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6,7
939
7
23 de marzo de 2025
23 de marzo de 2025
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He dejado pasar unos días desde el visionado de esta película y puedo afirmar que su huella perdura incluso con dos buenos experiencias más de por medio. Vermiglio se ubica en una aldea de los Alpes italianos, de aquellos que calificaríamos de idílico en una primera impresión visual y con una tonelada de prejuicios urbanitas. Pero, cuando escarbas un poco y constatas las condiciones de vida extrema durante los años de la Segunda Guerra Mundial te das cuenta de lo equivocados que estamos con este tipo de idealización de la vida rural.
Escrito el preámbulo me doy cuenta de que quizá sea algo innecesario porque la película "Vermiglio" va mucho más allá de la vida rural. De hecho nos muestra, sin hacerlo de forma explícita, cómo una dictadura y una guerra afectan a la vida cotidiana y al mismo carácter de las personas y la comunidad. La trama está centrada en torno a la familia Grazieli, un maestro y su esposa con siete hijos viviendo en medio de una singular rudeza, donde un inmenso manto blanco de nieve implica un aislamiento inevitable. Las imágenes hablan solas: los encuadres las cierran sin horizonte ni líneas de escapatoria, el grano grueso te permite casi palpar el frío y las escasas conversaciones se interrumpen con aviones de guerra o de silencios atronadores. De alguna forma, se da a entender que lo más importante está pasando fuera del plano.
Después de una larga y estéticamente intensa presentación, la directora Maura Delpero apunta con la cámara a la hermana mayor, Lucía, la cual se está enamorando de un extraño joven, desertor y al que la guerra le ha llenado de silencios y misterios. La tópica épica heroicidad masculina de la guerra dejan paso a un relato más unido a la fortaleza del amor y los ciclos de una vida que se abre paso. Lucia, además, afrontará con un ejercicio de verdadero heroísmo personal una situación de un dramatismo atroz e inesperado.
Mientras la nieve se va fundiendo dando paso a una diversidad de colores con la llegada del autobús de línea, otras miradas se van repartiendo entre los hermanos de Lucía. Una de ellas crece con una obsesiva vocación religiosa y la más pequeña con la ilusión de ir a estudiar lejos de la montaña mientras el hermano mayor permanece condenado a un destino inexorable ligado a la tierra. Todo ello conformando una obra observacional, con una visión panorámica y dolorosamente sensible sobre el peso de una naturaleza impasible, donde los estragos de la dictadura y una guerra también llegan desde la lejanía.
Vermiglio nos sacude a partir de una sensibilidad extrema, un tono equilibrado entre lo más contemplativo y el lado más amargo para conformar un drama de época con una mirada amplia, limpia, cruda y diversa de la condición humana. (8)
Escrito el preámbulo me doy cuenta de que quizá sea algo innecesario porque la película "Vermiglio" va mucho más allá de la vida rural. De hecho nos muestra, sin hacerlo de forma explícita, cómo una dictadura y una guerra afectan a la vida cotidiana y al mismo carácter de las personas y la comunidad. La trama está centrada en torno a la familia Grazieli, un maestro y su esposa con siete hijos viviendo en medio de una singular rudeza, donde un inmenso manto blanco de nieve implica un aislamiento inevitable. Las imágenes hablan solas: los encuadres las cierran sin horizonte ni líneas de escapatoria, el grano grueso te permite casi palpar el frío y las escasas conversaciones se interrumpen con aviones de guerra o de silencios atronadores. De alguna forma, se da a entender que lo más importante está pasando fuera del plano.
Después de una larga y estéticamente intensa presentación, la directora Maura Delpero apunta con la cámara a la hermana mayor, Lucía, la cual se está enamorando de un extraño joven, desertor y al que la guerra le ha llenado de silencios y misterios. La tópica épica heroicidad masculina de la guerra dejan paso a un relato más unido a la fortaleza del amor y los ciclos de una vida que se abre paso. Lucia, además, afrontará con un ejercicio de verdadero heroísmo personal una situación de un dramatismo atroz e inesperado.
Mientras la nieve se va fundiendo dando paso a una diversidad de colores con la llegada del autobús de línea, otras miradas se van repartiendo entre los hermanos de Lucía. Una de ellas crece con una obsesiva vocación religiosa y la más pequeña con la ilusión de ir a estudiar lejos de la montaña mientras el hermano mayor permanece condenado a un destino inexorable ligado a la tierra. Todo ello conformando una obra observacional, con una visión panorámica y dolorosamente sensible sobre el peso de una naturaleza impasible, donde los estragos de la dictadura y una guerra también llegan desde la lejanía.
Vermiglio nos sacude a partir de una sensibilidad extrema, un tono equilibrado entre lo más contemplativo y el lado más amargo para conformar un drama de época con una mirada amplia, limpia, cruda y diversa de la condición humana. (8)

6,2
1.677
6
30 de marzo de 2025
30 de marzo de 2025
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Hago algunas puntualizaciones antes de entrar en materia. Admiro la trayectoria del chileno Pablo Larraín desde que, en el 2012, estrenó "No", continuó en el 2015 con una destacadísima "El club", siguió en el 2019 con la explosiva "Emma" y, por medio, inició en el 2016 una trilogía sobre mujeres famosas y atormentadas: "Jackie" (2016), Spencer (2021) y, para cerrarla, "Maria Callas" (2024). Por otra parte celebro la recuperación de Angelina Jolie, de la cual no la habíamos disfrutado con una buena interpretación desde aquel lejano "El intercambio" (2008). Por último, quiero aclarar que no soy un amante de la ópera y que Maria Callas es una intérprete que conozco pero que no sabia nada de su biografía.
Pablo Larraín es un gran director, capaz de transmitir perfectamente el alma de un personaje con sus luchas personales y su egolatría alimentada por su éxito en el momento de una traumática decadencia. La trama de la película se centra en la última semana de vida de Maria (y también de Callas) en su majestuosa residencia de París. Director e intérprete consiguen una atmósfera onírica y sugerente donde la persona y la diva se nos muestran de forma simbiótica y conflictiva a la vez. Este hecho queda perfectamente ilustrado en la frase que el preparador personal, en su último intento por recuperarle la voz, le dice después de un ensayo: "acabo de escuchar a María, ahora quisiera oír a Callas". Dos caras de una misma moneda luchan por asomarse en medio de una terrible adicción a los barbitúricos y el desconsuelo de una persona solitaria abocada a unos recuerdos glamurosos de una vida literalmente entregada a su público.
Resulta especialmente interesante el universo imaginativo que el director muestra con una especial habilidad y que ella misma acaba construyéndose con entrevistas aduladoras y conversaciones imaginadas que inquietan a su pareja de fieles mayordomos, personajes entrañables y muy bien interpretados, que acaban significando una amable conexión con la realidad y un último consuelo.
La adulación de Larraín por el personaje y por su actitud de delirio creativo y abnegación total hacia la ópera resulta tan clara y contundente que llega incluso a un punto excesivo. Esto se ve reflejado en la frase que su amada hermana le dice, haciendo referencia a su pasado traumático "no eres responsable de lo que te está pasando" y que ya ha hecho lo suficiente con "regalar" todo su talento. Un dilema vital que queda patente a pesar de que pueda parecer excesivo.
"Maria Callas" es una biografía en medio de una decadencia espectral, muy bien construida en una primera parte del filme, que acaba convirtiéndose en un ejercicio de adulación desmedida. Sin embargo, el conjunto transmite perfectamente la intención del director de mostrar la batalla interior por trascender, pagando un precio muy alto por todo ello. (6,5)
Pablo Larraín es un gran director, capaz de transmitir perfectamente el alma de un personaje con sus luchas personales y su egolatría alimentada por su éxito en el momento de una traumática decadencia. La trama de la película se centra en la última semana de vida de Maria (y también de Callas) en su majestuosa residencia de París. Director e intérprete consiguen una atmósfera onírica y sugerente donde la persona y la diva se nos muestran de forma simbiótica y conflictiva a la vez. Este hecho queda perfectamente ilustrado en la frase que el preparador personal, en su último intento por recuperarle la voz, le dice después de un ensayo: "acabo de escuchar a María, ahora quisiera oír a Callas". Dos caras de una misma moneda luchan por asomarse en medio de una terrible adicción a los barbitúricos y el desconsuelo de una persona solitaria abocada a unos recuerdos glamurosos de una vida literalmente entregada a su público.
Resulta especialmente interesante el universo imaginativo que el director muestra con una especial habilidad y que ella misma acaba construyéndose con entrevistas aduladoras y conversaciones imaginadas que inquietan a su pareja de fieles mayordomos, personajes entrañables y muy bien interpretados, que acaban significando una amable conexión con la realidad y un último consuelo.
La adulación de Larraín por el personaje y por su actitud de delirio creativo y abnegación total hacia la ópera resulta tan clara y contundente que llega incluso a un punto excesivo. Esto se ve reflejado en la frase que su amada hermana le dice, haciendo referencia a su pasado traumático "no eres responsable de lo que te está pasando" y que ya ha hecho lo suficiente con "regalar" todo su talento. Un dilema vital que queda patente a pesar de que pueda parecer excesivo.
"Maria Callas" es una biografía en medio de una decadencia espectral, muy bien construida en una primera parte del filme, que acaba convirtiéndose en un ejercicio de adulación desmedida. Sin embargo, el conjunto transmite perfectamente la intención del director de mostrar la batalla interior por trascender, pagando un precio muy alto por todo ello. (6,5)

6,6
2.515
7
30 de marzo de 2025
30 de marzo de 2025
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Después de "Munich" de Spielberg, atreverse a hacer otra película sobre los mismos hechos ocurridos en los Juegos Olímpicos de Múnich era, como mínimo, una osadía. Al fin y al cabo, la historia del grupo terrorista Setembre Negro y el secuestro de los deportistas israelíes ya había sido narrada con contundencia. Ahora bien, la nueva aproximación acierta al poner el foco en los estudios de emisión y grabación de la cadena ABC de Estados Unidos. Casualmente muy cerca de estas instalaciones es donde ocurren los hechos, por lo que el equipo de periodistas y técnicos se ve inmerso en un frenesí que, en muchos momentos, se retrasmite en directo. La tensión afecta no sólo a sus relaciones personales y a su ética profesional, sino también a su capacidad técnica. Por si fuera poco, desde la sede central, a miles de kilómetros de distancia, los menosprecian con un argumento, digamos, incontestable: "son de deportes" y, por tanto, no tienen ni idea.
Así pues, el director Tim Fehlbaum apuesta por una narración centrada en la redacción de la cadena estadounidense, sin mostrar directamente la violencia ni el drama de la villa olímpica. Esto le permite transformar la historia en un intenso thriller periodístico que disecciona la toma de decisiones en tiempo real y la ética de la información.
Con una puesta en escena claustrofóbica, limitada a la sala de control y en los pasillos de la redacción, la cinta logra una tensión asfixiante gracias a un montaje prodigiosamente calculado y a unas interpretaciones tan expertas como intensas. Los protagonistas, periodistas deportivos convertidos de repente en reporteros de investigación, se enfrentan a dilemas nada despreciables: ¿qué emitir, qué ocultar, cómo definir a los terroristas? En una época en la que la inmediatez y el impacto han arrasado los principios del periodismo, la película reivindica una forma de narrar los hechos que, hoy en día, no abunda mucho.
Con una fotografía cruda y llena de grano, Fehlbaum nos traslada a una Alemania que intentaba reponerse de su pasado y demostrar al mundo que "lo estaba haciendo bien" sólo 27 años después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Los hechos de Múnich lo dieron la vuelta a todo. "Septiembre 5" no sólo captura ese momento, sino que también homenajea a una profesión que lucha por no perder su esencia, mientras expone con claridad aspectos históricos, personales y profesionales bastante relevantes en un ejercicio brillante de cine y memoria histórica. (7,5)
Así pues, el director Tim Fehlbaum apuesta por una narración centrada en la redacción de la cadena estadounidense, sin mostrar directamente la violencia ni el drama de la villa olímpica. Esto le permite transformar la historia en un intenso thriller periodístico que disecciona la toma de decisiones en tiempo real y la ética de la información.
Con una puesta en escena claustrofóbica, limitada a la sala de control y en los pasillos de la redacción, la cinta logra una tensión asfixiante gracias a un montaje prodigiosamente calculado y a unas interpretaciones tan expertas como intensas. Los protagonistas, periodistas deportivos convertidos de repente en reporteros de investigación, se enfrentan a dilemas nada despreciables: ¿qué emitir, qué ocultar, cómo definir a los terroristas? En una época en la que la inmediatez y el impacto han arrasado los principios del periodismo, la película reivindica una forma de narrar los hechos que, hoy en día, no abunda mucho.
Con una fotografía cruda y llena de grano, Fehlbaum nos traslada a una Alemania que intentaba reponerse de su pasado y demostrar al mundo que "lo estaba haciendo bien" sólo 27 años después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Los hechos de Múnich lo dieron la vuelta a todo. "Septiembre 5" no sólo captura ese momento, sino que también homenajea a una profesión que lucha por no perder su esencia, mientras expone con claridad aspectos históricos, personales y profesionales bastante relevantes en un ejercicio brillante de cine y memoria histórica. (7,5)
8
23 de marzo de 2025
23 de marzo de 2025
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Paso por taquilla con la ilusión de ver los años iniciales de un cantante al que he escuchado y admiro muchísimo aunque también entro en la sala un poco mosca porque la última obra del director —la última de Indiana Jones— no me gustó nada. Salgo contento después de 141 minutos de entretenimiento y emociones intensas. En unas horas leo algunas críticas negativas de personas a las que también admiro y que tendré que discrepar aunque sea por una vez.
"A complete unknow" se basa en un libro publicado en 2015 por el guitarrista y periodista musical Elijah Wald centrado en las vivencias, delirio creativo y eclosión de un cantautor, Bob Dylan, que llega a Nueva York en 1961 con una guitarra bajo el brazo para ver y conocer a un par de sus ídolos de la música folk. Primero contactará con Peter Seeger y éste le acompañará al hospital donde está ingresado Woody Guthrie. Con canciones propias y unas letras poéticas e incisivas se irá construyendo un nombre en las pequeñas salas de conciertos de música folk de la ciudad hasta que, de la mano de Peter Seeger, canta en el Newport Folk Festival en 1963. En sólo dos años publica un álbum de debut que pasará sin pena ni gloria, conocerá a su representante Albert Grossman que, muy consciente de la joya que tenía entre manos, le ayudará a publicar el histórico álbum "The Freewheelin' Bob Dylan" (1963). El éxito le deja algo desconcertado con la obsesiva intención de seguir siendo él mismo y no "lo que los demás quieren que sea". Esta férrea voluntad le lleva a continuar por un camino de creación artística en busca de su propio estilo sin dejarse etiquetar. Todo este proceso de crecimiento personal sin caer en la megalomanía y con dos turbulentas relaciones amorosas de por medio le llevarán hasta la fecha histórica del 25 de julio al mismo festival que le idolatraba donde interpretará con guitarra eléctrica la canción "Like a rolling stone", entre otros. La palabra "traidor" fue la consigna de esta ofensa, aunque algunos comentarios más benévolos y ocurrentes decían que Dylan "electrocutó a la mitad de la audiencia mientras electrificó a la otra".
El director hace bien en centrar la trama en sólo cuatro años de su vida. Unos años esenciales para el autor y convulsos en la vida social y política del país que quedan bien expuestos en un ritmo narrativo dinámico y resolutivo. Con una acertada combinación de fragmentos musicales de una calidad incuestionable la cinta llega con una fuerza destacable. En este sentido cabe decir que todas estas grabaciones están hechas sin utilizar en ningún momento dobles musicales o de voz. Aunque el mérito interpretativo del actor Thimothée Chalamet no deja lugar a dudas no podemos obviar la excelente labor que realiza Monica Barbaro como Joan Baez o Eduart Norton como Pete Seeger.
Aunque no se profundiza demasiado en las contradicciones del personaje, se consigue mostrar un alma convulsa y fascinante en un retrato personal y de una época. La película entretiene y nos atrapa sin escapatoria a partir de un montaje eficiente, unas interpretaciones pulidas en su conjunto y unos momentos musicales que te tocan la fibra. (7,5)
"A complete unknow" se basa en un libro publicado en 2015 por el guitarrista y periodista musical Elijah Wald centrado en las vivencias, delirio creativo y eclosión de un cantautor, Bob Dylan, que llega a Nueva York en 1961 con una guitarra bajo el brazo para ver y conocer a un par de sus ídolos de la música folk. Primero contactará con Peter Seeger y éste le acompañará al hospital donde está ingresado Woody Guthrie. Con canciones propias y unas letras poéticas e incisivas se irá construyendo un nombre en las pequeñas salas de conciertos de música folk de la ciudad hasta que, de la mano de Peter Seeger, canta en el Newport Folk Festival en 1963. En sólo dos años publica un álbum de debut que pasará sin pena ni gloria, conocerá a su representante Albert Grossman que, muy consciente de la joya que tenía entre manos, le ayudará a publicar el histórico álbum "The Freewheelin' Bob Dylan" (1963). El éxito le deja algo desconcertado con la obsesiva intención de seguir siendo él mismo y no "lo que los demás quieren que sea". Esta férrea voluntad le lleva a continuar por un camino de creación artística en busca de su propio estilo sin dejarse etiquetar. Todo este proceso de crecimiento personal sin caer en la megalomanía y con dos turbulentas relaciones amorosas de por medio le llevarán hasta la fecha histórica del 25 de julio al mismo festival que le idolatraba donde interpretará con guitarra eléctrica la canción "Like a rolling stone", entre otros. La palabra "traidor" fue la consigna de esta ofensa, aunque algunos comentarios más benévolos y ocurrentes decían que Dylan "electrocutó a la mitad de la audiencia mientras electrificó a la otra".
El director hace bien en centrar la trama en sólo cuatro años de su vida. Unos años esenciales para el autor y convulsos en la vida social y política del país que quedan bien expuestos en un ritmo narrativo dinámico y resolutivo. Con una acertada combinación de fragmentos musicales de una calidad incuestionable la cinta llega con una fuerza destacable. En este sentido cabe decir que todas estas grabaciones están hechas sin utilizar en ningún momento dobles musicales o de voz. Aunque el mérito interpretativo del actor Thimothée Chalamet no deja lugar a dudas no podemos obviar la excelente labor que realiza Monica Barbaro como Joan Baez o Eduart Norton como Pete Seeger.
Aunque no se profundiza demasiado en las contradicciones del personaje, se consigue mostrar un alma convulsa y fascinante en un retrato personal y de una época. La película entretiene y nos atrapa sin escapatoria a partir de un montaje eficiente, unas interpretaciones pulidas en su conjunto y unos momentos musicales que te tocan la fibra. (7,5)

6,4
627
7
23 de marzo de 2025
23 de marzo de 2025
Sé el primero en valorar esta crítica
Otra reseña que ha necesitado unos días de reposo. Una primera escena enigmática —que enlazará y tomará significado con la de cierre— nos anuncia que la casa que se nos muestra impoluta y aséptica esconde una frialdad y un hermetismo paralizantes que acaba convirtiéndose en una metáfora de sus ocupantes. Curtley se va al trabajo mientras Pansy se queda dentro de la fortaleza y su hijo, Moses, acabará saliendo a dar un paseo para matar el rato mientras cruza los dedos para no encontrarse con un par de compañeros de escuela que lo martirizan.
El nuevo trabajo del veterano director Mike Leigh —El secreto de Vera Drake (2004) y Mr Turner (2014)— nos vuelve a mostrar personajes con un perfil psicológico turbio y que necesitan siempre de buenas interpretaciones para que los que nos sentamos en las butacas podamos llegar hasta lo más profundo de su alma. En esta ocasión el protagonismo recae en la actriz Marianne Jean-Baptiste, a la que le toca dar vida a Pansy. La primera parte de la película puede calificarse como una extraña comedia con toda una serie de situaciones de cabreo descontrolado y verborrea desbocada donde Pansy se encara con cualquier persona que se cruza en su camino. Desde la dentista que le escucha pacientemente hasta la cajera del supermercado, pasando por la dependienta de una tienda de sofás. Ella cree que el mundo le hace la puñeta, mientras nosotros vamos deduciendo que la cosa no es tan simple. Las situaciones son absurdas y extremas como para provocar una ligera sonrisa que se expresa con un poco de dudas y arrepentimiento.
La segunda parte se vuelve más intensa y dramática donde la escena y una cámara más enganchada a las caras de los protagonistas van desplegando una explosión de sinceridad y amargura donde la necesidad de cariño de Pansy se evidencia desde un profundo sentimiento de culpa. Aquí el director utiliza sólo las palabras justas y se aferra a un lenguaje cinematográfico cargado de simbolismos —¡el ramo de flores!— y una expresividad extrema de todo el grupo actoral. La sala permanece en un silencio clamoroso mientras nos acercamos a un final profundamente dramático y cargado de interpelaciones vitales cercanas al desasosiego, aunque una chispa de esperanza también se deje entrever de una forma sutil.
M. Leigh acaba volcando unas cuantas preguntas esenciales sobre las actitudes vitales ante lo que nos sucede, cómo hemos llegado a ser cómo somos o la necesidad de empatizar yendo mucho más allá de una fría convivencia. Todo ello, y de forma acertada, dejando a un lado cualquier intención de señalar culpables o asumir la culpa. (7,5)
El nuevo trabajo del veterano director Mike Leigh —El secreto de Vera Drake (2004) y Mr Turner (2014)— nos vuelve a mostrar personajes con un perfil psicológico turbio y que necesitan siempre de buenas interpretaciones para que los que nos sentamos en las butacas podamos llegar hasta lo más profundo de su alma. En esta ocasión el protagonismo recae en la actriz Marianne Jean-Baptiste, a la que le toca dar vida a Pansy. La primera parte de la película puede calificarse como una extraña comedia con toda una serie de situaciones de cabreo descontrolado y verborrea desbocada donde Pansy se encara con cualquier persona que se cruza en su camino. Desde la dentista que le escucha pacientemente hasta la cajera del supermercado, pasando por la dependienta de una tienda de sofás. Ella cree que el mundo le hace la puñeta, mientras nosotros vamos deduciendo que la cosa no es tan simple. Las situaciones son absurdas y extremas como para provocar una ligera sonrisa que se expresa con un poco de dudas y arrepentimiento.
La segunda parte se vuelve más intensa y dramática donde la escena y una cámara más enganchada a las caras de los protagonistas van desplegando una explosión de sinceridad y amargura donde la necesidad de cariño de Pansy se evidencia desde un profundo sentimiento de culpa. Aquí el director utiliza sólo las palabras justas y se aferra a un lenguaje cinematográfico cargado de simbolismos —¡el ramo de flores!— y una expresividad extrema de todo el grupo actoral. La sala permanece en un silencio clamoroso mientras nos acercamos a un final profundamente dramático y cargado de interpelaciones vitales cercanas al desasosiego, aunque una chispa de esperanza también se deje entrever de una forma sutil.
M. Leigh acaba volcando unas cuantas preguntas esenciales sobre las actitudes vitales ante lo que nos sucede, cómo hemos llegado a ser cómo somos o la necesidad de empatizar yendo mucho más allá de una fría convivencia. Todo ello, y de forma acertada, dejando a un lado cualquier intención de señalar culpables o asumir la culpa. (7,5)
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