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Críticas ordenadas por utilidad
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9
15 de noviembre de 2007
15 de noviembre de 2007
216 de 258 usuarios han encontrado esta crítica útil
Posiblemente uno de los films más infravalorados de la historia. Su pecado? Ser presuntamente una de esas historietas que los amantes de la intelectualidad calificarían como chorra y estúpida.
Lo más divertido es que hay una gran ironía en todo esto, la crítica negativa del film se queda en lo que precisamente el film critica, es decir la superficialidad. Y es que por primera vez se enfoca una película sobre el mundo de los modelos de forma absolutamente mordaz. Y que mejor manera de hacerlo que poniéndolos en el más absoluto de los ridículos?
En Zoolander se conjuga el humor de trazo más grueso con un sutil sarcasmo de fondo. Todo lo que aparece en ella es rematadamente burdo, exagerado y estúpido pero no por ello menos realista y por ello doblemente hilarante.
Ver a personajes conocidos del mundo del artisteo entrando conscientemente (o no) en el juego revela que Ben Stiller sabía perfectamente a que jugaba al hacer esta película. Lo que se nos esta diciendo es que ser cool puede estar muy bien, pero más importante que eso es saber reirse de ello.
Quizás sea muy fácil descalificarla pero no menos cierto es que para gustos colores, pero que un director no precisamente sospechoso de superficialidad como Terrence Malick la haya calificado como la mejor película de los últimos diez años dice mucho de ella.
Lo mejor: El video presentación de Hansel.
Lo peor: Que no se haya tomado tan en serio como se merece.
Lo más divertido es que hay una gran ironía en todo esto, la crítica negativa del film se queda en lo que precisamente el film critica, es decir la superficialidad. Y es que por primera vez se enfoca una película sobre el mundo de los modelos de forma absolutamente mordaz. Y que mejor manera de hacerlo que poniéndolos en el más absoluto de los ridículos?
En Zoolander se conjuga el humor de trazo más grueso con un sutil sarcasmo de fondo. Todo lo que aparece en ella es rematadamente burdo, exagerado y estúpido pero no por ello menos realista y por ello doblemente hilarante.
Ver a personajes conocidos del mundo del artisteo entrando conscientemente (o no) en el juego revela que Ben Stiller sabía perfectamente a que jugaba al hacer esta película. Lo que se nos esta diciendo es que ser cool puede estar muy bien, pero más importante que eso es saber reirse de ello.
Quizás sea muy fácil descalificarla pero no menos cierto es que para gustos colores, pero que un director no precisamente sospechoso de superficialidad como Terrence Malick la haya calificado como la mejor película de los últimos diez años dice mucho de ella.
Lo mejor: El video presentación de Hansel.
Lo peor: Que no se haya tomado tan en serio como se merece.

7,5
54.143
10
12 de noviembre de 2007
12 de noviembre de 2007
207 de 244 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta un tanto simplista reducir al género policiaco un película como "Heat". Evidentemente sí, nos hallamos ante un clásico duelo entre policia y ladrón con su dosis de investigación, sus escenas de atracos y su correspondiente juego del gato y el ratón. Pero "Heat" va más allá de todo esto, se trata de un film transversal, que se acerca más al drama intimista que al thriller al uso.
Lo que se nos muestra es casi un tratado filosófico sobre las relaciones humanas. Michael Mann nos presenta toda una galería de personajes cuyo punto en común es su tremenda soledad frente al mundo que le rodea. Unos la desean para poder cumplir lo más profesionalmente posible con su tarea y otros huyen de ella aferrándose a todo aquello que les permita tener un mínimo de compañía.
Aunque el tema central, los pilares básicos del film, se centran en dos personajes centrales entorno a los cuales gira un mundo que está punto de derrumbarse por la misma causa, el celo profesional y las convicciones morales de cada uno. Así Robert de Niro se nos presenta como un hombre frío y desapasionado incapaz de apegarse a nada frente a un Al pacino al que precisamente no puede contener su apasionado torrente de emociones por todo lo que rodea. No son más que las dos caras de una misma moneda, dos románticos que viven en un mundo que no es el suyo, y que en el fondo les une un vínculo más profundo que cualquier diferencia que les pueda separar.
Todo ello se articula en una puesta en escena de tintes poéticos, de largos silencios, de miradas como puñales y de frases que se disparan como si fueran sentencias. Su mayor logro es conseguir que lo hermoso no caiga en lo pedante, que haya equilibrio entre lo lírico y lo violento y sobre todo que de al espectador motivos para la reflexión acerca de las connotaciones morales que su mensaje ofrece.
Con este film, junto con "El dilema", Michael Mann tocó techo en cuanto a la plasmación visual de su forma de entender el cine. Lástima que posteriormente cayera en la autocomplacencia, y aunque firmando notables trabajos, no dejan de ser pálidos reflejos de lo que nos ofrece esta auténtica obra maestra.
Lo mejor: El romanticismo que impregna la propuesta.
Lo peor: Que sólo sea recordada por la escena del atraco.
Lo que se nos muestra es casi un tratado filosófico sobre las relaciones humanas. Michael Mann nos presenta toda una galería de personajes cuyo punto en común es su tremenda soledad frente al mundo que le rodea. Unos la desean para poder cumplir lo más profesionalmente posible con su tarea y otros huyen de ella aferrándose a todo aquello que les permita tener un mínimo de compañía.
Aunque el tema central, los pilares básicos del film, se centran en dos personajes centrales entorno a los cuales gira un mundo que está punto de derrumbarse por la misma causa, el celo profesional y las convicciones morales de cada uno. Así Robert de Niro se nos presenta como un hombre frío y desapasionado incapaz de apegarse a nada frente a un Al pacino al que precisamente no puede contener su apasionado torrente de emociones por todo lo que rodea. No son más que las dos caras de una misma moneda, dos románticos que viven en un mundo que no es el suyo, y que en el fondo les une un vínculo más profundo que cualquier diferencia que les pueda separar.
Todo ello se articula en una puesta en escena de tintes poéticos, de largos silencios, de miradas como puñales y de frases que se disparan como si fueran sentencias. Su mayor logro es conseguir que lo hermoso no caiga en lo pedante, que haya equilibrio entre lo lírico y lo violento y sobre todo que de al espectador motivos para la reflexión acerca de las connotaciones morales que su mensaje ofrece.
Con este film, junto con "El dilema", Michael Mann tocó techo en cuanto a la plasmación visual de su forma de entender el cine. Lástima que posteriormente cayera en la autocomplacencia, y aunque firmando notables trabajos, no dejan de ser pálidos reflejos de lo que nos ofrece esta auténtica obra maestra.
Lo mejor: El romanticismo que impregna la propuesta.
Lo peor: Que sólo sea recordada por la escena del atraco.

7,2
33.928
8
12 de febrero de 2008
12 de febrero de 2008
181 de 199 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay un cierto paralelismo entre dos obras tan a priori dispares como esta película y "Billy Elliot". En las dos contemplamos las tribulaciones de un niño en el contexto de la Inglaterra Thatcheriana y una constante presencia de la música como motor y voz en off de los sucesos acaecidos.
Lo que diferencia a ambos films, es que mientras las aventuras del niño bailarin caen por la pendiente de lo almibarado aquí todo va de mal en peor, y la mala leche que destila la película va en un in crescendo continuado.
Puede parecer que nos hallemos ante un retrato de un tribu urbana, donde se nos quiera relatar el progresivo distanciamiento de su espíritu original para caer en las filas de la ignorancia, el odio y la xenofobia. Puede que parezca que se nos quiera ofrecer un claro manual de como el espirítu grupal puede captar facilmente a aquellos que necesitan no estar siempre solos. Puede que sea un alegato contra el racismo, puede que sea un alegato contra la guerra. Puede ser. Puede.
Pero todo eso no es más que la superficie de lo que nos ofrece este film, que no es más que una denuncia contra la violencia, sí, pero no una cualquiera, sino la violencia que ejerció el estado inglés de Margaret Thatcher contra sus ciudadanos. Una violencia que sumió a muchos en la confusión cuando no en la pobreza, que destrozó todo un tejido social y que abocó a miles de jovenes, como los de la película, a buscar respuestas donde no las hay. Y es que no hay dicho más cierto que el que dice que la violencia sólo genera violencia y el miedo sólo genera más miedo.
Lo mejor: Su retrato fiel, sin estereotipos, de una época.
Lo peor: Que algunos piensen que es sólo una película de skins.
Lo que diferencia a ambos films, es que mientras las aventuras del niño bailarin caen por la pendiente de lo almibarado aquí todo va de mal en peor, y la mala leche que destila la película va en un in crescendo continuado.
Puede parecer que nos hallemos ante un retrato de un tribu urbana, donde se nos quiera relatar el progresivo distanciamiento de su espíritu original para caer en las filas de la ignorancia, el odio y la xenofobia. Puede que parezca que se nos quiera ofrecer un claro manual de como el espirítu grupal puede captar facilmente a aquellos que necesitan no estar siempre solos. Puede que sea un alegato contra el racismo, puede que sea un alegato contra la guerra. Puede ser. Puede.
Pero todo eso no es más que la superficie de lo que nos ofrece este film, que no es más que una denuncia contra la violencia, sí, pero no una cualquiera, sino la violencia que ejerció el estado inglés de Margaret Thatcher contra sus ciudadanos. Una violencia que sumió a muchos en la confusión cuando no en la pobreza, que destrozó todo un tejido social y que abocó a miles de jovenes, como los de la película, a buscar respuestas donde no las hay. Y es que no hay dicho más cierto que el que dice que la violencia sólo genera violencia y el miedo sólo genera más miedo.
Lo mejor: Su retrato fiel, sin estereotipos, de una época.
Lo peor: Que algunos piensen que es sólo una película de skins.

7,0
9.922
10
13 de octubre de 2009
13 de octubre de 2009
180 de 213 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Se puede filmar la muerte? ¿Se puede retratar la agonía? ¿Se puede plasmar en imágenes el dolor ajeno fundido con el propio? ¿Se puede penetrar en el mundo de los traumas interiores? ¿Se puede ser cruel y tierno? ¿Se puede dibujar un mapa donde resida lo más noble y lo más bajo del ser humano? ¿Se puede convertir una experiencia cinematográfica en algo que trascienda la pantalla? ¿Se puede convertir un fotograma en parte de la epidermis?
A todas estas preguntas responde Gaspar Noé con Enter the Void, posiblemente una de las propuestas formales más arriesgadas y efectivas, que no efectistas, rodadas en los últimos tiempos. Es evidente que esta es una producción que no dejará indiferente por su vocación de moverse en el filo de la navaja estética y argumental, sin embargo resultan hasta cierto punto chocantes las reacciones airadas ante lo presenciado teniendo en cuenta que Noé no es un director novel. Efectivamente esperar algo convencional del director de films como Sólo contra todos o Irreversible resulta, cuando menos, de una ingenuidad terrible. No significa que sus obras sean buenas por decreto, pero está claro que tenemos a un cineasta, un autor, de rasgos cinematográficos muy marcados, cuya bandera fundamental es narrar historias cuya base argumental es aparentemente nimia, pero que desmenuzan con una carga de crueldad implacable las miserias del alma humana. Todo ello adornado, como no, con una potencia visual y un pulso narrativo siempre al límite de lo asfixiante, que pretende delimitar un espacio del cual es imposible sustraerse.
Si el travelling es una cuestión moral, cabría preguntarse si con este film Noé no ha transgredido toda frontera ética. Es difícil plantearse donde está el límite, y más cuando la subjetividad del tema (no olvidemos que, de facto, nadie sabe que pase cuando se muere) impide analizar adecuadamente si la proximidad o la lejanía del plano implica cercanía descarnada o distanciamiento irónico. Sin embargo, detrás de la pirueta formal, de la presunta subjetividad aérea se esconde la posición de un demiurgo que lo contempla todo desde arriba. Así al igual que el personaje, Noé nos ofrece una mirada desde la divinidad que le permite explorar cada recoveco de la trama, pero que al mismo tiempo le impide el don de la intervención. (sigue en spoiler)
A todas estas preguntas responde Gaspar Noé con Enter the Void, posiblemente una de las propuestas formales más arriesgadas y efectivas, que no efectistas, rodadas en los últimos tiempos. Es evidente que esta es una producción que no dejará indiferente por su vocación de moverse en el filo de la navaja estética y argumental, sin embargo resultan hasta cierto punto chocantes las reacciones airadas ante lo presenciado teniendo en cuenta que Noé no es un director novel. Efectivamente esperar algo convencional del director de films como Sólo contra todos o Irreversible resulta, cuando menos, de una ingenuidad terrible. No significa que sus obras sean buenas por decreto, pero está claro que tenemos a un cineasta, un autor, de rasgos cinematográficos muy marcados, cuya bandera fundamental es narrar historias cuya base argumental es aparentemente nimia, pero que desmenuzan con una carga de crueldad implacable las miserias del alma humana. Todo ello adornado, como no, con una potencia visual y un pulso narrativo siempre al límite de lo asfixiante, que pretende delimitar un espacio del cual es imposible sustraerse.
Si el travelling es una cuestión moral, cabría preguntarse si con este film Noé no ha transgredido toda frontera ética. Es difícil plantearse donde está el límite, y más cuando la subjetividad del tema (no olvidemos que, de facto, nadie sabe que pase cuando se muere) impide analizar adecuadamente si la proximidad o la lejanía del plano implica cercanía descarnada o distanciamiento irónico. Sin embargo, detrás de la pirueta formal, de la presunta subjetividad aérea se esconde la posición de un demiurgo que lo contempla todo desde arriba. Así al igual que el personaje, Noé nos ofrece una mirada desde la divinidad que le permite explorar cada recoveco de la trama, pero que al mismo tiempo le impide el don de la intervención. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo que si tiene claro el cineasta francés es que el riesgo es una cosa y el engaño es otra muy distinta, por ello, pone desde un principio las cartas sobre la mesa en lo referente a lo argumental en un plano secuencia que nos pone en alerta sobre el proceso narrativo que vamos a ver. No por ello el viaje resulta más cómodo, todo lo contrario. Mediante la ejecución de constantes repeticiones en lo visual se incide en el retrato obsesivo de una vida marcada por pulsiones aparentemente habituales, como el amor familiar, el desenfreno de la juventud, el sexo o la experimentación con drogas, pero que esconden un sentido trágico de la propia vida. Así la cámara, con sus continuas transiciones en espiral o divagando entre lo pausado y lo desenfrenado, ofrece una metáfora de la pérdida de rumbo, de la desorientación que produce ser víctima de los impulsos y esclavo de las pasiones. Se trata de una mente que, al igual que el cuerpo en vida, muestra su incapacidad de centrarse en sus objetivos, de focalizar su rumbo.
El tiempo, pues deja de adquirir una dimensión real para trasladarse al terreno de lo relativo. Esta es una experiencia que por momentos puede parecer larga y sin embargo no hay más que analizar cual es la percepción temporal humana del dolor: agónica. Donde un segundo es eterno, donde el reloj se congela proyectando un inacabable segundo, de flash backs, flash forwards y digresiones que buscan una explicación, un motivo, un momento de paz.
Momento que parece trasladarnos Noé, en una llegada a meta de tintes aparentemente redentores, pero que no obstante muestran un juego especular perverso, casi rozando el sadismo de quién muestra la vida y la muerte no como una lucha entre dos polos opuestos, sino como una moneda cuyas caras giran en una espiral interminable de dolor. La vida causando la muerte, la muerte engendrando vida, castigo aparente para unos, redención impostada para otros. Al final lo único que queda es la violencia de una eyaculación, de un disparo en un lavabo sucio, de un feto abortado, de un tránsito que no es tal sino un vertedero de las emociones, una corriente incontrolable y sin sentido llamada vivir, llamada morir.
El tiempo, pues deja de adquirir una dimensión real para trasladarse al terreno de lo relativo. Esta es una experiencia que por momentos puede parecer larga y sin embargo no hay más que analizar cual es la percepción temporal humana del dolor: agónica. Donde un segundo es eterno, donde el reloj se congela proyectando un inacabable segundo, de flash backs, flash forwards y digresiones que buscan una explicación, un motivo, un momento de paz.
Momento que parece trasladarnos Noé, en una llegada a meta de tintes aparentemente redentores, pero que no obstante muestran un juego especular perverso, casi rozando el sadismo de quién muestra la vida y la muerte no como una lucha entre dos polos opuestos, sino como una moneda cuyas caras giran en una espiral interminable de dolor. La vida causando la muerte, la muerte engendrando vida, castigo aparente para unos, redención impostada para otros. Al final lo único que queda es la violencia de una eyaculación, de un disparo en un lavabo sucio, de un feto abortado, de un tránsito que no es tal sino un vertedero de las emociones, una corriente incontrolable y sin sentido llamada vivir, llamada morir.

5,4
37.601
8
29 de julio de 2008
29 de julio de 2008
223 de 325 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para algunos, será LA película defintiva para empalmaos, otros dirán que es una chorrada supina. Yo, por mi parte, estaré totalmente de acuerdo con ellos. Pero el buen rato que me ha hecho pasar y las risas que me he echado no me las quita nadie.
No cabe duda que el viaje a Hollywood le ha sentado muy bien a Timur Bekmambetov. No ha perdido un ápice de su sentido espectacular de lo visual, y de regalo, ha conseguid más presupuesto, un buen casting y un argumento que sín ser nada del otro jueves al menos permite seguir la película sin ningún desvarío en la trama.
A partir de aquí todo es una sucesión de flipadas imposibles, de acción desmesurada, y de una enorme cantidad de escenas impagables e imborrables por su nivel de exageración sín límites; hasta el punto de que por momentos hasta Neo me parecía un pobre hombre al lado de las piruetas que ejecutan los protagonistas.
Este no es más que una filigrana estilística un violento ballet pop donde la belleza plástica y ejecución de cada tiroteo y lucha prevalece por encima de cualquier consideración. el director pretende divertir, y vaya si lo consigue! Se trata del típico caso donde el fin justifca los medios y donde se trata de regalar al espectador justo lo que desea: heroes, villanos, mujeres bellas y actos que todos soñaríamos con realizar, tal como dice el protagonista ( un excelente e increiblemente creible James McAvoy), para huir de esta triste y rutinaria existencia en la que vivimos.
Todo ello no es óbice para reconocer que, por momentos, la película roza el ridículo, como ver a la Jolie conduciendo un 124 como si fuera el Torete en una de sus correrías, pero queda de sobras compensado por momentos de tal belleza dignas de ser exhibidas en un museo. Que me perdonen los puristas pero ver un beso en super slow motion de la Jolie sólo puede ser superado por una cosa: ser tú el que está al otro lado de sus labios.
Lo mejor: No se complica y va directa al grano.
Lo peor: Mucho me temo que será masacrada por la élite cinematográfica intelectualoide.
No cabe duda que el viaje a Hollywood le ha sentado muy bien a Timur Bekmambetov. No ha perdido un ápice de su sentido espectacular de lo visual, y de regalo, ha conseguid más presupuesto, un buen casting y un argumento que sín ser nada del otro jueves al menos permite seguir la película sin ningún desvarío en la trama.
A partir de aquí todo es una sucesión de flipadas imposibles, de acción desmesurada, y de una enorme cantidad de escenas impagables e imborrables por su nivel de exageración sín límites; hasta el punto de que por momentos hasta Neo me parecía un pobre hombre al lado de las piruetas que ejecutan los protagonistas.
Este no es más que una filigrana estilística un violento ballet pop donde la belleza plástica y ejecución de cada tiroteo y lucha prevalece por encima de cualquier consideración. el director pretende divertir, y vaya si lo consigue! Se trata del típico caso donde el fin justifca los medios y donde se trata de regalar al espectador justo lo que desea: heroes, villanos, mujeres bellas y actos que todos soñaríamos con realizar, tal como dice el protagonista ( un excelente e increiblemente creible James McAvoy), para huir de esta triste y rutinaria existencia en la que vivimos.
Todo ello no es óbice para reconocer que, por momentos, la película roza el ridículo, como ver a la Jolie conduciendo un 124 como si fuera el Torete en una de sus correrías, pero queda de sobras compensado por momentos de tal belleza dignas de ser exhibidas en un museo. Que me perdonen los puristas pero ver un beso en super slow motion de la Jolie sólo puede ser superado por una cosa: ser tú el que está al otro lado de sus labios.
Lo mejor: No se complica y va directa al grano.
Lo peor: Mucho me temo que será masacrada por la élite cinematográfica intelectualoide.
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