Con la muy notable revisitación de El libro de la Selva que Favreau hizo hace años en mente, enfrentarse a una nueva versión de El rey león me provocaba emoción y miedo a partes iguales. Siendo uno de los clásicos en 2D que había marcado mi preadolescencia, la espectacularidad que le podían dar las nuevas tecnologías era muy prometedora.
Saliendo del cine coincido con muchos de los usuarios; todo lo que tiene de brillante tecnológicamente le falta de emoción y magia. Es todo tan realista que se vuelve serio, desalmado, inexpresivo. Las miradas de los personajes están carentes de vida, cosa que no pasaba en la original. Se ha perdido la fantasía. Es todo tan solemne, tan calculado, tan preciosista que no consigue poner la piel de gallina.
Por otro lado me alegra ver que los que se enfrentan con la historia por primera vez la disfrutan igual que nosotros hicimos en su momento, pero me da la sensación que se están perdiendo todo un mundo de magia y fantasía que sí tenían las producciones en 2D.

Qué placer cuando te enfrentas a algo sin saber lo que vas a ver y a cada minuto que pasa se te va esbozando una sonrisa en la cara. Sonrisa no tanto por el humor (con el que he conectado totalmente) sino por ver que estás ante algo distinto, la visión de un director que se aleja de la mayoría de cosas que se hacen hoy en día. Sí, he disfrutado mucho con los actores no actores, con una trama que va dando la información poco a poco hasta que te da un buen ostión al final, con los espacios, con Elche, con sus casas y la periferia, con el buen uso de la música y ese temazo de Los Sobraos en la recta final de la peli. Y he disfrutado viendo que pasan los días y aún le voy dando vueltas, que me dan ganas de volverla a ver y muchas más ganas aún de que ver qué nos puede ofrecer Chema García Ibarra en su próximo proyecto. Deseo de todo corazón que le sigan dando la misma libertad creativa que ha tenido aquí porque me ha parecido sublime.

Nada de lo que escriba está a la altura de lo que me ha hecho sentir esta película. El cine en su máxima expresión. Esa capacidad de remover entrañas, de hacerte disfrutar de la belleza de las imágenes y la música, con una historia sencilla y profunda y con esa maravilla de actor que consigue magistralmente transmitir ese maravilloso y doloroso sentimiento del primer amor. Sublime.

Un guión de telefilm elevado a gran revelación del año, donde lo que tendría que ser un alegato feminista se convierte (como suele pasar con el cine americano) en una justificación de la violencia para dejar claro un mensaje.
Se agradece la intención pero la trama no podía ser más facilona y estereotipada. Todas las escenas con el novio bobalicón rozan la vergüenza ajena y el personaje de mujer empoderada y vengativa acaba volviéndose el tipo de personaje contra el que se rebela. No veo por ningún lado la gran interpretación de Carey Mulligan. Hace un papel correcto, sí, pero que sea la mejor interpretación de su carrera está lejos de ser verdad. Leo en las críticas adjetivos como subversiva o transgresora y me sorprende porque me da la sensación de que he visto lo mismo de siempre, un guión de fácil digestión que le quita hierro a un problema bastante más profundo. Lo de "ojo por ojo, diente por diente" no es la mejor solución.