Una secuela 30 años después no augura nada bueno y definitivamente, este era el peor momento para seguir con aquella historia fresca y sin complejos.
La trama tiene poca lógica y va dando saltos de un lado a otro sin saber muy bien hacia donde se dirige la historia. Además, lo políticamente correcto ha ido ganando peso de manera que la película se queda en una insulsa sucesión de escenas y con pocos gags divertidos.
Se recupera a prácticamente todos los actores de la original pero aquí está muy desaprovechados. Es mala y casi no se puede salvar nada.

No había necesidad de crear una película tan pobre en guión, interpretación y puesta en escena. Desde las primeras imágenes filtradas a los medios de comunicación, hubo un profundo revuelo por lo vulgar del traje, por lo que no cabía esperar nada bueno de ella.
Pues tras su estreno la gente flipó de lo lindo, pues la oscarizada Halle Berry dio muestras de sus limitaciones como actriz y heroína.
Ella interpreta a una insulsa diseñadora gráfica que por un acontecimiento trágico, acaba vestida de cuero y dando brincos como una perturbada. Todo esto en medio de una atmósfera verdosa que agobia en exceso, con una fotografía mala, y con unos guiones dignos de un estudio científico.
Sharon Stone también participa en este engendro haciendo de una madura y seductora mujer...vamos el papel de siempre.
No había necesidad de un producto tan mediocre y prescindible

Sin ninguna expectativa me propuse ver Cats y he descubierto que en el cine siempre se puede caer más bajo aún.
He de reconocer que no he visto el musical pero siempre he tenido interés en verlo, sin embargo después de haber visto la película se me han quitado todas las ganas. Es un conjunto de actores disfrazados de gatos y modificados digitalmente que no paran de cantar de una manera bastante floja y de hacer muchas tonterías. No hay diálogos, no hay argumento, no hay vergüenza.
La película es simplemente lamentable y los actores están bastante mal. Parece que están en el programa de vergüenza ajena. Pésima, no la recomiendo en absoluto.

Que Ridley Scott se pasa la Historia por donde le parece, ya lo sabíamos, sin embargo en este caso el esperpento es total, y el ridículo mayúsculo.
La historia de Moisés y sus plagas parten por un lado de la Biblia y por otra de la novela "El príncipe de Egipto". En la Historia no hay casi referencias a este posible personaje, que desde luego no vivió en época de Ramsés II ni tampoco llevó a su pueblo a ningún sitio. Digo esto, porque hay un empeño absurdo entre un grupo de pseudohistoriadores que pretenden buscar una explicación histórica y científica a los milagros de la Biblia, lo cual no es que sea absurdo, es que es un completo disparate. La Biblia es un documento que recoge anécdotas, cuentos y tradiciones desde la creación, pero que no fue escrita mucho antes del s.VI a.C.
En fin, tras este breve rollo, el señor Scott se atreve a hacer una película plana, irregular, pobre visualmente y absurda hasta lo inimaginable. Pero dando una visión realista de algo imposible.
Para empezar, crea un Egipto sin ningún rigor, con un conjunto de monumentos todos unidos y una indumentaria que da cierta vergüenza ajena. Moisés es un desequilibrado que habla con seres de su imaginación algo violentos. Ramsés es un insulso envidioso. Séfora, la esposa de Moisés es una anodina María Valverde, pija y ñoña como siempre.
En definitiva es una película menor, que no será recordada ni que es imprescindible. Una obra mala, malísima diría yo.

La película parte de una idea muy interesante que es la propia vanidad del ser humano, como algo maléfico. De esta manera, el abogado Keanu Reeves (inexpresivo como él solo), acepta ir a Nueva York para trabajar en un super bufete de abogados, dirigido por el sobre actuado Al Pacino.
A partir de esta premisa, la película tiene un aire de telefilme de los 90 que tira para atrás. Las actuaciones son malas, y la única historia que se salva es la de la esposa de Reeves, Charlize Theron.
Todo es evidente, los efectos malísimos y los guiones horrorosos. Al Pacino no está bien, por mucho que se quiera endiosar a un actor.