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Críticas ordenadas por utilidad
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6,3
5.484
5
25 de enero de 2025
25 de enero de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fruto de un homenaje a "The Bikeriders" (1967) - un icónico libro de Danny Lyon que incluye fotografías en blanco y negro y una serie de curiosas entrevistas realizadas por el propio Lyon a miembros del “Chicago Outlaws Motorcycle Club” entre 1963 y 1967- nace “Bikeriders, la ley del asfalto”. La última película del cineasta Jeff Nichols avanza lentamente por la pantalla como si de un juguete para moteros se tratara. Con unos personajes (y decorados) de una fotogenia elevada al cubo con la que conectas (o no) por pura estética.
Una historia de machotes duros y violentos (con Austin Butler y Tom Hardy como principales protagonistas) narrada por una mujer (espléndida Jodie Comer) que va dando saltos en el tiempo hasta terminar de construir una trama que recuerda al documental con la entrevista como vehículo narrativo. Una cinta bella visualmente y con una exquisita selección de canciones en su banda sonora, pero que a pesar de estas virtudes a algunos nos deja vacíos y desorientados. No sé cómo respiraba el resto del público…solo sé que la decepción rondaba por mi butaca.
Una historia de machotes duros y violentos (con Austin Butler y Tom Hardy como principales protagonistas) narrada por una mujer (espléndida Jodie Comer) que va dando saltos en el tiempo hasta terminar de construir una trama que recuerda al documental con la entrevista como vehículo narrativo. Una cinta bella visualmente y con una exquisita selección de canciones en su banda sonora, pero que a pesar de estas virtudes a algunos nos deja vacíos y desorientados. No sé cómo respiraba el resto del público…solo sé que la decepción rondaba por mi butaca.

6,0
33.676
6
24 de enero de 2025
24 de enero de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si no fuera por esos 15 años de diferencia que existen entre "The Host" (2006) y la pandemia que provocó el Coronavirus (declarada emergencia de salud pública internacional en enero de 2020) se diría que el oscarizado Bong Joon-ho (Parásitos, 2019) bebió de las desgracias de una plaga que dejó a la humanidad aterrorizada y aislada en sus domicilios con toque de queda incluido. Y es que el muestrario de reacciones y situaciones que el cineasta surcoreano refleja en su tercer largometraje como director recuerda a aquellos años. Miedo, desconfianza, traición e instinto de supervivencia, aliviados por la ayuda entre seres queridos que, como en la película, saben que en los momentos difíciles se tienen los unos a los otros. Así que descartada la teoría de su posible inspiración en la pandemia; lo que realmente le dio la idea a Joon-ho fue un artículo publicado en un periódico local sobre un pez deformado y con espina en forma de S que había sido atrapado en el río Han.
“The host” describe a los ciudadanos de Seúl atemorizados y devastados, rotos a pedacitos por la inesperada llegada de un monstruo producto de los desechos químicos vertidos en el río Han por un científico estadounidense (primer hachazo). Una criatura mutante que arrasa sin piedad a todos los inocentes que encuentra en su camino, como si de una catástrofe natural se tratara. Entre los cientos de víctimas indefensas que se ven atacadas por este ser sobrenatural, se encuentra Gang-du, un vendedor de comida que vive con su familia a orillas del río Han y cuya hija pequeña, Hyun-seo, es secuestrada por el destructivo ser.
Terror, fantasía y ciencia ficción aunados bajo un mismo título que, servido de la sátira y el absurdo, ridiculiza una sociedad, la nuestra, y denuncia la ineficacia resolutiva de los Estados ante las catástrofes de tal magnitud (segundo hachazo). Y el director lo denuncia manejando las mejores técnicas que el cine guarda en su caja de herramientas, siempre utilizando planos largos y movimientos de cámara que realzan la estética de los encuadres por encima de todo. Una cinta con ritmo que goza de un enérgico montaje y un sin parar de efectos especiales, lo que hizo que arrasase en taquilla a los pocos días de su estreno, convirtiéndose en el principal blockbuster de la historia del cine asiático. Y aunque a otros muchos los monstruos les provoquen rechazo, por mucho simbolismo y riqueza cinematográfica que encierren, no queda otra que seguir abriendo la mente a las infinitas miradas que ofrece el séptimo arte.
“The host” describe a los ciudadanos de Seúl atemorizados y devastados, rotos a pedacitos por la inesperada llegada de un monstruo producto de los desechos químicos vertidos en el río Han por un científico estadounidense (primer hachazo). Una criatura mutante que arrasa sin piedad a todos los inocentes que encuentra en su camino, como si de una catástrofe natural se tratara. Entre los cientos de víctimas indefensas que se ven atacadas por este ser sobrenatural, se encuentra Gang-du, un vendedor de comida que vive con su familia a orillas del río Han y cuya hija pequeña, Hyun-seo, es secuestrada por el destructivo ser.
Terror, fantasía y ciencia ficción aunados bajo un mismo título que, servido de la sátira y el absurdo, ridiculiza una sociedad, la nuestra, y denuncia la ineficacia resolutiva de los Estados ante las catástrofes de tal magnitud (segundo hachazo). Y el director lo denuncia manejando las mejores técnicas que el cine guarda en su caja de herramientas, siempre utilizando planos largos y movimientos de cámara que realzan la estética de los encuadres por encima de todo. Una cinta con ritmo que goza de un enérgico montaje y un sin parar de efectos especiales, lo que hizo que arrasase en taquilla a los pocos días de su estreno, convirtiéndose en el principal blockbuster de la historia del cine asiático. Y aunque a otros muchos los monstruos les provoquen rechazo, por mucho simbolismo y riqueza cinematográfica que encierren, no queda otra que seguir abriendo la mente a las infinitas miradas que ofrece el séptimo arte.

6,8
17.774
6
24 de enero de 2025
24 de enero de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay veces que uno se siente obligado a tomar decisiones que nunca se hubiese imaginado, ni en la peor de sus pesadillas, pero que en ocasiones y por arte de magia el cine consigue. Esa osada y seductora genialidad de hacer arte que tiene el poder de cambiar nuestra existencia.
Robert Eggers (La bruja, 2015. El faro, 2019) cuenta que siendo adolescente ya fantaseaba con convertirse en cineasta y uno de los sucesos que más le influyeron fue toparse con el conde Graf Orlock -un hombre que tenía más de vampiro que de noble- y su amada Hellen Hutter, protagonistas de Nosferatu: una sinfonía del horror (F.W. Murnau, 1922), una película de cine mudo, réplica del Conde Drácula escrito por el irlandés Bram Stoker allá por 1897 y que Murnau silenció por no tener concedidos los derechos de autor. Pero desde 1922 hasta la actualidad este famoso chupador de sangre, protagonista por excelencia del género de terror gótico en el que el melodrama y el expresionismo alemán se abrazan para dar miedo, da vueltas y vueltas y parece no tener fin. Sus remakes, tan diversos como sus adeptos, continúan dando vida al vampiro: Nosferatu, vampiro de la noche (Werner Herzog, 1979); Nosferatu, príncipe de las tinieblas (Augusto Caminito, Mario Caiano, 1988); La sombra del vampiro (E. Elias Merhige, 2000); Mimesis: Nosferatu (Douglas Schulze, 2018); Nosferatu Re-Animated (Fran Blackwood, 2020) y la recientemente estrenada Nosferatu.
En Nosferatu el espectador es testigo de un relato romántico, gótico y misterioso, protagonizado por Nicholas Hutter (Nicholas Hoult) y su mujer Hellen (Lily-Rose Depp), de quien el conde Orlok (Bill Skarsgard) está enamorado obsesivamente. El doctor Albin (Willem Dafoe) también tiene un papel decisivo intentado curar la maldición que recae sobre la joven y su marido. Y este Nosferatu late al más puro estilo Eggers, un director que nos tiene acostumbrados a una potente e impactante estética visual en la que, mezclando el blanco y negro con el color y el duro contraste entre la luz y la oscuridad, consigue arrastrar al público hasta la emoción que provoca el temor (pavor para los más sensibles). Su trabajo siempre es bello, lírico, un cine que goza de una magistral puesta en escena en la que se respira una densa y opresiva atmósfera con luces y sombras que acentúan una de las más célebres historias de amor y obsesión y que a los novicios del género a veces se les (nos) hace bola. Serán los fans del vampiro los que hablen y cuenten si esta última versión le hace justicia. Los demás nos iremos a la cama habiendo aprendido una cosa más.
Robert Eggers (La bruja, 2015. El faro, 2019) cuenta que siendo adolescente ya fantaseaba con convertirse en cineasta y uno de los sucesos que más le influyeron fue toparse con el conde Graf Orlock -un hombre que tenía más de vampiro que de noble- y su amada Hellen Hutter, protagonistas de Nosferatu: una sinfonía del horror (F.W. Murnau, 1922), una película de cine mudo, réplica del Conde Drácula escrito por el irlandés Bram Stoker allá por 1897 y que Murnau silenció por no tener concedidos los derechos de autor. Pero desde 1922 hasta la actualidad este famoso chupador de sangre, protagonista por excelencia del género de terror gótico en el que el melodrama y el expresionismo alemán se abrazan para dar miedo, da vueltas y vueltas y parece no tener fin. Sus remakes, tan diversos como sus adeptos, continúan dando vida al vampiro: Nosferatu, vampiro de la noche (Werner Herzog, 1979); Nosferatu, príncipe de las tinieblas (Augusto Caminito, Mario Caiano, 1988); La sombra del vampiro (E. Elias Merhige, 2000); Mimesis: Nosferatu (Douglas Schulze, 2018); Nosferatu Re-Animated (Fran Blackwood, 2020) y la recientemente estrenada Nosferatu.
En Nosferatu el espectador es testigo de un relato romántico, gótico y misterioso, protagonizado por Nicholas Hutter (Nicholas Hoult) y su mujer Hellen (Lily-Rose Depp), de quien el conde Orlok (Bill Skarsgard) está enamorado obsesivamente. El doctor Albin (Willem Dafoe) también tiene un papel decisivo intentado curar la maldición que recae sobre la joven y su marido. Y este Nosferatu late al más puro estilo Eggers, un director que nos tiene acostumbrados a una potente e impactante estética visual en la que, mezclando el blanco y negro con el color y el duro contraste entre la luz y la oscuridad, consigue arrastrar al público hasta la emoción que provoca el temor (pavor para los más sensibles). Su trabajo siempre es bello, lírico, un cine que goza de una magistral puesta en escena en la que se respira una densa y opresiva atmósfera con luces y sombras que acentúan una de las más célebres historias de amor y obsesión y que a los novicios del género a veces se les (nos) hace bola. Serán los fans del vampiro los que hablen y cuenten si esta última versión le hace justicia. Los demás nos iremos a la cama habiendo aprendido una cosa más.

6,3
7.877
5
24 de enero de 2025
24 de enero de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es humano (pero no correcto) realizar comparaciones. Sí, de las odiosas.... Este año bisiesto en el que estamos se han estrenado 2 biopics musicales que han hecho mucho ruido: "La estrella azul", de Javier Macipe y "Segundo premio" de Isaki Lacuesta. Dos buenas películas que hablan una del rockero español Mauricio Aznar y otra del grupo granadino “Los planetas”, ambos de los 90, unos años convulsos en los que la música, las drogas y la muerte montaban su propia orgía. Pero su resultado no es el mismo. La primera, emocionante, sobresaliente y carente de defectos ni en su forma ni en su fondo, prevalece sobre la segunda, una cinta que entremezcla realidad y ficción para narrar la tormentosa – tanto profesional como personal- relación del grupo durante la creación de su exitoso álbum “Una semana en el motor de un autobús”. Los integrantes de Los Planetas concedieron a Lacuesta total libertad para diseñar su filme “Segundo premio” (título de una de sus canciones) y, estén de acuerdo o no con el resultado, lo importante es que la película ha gustado mucho a la crítica y supongo que al público también. Premiada con la Biznaga de Oro a Mejor película española en el pasado Festival de Málaga, hay que reconocer su interés fílmico aunque a algunos nos deje fríos dando vueltas y vueltas sobre lo mismo. Ya camino de los Goya.

6,3
6.827
7
23 de enero de 2025
23 de enero de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como si de un drama de Federico García Lorca se tratara, Carlos Saura llevó al cine el trágico suceso conocido como "la masacre de Puerto Hurraco", ocurrido en este pequeño pueblo pacense en el verano de 1990. Un sangriento drama rural estrenado con el título de "El 7° día" (2004) en el que el destino trágico del ser humano queda en manos de hombres y mujeres dolientes, frustrados, con una necesidad imperiosa de venganza y destrucción. Un enfrentamiento entre dos familias que acabó con la muerte de 9 personas -adultos y niños- y otro tanto de heridos graves, a manos de los hermanos Emilio y Antonio Izquierdo. Celos y ajuste de cuentas en un pueblo que podría haber sido Maqueda, Trillo o Santiponce, cualquier localidad española en el que la maldad humana tuviera hambre de justicia.
Con una soberbia Victoria Abril acompañada por los también maravillosos Juan Diego, José Luis Gómez o Carlos Hipólito, entre otros, "El 7° día" presume de portar el inconfundible sello de Carlos Saura: la temática, el estilo narrativo innovador del nuevo cine español en aquella época y la utilización de la música (en esta ocasión acordes firmados por Roque Baños, además de la participación de la copla y canciones de moda, registros que aparecen en la mayoría de su filmografía). Un genio del cine que, como a muchos otros, se lo pusieron más fácil en el extranjero que en nuestro país. Peculiaridades (muy ruines) de nuestra forma de ver la vida.
Con una soberbia Victoria Abril acompañada por los también maravillosos Juan Diego, José Luis Gómez o Carlos Hipólito, entre otros, "El 7° día" presume de portar el inconfundible sello de Carlos Saura: la temática, el estilo narrativo innovador del nuevo cine español en aquella época y la utilización de la música (en esta ocasión acordes firmados por Roque Baños, además de la participación de la copla y canciones de moda, registros que aparecen en la mayoría de su filmografía). Un genio del cine que, como a muchos otros, se lo pusieron más fácil en el extranjero que en nuestro país. Peculiaridades (muy ruines) de nuestra forma de ver la vida.
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