Recuerdo la primera vez que me acerqué a este engendro, allá por el año de su estreno, y no pude aguantar más allá del primer cuarto de hora. Hoy, en cambio, lo he conseguido; después de pensármelo durante más de 20 años, he reunido el coraje suficiente para tragarme entero este pedazo de mierda.

Pero qué mala es, coño. Pero qué mala. Qué derroche de actores, vestuario, fotografía, efectos especiales y demás. Qué derroche.

- Guión: penoso. Ni el gabinete de expertos de Cuarto Milenio tiene cojones a seguir la trama.
- Personajes: ridículos, estúpidos, superficiales y espantajos.
- Dirección: de pena. Sin ir más lejos, es la primera vez que veo a un tronao darle un mordisco a un psiquiatra en el lado derecho del pescuezo y que el loquero se queje echándose mano al lado izquierdo (y esto, sólo al principio; porque hay despropósitos como para llenar 14 páginas).

Vamos, que le voy a poner un 1 por Oldman, el vestuario, los efectos, la banda sonora y porque no se le puede poner menos.

La igualdad de todos ante la ley, ese derecho conquistado por la humanidad a base de toneladas kilotónicas de mamporros, puede ser un serio impedimento a la hora de valorar el fondo de cualquier asunto jurídico, ya que el juez, arrobado por el entusiasmo de tanta igualdad de todos ante la ley, puede perder objetividad y caer presa de un éxtasis democrático o, incluso, morir en plena vista de un ataque de igualdad de todos ante la ley. ¿Queremos esto? Sí.

Esta magnífica película es un claro ejemplo de igualdad de todos ante la ley y te recomiendo que la veas en el calor de tu salita de estar, ahora que puedes, antes de que llegue la comisión judicial con la policía y te echen a palos de tu puta casa.

Mucho antes de que conociéramos a Wilson, mucho antes de que se hiciera mundialmente famoso el concepto de "amigo imaginario", servidor de ustedes ya conversaba con su balón (el de Naranjito) y, por qué no decirlo, también de vez en cuando teníamos nuestras broncas; terribles broncas que, no es por presumir, siempre ganaba yo. A lo que iba: este PELICULÓN me enseñó que, con un poco de imaginación, nadie está solo en este mundo; sólo hace falta pintar una sonrisa en la pared y esperar a que Paulo Coelho aparezca por la puerta y te dé un abrazo.

Tengo también que decir que esta película supuso mi reconciliación con Tom Hanks, un actor que jamás me hizo la más mínima gracia (ya que se parece un montón a un cuñado mío, también imaginario) y que en este "Náufrago" está portentoso.

Un 10. Bravo.

Recuerdo que la primera vez que vi esta penícula fue allá por los primeros años 90, en casa de un amigo. Casi me da el síndrome de Stendhal; mi sorpresa fue mayestática, ya que la pasaron por La 2, a las 22:00 horas, en horario de máxima audiencia, y yo me dije: "Muchacho, ahora sí que estamos en Europa. Tú, capullo, graba esta mierda". Luego no pasó nada de nada; ni Europa ni pollas en vinagre, la cosa se quedó ahí. Pero yo, tratando de revivir aquel glorioso momento histórico, no en pocas ocasiones insté al capullo de mi amigo a que buscase entre la montaña de estiércol que tenía en su cuarto y que diese de una jodida vez con la dichosa cinta VHS de Pink Flamingos, que bien escondida debía tenerla. Pero nada. Luego, pasaron los años y un buen día pude hacerme con esta maravilla en DVD. Qué gozada, qué fotografía, qué virtuosismo...

En fin... Eran otros tiempos. Ahora ninguna cadena pasa obras maestras de este calibre. ¿O alguien se imagina que la vayan a emitir una noche en 13tv, en lugar de la vida de San Paco Franco? ¿A que no?

De verdad que estoy hasta los mismísimos cojoncillos de la moda de meterse con Nicolas Cage. Que si peluquín, que si sobreactúa, que si feo, que si debe dinero, que si le roba los phoskitos a los niños... Todas las críticas son calcos. Que se compren una personalidad, coño. Y un espejo.

Esta película es jodidamente entretenida y el señor Cage lo peta, así que le casco un 10 y contribuyo en algo a la justicia cósmica. Como decía el gran Camilo:

"Sé que mañana, al despertar
no hallaré a Nicolas Cage
y en su sitio habrá un peluquín
grande y mudo como el alma..."