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Críticas ordenadas por utilidad
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2
4 de septiembre de 2007
4 de septiembre de 2007
11 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Isabel Coixet procede del mundo de la publicidad. De hecho, los anuncios de la DGT, ésos que te increpan para que no te mates en la carretera, son suyos. Eso se nota. En sus películas utiliza muchas técnicas publicitarias. Se nota en los encuadres y en la fotografía que elige. Presta mucha atención a los detalles, a los objetos. Le da demasiada importancia a la estética y mucho menos al contenido. Abusa del lenguaje (pseudo)poético, tanto en las imágenes como en los diálogos (los escribe ella misma). Y es muy melodramática.
Todo eso puede estar bien en publicidad, ya que un anuncio dura unos segundos y necesita llamar la atención. Pero queda muy recargado en el cine. Coixet apela sobre todo a los sentimientos, nunca a la razón, lo cual puede estar muy bien. Pero en realidad ella no respeta los sentimientos: prefiere forzarlos, obligarlos a danzar al ritmo cadencioso de su cámara. Quiere que todos los personajes y todos los que vean su película sufran. Pero parece ignorar que, si han de sufrir, debe ser de forma justificada. El guión debe propiciarlo, el sufrimiento debe estar motivado. De otro modo, es tan sólo pose, artificio. Queda exagerado y falso. De plástico.
Todo eso puede estar bien en publicidad, ya que un anuncio dura unos segundos y necesita llamar la atención. Pero queda muy recargado en el cine. Coixet apela sobre todo a los sentimientos, nunca a la razón, lo cual puede estar muy bien. Pero en realidad ella no respeta los sentimientos: prefiere forzarlos, obligarlos a danzar al ritmo cadencioso de su cámara. Quiere que todos los personajes y todos los que vean su película sufran. Pero parece ignorar que, si han de sufrir, debe ser de forma justificada. El guión debe propiciarlo, el sufrimiento debe estar motivado. De otro modo, es tan sólo pose, artificio. Queda exagerado y falso. De plástico.

5,4
30.606
3
19 de agosto de 2006
19 de agosto de 2006
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Por qué tantas películas de terror están protagonizadas por peleles? Yo, al menos, no le veo la ventaja. Es algo que dificulta tanto la identificación como la empatía: cuando les llega el momento de la muerte (violenta, claro está), nos encontramos con que nos da igual. Según el director de Hostel, lo que pretendía con esto es criticar la actitud idiota y prepotente de muchos norteamericanos cuando viajan fuera de su país. Pero, tal como está plasmada, la presunta crítica no sólo es vacía, falta de gracia e ideas; también se alarga más de lo necesario (más de un tercio del metraje total de la película), con lo que aburre y se eterniza hasta que llega al meollo del asunto: la tortura y el asesinato de personajes planos y estúpidos. Por supuesto, la publicidad, los trailers y parte de la crítica se han encargado previamente de destriparla –nunca mejor dicho–, con lo que no queda ni el aliciente de la sorpresa. Pero, de todos modos, aunque no fuera así, se ve venir muy de lejos. Como mínimo, está filmada con cierta virulencia, lo que impide hasta cierto punto que el espectador (exceptuando a los más sádicos) se alegre por ello.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Poco a poco, vamos descubriendo que todo ello forma parte de un siniestro negocio en el que los ricos pagan para poder torturar turistas desprevenidos. No dudo, tal como están las cosas, que tales negocios existan realmente. Pero Roth excluye cualquier lectura social y/o política que podría haberle dado un interesante trasfondo a la película.
Y, ya para colmo, increíblemente, el director permite al personaje superviviente vengarse de casi todos los verdugos y cómplices implicados, con los que oportunamente se va encontrando en su desenfrenada huída… ¿Cómo tomarse en serio una tontería así?
Y, ya para colmo, increíblemente, el director permite al personaje superviviente vengarse de casi todos los verdugos y cómplices implicados, con los que oportunamente se va encontrando en su desenfrenada huída… ¿Cómo tomarse en serio una tontería así?

5,6
11.285
7
15 de diciembre de 2006
15 de diciembre de 2006
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
De entrada, se nota que Romero ha contado esta vez con más medios que de costumbre. Aparte de eso, la película es coherente con las líneas argumentales, estéticas y estilísticas de las tres precedentes, aunque sin descuidar una cierta evolución. Por ejemplo, las diferencias entre vivos y muertos se difuminan: ambos fingen que la vida sigue, como dice alguien al principio. Y Romero vuelve la fábula del revés, inclina sus simpatías y las nuestras del lado de los muertos y acentúa el toque macarra de sus criaturas (algo que tienen en común con las de John Carpenter), especialmente en sus diálogos y actitudes: aquello del héroe (a su pesar) misántropo e individualista que busca su destino lejos de (lo que queda de) la especie humana. Eso sí, la crítica de la realidad sociopolítica inherente a la saga –y al buen cine fantástico en general– no sólo se mantiene, sino que está más presente, explícita y cruda que nunca, con especial hincapié en temas candentes como la inmigración y la guerra de clases. Precisamente, la película parece hacer suyo el mensaje de Class War: “Cómete a los ricos”.

6,1
55.172
4
11 de octubre de 2005
11 de octubre de 2005
8 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que la cosa pinta bien durante los primeros minutos, con la presentación de unos personajes interesantes y atormentados y buenos elementos dramáticos; bien rodada, además, lejos de los aspavientos habituales en Ridley Scott. Pero sólo es un espejismo. Liam Neeson desaparece de la pantalla y la historia empieza a hacer aguas.
A favor del director hay que destacar una buena agilidad narrativa que le permite contar muchas cosas en poco tiempo… excepto, claro, en el estiradísimo final, un asedio concebido únicamente en función del espectáculo y de la satisfacción de un público que supuestamente ha ido a ver otra película de batallitas al estilo de Braveheart, El rey Arturo o Troya (todas ellas, por cierto, bastante mejores que ésta). Y claro, esas expectativas no pueden quedar decepcionadas, aun a costa cargarse la película.
A favor del director hay que destacar una buena agilidad narrativa que le permite contar muchas cosas en poco tiempo… excepto, claro, en el estiradísimo final, un asedio concebido únicamente en función del espectáculo y de la satisfacción de un público que supuestamente ha ido a ver otra película de batallitas al estilo de Braveheart, El rey Arturo o Troya (todas ellas, por cierto, bastante mejores que ésta). Y claro, esas expectativas no pueden quedar decepcionadas, aun a costa cargarse la película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Además, la agilidad narrativa se convierte en un lastre debido a una historia inverosímil. Lo es, para empezar, que un simple herrero luche como un guerrero y que sea prácticamente invencible tras dos minutos de adiestramiento, por mucho que le adiestre su padre. Resulta también prodigiosa la carrera meteórica de nuestro héroe al llegar a Jerusalén (sin exagerar: no le coronan rey porque no quiere). Y, por fin, su comportamiento antirreligioso resulta increíble en esa época y en ese lugar, al menos sin que le corten la cabeza. En cambio, los sacerdotes, obispos incluídos, son insultados, humillados y asesinados impunemente y ante la indiferencia general. Como si el poder de la Iglesia hubiera sido cosa de risa.
Lo que sí produce cierto jolgorio son los personajes: la historia avanza, pero ellos no. No se desarrollan, son unidimensionales. Claro que se ha recurrido a buenos actores –excepto en el caso de Orlando Bloom, que se pasa la película poniendo cara de pena–, con lo que se supone que debe bastar para darles una apariencia de complejidad. Pero no es así. El caso de los malos de la función es especialmente patético: parecen marionetas. No consiguen inquietar lo más mínimo.
En medio de todo este desastre se salvan algunos momentos, como el comienzo, ya mencionado, que transcurre en Francia, y alguna secuencia de acción, como aquella en la que Balian mata él solito a los esbirros que le envía Guy de Lusignan: un balance muy pobre para una película que prometía el oro y el moro Saladino.
Lo que sí produce cierto jolgorio son los personajes: la historia avanza, pero ellos no. No se desarrollan, son unidimensionales. Claro que se ha recurrido a buenos actores –excepto en el caso de Orlando Bloom, que se pasa la película poniendo cara de pena–, con lo que se supone que debe bastar para darles una apariencia de complejidad. Pero no es así. El caso de los malos de la función es especialmente patético: parecen marionetas. No consiguen inquietar lo más mínimo.
En medio de todo este desastre se salvan algunos momentos, como el comienzo, ya mencionado, que transcurre en Francia, y alguna secuencia de acción, como aquella en la que Balian mata él solito a los esbirros que le envía Guy de Lusignan: un balance muy pobre para una película que prometía el oro y el moro Saladino.
9 de marzo de 2006
9 de marzo de 2006
9 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene fama de ser una de las películas más duras de la historia, y con razón. Aquellos que entiendan el cine como evasión o contemplación de cosas bonitas, mejor que se vean Bambi. Aquí todo es deliberadamente desagradable, que no gratuíto, aunque en principio pueda parecerlo.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, cuatro caciques de la Italia fascista secuestran a un grupo de adolescentes del pueblo, los llevan a una mansión y allí los violan, humillan, torturan y asesinan de mil maneras diferentes, a cual más degradante.
La pregunta que me surge al contemplar y reflexionar sobre semejante festival de atrocidades es: ¿por qué no se rebelan? Es evidente que no les sería dificil levantarse por la noche y degollar a sus verdugos en sus propias camas, pongamos por caso, o cualquier otra solución por el estilo. Aun a riesgo de morir en el intento, cualquier cosa sería mejor que quedarse esperando turno para la escabechina, como corderos que llevan al matadero, ¿no? Esto es lo que dice la lógica de la supervivencia, al menos. ¿Para qué tantos siglos de evolución, si no? Pero está claro que la naturaleza humana es otra, más compleja.
Pasolini desea analizar, pues, la naturaleza del Poder y, más específicamente, la del fascismo. Más aún, su intención es obligar al espectador a que deje de serlo por un rato, que se implique en lo que está viendo y sea él quien saque sus propias conclusiones. Para ello, no puede ni debe quedar indiferente. Y le va a resultar imposible, a la vista de lo que sucede en la pantalla. Por tanto, el brutal método expositivo del director, en apariencia gratuito, está plenamente justificado: la película es intencionadamente desagradable porque el tema que trata es desagradable. ¿Qué se puede decir a quienes la tachan de inmoral o aberrante? Retratar una acción sin mostrar sus consecuencias, evitar las escenas más repugnantes con elegantes elipsis y/o una fotografía esteticista, mostrar lo cruel como bello –parece decirnos Pasolini– sería lo realmente inmoral.
¡Pensadlo la próxima vez que veáis una película de Steven Seagal!
Al final de la Segunda Guerra Mundial, cuatro caciques de la Italia fascista secuestran a un grupo de adolescentes del pueblo, los llevan a una mansión y allí los violan, humillan, torturan y asesinan de mil maneras diferentes, a cual más degradante.
La pregunta que me surge al contemplar y reflexionar sobre semejante festival de atrocidades es: ¿por qué no se rebelan? Es evidente que no les sería dificil levantarse por la noche y degollar a sus verdugos en sus propias camas, pongamos por caso, o cualquier otra solución por el estilo. Aun a riesgo de morir en el intento, cualquier cosa sería mejor que quedarse esperando turno para la escabechina, como corderos que llevan al matadero, ¿no? Esto es lo que dice la lógica de la supervivencia, al menos. ¿Para qué tantos siglos de evolución, si no? Pero está claro que la naturaleza humana es otra, más compleja.
Pasolini desea analizar, pues, la naturaleza del Poder y, más específicamente, la del fascismo. Más aún, su intención es obligar al espectador a que deje de serlo por un rato, que se implique en lo que está viendo y sea él quien saque sus propias conclusiones. Para ello, no puede ni debe quedar indiferente. Y le va a resultar imposible, a la vista de lo que sucede en la pantalla. Por tanto, el brutal método expositivo del director, en apariencia gratuito, está plenamente justificado: la película es intencionadamente desagradable porque el tema que trata es desagradable. ¿Qué se puede decir a quienes la tachan de inmoral o aberrante? Retratar una acción sin mostrar sus consecuencias, evitar las escenas más repugnantes con elegantes elipsis y/o una fotografía esteticista, mostrar lo cruel como bello –parece decirnos Pasolini– sería lo realmente inmoral.
¡Pensadlo la próxima vez que veáis una película de Steven Seagal!
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