de la pareja como consecuencia de una vida moderna llena de problemas financieros, cambios de trabajo, la propia inestabilidad de la actividad artística del matrimonio, el desarraigo común a ambos que han emigrado de adulto a tentar mejor suerte en la ciudad de Nueva York, la dificultosa crianza de un niño pequeño en un gran ciudad los lleva a una separación obligada, dado que ella es contratada por una de las mayores cadenas de televisión para protagonizar una serie, lo cual da pie a una separación de hecho que la misma convivencia después de 6 años de matrimonio venia pre anunciando.
Baumbach concentra su film en ese proceso de separación, donde la intervención de los abogados complica y monetiza la cuestión, transformando al drama en una sátira donde los abogados estiran y complican los problemas con la mente puesta en la facturación de honorarios mientras la pareja no encuentra una solución adecuada a su desencuentro que específicamente es el régimen de visitas periódicas que el padre debe efectuar al niño.
El guionista y director, con suma destreza y un sentido innato del humor, indaga en los sentimientos que se rompen en esa pareja haciendo aparecer sutilmente el sufrimiento que ocasiona la separación en las partes pero sobre todo al hijo. Su film termina siendo una oda a esos sentimientos encontrados, a la cosa rota que se va partiendo por dentro, generando una soledad difícil de expresar cuando en realidad las partes han buscado eso, alejarse una del otro para que cada uno pueda seguir su propio camino.
En la escena final, un grupo de actores que acompañan a Charlie, realizan un after hour en un bar del west side neoyorkino. De repente un pianista sube al escenario y comienza a entonar una canción. Charlie se pone de pie, toma el micrófono y comienza a cantar con total sentimiento las estrofas de Being Alive de Stephen Sondheim del musical Company. El momento se llena de sentimientos confusos, esos mismos sentimientos que parecen gobernar la vida tumultuosa del artista, aquel que por dar a luz su propia obra, descuida su propia vida, la de sus amores y hasta la de los propios hijos. En esa escena desemboca esa especie de espíritu adolescente que los humanos siempre llevamos dentro cualquiera sea nuestra edad. El recuerdo del amor perdido. La nostalgia inunda el espacio. El film encuentra su fin.
Alguien que me sostenga
Alguien que me lastime profundo
Alguien que se siente en mi silla
Y arruine mi sueño
Y me haga dar cuenta
que estoy vivo…
De Being Alive de Stephen Sondheim
Historia de un Matrimonio es la nueva película estrenada en Netflix del excelente director neoyorkino nacido en Brooklyn en 1969, Noah Baumbach, perteneciente al movimiento de cine independiente americano.
Baumbach tiene en su haber una docena de films largos, entre documentales y ficciones, la mayoría de los cuales no fue estrenado en los cines argentinos. Solo recuerdo haber visto Historias de Familia (The Squid and the Whale, 2005) y Mientras Seamos Jóvenes, 2014. El resto se lo conoció a través de DVD y en festivales donde se ha hecho una figura popular en los últimos años, dado que su prestigio ha crecido considerablemente. Sus películas han comenzado a verse por Netflix. La crónica que nos ocupa corresponde a su último film estrenado esta semana justamente por ese medio.
Historia de un Matrimonio narra el proceso del divorcio de una pareja que tiene un hijo donde la disputa se concentra en el régimen de visitas. El film, notablemente actuado por un sobresaliente elenco donde destacan los trabajos de Adam Driver como Charlie y Scarlet Johansson como Nicole refiere a una joven pareja de artistas. Él, autor y director teatral, y ella, una talentosa actriz en busca de un papel que le dé popularidad, casados, con hijo pequeño.
La película refleja el desgaste de la pareja como consecuencia de una vida moderna llena de problemas financieros, cambios de trabajo, la propia inestabilidad de la actividad artística del matrimonio, el desarraigo común a ambos que han emigrado de adulto a tentar mejor suerte en la ciudad de Nueva York, la dificultosa crianza de un niño pequeño en un gran ciudad los lleva a una separación obligada, dado que ella es contratada por una de las mayores cadenas de televisión para protagonizar una serie, lo cual da pie a una separación de hecho que la misma convivencia después de 6 años de matrimonio venia pre anunciando.
Baumbach concentra su film en ese proceso de separación, donde la intervención de los abogados complica y monetiza la cuestión, transformando al drama en una sátira donde los abogados estiran y complican los problemas con la mente puesta en la facturación de honorarios mientras la pareja no encuentra una solución adecuada a su desencuentro que específicamente es el régimen de visitas periódicas que el padre debe efectuar al niño.
El guionista y director, con suma destreza y un sentido innato del humor, indaga en los sentimientos que se rompen en esa pareja haciendo aparecer sutilmente el sufrimiento que ocasiona la separación en las partes pero sobre todo al hijo. Su film termina siendo una oda a esos sentimientos encontrados, a la cosa rota que se va partiendo por dentro, generando una soledad difícil de expresar cuando en realidad las partes han buscado eso, alejarse una del otro para que cada uno pueda seguir su propio camino.
En la escena final, un grupo de actores que acompañan a Charlie, realizan un after hour en un bar del west side neoyorkino. De repente un pianista sube al escenario y comienza a entonar una canción. Charlie se pone de pie, toma el micrófono y comienza a cantar con total sentimiento las estrofas de Being Alive de Stephen Sondheim del musical Company. El momento se llena de sentimientos confusos, esos mismos sentimientos que parecen gobernar la vida tumultuosa del artista, aquel que por dar a luz su propia obra, descuida su propia vida, la de sus amores y hasta la de los propios hijos. En esa escena desemboca esa especie de espíritu adolescente que los humanos siempre llevamos dentro cualquiera sea nuestra edad. El recuerdo del amor perdido. La nostalgia inunda el espacio. El film encuentra su fin.

6,3
15.873
9
10 de noviembre de 2019
10 de noviembre de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este nuevo film estrenado ayer en Argentina tiene ya más de un año de haber sido realizado en los Estados Unidos. Problemas de distribución derivadas de discrepancias en la interpretación sobre el acoso sexual, el clima de persecución estallado en Hollywood, y el involucramiento judicial de Woody Allen, determinó que la empresa productora Amazon haya postergado su estreno en la medida que el tema fue cobrando resonancia pública.
No obstante ello, ha llegado esta semana a los cines de Argentina. Si bien la temática del film versa sobre una pareja de jóvenes que pasa un fin de semana en Nueva York, por otro lado, parecería ser una reflexión sobre la sociedad que habita la Gran Manzana y sus criterios morales donde la más amplia libertad prevalece sobre cualquier tipo de prejuicios.
Vayamos al argumento. Ashleigh Enright (Elle Fanning), una apasionada estudiante de periodismo) y Gatsby Welles (Timothée Chalamet), un desapasionado estudiante de ciencias, mantienen un romance universitario cuando Ashleigh tiene la oportunidad de reemplazar a una compañera para realizar un reportaje a un director de cine famoso que está filmando en Nueva York. Ashleigh siente tocar el cielo con las manos. porque considera que se la dado una gran oportunidad. Gatsby, a quien le importa poco su estudio, y lo obsesionan los juegos de azar, la noche anterior ha ganado una pequeña fortuna jugando al póker. Nada mejor que acompañar a Ashleigh y pasar un fin de semana a lo grande en Nueva York.
El azar es uno de los grandes temas de Woody Allen. Match Point ya desplegaba todo un discurso al respecto. Y en “Un Día Lluvioso…” vuelve a tener la oportunidad de desarrollar este tema en una comedia lujosa, repleta de pequeñas vueltas donde la suerte decide y nadie es quien parece ser.
Desde el momento mismo que la pareja pisa Nueva York, todo parece volverse un sueño hecho realidad. Pero pronto comenzará a llover. Y con la lluvia, todo aquello que parecía perfecto comienza a mostrar sus flaquezas. El caos se apodera de cada uno de los personajes. Ya nada volverá a ser igual.
Ese día lluvioso en la ciudad limpiara y dejara al descubierto cada situación, cada rostro, como si cada persona desnudara a su otro yo y lo dejara salir en un acto colectivo de una catarsis mayúscula. Todos tienen algo que esconder. Desde lo más pequeño a lo más grande. Deseos insatisfechos, engaños, chicanas, mentiras, pasiones y hasta vidas ocultas.
Solo un gran cineasta como Woody Allen puede realizar un film tan pequeño como abarcativo. Son 90 minutos en los que su exactitud en la pintura de cada personaje, delineado con pequeñas pinceladas, desarrolla una trama que siempre mantiene la coherencia buscando no perder ese delicado equilibrio de fresco social que forma parte de un todo que llamamos gran ciudad, en un día de lluvia, cuando de repente, esa inmensidad parece empequeñecer como consecuencia que la lluvia y la bruma hacen volver todo más íntimo y personal, dando lugar a que secretos y mentiras salgan a la luz desnudado la verdad.
El cineasta neoyorquino trabajo esta vez con la colaboración inestimable del fotógrafo italiano Vittorio Storaro, aquel que dio luz a Appocalysis Now. Su trabajo es extraordinario dado que la atmosfera de encierro que consigue es un logro tan importante como la precisión misma del guión. Ambos elementos logran sacar a luz historias, secretos, mentiras y sobretodo, insatisfacciones que parecen difíciles de ocultar en una ciudad tan grande como Nueva York. Completan el cuadro la maravillosa elección de temas de Errol Garner, cuyas melodías consiguen dar el clásico toque de ambientación jazzística del autor y sobretodo, una atmosfera de intimidad, y finalmente un elenco, en el cual destaca ese inmenso actor que es Liev Schreiber, junto a Judd Law, Diego Luna, y Rebecca Hall.
No obstante ello, ha llegado esta semana a los cines de Argentina. Si bien la temática del film versa sobre una pareja de jóvenes que pasa un fin de semana en Nueva York, por otro lado, parecería ser una reflexión sobre la sociedad que habita la Gran Manzana y sus criterios morales donde la más amplia libertad prevalece sobre cualquier tipo de prejuicios.
Vayamos al argumento. Ashleigh Enright (Elle Fanning), una apasionada estudiante de periodismo) y Gatsby Welles (Timothée Chalamet), un desapasionado estudiante de ciencias, mantienen un romance universitario cuando Ashleigh tiene la oportunidad de reemplazar a una compañera para realizar un reportaje a un director de cine famoso que está filmando en Nueva York. Ashleigh siente tocar el cielo con las manos. porque considera que se la dado una gran oportunidad. Gatsby, a quien le importa poco su estudio, y lo obsesionan los juegos de azar, la noche anterior ha ganado una pequeña fortuna jugando al póker. Nada mejor que acompañar a Ashleigh y pasar un fin de semana a lo grande en Nueva York.
El azar es uno de los grandes temas de Woody Allen. Match Point ya desplegaba todo un discurso al respecto. Y en “Un Día Lluvioso…” vuelve a tener la oportunidad de desarrollar este tema en una comedia lujosa, repleta de pequeñas vueltas donde la suerte decide y nadie es quien parece ser.
Desde el momento mismo que la pareja pisa Nueva York, todo parece volverse un sueño hecho realidad. Pero pronto comenzará a llover. Y con la lluvia, todo aquello que parecía perfecto comienza a mostrar sus flaquezas. El caos se apodera de cada uno de los personajes. Ya nada volverá a ser igual.
Ese día lluvioso en la ciudad limpiara y dejara al descubierto cada situación, cada rostro, como si cada persona desnudara a su otro yo y lo dejara salir en un acto colectivo de una catarsis mayúscula. Todos tienen algo que esconder. Desde lo más pequeño a lo más grande. Deseos insatisfechos, engaños, chicanas, mentiras, pasiones y hasta vidas ocultas.
Solo un gran cineasta como Woody Allen puede realizar un film tan pequeño como abarcativo. Son 90 minutos en los que su exactitud en la pintura de cada personaje, delineado con pequeñas pinceladas, desarrolla una trama que siempre mantiene la coherencia buscando no perder ese delicado equilibrio de fresco social que forma parte de un todo que llamamos gran ciudad, en un día de lluvia, cuando de repente, esa inmensidad parece empequeñecer como consecuencia que la lluvia y la bruma hacen volver todo más íntimo y personal, dando lugar a que secretos y mentiras salgan a la luz desnudado la verdad.
El cineasta neoyorquino trabajo esta vez con la colaboración inestimable del fotógrafo italiano Vittorio Storaro, aquel que dio luz a Appocalysis Now. Su trabajo es extraordinario dado que la atmosfera de encierro que consigue es un logro tan importante como la precisión misma del guión. Ambos elementos logran sacar a luz historias, secretos, mentiras y sobretodo, insatisfacciones que parecen difíciles de ocultar en una ciudad tan grande como Nueva York. Completan el cuadro la maravillosa elección de temas de Errol Garner, cuyas melodías consiguen dar el clásico toque de ambientación jazzística del autor y sobretodo, una atmosfera de intimidad, y finalmente un elenco, en el cual destaca ese inmenso actor que es Liev Schreiber, junto a Judd Law, Diego Luna, y Rebecca Hall.
7
31 de agosto de 2019
31 de agosto de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Francois Ozon es un prolífico cineasta francés autor de una obra con algunos altibajos pero nunca carente de interés. En esta oportunidad, se ha presentado en la Argentina su último trabajo, Por la Gracia de Dios, reciente ganador del festival de Berlín 2019.
El film es un drama que sigue a un grupo de hombres que se unen para dar a luz el código de silencio que durante años protegió a un sacerdote que abusó decenas de niños en un campamento de una escuela religiosa en Francia hace más de 30 años.
Basado en los sucesos que dieron lugar a la condena del cardenal Philippe Barbarin, en Lyon, en 2018 por ocultar la conducta del padre Bernard Preynat, POR LA GRACIA DE DIOS narra los diversos esfuerzos realizados para dar a luz aquellos abusos, a la vez de ilustrar sobre los efectos de los traumas provocados en los sobrevivientes y sus respectivas familias en esta crónica sobre la resistencia, el poder de la movilización, la vergüenza y el miedo a dar a conocer los hechos ocurridos.
Francois Ozon plantea el drama como una crónica dentro de un espíritu documentalista que recrea la rebelión de una de las víctimas que, dándose cuenta que con un pedido de perdón no basta para resarcir la vergüenza ocultada durante tantos años. En consecuencia, decide continuar la lucha buscando a sus viejos compañeros de colegio con los que había compartido códigos de silencio, uniéndose para desmantelar dichos código y dar a luz aquellas verdades inconfesables que habían ocurrido durante su niñez.
No obstante la sinceridad y la nobleza del relato, el film cae en un alegato que termina resultando repetitivo, aunque esa repetición no hace más que enfatizar en los códigos de silencio que se ha impuesto la Santa iglesia Católica al respecto. Podría interpretarse como si los sacerdotes acusados estuvieran absolutamente fuera de la ley de los hombres y solo estuvieran condenados por su conciencia.
Dado que estos sucesos han ocurrido hace más de 25 años, las acciones legales están prescriptas. En consecuencia, los esfuerzos por obtener una sentencia judicial favorable a las victimas y/o poder condenar al sacerdote acusado ya no existe debido a que el periodo legal para reclamar justicia ha terminado. Solo queda el pedido de perdón de manera religiosa, el cual puede o no ser aceptado por la víctima, pero esta última nunca lograra una condena penal por parte de su abusador.
Cabe aclarar que en general, dado que los abusadores han continuado en su accionar, y dada la labor de estos grupos de damnificados, han continuado apareciendo casos similares que si han podido ser canalizados a través de justicia. No obstante ello, la Iglesia no denuncia los casos sino que son las propias víctimas las que lo hacen.
Incluso, el título original de esta película es la traducción de la frase francesa "Grâce à Dieu".Esta una frase que expresa el ex arzobispo cardenal Barbarin en una entrevista: "Gracias a Dios, estos eventos están sujetos a prescripción", dando a entender como una expresión de alivio de que el perpetrador ya no pueda ser procesado.
El film de Ozon es claro y contundente respecto a su denuncia. No obstante ello, el espíritu reiterativo de los casos, el estilo falsamente documentalista adoptado, la larga duración del film (137 minutos) atentan contra el hecho puramente cinematográfico a pesar de su clara e importante postura formulada.
El film es un drama que sigue a un grupo de hombres que se unen para dar a luz el código de silencio que durante años protegió a un sacerdote que abusó decenas de niños en un campamento de una escuela religiosa en Francia hace más de 30 años.
Basado en los sucesos que dieron lugar a la condena del cardenal Philippe Barbarin, en Lyon, en 2018 por ocultar la conducta del padre Bernard Preynat, POR LA GRACIA DE DIOS narra los diversos esfuerzos realizados para dar a luz aquellos abusos, a la vez de ilustrar sobre los efectos de los traumas provocados en los sobrevivientes y sus respectivas familias en esta crónica sobre la resistencia, el poder de la movilización, la vergüenza y el miedo a dar a conocer los hechos ocurridos.
Francois Ozon plantea el drama como una crónica dentro de un espíritu documentalista que recrea la rebelión de una de las víctimas que, dándose cuenta que con un pedido de perdón no basta para resarcir la vergüenza ocultada durante tantos años. En consecuencia, decide continuar la lucha buscando a sus viejos compañeros de colegio con los que había compartido códigos de silencio, uniéndose para desmantelar dichos código y dar a luz aquellas verdades inconfesables que habían ocurrido durante su niñez.
No obstante la sinceridad y la nobleza del relato, el film cae en un alegato que termina resultando repetitivo, aunque esa repetición no hace más que enfatizar en los códigos de silencio que se ha impuesto la Santa iglesia Católica al respecto. Podría interpretarse como si los sacerdotes acusados estuvieran absolutamente fuera de la ley de los hombres y solo estuvieran condenados por su conciencia.
Dado que estos sucesos han ocurrido hace más de 25 años, las acciones legales están prescriptas. En consecuencia, los esfuerzos por obtener una sentencia judicial favorable a las victimas y/o poder condenar al sacerdote acusado ya no existe debido a que el periodo legal para reclamar justicia ha terminado. Solo queda el pedido de perdón de manera religiosa, el cual puede o no ser aceptado por la víctima, pero esta última nunca lograra una condena penal por parte de su abusador.
Cabe aclarar que en general, dado que los abusadores han continuado en su accionar, y dada la labor de estos grupos de damnificados, han continuado apareciendo casos similares que si han podido ser canalizados a través de justicia. No obstante ello, la Iglesia no denuncia los casos sino que son las propias víctimas las que lo hacen.
Incluso, el título original de esta película es la traducción de la frase francesa "Grâce à Dieu".Esta una frase que expresa el ex arzobispo cardenal Barbarin en una entrevista: "Gracias a Dios, estos eventos están sujetos a prescripción", dando a entender como una expresión de alivio de que el perpetrador ya no pueda ser procesado.
El film de Ozon es claro y contundente respecto a su denuncia. No obstante ello, el espíritu reiterativo de los casos, el estilo falsamente documentalista adoptado, la larga duración del film (137 minutos) atentan contra el hecho puramente cinematográfico a pesar de su clara e importante postura formulada.

4,5
63
8
14 de junio de 2019
14 de junio de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Blindado es una nueva y muy interesante incursión de Meneghelli en el film de género. Lo hace través de una historia con un personaje monolítico, Luna (Gabriel Peralta), un conductor de un camión que transporta caudales y que en sus noches de insomnio, repite un sueño como pesadilla donde se ve a sí mismo conduciendo un auto donde en el asiento de atrás lleva a una mujer con un niño pequeño.
Esta pesadilla que altera el sueño de Luna es una clave de la película que juega como una premonición que el protagonista creerá poder hacer realidad a través de una relación incipiente que comienza con una compañera de trabajo, Selva (la brasileña Aline Jones) que casualmente tiene un hijo tal como Luna ve en su sueño.
Luna es un tipo cerrado, un solitario al cual le apasiona la cocina, y sobretodo, hacer empanadas que lleva al trabajo y comparte con sus compañeros de trabajo. Es un solitario que tiene un pasado que esconde y que también lo tortura. En Selva, una compañera de trabajo, ve no solo una posibilidad de tener una pareja, sino también hacer un acto de redención por algo que ocurrió en el pasado y lo tortura.
Meneghelli trabaja este material con suma inteligencia porque dada las características del personaje (conductor de un camión blindado), aprovecha esta situación para mantener al film dentro de la característica de un policial con algo de acción y bastante suspenso cuando en realidad lo que está narrando o más bien describiendo, es el comportamiento atípico de un hombre que arrastra una culpa y no puede encontrar su salvación.
Como consecuencia de ello, el film se va transformando de a poco y con suma sutileza pasa de una película de acción a la de un film intimista que utiliza el suspenso para desarrollar una historia de redención de características imprevisibles que lo vuelven muy atractivo.
Este film de Meneghelli tiene un mérito importante en su gran sinceridad. Acude a la nostalgia como atmosfera y a la narrativa pura y concreta, sin pausas, que va al grano y no se distrae en nada que no sea el relato que está desarrollando. Tiene un look del cine de otra época, posiblemente se inspira en el cine americano de los 70, concretamente en el policial y el western de directores como Donald Siegel y especialmente de Sam Peckimpah. La narrativa seca y directa del primero, y la atmosfera poética del segundo.
Completan el elenco Luciano Cáceres, Luis Zembroski, y Gonzalo Urtizverea como miembros de la tripulación del camión blindado. Es excelente la banda musical de Guillermo Pesoa, la fotografía de Gustavo Biazzi y el montaje de Juan Pablo Docampo y Guille Gatti. Un film muy parejo en todos sus rubros.
Esta pesadilla que altera el sueño de Luna es una clave de la película que juega como una premonición que el protagonista creerá poder hacer realidad a través de una relación incipiente que comienza con una compañera de trabajo, Selva (la brasileña Aline Jones) que casualmente tiene un hijo tal como Luna ve en su sueño.
Luna es un tipo cerrado, un solitario al cual le apasiona la cocina, y sobretodo, hacer empanadas que lleva al trabajo y comparte con sus compañeros de trabajo. Es un solitario que tiene un pasado que esconde y que también lo tortura. En Selva, una compañera de trabajo, ve no solo una posibilidad de tener una pareja, sino también hacer un acto de redención por algo que ocurrió en el pasado y lo tortura.
Meneghelli trabaja este material con suma inteligencia porque dada las características del personaje (conductor de un camión blindado), aprovecha esta situación para mantener al film dentro de la característica de un policial con algo de acción y bastante suspenso cuando en realidad lo que está narrando o más bien describiendo, es el comportamiento atípico de un hombre que arrastra una culpa y no puede encontrar su salvación.
Como consecuencia de ello, el film se va transformando de a poco y con suma sutileza pasa de una película de acción a la de un film intimista que utiliza el suspenso para desarrollar una historia de redención de características imprevisibles que lo vuelven muy atractivo.
Este film de Meneghelli tiene un mérito importante en su gran sinceridad. Acude a la nostalgia como atmosfera y a la narrativa pura y concreta, sin pausas, que va al grano y no se distrae en nada que no sea el relato que está desarrollando. Tiene un look del cine de otra época, posiblemente se inspira en el cine americano de los 70, concretamente en el policial y el western de directores como Donald Siegel y especialmente de Sam Peckimpah. La narrativa seca y directa del primero, y la atmosfera poética del segundo.
Completan el elenco Luciano Cáceres, Luis Zembroski, y Gonzalo Urtizverea como miembros de la tripulación del camión blindado. Es excelente la banda musical de Guillermo Pesoa, la fotografía de Gustavo Biazzi y el montaje de Juan Pablo Docampo y Guille Gatti. Un film muy parejo en todos sus rubros.
15 de febrero de 2019
15 de febrero de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Corren los años 50. Tony Vallelonga (magníficamente interpretado por Viggo Mortenssen) queda transitoriamente sin trabajo por reformas en el Night Club de Manhattan en el cual se desempeña. Afortunadamente, consigue costearse la vida durante un par de meses, haciendo de chofer de un hombre de piel negra (el Dr. Don Shirley, en otra gran actuación de Mahershala Ali), que es un virtuoso pianista. La gira que emprenden será por el sur y el medio oeste de los Estados Unidos. Para ambos será un viaje iniciático.
Inevitablemente, el film recuerda a Conduciendo a Miss Daysi, un film de 1989 que trataba el mismo tema en forma invertida, y que además ganó el Oscar a la Mejor Película. En ambas, si bien se pregonaba la igualdad racial, inconscientemente, aparece la supremacía blanca. Mientras Daysi transformaba a Hoke Colburn (Morgan Freeman) en un hombre educado, en esta última, Tony Vallelonga le da al Dr. Don Shirley calle y sentido común.
Tal vez por un énfasis altruista que atraviesa ambas, en el sentido que el que enseña y abre camino siempre es la persona de raza blanca, e incluso es también la persona portadora del prejuicio, como road movie la película se centra más en las diferencias que en el camino por recorrer. En ese sentido, queda muy lejos de otras road movies que han hecho historia como Esay Ryder (1969), de Dennis Hooper con Peter Fonda, tal vez el mayor manifiesto de la generación beat, o de Paris, Texas (1984) del alemán Wim Wenders filmando en Estados Unidos la historia de un hombre solitario que ha perdido el rumbo y decide volver a conectarse con la sociedad, consigo mismo y su familia en un viaje a través del desierto americano. O Thelma y Louise (1991), de Ridley Scott donde dos mujeres insatisfechas de su cómoda vida hogareña inician un viaje iniciático dejando atrás la sociedad de consumo internándose en el Gran Cañón del Colorado.
The Green Book es un film que no avanza porque es un film pretencioso. La búsqueda de la igualdad racial se centra en el argumento en la mutua enseñanza que se brindan los personajes. Mientras Tony es el hombre que tiene calle, entendiendo calle como experiencia de vida (es el hombre que se gana la vida todos los días haciendo el trabajo sucio que otros no quieren hacer), Don es todo lo contrario. Es un músico de formación profesional, un pianista virtuoso que ama lo clásico, que tiene consciencia de lo social, que respeta el orden público y las leyes, pero es incapaz de cuidarse a sí mismo.
Es paradójico que en el film el guión elija una época (los años 50) y un lugar (el sur de los Estados Unidos) para que una empresa discográfica dé a conocer mediante una gira a un nuevo pianista de raza negra y los introduzca en un medio hostil a través de una serie de recitales donde el público puede ser culto en lo musical pero a la vez está lleno de prejuicios e intolerancia. Ello produce una inevitabilidad de los hechos que hacen de la película un film absolutamente previsible que queda reducido a la relación de ambos personajes.
En este aspecto, la enseñanza mutua del uno hacia el otro, es lo mejor del film. Allí aparece lo que será un canto a la amistad, uno abriéndose hacia la cultura aunque más no sea aprendiendo a redactar una carta, y el otro, abandonando su mundo frio y solitario, acercándose a compartir algo más que su música. Hay en ello un sentido de convergencia que es el nacimiento de una amistad en un medio que todavía excluía mediante el prejuicio racial.
El Libro Verde queda como una película deudora porque transita un camino trillado, llena de convencionalismos, que no la diferencian de otras películas que han transitado el mismo tema, y que aunque no lo parezca, es un tema aún vigente en algunos Estados de la Unión. La cuestión racial sigue existiendo en el sur de los Estados Unidos. E incluso, la famosa intención de Donald Trump de levantar un muro en el sur en la frontera de los Estados Unidos con México, no es otra cosa que una expresión de un sentimiento segregacionista que gracias a Dios por ahora no ha pasado de ello, solo una intención.
Como curiosidad, cabe destacar que El director Peter Farrelly, también guionista junto a Nick Vallelonga y Brian Currie, trabaja por primera vez en la dirección sin la compañía de su hermano Peter. Juntos había coguionado y codirigido la mayoría de las películas que habían producido juntos.
Finalmente, lo más destacable de la película es su superlativo nivel interpretativo. Tanto los dos actores principales como el resto del elenco realizan una labor descollante. Seguramente el Oscar al Mejor Actor estará rondando la cabeza de alguno de ellos.
Inevitablemente, el film recuerda a Conduciendo a Miss Daysi, un film de 1989 que trataba el mismo tema en forma invertida, y que además ganó el Oscar a la Mejor Película. En ambas, si bien se pregonaba la igualdad racial, inconscientemente, aparece la supremacía blanca. Mientras Daysi transformaba a Hoke Colburn (Morgan Freeman) en un hombre educado, en esta última, Tony Vallelonga le da al Dr. Don Shirley calle y sentido común.
Tal vez por un énfasis altruista que atraviesa ambas, en el sentido que el que enseña y abre camino siempre es la persona de raza blanca, e incluso es también la persona portadora del prejuicio, como road movie la película se centra más en las diferencias que en el camino por recorrer. En ese sentido, queda muy lejos de otras road movies que han hecho historia como Esay Ryder (1969), de Dennis Hooper con Peter Fonda, tal vez el mayor manifiesto de la generación beat, o de Paris, Texas (1984) del alemán Wim Wenders filmando en Estados Unidos la historia de un hombre solitario que ha perdido el rumbo y decide volver a conectarse con la sociedad, consigo mismo y su familia en un viaje a través del desierto americano. O Thelma y Louise (1991), de Ridley Scott donde dos mujeres insatisfechas de su cómoda vida hogareña inician un viaje iniciático dejando atrás la sociedad de consumo internándose en el Gran Cañón del Colorado.
The Green Book es un film que no avanza porque es un film pretencioso. La búsqueda de la igualdad racial se centra en el argumento en la mutua enseñanza que se brindan los personajes. Mientras Tony es el hombre que tiene calle, entendiendo calle como experiencia de vida (es el hombre que se gana la vida todos los días haciendo el trabajo sucio que otros no quieren hacer), Don es todo lo contrario. Es un músico de formación profesional, un pianista virtuoso que ama lo clásico, que tiene consciencia de lo social, que respeta el orden público y las leyes, pero es incapaz de cuidarse a sí mismo.
Es paradójico que en el film el guión elija una época (los años 50) y un lugar (el sur de los Estados Unidos) para que una empresa discográfica dé a conocer mediante una gira a un nuevo pianista de raza negra y los introduzca en un medio hostil a través de una serie de recitales donde el público puede ser culto en lo musical pero a la vez está lleno de prejuicios e intolerancia. Ello produce una inevitabilidad de los hechos que hacen de la película un film absolutamente previsible que queda reducido a la relación de ambos personajes.
En este aspecto, la enseñanza mutua del uno hacia el otro, es lo mejor del film. Allí aparece lo que será un canto a la amistad, uno abriéndose hacia la cultura aunque más no sea aprendiendo a redactar una carta, y el otro, abandonando su mundo frio y solitario, acercándose a compartir algo más que su música. Hay en ello un sentido de convergencia que es el nacimiento de una amistad en un medio que todavía excluía mediante el prejuicio racial.
El Libro Verde queda como una película deudora porque transita un camino trillado, llena de convencionalismos, que no la diferencian de otras películas que han transitado el mismo tema, y que aunque no lo parezca, es un tema aún vigente en algunos Estados de la Unión. La cuestión racial sigue existiendo en el sur de los Estados Unidos. E incluso, la famosa intención de Donald Trump de levantar un muro en el sur en la frontera de los Estados Unidos con México, no es otra cosa que una expresión de un sentimiento segregacionista que gracias a Dios por ahora no ha pasado de ello, solo una intención.
Como curiosidad, cabe destacar que El director Peter Farrelly, también guionista junto a Nick Vallelonga y Brian Currie, trabaja por primera vez en la dirección sin la compañía de su hermano Peter. Juntos había coguionado y codirigido la mayoría de las películas que habían producido juntos.
Finalmente, lo más destacable de la película es su superlativo nivel interpretativo. Tanto los dos actores principales como el resto del elenco realizan una labor descollante. Seguramente el Oscar al Mejor Actor estará rondando la cabeza de alguno de ellos.
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