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Críticas de Jark Prongo
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Críticas 231
Críticas ordenadas por utilidad
8
18 de agosto de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Planeamos el golpe. Expondremos las quejas.
Vaya plan si no te puedes fiar ya de las palabras de los profetas
Pero si no pasamos de esta fase beta, propondremos al Programador que suba de nivel y dé vidas extra."

(Las Revistas Científicas Mienten, Sagrado Corazón de Jesús)

Vuelve el artífice de aquella increíble Too Many Cooks que tantísimas cabezas destrozara un par de años atrás. Y si entonces un fotograma aludiera a los ZAZ (Zucker/Abrahams/Zucker, la máxima vanguardia del humor el pasado siglo con la venia de los Monty Python y Chris Morris) aquí vuelve a hacerse: no de una forma velada pero a través de ese nexo que fuera Escher para con la obra de los ZAZ y Chris Kelly.

Me explico.

¿Recuerdas el fotograma de Aterriza Como Puedas en el que Lloyd Bridges aparecía en primer plano mientras varias fotos en el muro proyectaban su imagen a un punto de fuga infinito? Es, de alguna manera, la estructura de matrioshka de Final Deployment 4, además de una configuración diferente pero de concepto muy semejante a las afamadas escaleras del pintor matemático. Todo es conexo y en función de la perspectiva es imposible determinar quién está arriba y quién abajo (en el cuadro) en la misma medida que para cada uno de los gamers existe una disposición semejante: son dioses de simulacros por debajo suya pero a ojos de terceros no dejan de ser un simulacro con una capa por encima.

Esta idea, la del videojuego como simulacro o entorno jerárquico con un dios y unos peleles no es nueva, claro: ya en el videojuego Populous se tanteaba (de forma invertida y muy de base conceptual), y en ExistenZ es donde mejor lucía. Pero a diferencia del magnífico film de Cronenberg, en esencia un homenaje al Philip K Dick base a Baudrillard y demás post-estructuralistas, Chris Kelly no quiere abundar en algo cuasi manido a estas alturas: mete al principio la fenomenal idea de la equivalencia tiempo (escala 1:1, en verdad) entre el simulacro y la realidad y varios chistes realmente graciosos en función de esta relación y ahí lo deja. Porque quiere otra cosa.

Quiere ahondar en cómo afecta al ser humano este nuevo entorno, quiere ir por la senda de Marshall McLuhan. Perfila youtubers con deficiencias afectivas, con bugs funcionales (¿o son evoluciones en la senda que resumiera Videodrome?) y comportamientos que se rigen por esos nuevos entornos que precisan de la inmersividad de un videojuego (el simulacro) y las nuevas psicologías conductuales que generan las redes sociales en base a sus estadísticas de visitas, likes y demás, es decir, cuando el "game thru" de un entorno no necesariamente en red pasa a un nuevo entorno que ya no depende del gamer, sino que es bilateral y presenta diferentes códigos y sistemas consensuados de recompensa y castigo.

Al margen de lo anterior lo mejor es ver Final Deployment 4 y hacer la firma promesa de jugar un poco menos al PC Mus y ayudar más a los desfavorecidos.
Jark Prongo
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6
28 de enero de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
”A veces voy en coche
A veces voy en moto
Pero siempre, siempre, siempre llevo oro.”

Oro, Socorro Socorro

De las 5 películas que lleva guionizadas Efthymis Filippou (Canino, Alps, ésta, Langosta y Chevalier, enumeradas por orden cronológico) todas tienen unas constantes y pautas comunes, siendo las principales y más evidentes que sus personajes están recluidos en un espacio acotado y oprimidos/alienados de formas que oscilan entre lo sutil y lo explícito y reglado. En L el espacio exiguo de maniobra se reduce a lo zulo, pues el protagonista vive en su coche y no es poca la inquietud que eso provoca si se compara con la barca de Chevalier, el hotel de Langosta, el casoplón de Canino o el rol interpretativo de sustitución de Alps. En L, además, vivir y moverse en un determinado vehículo implica pertenecer a un estrato social determinado. Porque en L la gente vive en sus coches, en sus motos, en sus yates, siendo la chusma ya la gente carente de vehículo que vive al raso y se desplaza a gatas, a lo vagabundo loco.

L es la película de Filippou menos interesante de todas, si bien no deja de tener sus brillantes alegorías y reflexiones. Aquí se habla de la lucha de clases de una manera bastante sui generis, y se toca lo volátil que es la pertenencia a un estrato social determinado: sobreentendiéndose que ir en coche equivale a clase media basta tan solo la pérdida del empleo de uno para perder la credibilidad entre los de su misma clase, el cariño y respeto de esposa e hijos y ganarse la defenestración al descenso en la pirámide social.
Jark Prongo
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7
10 de noviembre de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
”If there's been a way to build it,
There'll be a way to destroy it,
Things are not all that out of control.”

Crest, Stereolab

A Liberxina 90 le sobran muchas cosas. Fácil un tercio de metraje, el conformado por la necia herencia del JL Godard de la pancartita cuqui, el Godard de las niñas modelos sosías de las muchachas de La Chinoise simulando defender el marxismo científico frente a los chulazos también modelos que abogan por el situacionismo. Ese lastre, la vergüenza ajena que se pasa con gran parte del cine contracultural sesentas y setentas que se tomaba al Godard politizado por un modelo válido en lugar del bufón inconsciente que resultaba ser, pesa mucho. Y eso que cuando los debates toman cariz Foucaltiano sobre la psicopatología a modo de herramienta para apartar con la venia legal a las disidencias la cosa torna interesante.

Ahora bien, lo mismo que le sobra lo anterior qué barbaridad lo otro que da. Liberxina 90 aporta unas cuantas ideas de las que no es raro conjeturar con que realmente películas contraculturales más famosas sean de la forma en que fueron gracias a mostrarse la obra de Carles Durán en varios festivales europeos. Ni un minuto de metraje y se ve a un fugitivo en medio de las dunas de una playa huyendo a velocidad absurda de una patrulla militar, con planos intercalados de la sombra de un helicóptero que también le pisa los talones. El helicóptero y el jipi tirándole el fuera de juego a su sombra es, en esencia, Figures In A Landscape, una joya menor de Joseph Losey que viera la luz un año después de Liberxina 90. Lo otro, el chanclas evitando a los paramilitares, es la semilla de la inmensa e imprescindible Punishment Park del no menos esencial Peter Watkins. En forma y fondo. E incluso avanzada la peli un tribunal va leyendo con burocrático tono desganado a una serie de jóvenes variopintos los delitos de los que se les acusa a cada uno de ellos. De nuevo Punishment Park, concretamente el tribunal militar de campaña que no deja de ser un paripé para colgar delitos de sedición a todo elemento subversivo y ya así proceder a darle matarile. Y la idea de la liberxina como elemento para permitir el pensamiento independiente y crítico –y, por lo tanto, detonar una revolución popular- no deja de ser la base del Decoder de Muscha.

Esta genial obra al alimón de Don Carles Durán y el inigualable Joaquín Jordá no deja de ser en el fondo un anhelo que toma del Gas-s-s-s de Roger Corman, autoexplicativa ya desde su subtítulo It Became Necessary to Destroy the World in Order to Save It. Un anhelo inherente a la juventud acerca de cambiar todo lo horrible del mundo a mejor vía la previa destrucción, un caos piadoso y más humanista que anarquista en realidad. Se cuenta que el señor Durán, se aquellas joven, se tuvo que comer casi dos años de interminables luchas burocráticas y legales con censuras y comisariados para poder estrenar la película, llegando al absurdo de lo que le imponía añadiese la censura franquista para compensar desequilibrios de izquierdas en lo ideológico en los festivales requerirle lo suprimiese, llegando una y otra vez al punto de inicio tras dar un millón de vueltas. Ese meterle en la casa de locos de Las 12 Pruebas de Astérix hizo que el buen hombre no volviese a dirigir en la vida más allá de un par de cortos documentales irrelevantes. Y es una auténtica lástima, tenía un potencial enorme.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jark Prongo
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6
9 de noviembre de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Vivan los bares de copas,
las canciones tontas,
la primavera y el amor."

Beti Jai, Los Lagos de Hinault

Curiosa película de La Escuela de Barcelona, quizá la más pop -en su acepción Richard Lester- de todas. No deja de ser una reformulación del Noches De Vino Tinto de José María Nunes con dos parejas en lugar de una y bastante vivaces ambas en lugar de bajoneras. Con cameos de toda la gente del círculo aquel -hasta sale el hermano de Enrique Irazoqui- y las autocitas verbales de Joaquím Jordá a Dante No Es Únicamente Severo y visuales de Carlos Durán a Mañana Será Otro Día, de la que se hace pasar metraje de un rodaje de época por perteneciente a un film italiano.

A destacar la inmensa apertura y los insertos al son de música clásica -muy Gaspar Noé, de hecho parece el Moral de Sólo Contra Todos- y la figura del narrador omnisciente al que una chica le discute todo lo que acaba de decir sobre ella gritando que es mentira. Lástima de las lamentabilísimas secuencias de música beat, que frenan el ritmo, nada aportan y dan hasta verguencica ajena por aquello de los modismos de época obsoletos y los grupos españoles haciendo uso de un inglés que ni Franco. Y eso que los valencianos The Adam Grup no imitaban nada mal a los Unrelated Segments.
Jark Prongo
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5
7 de noviembre de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
”Cuando sea mala dame una patada,
siempre se mola mucho más con la cara toda morada.”

Pégame En La Disco, Juanita y Los Feos

Uno de los productos más extremos del donostiarra Javier Aguirre, y no precisamente por ser perteneciente a esa faceta experimental que a veces cultiva -y de la que saldrían la enorme Vida/Perra, Exosmosis y la inencontrable Dispersión de la Luz-, sino a la popular y populista. Siendo prima hermana en intenciones de cara a la taquilla a El Astronauta y ya directamente gemela de Martes y Trece Ni Te Cases Ni Te Embarques (en aquella se aprovechaba la popularidad de Josema Yuste y Millán Salcedo, mientras que aquí se hace otro tanto de lo mismo con Las Hermanas Hurtado, famosas gracias al programa Aplauso) puede que pocas películas del parque fílmico nacional hayan sidos tan extremas en el humor de la ofensa indiscriminada contra toda clase de sexos, confesiones, colectivos, etnias y lo que sea.

Aquí Fernanda, Teresa y Paloma se pasan toda la peli soltando barbaridades a trochemoche, y lo peor de todo es que la mitad de las veces las muy hijas de puta tienen gracia, de puro bastas y cafres que son. La secuencia que mejor resume esta película es aquella en la que un disminuído cojo les suelta un piropo de índole sexual a las hermanas, las otras se giran, el primero responde para decirles que iba dirigido a la madre (una Rafaela Aparicio ya anciana) y ésta se revuelve con vistas a darle una hostia al puto tullido mongolo, a lo que las hermanas, dadivosas en el perdón, agarran a su madre al son de un compasivo ”déjele, madre, que es tonto.”

Y encima sale Manolo Gómez Bur y las Hurtado se cantan una canción que deja al ”pégame en la disco” de Juanita y Los Feos y a cualquier canción de El Payo Juan Manuel o Emilio El Moro por cantos a la concordia y el saber estar. Titi Pégame se llama el himno. Hay que verla.
Jark Prongo
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