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Cortometraje

5,7
553
6
27 de marzo de 2018
27 de marzo de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡El esfuerzo que costaría hacer esta pequeña historia en 1898! Sin embargo, mereció la pena, ya que, tanto tiempo después, sigue conservando la magia, la capacidad de narrar y la claridad en el mensaje que se transmite.
George Albert Smith perteneció a la llamada “Escuela de Brighton”. Más que una escuela, era un grupo de pioneros del quinetoscopio o cinematógrafo a los que la luminosidad especial de Brighton les inspiró de forma individual, según sus diferentes temperamentos. A diferencia de los Lumière, tomaban parte activa moviendo la cámara, narrando, fijando planos, desarrollando puntos de vista y creando “géneros” variados. Son los que iniciaron el actual lenguaje cinematográfico.
Los “trucos” son visibles. Pero no les resta expresividad ni eficacia. Seguimos toda la historia sin perder de vista a los niños. La oscuridad irrumpe, y vemos que están ahí. Decorados, montaje, atrezo, actuaciones siguiendo un guión, efectos especiales… Un Santa Claus que es creíble, desde el punto de vista de los niños, que es nuestro punto de vista.
Lo que ha decaído este personaje a lo largo de los años. Y lo que ha engordado. Ya nada es lo mismo.
George Albert Smith perteneció a la llamada “Escuela de Brighton”. Más que una escuela, era un grupo de pioneros del quinetoscopio o cinematógrafo a los que la luminosidad especial de Brighton les inspiró de forma individual, según sus diferentes temperamentos. A diferencia de los Lumière, tomaban parte activa moviendo la cámara, narrando, fijando planos, desarrollando puntos de vista y creando “géneros” variados. Son los que iniciaron el actual lenguaje cinematográfico.
Los “trucos” son visibles. Pero no les resta expresividad ni eficacia. Seguimos toda la historia sin perder de vista a los niños. La oscuridad irrumpe, y vemos que están ahí. Decorados, montaje, atrezo, actuaciones siguiendo un guión, efectos especiales… Un Santa Claus que es creíble, desde el punto de vista de los niños, que es nuestro punto de vista.
Lo que ha decaído este personaje a lo largo de los años. Y lo que ha engordado. Ya nada es lo mismo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El niño y la niña que aparecen expresan a la perfección la excitación previa de la víspera de Navidad, en cómo husmean por la chimenea. Todo un acierto narrativo. Así como la ilusión desatada por el paso de Santa Claus cuando al final aplauden y sonríen.
La sobreimpresión permite ver la escena del tejado, en la que Santa Claus carga con su árbol —sí: el árbol no está previamente en la casa, lo trae él— y sus regalos, y se introduce por la chimenea. Esta escena se enmarca sobre la oscuridad de la habitación, en la que la camita permanece visible para que notemos en todo momento que los niños duermen. O sueñan con lo que sucede en la película.
Smith era ilusionista e hipnotizador, cometidos que parece que quiso trasladar también al cine.
La sobreimpresión permite ver la escena del tejado, en la que Santa Claus carga con su árbol —sí: el árbol no está previamente en la casa, lo trae él— y sus regalos, y se introduce por la chimenea. Esta escena se enmarca sobre la oscuridad de la habitación, en la que la camita permanece visible para que notemos en todo momento que los niños duermen. O sueñan con lo que sucede en la película.
Smith era ilusionista e hipnotizador, cometidos que parece que quiso trasladar también al cine.
6
23 de marzo de 2018
23 de marzo de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Thomas Alva Edison estaba viendo la obra de Broadway “La Viuda Jones” cuando le llamó la atención el número The Bully Song, que culminaba con un beso final entre los protagonistas. Quiso que William Heise rodara, con los mismos protagonistas, la escena del beso en su estudio Black Maria para reproducirla hasta la saciedad en las salas de quinetoscopios —máquinas de exhibición para un único espectador que se accionaban con una moneda—.
Los actores John C. Rice y May Irwin —una actriz muy querida que volvería a filmar otra película en 1914— interpretan esta cortísima película, que hizo trabajar a los censores de turno que no soportaban un beso en público, y menos repetido, y menos engrandecido (ya que en el mismo año 1896 esta cinta ya se proyectaba mediante una invención llamada vitascopio en una gran sala, en el Koster & Bial’s Music Hall de Nueva York, llamado popularmente The Corner).
Hubo miles de más besos después, pero el primero es el primero.
Los actores John C. Rice y May Irwin —una actriz muy querida que volvería a filmar otra película en 1914— interpretan esta cortísima película, que hizo trabajar a los censores de turno que no soportaban un beso en público, y menos repetido, y menos engrandecido (ya que en el mismo año 1896 esta cinta ya se proyectaba mediante una invención llamada vitascopio en una gran sala, en el Koster & Bial’s Music Hall de Nueva York, llamado popularmente The Corner).
Hubo miles de más besos después, pero el primero es el primero.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El modo en que John Rice se atusa el bigote justo antes de besar a la viuda es significativo de que en 1896 un beso era algo muy digno e importante. La actriz, a pesar de la brevedad de la actuación, consigue transmitir intimidad y dulzura.
Cortometraje

6,9
6.617
4
4 de abril de 2018
4 de abril de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El 29 de agosto de 1900, el famoso atracador Robert LeRoy Parker, conocido como Butch Cassidy, acompañado de su banda conocida como Hole-in-the-Wall, asaltó un tren de la Union Pacific Railroad en Tipton, Wyoming.
El suceso inspiró a Edwin S. Porter para su película, también basada en una obra de 1896 del propio guionista Scott Marble, en la que el lenguaje cinematográfico ya se va desarrollando como lo conocemos.
Falta pulirlo, no obstante. Pero las innovaciones que se encuentran en la película son tremendas. El inicio es brusco. Parece que todo va a suceder a una velocidad que nos impida asimilar la historia, pero no: hay escenas que mantienen un ritmo acertadísimo, lo que crea tensión a la trama.
Es una película del Oeste, porque ya incluye algunas de las características y personajes del género: banda de forajidos a caballo, tren sorteando tierras peligrosas, disparos con revólver Colt del 45, un sheriff, y gente pacífica con sus vestimentas y costumbres en construcciones de madera —se muestra lo que parece ser un saloon— y entorno rural, en una constante inquietud por lo que pueda pasar en tierras nunca seguras. Pero también es una película de atracos, donde se nos muestra cómo se las ingenian los malvados para hacerse con el botín. Es una película de buenos y malos, que nos hace tomar partido y empatizar con algunos personajes, ponernos en su pellejo. Y es una película, y esto es lo mejor, de acción. Mucha y muy bien rodada acción.
El suceso inspiró a Edwin S. Porter para su película, también basada en una obra de 1896 del propio guionista Scott Marble, en la que el lenguaje cinematográfico ya se va desarrollando como lo conocemos.
Falta pulirlo, no obstante. Pero las innovaciones que se encuentran en la película son tremendas. El inicio es brusco. Parece que todo va a suceder a una velocidad que nos impida asimilar la historia, pero no: hay escenas que mantienen un ritmo acertadísimo, lo que crea tensión a la trama.
Es una película del Oeste, porque ya incluye algunas de las características y personajes del género: banda de forajidos a caballo, tren sorteando tierras peligrosas, disparos con revólver Colt del 45, un sheriff, y gente pacífica con sus vestimentas y costumbres en construcciones de madera —se muestra lo que parece ser un saloon— y entorno rural, en una constante inquietud por lo que pueda pasar en tierras nunca seguras. Pero también es una película de atracos, donde se nos muestra cómo se las ingenian los malvados para hacerse con el botín. Es una película de buenos y malos, que nos hace tomar partido y empatizar con algunos personajes, ponernos en su pellejo. Y es una película, y esto es lo mejor, de acción. Mucha y muy bien rodada acción.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Hay un momento de tensión excepcional de edición paralela: cuando los pobladores están bailando country despreocupadamente, el plano se mantiene lo suficiente para sacarnos de quicio, porque sabemos que los forajidos huyen con el botín. Uno de los primeros momentos del cine en los que la noticia de la tragedia irrumpe violentamente en medio de los momentos más felices de los protagonistas. El espectador lo sabe todo de antemano. Y eso crea desasosiego.
Muy bien creado el clímax con las novedosas técnicas narrativas, los diferentes planos y encuadres, la profundidad de campo, el manejo incipiente de la cámara que “busca” su objetivo (excelente paneo para seguir a los atracadores bajando la ladera y cruzando el arroyo en busca de las monturas). Pasamos de un lenguaje teatralizado a uno cinematográfico.
Uno de los actores, Broncho Billy Anderson, interpreta nada menos que tres papeles, que sepamos: es uno de los pistoleros, el ciudadano que cae abatido al pie del tren, y uno de los bailarines en la escena de la fiesta.
Justus D. Barnes interpreta al jefe de la banda, que además es el forajido (con cara de muy malo) que dispara al final —o al principio, según se requiriese— de la proyección. Era un truco para “asustar” al público, realzando la falta de escrúpulos de los criminales, que no dudan en disparar a cualquier inocente. Muy efectista.
El recurso de la elipsis inherente, por ejemplo cuando el tren echa a andar, y al instante en otra toma se detiene, es otra de las innovaciones que vemos en la película. Entendemos que el tren recorre una cierta distancia en un tiempo determinado, pero no se muestra. También se realizan con acierto elipsis de estructura en otras escenas, como la del operario del vagón correo, que siente la presencia de los bandidos, a los que no vemos hasta que no irrumpen en el vagón. O la escena del aviso del atraco en el bar, donde no vemos llegar al telegrafista.
Otra innovación narrativa es mostrar lo que sucede a través de ventanas o puertas del escenario, al fondo, para dotar de realismo a lo filmado. En la primera escena se observa el tren deteniéndose a través de la ventana del telegrafista. En la escena del vagón de la caja fuerte, vemos el paisaje moverse a través de la puerta, lo que expresa movimiento del vagón.
Toda esta complejidad tan precoz de filmación y edición da como resultado que asumamos la dificultad que conlleva todo el trabajo. Esa es su importancia capital. Vemos con enorme indulgencia algún fallo de raccord, alguna imperfección técnica e interpretativa. Pero el escalón que supone esta película es necesario para ir subiendo hacia cotas más altas. Es una pista de despegue que permite volar a cielos inimaginables.
Como todo el cine mudo, las expresiones y gestos se exageran. A veces demasiado, como alguna muerte que se ve en esta película. También es verdad que caerse al suelo, y más sin doble, es una tarea peligrosa, y hay que pensárselo bien dando alguna vuelta de más antes de enfrentarse con la dura superficie.
En el robo real del 29 de agosto de 1900 en Wyoming, la banda de Butch Cassidy obligó a punta de pistola al maquinista a desacoplar los vagones de la locomotora. Después volaron la caja fuerte del vagón correo para llevarse 55.000 mil dólares. La referencia es muy clara. Aunque el final de la película es ya una invención: Butch Cassidy siguió dedicándose a grandes robos unos cuantos años más. Según unas versiones murió en un tiroteo en Bolivia. Según otras, regresó vivo a Estados Unidos.
Para los ávidos de historias con idéntico origen, en “Dos hombres y un destino”, Paul Newman interpreta a Cassidy Butch. Y la escena del tren es una reinterpretación algo exagerada y cómica de lo que sucedió en realidad. También podemos ver una escena basada en el mismo robo en “Los primeros golpes de Butch Cassidy y Sundance”, de Richard Lester, con Tom Berenger haciendo de Cassidy.
Muy bien creado el clímax con las novedosas técnicas narrativas, los diferentes planos y encuadres, la profundidad de campo, el manejo incipiente de la cámara que “busca” su objetivo (excelente paneo para seguir a los atracadores bajando la ladera y cruzando el arroyo en busca de las monturas). Pasamos de un lenguaje teatralizado a uno cinematográfico.
Uno de los actores, Broncho Billy Anderson, interpreta nada menos que tres papeles, que sepamos: es uno de los pistoleros, el ciudadano que cae abatido al pie del tren, y uno de los bailarines en la escena de la fiesta.
Justus D. Barnes interpreta al jefe de la banda, que además es el forajido (con cara de muy malo) que dispara al final —o al principio, según se requiriese— de la proyección. Era un truco para “asustar” al público, realzando la falta de escrúpulos de los criminales, que no dudan en disparar a cualquier inocente. Muy efectista.
El recurso de la elipsis inherente, por ejemplo cuando el tren echa a andar, y al instante en otra toma se detiene, es otra de las innovaciones que vemos en la película. Entendemos que el tren recorre una cierta distancia en un tiempo determinado, pero no se muestra. También se realizan con acierto elipsis de estructura en otras escenas, como la del operario del vagón correo, que siente la presencia de los bandidos, a los que no vemos hasta que no irrumpen en el vagón. O la escena del aviso del atraco en el bar, donde no vemos llegar al telegrafista.
Otra innovación narrativa es mostrar lo que sucede a través de ventanas o puertas del escenario, al fondo, para dotar de realismo a lo filmado. En la primera escena se observa el tren deteniéndose a través de la ventana del telegrafista. En la escena del vagón de la caja fuerte, vemos el paisaje moverse a través de la puerta, lo que expresa movimiento del vagón.
Toda esta complejidad tan precoz de filmación y edición da como resultado que asumamos la dificultad que conlleva todo el trabajo. Esa es su importancia capital. Vemos con enorme indulgencia algún fallo de raccord, alguna imperfección técnica e interpretativa. Pero el escalón que supone esta película es necesario para ir subiendo hacia cotas más altas. Es una pista de despegue que permite volar a cielos inimaginables.
Como todo el cine mudo, las expresiones y gestos se exageran. A veces demasiado, como alguna muerte que se ve en esta película. También es verdad que caerse al suelo, y más sin doble, es una tarea peligrosa, y hay que pensárselo bien dando alguna vuelta de más antes de enfrentarse con la dura superficie.
En el robo real del 29 de agosto de 1900 en Wyoming, la banda de Butch Cassidy obligó a punta de pistola al maquinista a desacoplar los vagones de la locomotora. Después volaron la caja fuerte del vagón correo para llevarse 55.000 mil dólares. La referencia es muy clara. Aunque el final de la película es ya una invención: Butch Cassidy siguió dedicándose a grandes robos unos cuantos años más. Según unas versiones murió en un tiroteo en Bolivia. Según otras, regresó vivo a Estados Unidos.
Para los ávidos de historias con idéntico origen, en “Dos hombres y un destino”, Paul Newman interpreta a Cassidy Butch. Y la escena del tren es una reinterpretación algo exagerada y cómica de lo que sucedió en realidad. También podemos ver una escena basada en el mismo robo en “Los primeros golpes de Butch Cassidy y Sundance”, de Richard Lester, con Tom Berenger haciendo de Cassidy.
CortometrajeDocumental

6,6
160
Documental
8
30 de marzo de 2018
30 de marzo de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que en unos segundos contemplemos como se suceden días enteros hoy nos puede resultar normal. Eso sí, siempre nos agrada. El grado de asombro depende mucho del lugar que contemplemos ante nuestros ojos, del punto de vista, y de la relevancia o impacto de los sucesos que tengan lugar.
En esta pequeña película de los primeros tiempos del cine, el escenario es la esquina de la avenida de Broadway y la Calle 13, en Manhattan. El prolífico e innovador Frederick S. Armitage filmó imágenes de una belleza fuera de discusión, pero además con mucho significado.
En esta pequeña película de los primeros tiempos del cine, el escenario es la esquina de la avenida de Broadway y la Calle 13, en Manhattan. El prolífico e innovador Frederick S. Armitage filmó imágenes de una belleza fuera de discusión, pero además con mucho significado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En un solar de una esquina vemos como se construye un magnífico edificio en segundos. Una vez en pie, vemos como se vuelve a deshacer.
Lo que hizo Armitage es tomar fotogramas del edificio durante su demolición, pensando en proyectarlas con la técnica de cámara rápida. De tal forma que lo que sucede en aproximadamente un mes lo vemos en poco más de un minuto. También rodó escenas de unos pocos segundos antes de la demolición y después de la demolición, desde la misma perspectiva.
El director realizaba, mediante un aparato eléctrico, exposiciones cada 4 minutos durante 8 horas al día, así durante todo el tiempo de la demolición. Suficiente para englobar todos los cambios que el edificio experimentaba. A la vez que se reflejaba el paso de tranvías, carruajes, peatones, trabajadores, cambios en la luminosidad según las horas del día, subida y bajada de toldos en el edificio en primer plano, e incluso cómo se les cambiaba la ropa a los maniquíes del escaparate de este edificio.
Para el montaje, dispuso todo de tal forma que en una primera parte vemos al edifico “construirse” (poniendo las tomas al revés), y luego demolerse. Entre ambas partes, y al principio y al final dispuso las escenas tomadas en tiempo real. Estas imágenes de prólogo, interludio y epílogo sirven para que las imágenes en cámara rápida parezcas reales, para que la velocidad de construcción/deconstrucción que se percibe vertiginosa, al insertarse en un conjunto que muestra un tiempo pasado, nos permita concebir el tiempo como relativo y la historia visionada como acontecida en un instante fugaz en la larga vida de una ciudad.
Mientras la vida pasa, y suceden hechos cotidianos y normales, el hombre va cambiando la fisonomía de su entorno, creando o destruyendo, incluso realizaciones enormes, sin que casi nos demos cuenta. Aunque cuando se construía o demolía el edificio se tratara de una empresa larga y dificultosa, dado el esfuerzo humano realizado, pasados los años se constata que todo sucedió demasiado deprisa: el edificio se construyó en 1861 y se demolió en 1901.
El objetivo era mostrar la capacidad creativa y destructiva del ser humano. El tiempo se relativiza para enseñarnos que lo que tanto ha costado construir, el mismo hombre lo destruye sin ningún remordimiento.
Pero hay más: la elección del motivo.
El precioso edificio que vemos construirse y desparecer en segundos era el Wallack's Theatre, proyectado por el prestigioso arquitecto Thomas R. Jackson, construido en 1861, y en el que la familia de actores y promotores teatrales Wallack estrenó numerosas obras de éxito en la segunda mitad del siglo XIX. El teatro tenía cabida para más de 1.600 espectadores. En 1881 lo ocupa la compañía The Germania Theatre. En 1883 ya era el Star Theatre, después de una renovación del edificio. Tuvo diez años en la que actuaron los mejores actores y actrices de la época (Henry Irving, Sarah Bernhardt…). En 1888 hubo un incendio en el edificio trasero que no se propagó al teatro al actuar a tiempo los bomberos. En la última década del siglo XIX decayó y se dedicó a actuaciones de burlesque, enanos y obras muy menores. En 1901 un proyecto de los arquitectos Clinton and Russell para el millonario empresario William Waldorf Astor sustituía el viejo teatro por un edificio de ocho plantas con destino comercial.
Con todo el bagaje y el simbolismo del edificio, en el que entre altibajos empresariales, cambios de compañías, bancarrotas, y otras vicisitudes, brillaron las mayores estrellas de la época, normal que se escogiera esta esquina para representar la fugacidad del éxito y la vulnerabilidad de la obra humana.
No quedó ahí la cosa, lo que demuestra la atemporalidad de la película: en 1999 se volvió a deshacer toda la manzana para construir un moderno edificio de fachada simple y acristalada. Con un cine, al menos.
Lo que hizo Armitage es tomar fotogramas del edificio durante su demolición, pensando en proyectarlas con la técnica de cámara rápida. De tal forma que lo que sucede en aproximadamente un mes lo vemos en poco más de un minuto. También rodó escenas de unos pocos segundos antes de la demolición y después de la demolición, desde la misma perspectiva.
El director realizaba, mediante un aparato eléctrico, exposiciones cada 4 minutos durante 8 horas al día, así durante todo el tiempo de la demolición. Suficiente para englobar todos los cambios que el edificio experimentaba. A la vez que se reflejaba el paso de tranvías, carruajes, peatones, trabajadores, cambios en la luminosidad según las horas del día, subida y bajada de toldos en el edificio en primer plano, e incluso cómo se les cambiaba la ropa a los maniquíes del escaparate de este edificio.
Para el montaje, dispuso todo de tal forma que en una primera parte vemos al edifico “construirse” (poniendo las tomas al revés), y luego demolerse. Entre ambas partes, y al principio y al final dispuso las escenas tomadas en tiempo real. Estas imágenes de prólogo, interludio y epílogo sirven para que las imágenes en cámara rápida parezcas reales, para que la velocidad de construcción/deconstrucción que se percibe vertiginosa, al insertarse en un conjunto que muestra un tiempo pasado, nos permita concebir el tiempo como relativo y la historia visionada como acontecida en un instante fugaz en la larga vida de una ciudad.
Mientras la vida pasa, y suceden hechos cotidianos y normales, el hombre va cambiando la fisonomía de su entorno, creando o destruyendo, incluso realizaciones enormes, sin que casi nos demos cuenta. Aunque cuando se construía o demolía el edificio se tratara de una empresa larga y dificultosa, dado el esfuerzo humano realizado, pasados los años se constata que todo sucedió demasiado deprisa: el edificio se construyó en 1861 y se demolió en 1901.
El objetivo era mostrar la capacidad creativa y destructiva del ser humano. El tiempo se relativiza para enseñarnos que lo que tanto ha costado construir, el mismo hombre lo destruye sin ningún remordimiento.
Pero hay más: la elección del motivo.
El precioso edificio que vemos construirse y desparecer en segundos era el Wallack's Theatre, proyectado por el prestigioso arquitecto Thomas R. Jackson, construido en 1861, y en el que la familia de actores y promotores teatrales Wallack estrenó numerosas obras de éxito en la segunda mitad del siglo XIX. El teatro tenía cabida para más de 1.600 espectadores. En 1881 lo ocupa la compañía The Germania Theatre. En 1883 ya era el Star Theatre, después de una renovación del edificio. Tuvo diez años en la que actuaron los mejores actores y actrices de la época (Henry Irving, Sarah Bernhardt…). En 1888 hubo un incendio en el edificio trasero que no se propagó al teatro al actuar a tiempo los bomberos. En la última década del siglo XIX decayó y se dedicó a actuaciones de burlesque, enanos y obras muy menores. En 1901 un proyecto de los arquitectos Clinton and Russell para el millonario empresario William Waldorf Astor sustituía el viejo teatro por un edificio de ocho plantas con destino comercial.
Con todo el bagaje y el simbolismo del edificio, en el que entre altibajos empresariales, cambios de compañías, bancarrotas, y otras vicisitudes, brillaron las mayores estrellas de la época, normal que se escogiera esta esquina para representar la fugacidad del éxito y la vulnerabilidad de la obra humana.
No quedó ahí la cosa, lo que demuestra la atemporalidad de la película: en 1999 se volvió a deshacer toda la manzana para construir un moderno edificio de fachada simple y acristalada. Con un cine, al menos.
23 de abril de 2018
23 de abril de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ned Kelly es una de las figuras históricas que más ha inspirado a artistas, creadores e investigadores de todos los ámbitos, sobre todo en su país, Australia.
Figura controvertida, a medio camino entre el bandolero o bandido y el justiciero social que lucha por los débiles. Una especie de Robin Hood para los australianos, con opiniones para todos los gustos. Aún hoy en día, para unos fue un criminal sin escrúpulos, y para otros una víctima de un sistema injusto que fue empujado a la lucha contra los opresores poderosos. Tanto Ned Kelly como sus víctimas tienen monumentos en Australia.
Así pues, el tema para el primer largometraje que se produjo en Australia, y el primero de ficción en el mundo, no pudo tener más fuerza simbólica. La antigua y ambigua lucha del bien contra el mal. Del poder contra el humilde, del forajido contra el garante de la ley.
Estremecería contemplar esta historia completa en aquel lejano 1906, una historia basada en hechos reales, con nombres y apellidos reales, con situaciones y datos contrastados, todo recreado con la máxima fidelidad a lo que contenían los archivos policiales y la documentación de la época. De hecho, la película fue censurada en un par de pueblos australianos porque se supuso que inspiró a unos delincuentes a robar un estudio de fotografía.
El director juega con los planos, predominando el general y recreándose en algunos más cortos para acentuar el dramatismo de ciertas escenas. Los personajes están bien trazados. Los escenarios exteriores recrean a la perfección el entorno en el que se desenvuelven los personajes. Los decorados son de suma delicadeza y de un valor documental enorme al acercarnos a la realidad de aquellos duros años finales del siglo XIX en la lejana Australia.
La lástima es que sólo se conserve una parte del extenso para la época metraje inicial —70 minutos frente a los habituales diez minutos como máximo que solían durar las películas de la época—. Gracias a la labor del National Film and Sound Archive de Australia se ha reconstruido la historia y parte de la película original, a partir de los fragmentos de cinta en poder de algunos coleccionistas, otros encontrados en el Archivo Nacional de Cine y Televisión del Reino Unido, e incluso restos encontrados por un ciudadano en un basurero de Melbourne. Además la reconstrucción se apoyó en documentación variada como el cartel de la película y un folleto publicitario escrito por Frank Tait, otro miembro de la familia del realizador que también intervino en la película.
Al final, conservamos 17 minutos de esta sugerente obra.
Figura controvertida, a medio camino entre el bandolero o bandido y el justiciero social que lucha por los débiles. Una especie de Robin Hood para los australianos, con opiniones para todos los gustos. Aún hoy en día, para unos fue un criminal sin escrúpulos, y para otros una víctima de un sistema injusto que fue empujado a la lucha contra los opresores poderosos. Tanto Ned Kelly como sus víctimas tienen monumentos en Australia.
Así pues, el tema para el primer largometraje que se produjo en Australia, y el primero de ficción en el mundo, no pudo tener más fuerza simbólica. La antigua y ambigua lucha del bien contra el mal. Del poder contra el humilde, del forajido contra el garante de la ley.
Estremecería contemplar esta historia completa en aquel lejano 1906, una historia basada en hechos reales, con nombres y apellidos reales, con situaciones y datos contrastados, todo recreado con la máxima fidelidad a lo que contenían los archivos policiales y la documentación de la época. De hecho, la película fue censurada en un par de pueblos australianos porque se supuso que inspiró a unos delincuentes a robar un estudio de fotografía.
El director juega con los planos, predominando el general y recreándose en algunos más cortos para acentuar el dramatismo de ciertas escenas. Los personajes están bien trazados. Los escenarios exteriores recrean a la perfección el entorno en el que se desenvuelven los personajes. Los decorados son de suma delicadeza y de un valor documental enorme al acercarnos a la realidad de aquellos duros años finales del siglo XIX en la lejana Australia.
La lástima es que sólo se conserve una parte del extenso para la época metraje inicial —70 minutos frente a los habituales diez minutos como máximo que solían durar las películas de la época—. Gracias a la labor del National Film and Sound Archive de Australia se ha reconstruido la historia y parte de la película original, a partir de los fragmentos de cinta en poder de algunos coleccionistas, otros encontrados en el Archivo Nacional de Cine y Televisión del Reino Unido, e incluso restos encontrados por un ciudadano en un basurero de Melbourne. Además la reconstrucción se apoyó en documentación variada como el cartel de la película y un folleto publicitario escrito por Frank Tait, otro miembro de la familia del realizador que también intervino en la película.
Al final, conservamos 17 minutos de esta sugerente obra.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La historia cuenta las últimas andanzas de la banda de Ned Kelly, a partir del momento en que el inspector de policía Alexander Fitzpatrick aparece en la granja familiar a detener a su hermano Dan Kelly. En este momento vemos como el policía es tratado como un ser despreciable que trata de abusar de la hermana de Ned, Kate. Esto abunda en la idea de que muchos defensores de la ley tenían una baja catadura moral, y los bandidos actuaban según principios de honor.
Fitzpatrick es herido en un brazo y la banda huye a caballo, quedando el policía bajo la custodia de las mujeres de la casa.
Los hombres huyen para refugiarse en los bosques de Wombat. Vemos a policías acampados que han salido en su busca. Es evidente la torpeza de los efectivos al divertirse disparando a pajarillos. Las detonaciones ponen en alerta a la banda, que fácilmente localizan a los policías. Tras un forcejeo matan a uno de ellos. Posteriormente a otros dos.
Tras los asesinatos, se anuncia una recompensa de 8000 libras por los fugitivos.
La siguiente secuencia transcurre en la estación de Younghusband, donde la banda toma por rehenes a los que allí se encuentran, y a los que posteriormente van llegando. Registran y roban a los hombres. Al vendedor ambulante Sandy Gloster, que es el que más resistencia opone, le saquean ropa y tabaco de su carromato, y lo tratan con más rudeza. A las mujeres y niños no les roban, quedando dentro del edificio de la estación.
Lamentablemente, las siguientes imágenes se reducen a una sucesión de fotos y rótulos con la reconstrucción narrada de la historia original, ya que se ha perdido casi todo. Sólo vemos unas imágenes aisladas del asalto al banco de Euroa. Igual sucede con la persecución de las hermanas Kelly, que son retratadas con enorme valentía y arrojo, como parte muy activa de la lucha contra las fuerzas del orden. Kate es perseguida y su hermana, la señora Skillen, arrastra a los policías a una falsa pista. Las imágenes muestran a Kate blandiendo un arma sobre un caballo, y a ambas hermanas saltando vallas y atravesando un arroyo.
También se ha perdido todo el metraje de la traición y muerte del antiguo colega de los Kelly, Aaron Sherritt. También el asalto a la comisaría de Jerilderie. Lo único que se conserva es un par de fotos de Dan Kelly subido al poste de telégrafos y cortando los cables.
Los bandidos se refugian en el hotel de Glenrowan. Allí, durante los tiroteos, tiene lugar el trágico suceso de la muerte del hijo de la señora Jones, la dueña del establecimiento.
La policía rodea el edificio y se produce un intenso intercambio de disparos. Para acabar con el problema, la policía decide prender fuego al edificio. Hace su aparición el héroe: Gibney, el sacerdote. Implora para que no lo hagan, ya que hay mujeres y niños. Pero la policía ya está decidida a prender fuego al hotel. El padre Gibney decide poner su vida en juego y entrar en el local. Allí rescata a uno de los trabajadores ferroviarios heridos. Esta escena se puede contemplar entera, y transmite gran tensión. Entretanto, dos de los integrantes de la banda, decidieron quitarse la vida mutuamente antes de morir en las brasas.
Finalmente se llega a la mítica escena del abatimiento del protagonista, Ned Kelly. Es chocante ver cómo una figura embutida en una armadura de arriba abajo aparece entre los arbustos y se enfrenta a la policía, pero es lo que en realidad sucedió. De hecho, para rodar la película se utilizó la armadura original de Ned Kelly, hoy expuesta en la Biblioteca del Estado de Victoria, en Melbourne, Australia. La policía, que ve como Ned avanza hacia ellos, lo derriba disparándole en las zonas más expuestas, las piernas. Cuando Ned cae herido, la policía se lo lleva. Así acaba nuestra historia.
Sabemos que Ned Kelly acabó ajusticiado en la horca a la edad de veinticinco años.
De esta forma se nos cuenta como fueron las últimas peripecias del más mítico de los bushrangers, los saqueadores de los bosques australianos.
Fitzpatrick es herido en un brazo y la banda huye a caballo, quedando el policía bajo la custodia de las mujeres de la casa.
Los hombres huyen para refugiarse en los bosques de Wombat. Vemos a policías acampados que han salido en su busca. Es evidente la torpeza de los efectivos al divertirse disparando a pajarillos. Las detonaciones ponen en alerta a la banda, que fácilmente localizan a los policías. Tras un forcejeo matan a uno de ellos. Posteriormente a otros dos.
Tras los asesinatos, se anuncia una recompensa de 8000 libras por los fugitivos.
La siguiente secuencia transcurre en la estación de Younghusband, donde la banda toma por rehenes a los que allí se encuentran, y a los que posteriormente van llegando. Registran y roban a los hombres. Al vendedor ambulante Sandy Gloster, que es el que más resistencia opone, le saquean ropa y tabaco de su carromato, y lo tratan con más rudeza. A las mujeres y niños no les roban, quedando dentro del edificio de la estación.
Lamentablemente, las siguientes imágenes se reducen a una sucesión de fotos y rótulos con la reconstrucción narrada de la historia original, ya que se ha perdido casi todo. Sólo vemos unas imágenes aisladas del asalto al banco de Euroa. Igual sucede con la persecución de las hermanas Kelly, que son retratadas con enorme valentía y arrojo, como parte muy activa de la lucha contra las fuerzas del orden. Kate es perseguida y su hermana, la señora Skillen, arrastra a los policías a una falsa pista. Las imágenes muestran a Kate blandiendo un arma sobre un caballo, y a ambas hermanas saltando vallas y atravesando un arroyo.
También se ha perdido todo el metraje de la traición y muerte del antiguo colega de los Kelly, Aaron Sherritt. También el asalto a la comisaría de Jerilderie. Lo único que se conserva es un par de fotos de Dan Kelly subido al poste de telégrafos y cortando los cables.
Los bandidos se refugian en el hotel de Glenrowan. Allí, durante los tiroteos, tiene lugar el trágico suceso de la muerte del hijo de la señora Jones, la dueña del establecimiento.
La policía rodea el edificio y se produce un intenso intercambio de disparos. Para acabar con el problema, la policía decide prender fuego al edificio. Hace su aparición el héroe: Gibney, el sacerdote. Implora para que no lo hagan, ya que hay mujeres y niños. Pero la policía ya está decidida a prender fuego al hotel. El padre Gibney decide poner su vida en juego y entrar en el local. Allí rescata a uno de los trabajadores ferroviarios heridos. Esta escena se puede contemplar entera, y transmite gran tensión. Entretanto, dos de los integrantes de la banda, decidieron quitarse la vida mutuamente antes de morir en las brasas.
Finalmente se llega a la mítica escena del abatimiento del protagonista, Ned Kelly. Es chocante ver cómo una figura embutida en una armadura de arriba abajo aparece entre los arbustos y se enfrenta a la policía, pero es lo que en realidad sucedió. De hecho, para rodar la película se utilizó la armadura original de Ned Kelly, hoy expuesta en la Biblioteca del Estado de Victoria, en Melbourne, Australia. La policía, que ve como Ned avanza hacia ellos, lo derriba disparándole en las zonas más expuestas, las piernas. Cuando Ned cae herido, la policía se lo lleva. Así acaba nuestra historia.
Sabemos que Ned Kelly acabó ajusticiado en la horca a la edad de veinticinco años.
De esta forma se nos cuenta como fueron las últimas peripecias del más mítico de los bushrangers, los saqueadores de los bosques australianos.
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