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Críticas 458
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
19 de diciembre de 2008
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curiosísima pseudocomedia romántica francobelga con una originalidad desbordante y mucha mala leche. Dos protagonistas casi absolutos, egoistas y ególatras, Sophie y Julien, quienes, desde niños, se retan a unos juegos perversos en los que reafirman su "peculiaridad" frente a todo y a todos. Detrás de ese no tan inocente entretenimiento se oculta un amor latente, insólito, que, evidentemente, no puede coexistir con la realidad de una vida normal y corriente. Por ello, los dos chicos no alcanzan nunca a crecer, a desarrollarse como individuos adultos y adocenados, porque la fuerza de ese extraño amor ludópata les arrastra hacia un nihilismo total, a la negación de cualquier otra realidad que no sean ellos mismos y esa pequeña caja-tiovivo, tótem y premio de sus apuestas cada vez más altas.
Los espacios de tiempo que pasan entre reto y reto, aunque sean días o años, son realmente lo mismo, lapsos de descanso en el juego del amor. Creo que a ambos personajes las magnitides físicas habituales, el espacio y el tiempo, les importan un pimiento, al igual que el resto de los convencionalismos que estructuran la exitencia del resto de los mortales. Por ello, prefieren un futuro de cemento, frente a ese otro final alternativo, ñoño y desvaído que nos ofrece Samuell, tan brillante como el resto de la peli, tal vez entendido como lo que pudiera haber sido y no fue, ni será.
También me resulta interesante la música de Philippe Rombi, una dulzona pero inquietante ambientación sazonada de múltiples versiones de La Vie en Rose, al igual que la fotografía a cargo de Antoine Roch.
18 de agosto de 2008
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Michael Apted dirige un guión de Tom Stoppard (autor, entre otras, de El Imperio del Sol, Shakespeare in Love o Brazil), que a su vez adapta una entretenida novela de Robert Harris. Lo que podría haber sido una interesante peli no acaba de funcionar adecuadamente en ningún momento: en principio la estética es adecuada, recordándonos el thriller clásico de los 50, y la ambientación es más que correcta, sin embargo, resulta larga, aburrida y confusa en demasiados momento; Dougray Scott no es una elección adecuada para el papel de Thomas Jericho, el criptólogo protagonista, y su interpretación parece plana y anticarismática. Tampoco Kate Winslet está inspirada como Hester Wallace, la chica que le ayudará a descifrar las claves alemanas que, a su vez, explican la desaparición de la pseudonovia del prota, Claire.
Es una lástima que con la premisa poderosa de la que partía la peli, algo tan poco desarrollado en el cine, a la par que interesante, como el papel de los criptólogos en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, no se haya desarrollando con algo más de talento, ya que la trama se mueve brumosamente entre la intriga bélica y la historia de desamor del matemático, el cual parece, por otro lado, una mala copia de tantos científicos medio locos que tantas veces nos mostrara la gran pantalla.
30 de julio de 2008
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué lástima....

Hay veces que te enfrentas a una peli y sales del cine con la sensación de que se ha desaprovechado tristemente una buena historia, y este es un claro ejemplo de lo que os digo: la presentación es brillante, un super-antihéroe, es decir, un tío chungo con superpoderes, un homeless borrachuzo que hace cosas de superhéroe, pero al que su dipsomanía le hace ser un tanto chapucero en su faena; a consecuencia de ello, no es un tipo muy popular, que digamos. Esto no es una gran novedad (ver Los Increíbles para constatar cómo se debe narrar la frágil fama que acompaña a esta gente). Lo que sí es imaginativo es el carácter pesimista y depresivo que se le da al personaje: él va por ahí con sus vuelos, sus hazañas cutres y sus cosillas dejando trascender el vacío existencial en el que está sumido.
Hasta aquí, todo espléndido; lo malo es el giro que da el argumento: se vuelve ñoño, explicativo y sumamente vulgar, no hay un desarrollo correcto del personaje principal, y los secundarios están terriblemente perjudicados por el cariz que ha tomado la historia: Ray, el rol que interpreta Jason Bateman, el publicista que quiere mejorar la imagen del héroe, y Mary (Charlize Theron), su mujer, se ven metidos en el lío esotérico, cutre y familiar en el que se embarulla la peli. Will Smith está correcto, en un papel que le viene al dedillo, aunque hubiera sido mejor que se hubiese puesto al servicio de un director más talentoso que Peter Berg (bastante más competetente en su faceta de actor, sobre todo cuando interpretó al paleto al que manipulaba la malvadísima Linda Fiorentino en la espléndida La Última Seducción).
En resumen, una peli olvidable, con un inicio prometedor que se diluye como un azucarillo en el café.
27 de diciembre de 2010
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Érase que se era un señor gordo, nacido allá donde no se ve mucho el sol; un día decidió cruzar el océano, y de la Pérfida Albión se quedó con un cierto interés por fastidiar a las mujeres rubias y glacialmente bellas. Al hombre le dio por hacer obras de arte, una tras otra, y jugar con aquello que había aprendido a hacer muy bien. En 1959 el gordito del perfil más famoso del mundo decidió gastar una inmensa broma, y hacer magia de lo inverosímil: nadie se planteó que aquello no tenía ni pies ni cabeza, que ese mondongo de la CIA, la ONU, espías por aquí, malvados por allá y persecuciones por acullá sólo pretendía ser una tremenda parodia de una serie de pelis que se tomaban demasiado en serio a sí mismas, pero que eran igualmente risibles, desde el punto de vista lógico.
No importa, porque en este cuento hay un héroe a la fuerza, Thornhill, al que confunden con un calviniano caballero inexistente, Kaplan, una princesa rubia que no era ni buena ni mala, sino todo lo contrario, lo que pasa es que la dibujaron así, y le dio por enamorarse, aunque unos feos señores en España aficionados a la tijera moralista no entendieran que los héroes también hacen cochinadas. Tampoco importa que la mamá sea más joven que el hijo, si la mamá es tan deliciosa como para preguntar: "Caballeros, ¿ustedes no están realmente tratando de matar a mi hijo, verdad?", ni que el héroe, de repente, aparezca en un desértico campo de maíz perseguido por un avión chungo que le quiere mandar al otro barrio, ni que se dediquen a corretear por las cabezotas de un monumento dedicado a cuatro presidentes muertos.
Todos estos polvos mágicos, si no hubieran estado manipulados por la mejor varita del mercado, se habrían convertido en lodos condenados al olvido, pero, al contrario, siempre nos acordaremos de ese héroe equivocado, pícaro y borrachín con madre a cuestas, de esa rubia insinuante, de ese tren, de ese monte Rushmore y a lo mejor tarareamos la musiquilla de ese neoyorquino de nombre alemán.
22 de diciembre de 2008
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me declaro fan irredento de Mike Leigh. Cada peli suya que veo que parece magnífica, y este caso no es una excepción. No encuentro nada en la obra que pueda significar un pero: la ambientación es magnífica, destacando la dirección artística a cargo de Andrew Grant y Ed Walsh, el vestuario perfecto, por una de las grandes como es Jacqueline Durran, con una maravillosa lección de fotografía por parte de Dick Pope, con una paleta de grises y sepias adecuada a una peli "de época", combinada con una serie de recusos técnicos que ayudan a entender la evolución del personaje protagonista casi absoluto: Vera Drake.
Permitidme que dedique un párrafo entero a Imelda Staunton: su Vera es de lo mejorcito que he visto en años, equilibrada, sin una lágrima de menos ni de más, contenida y brillante, en un papel que otras habrían decantado hacia la sobreactuación, pero que ella lo hace admirablemente, vemos una mujer que articula una familia de clase media-baja, pero feliz, intentando sobrellevar la postguerra de la mejor manera posible, siendo a la vez madre, compañera, trabajadora infatigable, fiel y bondadosa, pero con una actividad secreta que ella no se plantea jamás como inmoral, sino con la vocación de ayuda a muchachas que están en un apuro. Me fascina cómo, por cosas del destino, se le complican las cosas, y se ve obligada a confesar a su familia que practica abortos a jovencitas, ante la comprensión de su marido y el rechazo inicial de su hijo Sid, aunque todos los que la rodean verán alterada de una u otra manera su plácida existencia por el secreto de Vera.
El resto del elenco no desmerece a la protagonista, vemos por ahí a rostros habituales del cine del director como Daniel Mays, Sally Hawkins o Eddie Marsan, pero todos están estupendos.
Me resultó curioso enterarme, por declaraciones del propio Leigh, que no existía guión, que la única que sabía todo el tinglado era Imelda, y que el resto de los actores se iban enterando de la historia a medida que se iba filmando. El director se sorprendió bastante de su nominación al Óscar del mejor guión porque decía que éste no existía, que la peli era el guión.
Qué grande es Mike Leigh, qué grande...
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