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España España · Málaga
Críticas de Isildur
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Críticas 60
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
18 de agosto de 2016
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay un momento en Ginger snaps en el que uno de los protagonistas, creo que el porreta, barajando las posibilidades para dar solución a los arrebatos licántropos de la Jengi (que si balas de plata, que si plantitas homeopáticas inútiles…), acaba diciendo algo así como que esto es la vida real y que no hay que seguir las normas de Hollywood. Automáticamente mi cerebro, fan número cuatro de Kevin Williamson (el uno sería exagerar), se acuerda de sus guiones y piensa: “joder, cómo habría molado que el tito Kevin hubiera escrito una sátira chorra de las suyas sobre hombres lobos, tal como hizo con el slasher y Scream o las invasiones extraterrestres y The faculty” (para el que escribe, dos guiones magistrales). Hasta que, de repente, puta hostia, cae en que Williamson escribió precisamente un guion sobre hombres lobos tan chorra y tan cutre que acababa por descojonarte, esa Cursed (La maldición) dirigida por Wes Craven de la que pocos quieren acordarse. Y con esa sonrisa de tonto de “qué mala era la jodida, pero que gracia tenía”, mi cerebro vuelve a Ginger snaps y le da por echar de menos lo que mejor manejaba aquella: el sentido del humor. Ginger snaps como cinta de terror cutre aleatoria que ves una madrugada está bien, pero no puedes ser tan cutre y tomarte tan en serio. A Ginger snaps le sobra drama fraternal y le falta caspilla y grasa de no lavarte el pelo una semana. Que ojo, la tiene, pero le falta más roña aún. Con todo, estas galletas de jengibre rancias no se indigestan demasiado, pero, si sobran, van a la basura y para el día siguiente me compro filipinos.
Isildur
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7
18 de agosto de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Catherine Deneuve de joven o Salma Hayak en rubia hace de muchacha belga que vive con su hermana en Londres. Trabaja en un salón de belleza cortando uñas y es una mojigata de la vida con mirada perdida. Carol, que así se llama la moza, sufre de misandria, odio, aversión, rechazo, repulsión o repugnancia a los seres humanos con pito. Esta misandria (del griego μῖσος, μῖσους, odio, y ἀνήρ, ἀνδρός, varón; que se noten los seis años de griego) le hace rechazar a todo macho que se le acerque, desde el mozo que la pretende hasta el amante de su hermana que invade su hogar cada vez que chingan. Pero a pesar de ello, no está exenta de deseo sexual por los hombres, por lo que acaba por no tener otra salida más que la locura. Y todo esto, según se sugiere con gran sutileza, le viene de un trauma infantil. Si no es tema esto para que Polanski, el maestro del terror psicológico, te saque de ahí un peliculón, no es tema para nadie. El tío te muestra progresivamente el desgaste mental de la protagonista con pasajes oníricos y surrealistas y conejos muertos y putrefactos hasta que a la rubia le da por empezar a utilizar el pincho. No es redonda, pero para ser un Polanski primerizo ya tiene toda su potencia. Una chulada.
Isildur
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5
18 de agosto de 2016
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lola es nombre o de folclórica echá palante o de mujer joven y moderna segura de sí misma que no quiere que la llamen Dolores. Y luego están las Lolis, que son madres de familia. Mi madre se llama Loli, pero mi padre es el único que le dice Lola. Y “corre, Lola, corre”, es lo que le dice mi padre cuando hay que comprar los arreos ancá la Antoñita para hacer paella un sábado. Pero también es la película alemana que no ha dirigido Danny Boyle pero que podría haberlo hecho perfectamente, porque sigue el mismo estilo: un inexplicable gusto por lo hortera, una música pastillera que llega a rallar y un montaje desquiciado que mezcla más cosas que mi padre en la paella. Y, lo más Boyle de todo, el rollo “qué pasaría si”, “no se puede burlar al destino”, “está todo escrito” y demás fumadas varias. Lo que tenga que pasar va a pasar porque así lo dice Tykwer, lo único que puede cambiar son las piezas. Y mientras tanto la Lola Potente va corriendo por las calles y pegando chillidos, y corriendo por las calles y pegando chillidos, y corriendo por las calles y pegando chillidos. Calla y coge el puto autobús, coño. Sí, debería odiar esta película. Pero lo cierto es que me ha parecido una propuesta, en el fondo, bastante audaz, y consigue tener un ritmo frenético que no da tregua. Venga, Lola, te has ganado un plato paella. Pero porque mi padre hace siempre para un regimiento, no te vayas a motivar.
Isildur
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6
18 de agosto de 2016
6 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Canino me parece una jodida obra maestra. Cuando la sacaron leí algunas críticas negativas que decían que se había copieteado de una película mexicana de los años setenta. Seguramente en su día leería el título y la buscaría y todo, pero no me he coscado de que se trataba de El castillo de la pureza hasta que me la he puesto. Será copia o pura casualidad, el caso es que Yorgos Lanthimos sí que sabe sacar todo el jugo a este argumento que en manos de Ripstein queda algo endeblillo. Un padre de familia mantiene encerrados a su mujer y a sus hijos, que nunca han visto el exterior, en el patio del Chavo del 8. La mujer sometidísima se limita a estar guapa y a cocer patatas y alcachofas para cuando llegue el marido, figura de autoridad que se encarga de velar por el correcto funcionamiento de este microcosmos dedicado a fabricar raticidas. Y todo para preservar una supuesta pureza alejada de los vicios del hombre mundano. Sí, hay chicha, bastante, pero a la película le falta rotundidad; de hecho, cuanto más seria y crítica se pone la cosa, más ridícula se torna, con esos chillidos y sollozos de telenovela que compiten en verosimilitud con el “maldita lisiada” de María la del barrio. Para ejemplo, la escena final, que hace aguas por todos lados. Y aquí a las lámparas las llaman lámparas y no coños. Pierde toda la gracia. Aunque reconozco que me encanta que no coman carne, pero que experimenten con ratas grandes como caballos, y que hayan tenido peor gusto a la hora de decidir los nombres de los hijos (Utopía, Porvenir y Voluntad, toma ya) que mi hermana la preñada, que quiere llamar al bicho, si es niña, Cher. Si es así, Claudio, hazme el favor, enciérrame a mí también. O mátame, directamente.
Isildur
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8
18 de agosto de 2016
3 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que nunca una película que se llamara “La vida de alguien” justificó tanto tener un título tan manido y horrible. En La vida de Adèle, al contrario que en muchas, se plasma toda la vida de la adolescente llamada Adèle. No desde que nace hasta que muere, sino todo lo que hace la mozuela en su vida cotidiana. Todo. Desde los dilemas más profundos y trascendentales de su existencia hasta los quehaceres diarios más nimios, como almorzar y ponerse lo morros perdidos con la salsa de los espaguetis o chingar como si no hubiera un mañana. El núcleo central de estas tres horas que pasamos con Adéle es su relación con la enigmática Emma. Recuerdo que cuando la vi por primera vez, yo solito en el cine de más postureo de mi ciudad, salí con la sensación de estar una obra magnífica, pero que no me contaba nada nuevo, que era muy sencillica. Pero lo que entonces consideré como una pega, ahora creo que es una de sus grandes virtudes: en La vida de Adèle no hay grandes giros dramáticos ni subtramas, pero nunca una historia tan sencilla, tan alejada de todo adorno, se sintió tan real, tan verdadera, tan humana, tan intensa. Y eso hace que prácticamente cualquiera pueda emocionarse a moco tendido (a lo Adèle) y sentirse identificado con la historia de amor (y desamor) de estas dos mujeres. Inmensa.
Isildur
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