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6,7
3.554
9
17 de abril de 2022
17 de abril de 2022
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Emilie necesita una nueva compañera de piso con la que compartir los gastos del alquiler, y espera la llegada de Camille, una candidata que se ha interesado. Pero resulta que Camille es un tío… No obstante, le acepta como compañero de piso, con el que no tarda en liarse. Más adelante conocemos también a Nora, una treintañera que decide retomar sus estudios de derecho… hasta que una peluca le juega una mala pasada.
DESDE MI PUNTO DE VISTA
Sabía perfectamente que esta película me iba a gustar. Todos y cada uno de los inputs que había recibido sobre ella me atraían poderosamente: la sinopsis, la temática, la apuesta por el blanco y negro, las alusiones a una actualización millenial de la novelle vague y el cine rohmeriano, mi anterior experiencia con monsieur Audiard… Iba sobre seguro, ni siquiera temía que un exceso de expectativas arruinara mi experiencia.
Y no me equivocaba ni un ápice.
El personaje de Emilie me conquista desde el primer fotograma, me encantan tanto su versión dura y distante como su esporádica pero irresistible sonrisa. Tiene las ideas clarísimas, tanto como para cambiarlas sobre la marcha si es menester, y sintonizo con su filosofía vital, con su desparpajo, con su capacidad de adaptación. Ella es la que me acoge en la película en la primera escena, y me lleva de la mano. El primer capítulo, que transcurre en ese piso compartido tan fogoso al principio como gélido después, es dinamita. Y se cierra de manera majestuosa, con ese súbito oscurecimiento de la imagen que acompaña al anuncio de la decisión que toma Camille.
Asistimos entonces a la primera escena en color de la película. La protagoniza Amber-Sweet, y el color refleja postureo, adorno, falsedad. La vida real es eso que sucede en blanco y negro, sin alaracas. Y el relevo de Amber lo toma Nora, con su ilusionado intento por volver a la universidad. Hay que reconocerle actitud y entusiasmo, ningún complejo por ser provinciana y treintañera, aunque sus primeras tentativas amistosas caigan en saco roto. Cuando dobla la apuesta, en plan femme fatale, se estrella con todo el equipo. No lo merece, pero la vida es así. En blanco y negro.
Confluyen entonces los destinos de Nora y de Camille, reunidos por sendos desengaños profesionales. Inician juntos un proyecto que, aunque parece abocado a ser meramente empresarial, va a ir más allá, con Camille en el papel de burlador burlado. Todo transcurre con gran fluidez en pantalla, es divertido y parece ligero, pero encierra grandes cargas de profundidad. El guión es un triunfo, la puesta en escena brillante, y las interpretaciones impecables. Cine del bueno.
El nivel no baja en ningún momento. Hay circunstancias imprevistas, otras que se dejan ver venir. Y así hasta que llegamos a un doble desenlace que le aporta colorido a la realidad, esperanzando nuestras perspectivas sobre las grises existencias que vivimos. La película se cierra como empezaba, con Emilie llenando la pantalla en una última secuencia memorable en torno al portero automático del piso.
Llegamos así al final de un viaje gozoso, pero no tramposo ni condescendiente. Echando la vista atrás, y pese a haber devorado el metraje con una enorme sonrisa en la boca por el puro disfrute, detecto que el guión me ha puesto muchas piedras en el camino, me ha hecho sufrir en varios momentos. También ha girado varias veces, presentando a personajes cambiantes, un poco veletas, como somos todos en nuestras vidas. El tránsito ha sido gozoso por la suma de los ingredientes, tanto los narrativos como los ornamentales. Todo está bien medido, no encuentro peros. Me lo he pasado estupendamente, y elevo a Jacques Audiard en mi escalafón de cineastas de referencia.
Sospechaba que la idea de trasladar a nuestro tiempo las bases narrativas y formales de una revolución cinematrográfica como la de la novelle vague puede dar magníficos réditos si quien se pone manos a la obra tiene talento. Y lo mismo sucede con esa temática rohmeriana, ligera pero profunda, tonta tonta mierda mierda.
https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2022/04/17/critica-de-cine-paris-distrito-13/
Emilie necesita una nueva compañera de piso con la que compartir los gastos del alquiler, y espera la llegada de Camille, una candidata que se ha interesado. Pero resulta que Camille es un tío… No obstante, le acepta como compañero de piso, con el que no tarda en liarse. Más adelante conocemos también a Nora, una treintañera que decide retomar sus estudios de derecho… hasta que una peluca le juega una mala pasada.
DESDE MI PUNTO DE VISTA
Sabía perfectamente que esta película me iba a gustar. Todos y cada uno de los inputs que había recibido sobre ella me atraían poderosamente: la sinopsis, la temática, la apuesta por el blanco y negro, las alusiones a una actualización millenial de la novelle vague y el cine rohmeriano, mi anterior experiencia con monsieur Audiard… Iba sobre seguro, ni siquiera temía que un exceso de expectativas arruinara mi experiencia.
Y no me equivocaba ni un ápice.
El personaje de Emilie me conquista desde el primer fotograma, me encantan tanto su versión dura y distante como su esporádica pero irresistible sonrisa. Tiene las ideas clarísimas, tanto como para cambiarlas sobre la marcha si es menester, y sintonizo con su filosofía vital, con su desparpajo, con su capacidad de adaptación. Ella es la que me acoge en la película en la primera escena, y me lleva de la mano. El primer capítulo, que transcurre en ese piso compartido tan fogoso al principio como gélido después, es dinamita. Y se cierra de manera majestuosa, con ese súbito oscurecimiento de la imagen que acompaña al anuncio de la decisión que toma Camille.
Asistimos entonces a la primera escena en color de la película. La protagoniza Amber-Sweet, y el color refleja postureo, adorno, falsedad. La vida real es eso que sucede en blanco y negro, sin alaracas. Y el relevo de Amber lo toma Nora, con su ilusionado intento por volver a la universidad. Hay que reconocerle actitud y entusiasmo, ningún complejo por ser provinciana y treintañera, aunque sus primeras tentativas amistosas caigan en saco roto. Cuando dobla la apuesta, en plan femme fatale, se estrella con todo el equipo. No lo merece, pero la vida es así. En blanco y negro.
Confluyen entonces los destinos de Nora y de Camille, reunidos por sendos desengaños profesionales. Inician juntos un proyecto que, aunque parece abocado a ser meramente empresarial, va a ir más allá, con Camille en el papel de burlador burlado. Todo transcurre con gran fluidez en pantalla, es divertido y parece ligero, pero encierra grandes cargas de profundidad. El guión es un triunfo, la puesta en escena brillante, y las interpretaciones impecables. Cine del bueno.
El nivel no baja en ningún momento. Hay circunstancias imprevistas, otras que se dejan ver venir. Y así hasta que llegamos a un doble desenlace que le aporta colorido a la realidad, esperanzando nuestras perspectivas sobre las grises existencias que vivimos. La película se cierra como empezaba, con Emilie llenando la pantalla en una última secuencia memorable en torno al portero automático del piso.
Llegamos así al final de un viaje gozoso, pero no tramposo ni condescendiente. Echando la vista atrás, y pese a haber devorado el metraje con una enorme sonrisa en la boca por el puro disfrute, detecto que el guión me ha puesto muchas piedras en el camino, me ha hecho sufrir en varios momentos. También ha girado varias veces, presentando a personajes cambiantes, un poco veletas, como somos todos en nuestras vidas. El tránsito ha sido gozoso por la suma de los ingredientes, tanto los narrativos como los ornamentales. Todo está bien medido, no encuentro peros. Me lo he pasado estupendamente, y elevo a Jacques Audiard en mi escalafón de cineastas de referencia.
Sospechaba que la idea de trasladar a nuestro tiempo las bases narrativas y formales de una revolución cinematrográfica como la de la novelle vague puede dar magníficos réditos si quien se pone manos a la obra tiene talento. Y lo mismo sucede con esa temática rohmeriana, ligera pero profunda, tonta tonta mierda mierda.
https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2022/04/17/critica-de-cine-paris-distrito-13/

6,2
4.916
8
17 de marzo de 2024
17 de marzo de 2024
29 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Tara llega a la isla cretense de Malia junto con sus dos amigas del alma, Skye y Em, para disfrutar de «las putas mejores vacaciones» de su vida, lo que sobre todo incluye beber, desfasar y (empezar a) follar. Están en el final de su adolescencia, así que… si no es ahora, ¿cuándo?
¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
En realidad, la película que gozaba de más boletos para ser mi primera elección de entre los estrenos de este fin de semana era ‘El caso Goldman’, a la que adjudiqué un 8 como nota alusiva a mis ganas de verla cuando hice mi habitual repaso de los sábados por la mañana a la lista de novedades de la cartelera. La pestaña de esta ‘How to have sex’ casi la abrí por compromiso, pensando que se trataba de una comedia loca y despendolada para adolescentes, de edad y/o de mentalidad. La sinopsis, las críticas y el trailer me sacaron del error, pero aún así se quedó en el segundo puesto de mis prioridades. El transcurso de mi sábado personal, empero, motivó que mi cuerpo prefiriera una película más visceral, menos intelectual que la francesa. Y me decanté por la propuesta de Manning Walker.
DESDE MI PUNTO DE VISTA
Dejé dicho aquí, en mis comentarios sobre ‘Anatomía de una caída’, que difícilmente se puede pretender militar en el ejército de la cinefilia y no ver, cada año, la cinta premiada con la Palma de Oro de Cannes. Al leer que ‘How to have sex’ ganó en la edición de 2023 del festival el premio a mejor película de la sección ‘Un certain regard’, encontré un nuevo argumento para darle una oportunidad. Y más aún al repasar la lista de obras ganadoras de este galardón desde su creación, en 1998, y comprobar con pasmo que no había visto ni una sola de ellas. Quizá no sea obligatorio para mantener el aprobado cinéfilo ver cada producción merecedora de este reconocimiento, pero creo que puede servir para subir nota, así que fui a por el sobresaliente…
La primera recompensa que encontré, y que ya sospechaba tras ver el trailer, fue de carácter visual. Y creo que estamos ante todo un puntazo, porque al fin y al cabo la cámara retrata las vacaciones de tres jovenzuelas con ganas de mambo. Básicamente, van de la habitación del hotel a la discoteca, y si acaso a la playa. No parece un escenario muy prometedor para alardes fotográficos, pero Nicolas Canniccioni, cuya labor en ‘Génesis‘ ya me conmovió, nos regala un masaje visual que, por inesperado, es muy satisfactorio. Personalmente, se me queda en la retina la secuencia en la que la protagonista recorre la solitaria calle central de la Magaluf cretense ya por la mañana, con los restos del naufragio trufando la escena. Pero más allá de ese momento sublime, en general es una película que seduce desde ese prisma, y eso es algo que no entraba en mis pronósticos.
De nada habría servido que las imágenes fueran muy estimulantes si con ellas la directora, debutante en el terreno del largometraje, no nos transmitiera gran cosa. Pero lo hace, vaya que si lo hace… En su haber le reconozco una gran capacidad para crear atmósfera, para ponernos en situación. Y lo mejor de todo es que triunfa en los variados aspectos que requiere su propio guión. Lo mismo nos evidencia el desparrame hormonal con que las tres muchachas llegan a Malia, que es hábil en mostrárnoslas eufóricas en plena juerga o resacosas unas horas después. No contenta con ello, afronta desfíos más exigentes cuando debe excitar nuestro resentimiento contra esa Skye que, lejos de ser una fraternal amiga, se torna en auténtica víbora; y también cuando, en el último tercio de la película, debe cortarnos el rollo, y provocar nuestra empatía para con el mal trago que está pasando, y que trata de disimular, la protagonista. Estamos, pues, ante un abanico de tonalidades atmosféricas, y Manning Walker las solventa todas con gran eficacia. Aquí hay madera.
Otra cima de esta exitosa cordillera que es ‘How to have sex’ es la interpretación de Mia McKenna-Bruce, a quien hasta ahora no tenía el placer de conocer. Soslayando el hecho de que, con 25 años, el casting le encarga encarnar a una menor de edad, ella asume el reto, y borda el papel. No queda rastro de la loca hormonada que vemos en las primeras secuencias cuando, al final, tenemos delante a una mujer sufriente. Pero ella es tan eficaz en el primer rol como en el último, y también en las gamas de grises que se van sucediendo por el camino. Teniendo en cuenta las hondas diferencias, solo una actriz con mucho talento puede defender este personaje con tal manejo. La película se sujeta sobre sus hombros, y jamás se tambalea.
En resumen, solo tengo buenas palabras hacia mi primera inmersión en una ganadora de ‘Un certain regard’. Igual no va a ser mala idea ver cada año, de aquí en adelante, las películas sucesoras en este palmarés…
Tara llega a la isla cretense de Malia junto con sus dos amigas del alma, Skye y Em, para disfrutar de «las putas mejores vacaciones» de su vida, lo que sobre todo incluye beber, desfasar y (empezar a) follar. Están en el final de su adolescencia, así que… si no es ahora, ¿cuándo?
¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
En realidad, la película que gozaba de más boletos para ser mi primera elección de entre los estrenos de este fin de semana era ‘El caso Goldman’, a la que adjudiqué un 8 como nota alusiva a mis ganas de verla cuando hice mi habitual repaso de los sábados por la mañana a la lista de novedades de la cartelera. La pestaña de esta ‘How to have sex’ casi la abrí por compromiso, pensando que se trataba de una comedia loca y despendolada para adolescentes, de edad y/o de mentalidad. La sinopsis, las críticas y el trailer me sacaron del error, pero aún así se quedó en el segundo puesto de mis prioridades. El transcurso de mi sábado personal, empero, motivó que mi cuerpo prefiriera una película más visceral, menos intelectual que la francesa. Y me decanté por la propuesta de Manning Walker.
DESDE MI PUNTO DE VISTA
Dejé dicho aquí, en mis comentarios sobre ‘Anatomía de una caída’, que difícilmente se puede pretender militar en el ejército de la cinefilia y no ver, cada año, la cinta premiada con la Palma de Oro de Cannes. Al leer que ‘How to have sex’ ganó en la edición de 2023 del festival el premio a mejor película de la sección ‘Un certain regard’, encontré un nuevo argumento para darle una oportunidad. Y más aún al repasar la lista de obras ganadoras de este galardón desde su creación, en 1998, y comprobar con pasmo que no había visto ni una sola de ellas. Quizá no sea obligatorio para mantener el aprobado cinéfilo ver cada producción merecedora de este reconocimiento, pero creo que puede servir para subir nota, así que fui a por el sobresaliente…
La primera recompensa que encontré, y que ya sospechaba tras ver el trailer, fue de carácter visual. Y creo que estamos ante todo un puntazo, porque al fin y al cabo la cámara retrata las vacaciones de tres jovenzuelas con ganas de mambo. Básicamente, van de la habitación del hotel a la discoteca, y si acaso a la playa. No parece un escenario muy prometedor para alardes fotográficos, pero Nicolas Canniccioni, cuya labor en ‘Génesis‘ ya me conmovió, nos regala un masaje visual que, por inesperado, es muy satisfactorio. Personalmente, se me queda en la retina la secuencia en la que la protagonista recorre la solitaria calle central de la Magaluf cretense ya por la mañana, con los restos del naufragio trufando la escena. Pero más allá de ese momento sublime, en general es una película que seduce desde ese prisma, y eso es algo que no entraba en mis pronósticos.
De nada habría servido que las imágenes fueran muy estimulantes si con ellas la directora, debutante en el terreno del largometraje, no nos transmitiera gran cosa. Pero lo hace, vaya que si lo hace… En su haber le reconozco una gran capacidad para crear atmósfera, para ponernos en situación. Y lo mejor de todo es que triunfa en los variados aspectos que requiere su propio guión. Lo mismo nos evidencia el desparrame hormonal con que las tres muchachas llegan a Malia, que es hábil en mostrárnoslas eufóricas en plena juerga o resacosas unas horas después. No contenta con ello, afronta desfíos más exigentes cuando debe excitar nuestro resentimiento contra esa Skye que, lejos de ser una fraternal amiga, se torna en auténtica víbora; y también cuando, en el último tercio de la película, debe cortarnos el rollo, y provocar nuestra empatía para con el mal trago que está pasando, y que trata de disimular, la protagonista. Estamos, pues, ante un abanico de tonalidades atmosféricas, y Manning Walker las solventa todas con gran eficacia. Aquí hay madera.
Otra cima de esta exitosa cordillera que es ‘How to have sex’ es la interpretación de Mia McKenna-Bruce, a quien hasta ahora no tenía el placer de conocer. Soslayando el hecho de que, con 25 años, el casting le encarga encarnar a una menor de edad, ella asume el reto, y borda el papel. No queda rastro de la loca hormonada que vemos en las primeras secuencias cuando, al final, tenemos delante a una mujer sufriente. Pero ella es tan eficaz en el primer rol como en el último, y también en las gamas de grises que se van sucediendo por el camino. Teniendo en cuenta las hondas diferencias, solo una actriz con mucho talento puede defender este personaje con tal manejo. La película se sujeta sobre sus hombros, y jamás se tambalea.
En resumen, solo tengo buenas palabras hacia mi primera inmersión en una ganadora de ‘Un certain regard’. Igual no va a ser mala idea ver cada año, de aquí en adelante, las películas sucesoras en este palmarés…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Hasta aquí mis líneas exclusivamente cinematográficas. No puedo seguir ignorando lo que, a estas alturas, ya se ha convertido en el elefante de la habitación. Y es que ‘How to have sex’ no es, ni mucho menos, una comedieta adolescente en plan ‘Porky’s’, pero con protagonismo femenino. Nada de eso; aquí nos damos de bruces con el tema de los abusos sexuales, tan alterado en tiempos recientes, para consternación de muchos hombres, incluidos los amigos cuarentones de Pedro Sánchez.
Para exponer mi punto de vista sobre este particular, me parece que lo más honesto es desplegar mi argumentario respetando lo que fui sintiendo cronológicamente durante el visionado. Y en ese sentido, víctima del planteamiento del guión, empecé pensando que Tara, en lugar de ser una jovenzuela con la lívido a flor de piel, resultaba ser una enamoradiza candorosa. Creí, porque así quería la autora que lo creyera, que su rictus desencajado en el día siguiente a su primer polvo respondía a su decepción sentimental por la desapegada actitud de Paddy. Tuve la tentación, por un momento, de alimentar sentimientos críticos hacia ella. ¿Pero no buscabas las ‘putas mejores vacaciones’ de tu vida, follando como una loca? Pronto, sin embargo, recapacité, y abandoné tan absurdo posicionamiento. Si ella anhela algo más de Paddy que su polla, ¿quién soy yo para juzgarla? ¿Quién tiene derecho a aprobar o suspender, siquiera a evaluar, los sentimientos íntimos de una mujer, o ya puestos de una persona? Podían sorprenderme, si acaso; pero no tenía el menor derecho a ponerlos en solfa. Me tocaba oír, ver y callar.
En todo caso, y una vez absuelta Tara de cualquier recriminación por mi parte, sí que firmé mentalmente una condena de ámbito más social, por el puritanismo inherente, en mi opinión, al exceso de celo que se aplica sobre todo lo relacionado con el sexo. No dejo de pensar que es una rémora de nuestro pasado marcado por la incidencia religiosa eso de sobredimensionar la importancia de follar, de la primera vez, de hacerlo con alguien que no te conviene, de dejarte llevar por bajos instintos… Parece obligatorio que nos traumaticemos si una experiencia sexual no es idónea, idílica, romántica y maravillosa. Una vez más, no seré yo quien crucifique a quien se lo tome demasiado a pecho, desde el mantra de no someter a examen los sentimientos ajenos. Pero parece una herejía que alguien no se rasgue las vestiduras si un acto sexual le sale rana. Lo virtuoso no es, como en la mayoría de ámbitos, ser capaz de sobreponerse, y seguir adelante; sino fustigarse, revolcarse en ello, sacarlo de quicio. Ya lo dijo dios, en su sexta instrucción: «No cometerás actos impuros». ¿De verdad aún no ha llegado la hora de ignorar el divino decálogo?
Pero hete aquí que, tras unos minutos de metraje, la directora convierte en agua de borrajas todo el raca-raca que le estaba dando a mi cabeza en la butaca. Unos flashbacks nos aportan luz sobre el encuentro sexual playero, y pronto comprendemos que, en determinadas circunstancias, ni siquiera «sí es sí». Y que lo que antes interpretábamos como actitud moñas de Tara, anhelando romanticismo, es en realidad otra cosa. Es, a cambio, generosidad, porque lo que hace es brindarle a Paddy una segunda oportunidad; si al menos eres considerado, me mimas un poco, soplas para calmar mis heridas abiertas, estoy dispuesta a correr un tupido velo sobre tus abusos. Pero no, qué va. Él la ignora alevosamente, se permite el lujo de hacerle incluso hirientes comentarios, y remata su actitud cuando la noche se acaba, y su masculinidad tiene apetito.
Y no, no es abuso. Es violación.
https://alliayeraquiahora.wordpress.com/author/alliayeraquiahora/
Para exponer mi punto de vista sobre este particular, me parece que lo más honesto es desplegar mi argumentario respetando lo que fui sintiendo cronológicamente durante el visionado. Y en ese sentido, víctima del planteamiento del guión, empecé pensando que Tara, en lugar de ser una jovenzuela con la lívido a flor de piel, resultaba ser una enamoradiza candorosa. Creí, porque así quería la autora que lo creyera, que su rictus desencajado en el día siguiente a su primer polvo respondía a su decepción sentimental por la desapegada actitud de Paddy. Tuve la tentación, por un momento, de alimentar sentimientos críticos hacia ella. ¿Pero no buscabas las ‘putas mejores vacaciones’ de tu vida, follando como una loca? Pronto, sin embargo, recapacité, y abandoné tan absurdo posicionamiento. Si ella anhela algo más de Paddy que su polla, ¿quién soy yo para juzgarla? ¿Quién tiene derecho a aprobar o suspender, siquiera a evaluar, los sentimientos íntimos de una mujer, o ya puestos de una persona? Podían sorprenderme, si acaso; pero no tenía el menor derecho a ponerlos en solfa. Me tocaba oír, ver y callar.
En todo caso, y una vez absuelta Tara de cualquier recriminación por mi parte, sí que firmé mentalmente una condena de ámbito más social, por el puritanismo inherente, en mi opinión, al exceso de celo que se aplica sobre todo lo relacionado con el sexo. No dejo de pensar que es una rémora de nuestro pasado marcado por la incidencia religiosa eso de sobredimensionar la importancia de follar, de la primera vez, de hacerlo con alguien que no te conviene, de dejarte llevar por bajos instintos… Parece obligatorio que nos traumaticemos si una experiencia sexual no es idónea, idílica, romántica y maravillosa. Una vez más, no seré yo quien crucifique a quien se lo tome demasiado a pecho, desde el mantra de no someter a examen los sentimientos ajenos. Pero parece una herejía que alguien no se rasgue las vestiduras si un acto sexual le sale rana. Lo virtuoso no es, como en la mayoría de ámbitos, ser capaz de sobreponerse, y seguir adelante; sino fustigarse, revolcarse en ello, sacarlo de quicio. Ya lo dijo dios, en su sexta instrucción: «No cometerás actos impuros». ¿De verdad aún no ha llegado la hora de ignorar el divino decálogo?
Pero hete aquí que, tras unos minutos de metraje, la directora convierte en agua de borrajas todo el raca-raca que le estaba dando a mi cabeza en la butaca. Unos flashbacks nos aportan luz sobre el encuentro sexual playero, y pronto comprendemos que, en determinadas circunstancias, ni siquiera «sí es sí». Y que lo que antes interpretábamos como actitud moñas de Tara, anhelando romanticismo, es en realidad otra cosa. Es, a cambio, generosidad, porque lo que hace es brindarle a Paddy una segunda oportunidad; si al menos eres considerado, me mimas un poco, soplas para calmar mis heridas abiertas, estoy dispuesta a correr un tupido velo sobre tus abusos. Pero no, qué va. Él la ignora alevosamente, se permite el lujo de hacerle incluso hirientes comentarios, y remata su actitud cuando la noche se acaba, y su masculinidad tiene apetito.
Y no, no es abuso. Es violación.
https://alliayeraquiahora.wordpress.com/author/alliayeraquiahora/

6,6
3.274
9
18 de abril de 2022
18 de abril de 2022
22 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Laura exhibe cara de palo durante una fiesta en casa de su novia, Irina. Ambas habían planeado un viaje en el Transiberiano hasta Murmansk, ya que Laura tiene mucho interés en ver los petroglifos rupestres de esa ciudad. Pero Irina al final no va a acompañarle, y a cambio nuestra viajera tendrá que lidiar en el compartimento nº 6 del mítico tren con un ruso impresentable que en la primera noche le pregunta si “vende su almeja”.
¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
La retahíla de nominaciones y premios de esta película finlandesa independiente es abrumadora, incluyendo el Gran Premio del Jurado de Cannes. Las críticas apoyan la moción, con valoraciones unánimemente positivas. Y la sinopsis y el trailer no vaticinaban una de esas joyas áridas que hay que loar por postureo. Descubrir si tantas alabanzas eran merecidas resultaba, pues, imperativo.
DESDE MI PUNTO DE VISTA
Me sumo con entusiasmo al ejército de fans de ‘Compartimento nº 6’. Me atrapa desde el principio, disfruto cada etapa del viaje, y en todo momento tengo la sensación de estar en manos de un cineasta brillante. Veo que en Filmin tengo disponible ’El día más feliz en la vida de Oli Maki’, su anterior obra, y me la apunto para recuperarla.
Empatizo con Laura, la futura arqueóloga finlandesa, muy rápidamente. De hecho, en la primera secuencia de la película, cuando cae en la trampa que le tiende Irina, y queda en evidencia al atribuir a una sesuda autora rusa una frase que en realidad pronunció Marilyn Monroe. Luego descubrimos que Irina es su novia, pero que la jugarreta mayor que le ha preparado es reservar juntas un viaje en tren hasta la punta ártica de Rusia, y luego borrarse.
Como milito en el equipo de Laura, hablo en primera persona al decir que, pese a la deserción de Irina, nos subimos al Transiberiano (estamos en los años 90) para llegar hasta tierras siberianas con el objetivo de ver unos petroglifos pintados en el amanecer del arte humano. Cuando algo me gusta, soy lo suficientemente friki como para comprender sin ningún esfuerzo hacer semejante viaje con un objetivo tan pintoresco.
Ya en el tren, llegamos a nuestro compartimento, y nos toca compartirlo con Lioha, un auténtico patán. El primer fogonazo que me hace incrementar mi valoración del director llega en ese momento: nuestro vecino de litera es un impresentable, un zumbao… pero me cae bien. Y tengo la convicción de que eso es, exactamente, lo que el cineasta quería. Me tiene a su merced.
Arranca así una road movie difícil de comparar con cualquier otra que haya visto, pero que compite en buena lid con las mejores de su género. Y lo digo el mismo día en que he visto otra película itinerante, ’Las uvas de la ira’, que también ha entrado por la puerta grande en mi panteón de grandes experiencias cinéfilas. No pueden ser más distintas entre sí, pero, cada una con sus virtudes, ambas me han parecido sublimes. Hoy ha sido un gran día, no cabe duda…
Volviendo al Transiberiano, he de glosar un aspecto contradictorio de ’Compartimento nº 6’ que, en mi opinión, simboliza el éxito de la propuesta: analizados uno a uno, los diferentes episodios que nos narra la cinta tienen siempre una sombra de absurdo, de esperpento, de rareza. Pero, contra pronóstico, van calando poco a poco en mi ánimo no como boutades, sino como gotas malayas de un viaje inolvidable. Lioha no para de hacer memeces a lo largo de todo el metraje, pero resulta sorprendentemente adorable. Y Laura se desinhibe de un modo que no casaría con el personaje al que conocemos en Moscú, pero su transformación no chirría, la asumimos como un efecto del viaje, lo cual demuestra cómo nuestro Kuosmanen maneja con maestría el género que tiene entre manos.
Cuando el tren llega a su destino, todo el esfuerzo parece baldío, pero el guión nos reserva todavía unas últimas y estupendas sorpresas. Los petroglifos se hacen de rogar para luego defraudar cualquier expectativa, pero eso no altera en absoluto la importancia del viaje, no nos arrepentimos de haber llegado hasta allí. Hemos disfrutado tanto el camino, que el destino termina siendo lo de menos. Otro premio para el autor de la película, que le pone el broche definitivo a su triunfo con un final tan ligero como brillante.
Señor Kuosmanen: le reservo un sitio en mi lista de directores a seguir atentamente. Será un placer.
https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2022/04/17/critica-de-cine-compartimento-no-6/
Laura exhibe cara de palo durante una fiesta en casa de su novia, Irina. Ambas habían planeado un viaje en el Transiberiano hasta Murmansk, ya que Laura tiene mucho interés en ver los petroglifos rupestres de esa ciudad. Pero Irina al final no va a acompañarle, y a cambio nuestra viajera tendrá que lidiar en el compartimento nº 6 del mítico tren con un ruso impresentable que en la primera noche le pregunta si “vende su almeja”.
¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
La retahíla de nominaciones y premios de esta película finlandesa independiente es abrumadora, incluyendo el Gran Premio del Jurado de Cannes. Las críticas apoyan la moción, con valoraciones unánimemente positivas. Y la sinopsis y el trailer no vaticinaban una de esas joyas áridas que hay que loar por postureo. Descubrir si tantas alabanzas eran merecidas resultaba, pues, imperativo.
DESDE MI PUNTO DE VISTA
Me sumo con entusiasmo al ejército de fans de ‘Compartimento nº 6’. Me atrapa desde el principio, disfruto cada etapa del viaje, y en todo momento tengo la sensación de estar en manos de un cineasta brillante. Veo que en Filmin tengo disponible ’El día más feliz en la vida de Oli Maki’, su anterior obra, y me la apunto para recuperarla.
Empatizo con Laura, la futura arqueóloga finlandesa, muy rápidamente. De hecho, en la primera secuencia de la película, cuando cae en la trampa que le tiende Irina, y queda en evidencia al atribuir a una sesuda autora rusa una frase que en realidad pronunció Marilyn Monroe. Luego descubrimos que Irina es su novia, pero que la jugarreta mayor que le ha preparado es reservar juntas un viaje en tren hasta la punta ártica de Rusia, y luego borrarse.
Como milito en el equipo de Laura, hablo en primera persona al decir que, pese a la deserción de Irina, nos subimos al Transiberiano (estamos en los años 90) para llegar hasta tierras siberianas con el objetivo de ver unos petroglifos pintados en el amanecer del arte humano. Cuando algo me gusta, soy lo suficientemente friki como para comprender sin ningún esfuerzo hacer semejante viaje con un objetivo tan pintoresco.
Ya en el tren, llegamos a nuestro compartimento, y nos toca compartirlo con Lioha, un auténtico patán. El primer fogonazo que me hace incrementar mi valoración del director llega en ese momento: nuestro vecino de litera es un impresentable, un zumbao… pero me cae bien. Y tengo la convicción de que eso es, exactamente, lo que el cineasta quería. Me tiene a su merced.
Arranca así una road movie difícil de comparar con cualquier otra que haya visto, pero que compite en buena lid con las mejores de su género. Y lo digo el mismo día en que he visto otra película itinerante, ’Las uvas de la ira’, que también ha entrado por la puerta grande en mi panteón de grandes experiencias cinéfilas. No pueden ser más distintas entre sí, pero, cada una con sus virtudes, ambas me han parecido sublimes. Hoy ha sido un gran día, no cabe duda…
Volviendo al Transiberiano, he de glosar un aspecto contradictorio de ’Compartimento nº 6’ que, en mi opinión, simboliza el éxito de la propuesta: analizados uno a uno, los diferentes episodios que nos narra la cinta tienen siempre una sombra de absurdo, de esperpento, de rareza. Pero, contra pronóstico, van calando poco a poco en mi ánimo no como boutades, sino como gotas malayas de un viaje inolvidable. Lioha no para de hacer memeces a lo largo de todo el metraje, pero resulta sorprendentemente adorable. Y Laura se desinhibe de un modo que no casaría con el personaje al que conocemos en Moscú, pero su transformación no chirría, la asumimos como un efecto del viaje, lo cual demuestra cómo nuestro Kuosmanen maneja con maestría el género que tiene entre manos.
Cuando el tren llega a su destino, todo el esfuerzo parece baldío, pero el guión nos reserva todavía unas últimas y estupendas sorpresas. Los petroglifos se hacen de rogar para luego defraudar cualquier expectativa, pero eso no altera en absoluto la importancia del viaje, no nos arrepentimos de haber llegado hasta allí. Hemos disfrutado tanto el camino, que el destino termina siendo lo de menos. Otro premio para el autor de la película, que le pone el broche definitivo a su triunfo con un final tan ligero como brillante.
Señor Kuosmanen: le reservo un sitio en mi lista de directores a seguir atentamente. Será un placer.
https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2022/04/17/critica-de-cine-compartimento-no-6/

6,8
832
8
3 de diciembre de 2023
3 de diciembre de 2023
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO:
Nos situamos en una aldea polaca, siglo y medio atrás en el tiempo. Allí vive Jagna, una belleza en edad casadera, que es objeto de deseo tanto de los jóvenes del pueblo como de los terratenientes viudos… Incluso su madre ve en ella un buen negocio, por los pingües beneficios que ha de deparar su boda.
¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
Porque sentí un flechazo cuando vi el trailer. Así de simple. No podía privar a mis ojos de la contemplación de esas preciosas imágenes. Husmeando, vi que la pareja de cineastas que firman esta cinta crearon hace unos años ‘Loving Vincent’, una de esas películas que siempre he querido ver, pero que nunca he visto. Tuve claro que, esta vez, no podía dejar pasar esta película de animación con protagonistas de carne y hueso, y aunque tuve que recorrer más de 150 kilómetros para plantarme en el cine más cercado que la programaba en versión original, cogí el coche sin ningún remordimiento.
DESDE MI PUNTO DE VISTA
Y si hubieran sido 300, también debería haberlos recorrido, so pena de privar a mis pupilas de dos horas de masaje.
Y es que, tal y como recuerdo que me sucedió con ‘El callejón de las almas perdidas’ de Guillermo del Toro o ‘Retrato de una mujer en llamas’ de Celine Sciamma, mi disfrute con ‘En nombre de la tierra’ no provino tanto del aspecto narrativo, preponderante al máximo en el 99% de mis experiencias cinéfilas, sino que me llegó desde lo visual. En este caso, de forma aún más intensa y acusada que en los otros dos precedentes. De hecho, durante el visionado tuve que auto-recordarme varias veces que no podía olvidarme de degustar la continua sucesión de obras de arte pictóricas que desfilaban por la pantalla. Y es que, claro, al cabo de media hora, de una hora, de hora y media… tu cerebro deja de registrarlo todo con el pasmo inicial. Y sentía así cierta culpabilidad por no excitarme más con determinadas composiciones que, a buen seguro, debieron requerir un titánico esfuerzo del equipo de la película.
He de aclarar, no obstante, que no salí del cine sintiendo que había estado en un museo. Tal y como me había parecido en el trailer, también la trama suscitó mi atención, y fue esa conjunción narrativo-visual la que, perfectamente maridada, logró satisfacer las altas expectativas que me había creado. La historia, basada en la novela ‘Los campesinos’ (firmada en 1956 por el nobel W. S. Reymont), arranca en el otoño de esa aldea polaca marcada por los ciclos del trabajo de la tierra. Conocemos entonces a Jagna, y comprendemos rápidamente el entorno en el que le toca vivir, la presión social que recaía sobre una joven casadera como ella. Las tradiciones, costumbres, ritos y disfunciones del mundo rural más profundo son el hilo conductor de la narración, y al subirnos a los zapatos de la protagonista, nos toca enfrentarnos a las dificultades e injusticias que tanto limitaban (quizá emplear el tiempo pasado sea de un optimismo naif) las vidas de las mujeres de esas aldeas recónditas. Al ya reseñado carácter pecuniario de su condición de eventual esposa hay que añadir muchos otros aspectos, siendo los más reflejados en la película los del chismorreo del vecindario y las envidias de otras mujeres del pueblo. Sin que el guión pretenda, en absoluto, beatificar a Jagna, consigue que empaticemos profundamente con ella, sobre todo en sus momentos más peliagudos. Personalmente, ese postrero gesto que protagoniza, cuando desnuda, embarrada y magullada se pone en pie y levanta la cabeza, me pareció un maravilloso ejemplo de empoderamiento.
Lo narrativo, pues, sirvió de correcto acompañamiento. La película, empero, no me habría dejado un poso especialmente duradero solo desde ese prisma. Si volví del cine con ganas de peroratar sobre ‘En nombre de la tierra’ es por esa belleza visual que, desde el primer hasta el último fotograma, me aturdió. Por momentos, me cortó la respiración. No estamos ante meros dibujos animados, obviamente. Aquí hay actrices y actores reales, localizaciones físicas verdaderas. Pero lo que asoman finalmente a la pantalla son las versiones gráficas de esas realidades, pasadas por el tamiz de la rotoscopia y la pintura al óleo. Hasta 40.000 «cuadros» han sido necesarios para componer esta obra de arte, que responde a tal denominación con todas las de la ley. Y es que quienes vemos la película no debemos fundamentar nuestro reconocimiento al equipo autor por el esfuerzo que han hecho, por el tiempo empleado, por la minuciosidad que con toda seguridad ha caracterizado hasta el más mínimo detalle del metraje… Lo bueno, lo verdaderamente valioso, es que todo ese titánico trabajo tiene el efecto de agasajar al espectador, de crear un producto disfrutable, precioso, bello hasta la extenuación.
Quien cometa la torpeza de ver ‘En nombre de la tiera’ en la tele de casa (no digamos ya en una tablet, o peor aún en un puto teléfono móvil) difícilmente podrá calibrar la magnitud de la obra que está consumiendo. Para el argumentario de quienes defendemos a capa y espada la insondable diferencia que existe entre ver una película en el cine o en casa, esta propuesta polaca es todo un regalo. Pagar solo 8 euros por estas dos horas de desparrame artístico es indecoroso, deberían incluir en el ticket un número de cuenta por si queremos hacer una contribución post-visionado. Prometo que, por mi parte, no tardaré en compensar a los Welchman: corregiré mi dislate de tener pendiente, seis años después, ‘Loving Vincent’.
https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2023/12/03/critica-de-cine-en-nombre-de-la-tierra
Nos situamos en una aldea polaca, siglo y medio atrás en el tiempo. Allí vive Jagna, una belleza en edad casadera, que es objeto de deseo tanto de los jóvenes del pueblo como de los terratenientes viudos… Incluso su madre ve en ella un buen negocio, por los pingües beneficios que ha de deparar su boda.
¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
Porque sentí un flechazo cuando vi el trailer. Así de simple. No podía privar a mis ojos de la contemplación de esas preciosas imágenes. Husmeando, vi que la pareja de cineastas que firman esta cinta crearon hace unos años ‘Loving Vincent’, una de esas películas que siempre he querido ver, pero que nunca he visto. Tuve claro que, esta vez, no podía dejar pasar esta película de animación con protagonistas de carne y hueso, y aunque tuve que recorrer más de 150 kilómetros para plantarme en el cine más cercado que la programaba en versión original, cogí el coche sin ningún remordimiento.
DESDE MI PUNTO DE VISTA
Y si hubieran sido 300, también debería haberlos recorrido, so pena de privar a mis pupilas de dos horas de masaje.
Y es que, tal y como recuerdo que me sucedió con ‘El callejón de las almas perdidas’ de Guillermo del Toro o ‘Retrato de una mujer en llamas’ de Celine Sciamma, mi disfrute con ‘En nombre de la tierra’ no provino tanto del aspecto narrativo, preponderante al máximo en el 99% de mis experiencias cinéfilas, sino que me llegó desde lo visual. En este caso, de forma aún más intensa y acusada que en los otros dos precedentes. De hecho, durante el visionado tuve que auto-recordarme varias veces que no podía olvidarme de degustar la continua sucesión de obras de arte pictóricas que desfilaban por la pantalla. Y es que, claro, al cabo de media hora, de una hora, de hora y media… tu cerebro deja de registrarlo todo con el pasmo inicial. Y sentía así cierta culpabilidad por no excitarme más con determinadas composiciones que, a buen seguro, debieron requerir un titánico esfuerzo del equipo de la película.
He de aclarar, no obstante, que no salí del cine sintiendo que había estado en un museo. Tal y como me había parecido en el trailer, también la trama suscitó mi atención, y fue esa conjunción narrativo-visual la que, perfectamente maridada, logró satisfacer las altas expectativas que me había creado. La historia, basada en la novela ‘Los campesinos’ (firmada en 1956 por el nobel W. S. Reymont), arranca en el otoño de esa aldea polaca marcada por los ciclos del trabajo de la tierra. Conocemos entonces a Jagna, y comprendemos rápidamente el entorno en el que le toca vivir, la presión social que recaía sobre una joven casadera como ella. Las tradiciones, costumbres, ritos y disfunciones del mundo rural más profundo son el hilo conductor de la narración, y al subirnos a los zapatos de la protagonista, nos toca enfrentarnos a las dificultades e injusticias que tanto limitaban (quizá emplear el tiempo pasado sea de un optimismo naif) las vidas de las mujeres de esas aldeas recónditas. Al ya reseñado carácter pecuniario de su condición de eventual esposa hay que añadir muchos otros aspectos, siendo los más reflejados en la película los del chismorreo del vecindario y las envidias de otras mujeres del pueblo. Sin que el guión pretenda, en absoluto, beatificar a Jagna, consigue que empaticemos profundamente con ella, sobre todo en sus momentos más peliagudos. Personalmente, ese postrero gesto que protagoniza, cuando desnuda, embarrada y magullada se pone en pie y levanta la cabeza, me pareció un maravilloso ejemplo de empoderamiento.
Lo narrativo, pues, sirvió de correcto acompañamiento. La película, empero, no me habría dejado un poso especialmente duradero solo desde ese prisma. Si volví del cine con ganas de peroratar sobre ‘En nombre de la tierra’ es por esa belleza visual que, desde el primer hasta el último fotograma, me aturdió. Por momentos, me cortó la respiración. No estamos ante meros dibujos animados, obviamente. Aquí hay actrices y actores reales, localizaciones físicas verdaderas. Pero lo que asoman finalmente a la pantalla son las versiones gráficas de esas realidades, pasadas por el tamiz de la rotoscopia y la pintura al óleo. Hasta 40.000 «cuadros» han sido necesarios para componer esta obra de arte, que responde a tal denominación con todas las de la ley. Y es que quienes vemos la película no debemos fundamentar nuestro reconocimiento al equipo autor por el esfuerzo que han hecho, por el tiempo empleado, por la minuciosidad que con toda seguridad ha caracterizado hasta el más mínimo detalle del metraje… Lo bueno, lo verdaderamente valioso, es que todo ese titánico trabajo tiene el efecto de agasajar al espectador, de crear un producto disfrutable, precioso, bello hasta la extenuación.
Quien cometa la torpeza de ver ‘En nombre de la tiera’ en la tele de casa (no digamos ya en una tablet, o peor aún en un puto teléfono móvil) difícilmente podrá calibrar la magnitud de la obra que está consumiendo. Para el argumentario de quienes defendemos a capa y espada la insondable diferencia que existe entre ver una película en el cine o en casa, esta propuesta polaca es todo un regalo. Pagar solo 8 euros por estas dos horas de desparrame artístico es indecoroso, deberían incluir en el ticket un número de cuenta por si queremos hacer una contribución post-visionado. Prometo que, por mi parte, no tardaré en compensar a los Welchman: corregiré mi dislate de tener pendiente, seis años después, ‘Loving Vincent’.
https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2023/12/03/critica-de-cine-en-nombre-de-la-tierra
9
20 de octubre de 2024
20 de octubre de 2024
34 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Durante una firma de libros en la librería Rizzoli, Ingrid se entera de que Martha, una amiga a la que hace años que no ve, está enferma de cáncer. Acude a visitarla, y no lo hace por cumplir el expediente: va a demostrar que está dispuesta a comprometerse hasta el punto que haga falta con tal de acompañar a Martha en el trance que tiene por delante.
¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
Si las críticas hubieran sido feroces; si en vez del León de Oro su película trajera consigo toda una colección de razzies; si en vez de Julianne Moore y Tilda Swinton los papeles protagonistas hubieran recaído en Virginie Efira y Santiago Segura... también habría acudido con total fidelidad, caiga quien caiga, al estreno de lo nuevo de Almodóvar.
DESDE MI PUNTO DE VISTA
Quienes padecemos de cinefilia debemos sentir un inmenso privilegio por que sea contemporáneo nuestro un director como Pedro Almodóvar. Por poder disfrutar cada x tiempo de una nueva propuesta suya, por poder ir apreciando su evolución vital trasladada al séptimo arte, por habernos reído tanto con sus películas frívolas, haber saboreado luego sus intrincadas melodramedias, y poder paladear ahora unas obras de madurez de tono amargo, pero cada vez más sublimes. Esta inmersión que hace en el siempre peliagudo tema de la muerte es una de las cumbres de su filmografía, y solo podemos congraturarnos por haberla podido ver antes de que se termine su tiempo… o el nuestro.
Dicho esto, poca duda queda respecto a mi valoración de ‘La habitación de al lado’. Para explicar por qué me ha encandilado, puedo exponer un primer argumento: el manchego se remanga para contarnos cómo se muere el personaje de Tilda Swinton. Sabemos, por tanto, a lo que nos exponemos si decidimos entrar a la sala de cine. Y el director nos receta pocos paliativos, entra a saco en harina, y no ahorra detalles. Bueno, pues, pese a todo, encuentro mucha luz en la película, son numerosas las secuencias que me recuerdan la suerte que tenemos de vivir, lo poco conscientes que a menudo somos de ello. Esas sacudidas vitalistas proceden de distintos ángulos: a veces, de lo paisajístico, pese a tratarse de una película filmada casi exclusivamente en interiores; en otras ocasiones, por todo lo que Martha está perdiendo, y quienes vemos su calvario podemos seguir teniendo (y que dure); y, en muchos casos, porque el mero hecho de que aparezcan reflejados en un metraje que nos pone cara a cara con el final hace que nos demos cuenta de que eso de ir a una librería, tomar el sol en una tumbona, comer fruta o beber vino blanco, son milagros de la existencia. Quién me iba a decir a mí que iba a soltar estas proclamas vitalistas en la reseña de la obra mortuoria de Almodóvar…
Otra recompensa que cobramos quienes acudimos a la llamada del cineasta es el gozo de dos actrices del calibre de Tilda Swinton y Julianne Moore. La primera se come el marrón de enfermar, padecer y morirse ante nuestros ojos, pero voy a ir contra corriente, y voy a loar aquí sobre todo a su contraparte, a esa Ingrid a quien quisiera tener de compañera en todos mis momentos, no solo en los postreros. Me encanta el personaje, su empatía, su calor humano, su determinación… Y me maravilla la interpretación. Me confirma, de paso, el buen tino que tiene Almodóvar dirigiendo a sus elencos.
Mi entrega hacia el cine de este hombre viene motivada en un 97% por razones puramente cinematográficas. Pero no puedo negar que, aunque limite su peso a un mero 3%, la afinidad política también rema a su favor. Sobre todo, porque se moja siempre, aún sabiendo las fobias que su posicionamiento le genera. Recuerdo que ya aludía a este aspecto en la única crítica que tenía escrita hasta ahora de sus películas, la de ‘Madres paralelas‘; en aquel caso, pese a que no era en absoluto imperativo para su guión, se metía en el charco de la memoria histórica, y lo hacía sin dobleces ni equidistancias. Vuelve a hacerlo ahora, en este caso con estrellas de Hollywood como portavoces, y posiciona sin ambages al personaje de John Turturro contra el neoliberalismo y la extrema derecha, responsabilizándoles a pachas de convertir al planeta en otro enfermo terminal. Por supuesto, toda la película es un canto en favor de la muerte digna, y nos causa un respingo iracundo ese policía interrogador que alude a su condición de creyente para condenar la eutanasia. Pero si he de quedarme con un matiz político de ‘La habitación de al lado’, recurro nuevamente a Turturro, y ovaciono en pie su afilada predicción: el derecho a una muerte digna será definitivamente reconocido cuando el sistema sanitario termine de colapsar. Se hará de la necesidad virtud…
Aunque más que una crítica esto me está quedando como un canto, no tengo la menor intención de levantar el pie del acelerador laudatorio en mi último párrafo. Doblando la apuesta, cierro con la referencia a tres fogonazos que han elevado mi karma cinéfilo durante la proyección: ese plano, creo que en indisimulado tributo a la ‘Persona’ de Bergman, en que Ingrid comprueba que la puerta sigue abierta, y para celebrarlo se acuesta en la cama de Martha, y vemos en primer plano compartido sus rostros tranquilos y sus ojos coordinados; el acongojante momento en que un grifo se abre, un vaso se llena, y un desenlace se evidencia; y ese final nevado, poético, profundo y melancólico, en memoria de la madre que se ha rehabilitado, y de la amiga que se fue.
https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2024/10/20/critica-de-cine-la-habitacion-de-al-lado/
Durante una firma de libros en la librería Rizzoli, Ingrid se entera de que Martha, una amiga a la que hace años que no ve, está enferma de cáncer. Acude a visitarla, y no lo hace por cumplir el expediente: va a demostrar que está dispuesta a comprometerse hasta el punto que haga falta con tal de acompañar a Martha en el trance que tiene por delante.
¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
Si las críticas hubieran sido feroces; si en vez del León de Oro su película trajera consigo toda una colección de razzies; si en vez de Julianne Moore y Tilda Swinton los papeles protagonistas hubieran recaído en Virginie Efira y Santiago Segura... también habría acudido con total fidelidad, caiga quien caiga, al estreno de lo nuevo de Almodóvar.
DESDE MI PUNTO DE VISTA
Quienes padecemos de cinefilia debemos sentir un inmenso privilegio por que sea contemporáneo nuestro un director como Pedro Almodóvar. Por poder disfrutar cada x tiempo de una nueva propuesta suya, por poder ir apreciando su evolución vital trasladada al séptimo arte, por habernos reído tanto con sus películas frívolas, haber saboreado luego sus intrincadas melodramedias, y poder paladear ahora unas obras de madurez de tono amargo, pero cada vez más sublimes. Esta inmersión que hace en el siempre peliagudo tema de la muerte es una de las cumbres de su filmografía, y solo podemos congraturarnos por haberla podido ver antes de que se termine su tiempo… o el nuestro.
Dicho esto, poca duda queda respecto a mi valoración de ‘La habitación de al lado’. Para explicar por qué me ha encandilado, puedo exponer un primer argumento: el manchego se remanga para contarnos cómo se muere el personaje de Tilda Swinton. Sabemos, por tanto, a lo que nos exponemos si decidimos entrar a la sala de cine. Y el director nos receta pocos paliativos, entra a saco en harina, y no ahorra detalles. Bueno, pues, pese a todo, encuentro mucha luz en la película, son numerosas las secuencias que me recuerdan la suerte que tenemos de vivir, lo poco conscientes que a menudo somos de ello. Esas sacudidas vitalistas proceden de distintos ángulos: a veces, de lo paisajístico, pese a tratarse de una película filmada casi exclusivamente en interiores; en otras ocasiones, por todo lo que Martha está perdiendo, y quienes vemos su calvario podemos seguir teniendo (y que dure); y, en muchos casos, porque el mero hecho de que aparezcan reflejados en un metraje que nos pone cara a cara con el final hace que nos demos cuenta de que eso de ir a una librería, tomar el sol en una tumbona, comer fruta o beber vino blanco, son milagros de la existencia. Quién me iba a decir a mí que iba a soltar estas proclamas vitalistas en la reseña de la obra mortuoria de Almodóvar…
Otra recompensa que cobramos quienes acudimos a la llamada del cineasta es el gozo de dos actrices del calibre de Tilda Swinton y Julianne Moore. La primera se come el marrón de enfermar, padecer y morirse ante nuestros ojos, pero voy a ir contra corriente, y voy a loar aquí sobre todo a su contraparte, a esa Ingrid a quien quisiera tener de compañera en todos mis momentos, no solo en los postreros. Me encanta el personaje, su empatía, su calor humano, su determinación… Y me maravilla la interpretación. Me confirma, de paso, el buen tino que tiene Almodóvar dirigiendo a sus elencos.
Mi entrega hacia el cine de este hombre viene motivada en un 97% por razones puramente cinematográficas. Pero no puedo negar que, aunque limite su peso a un mero 3%, la afinidad política también rema a su favor. Sobre todo, porque se moja siempre, aún sabiendo las fobias que su posicionamiento le genera. Recuerdo que ya aludía a este aspecto en la única crítica que tenía escrita hasta ahora de sus películas, la de ‘Madres paralelas‘; en aquel caso, pese a que no era en absoluto imperativo para su guión, se metía en el charco de la memoria histórica, y lo hacía sin dobleces ni equidistancias. Vuelve a hacerlo ahora, en este caso con estrellas de Hollywood como portavoces, y posiciona sin ambages al personaje de John Turturro contra el neoliberalismo y la extrema derecha, responsabilizándoles a pachas de convertir al planeta en otro enfermo terminal. Por supuesto, toda la película es un canto en favor de la muerte digna, y nos causa un respingo iracundo ese policía interrogador que alude a su condición de creyente para condenar la eutanasia. Pero si he de quedarme con un matiz político de ‘La habitación de al lado’, recurro nuevamente a Turturro, y ovaciono en pie su afilada predicción: el derecho a una muerte digna será definitivamente reconocido cuando el sistema sanitario termine de colapsar. Se hará de la necesidad virtud…
Aunque más que una crítica esto me está quedando como un canto, no tengo la menor intención de levantar el pie del acelerador laudatorio en mi último párrafo. Doblando la apuesta, cierro con la referencia a tres fogonazos que han elevado mi karma cinéfilo durante la proyección: ese plano, creo que en indisimulado tributo a la ‘Persona’ de Bergman, en que Ingrid comprueba que la puerta sigue abierta, y para celebrarlo se acuesta en la cama de Martha, y vemos en primer plano compartido sus rostros tranquilos y sus ojos coordinados; el acongojante momento en que un grifo se abre, un vaso se llena, y un desenlace se evidencia; y ese final nevado, poético, profundo y melancólico, en memoria de la madre que se ha rehabilitado, y de la amiga que se fue.
https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2024/10/20/critica-de-cine-la-habitacion-de-al-lado/
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