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Críticas ordenadas por utilidad
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7,2
168.294
4
19 de diciembre de 2009
19 de diciembre de 2009
31 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
La campaña publicitaria de este largo de James Cameron será la causante de la gran cifra que recaudará pero, desde luego, esta ya legendaria producción no debe estar entre las elegidas del género de la ciencia ficción. Y no debe estar porque lo más interesante de una producción, aquello que debe sustentar todo el edificio, el guión, peca de falta de originalidad.
Ni qué decir tiene que los efectos especiales y el mundo creado por Cameron son interesantes. Su mensaje medioambientalista está de acuerdo con las preocupaciones de medio mundo, (basta recordar algunas cintas recientes como Wall-E (Andrew Stanton 2.008) o The Happening (El Incidente Shyamalan 2.008)) en ese sentido nada que objetar, llega en el momento justo.
Otra cosa es que nos enfrentamos a un guión que suena a ya visto. Y el problema no es tanto la falta de originalidad del guión como que ya lo hemos visto mejor contado. Por ejemplo, poniéndonos a contar historias sobre personajes que sufren un choque cultural, por qué no mencionar la interesante The Return of a Man Called Horse (La Venganza de un Hombre Llamado Caballo Irvin Keshner/ 1.976) o The Last Samurai (El Último Samurai Edward Zwick / 2.003), en ambos casos las semejanzas son evidentes. Peor parada sale la cinta de Cameron si nos acordamos de otras que poseen grandes parecidos con el guión como la cinta de 1.995 de Mike Gabriel Pocahontas. Pero es que casi cualquier escena nos recuerda alguna otra en la que se nos contaron mejor las cosas, claras son las reminiscencias con la saga de Star Wars (George Lucas 1.980-2005), y también con The Fountain de Darren Aronofsky, 2.006 o el Apocalypto de Mel Gibson (2.006)
En resumen, hay directores que crean mundos espectaculares y que ponen al servicio de esas ensoñaciones los adelantos técnicos que, por fortuna, nos han tocado vivir. Pero, para muchos de esos autores, lo importante es la idea, no el argumento técnico que se utiliza, recuerdo, por citar uno, los degustados filmes de Guillermo del Toro; el problema con Avatar es que el regusto que le queda a uno es el refinamiento y el peso que juegan en el haber final lo técnico sobre la idea. El viaje del efecto especial no merece la pena si la idea está trillada y mejor contada en un sinfín de otros lugares.
Lo que hace grande, inolvidable, una película es, entre otras cosas, pero por encima de todo, que pise terrenos inexplorados por primera vez, que, aun contando historias viejas, el ángulo, el punto de vista nos parezcan excepcionales. Eso es lo que ha hecho inconmensurables cintas como Blade Runner o Alien (Ridley Scott, 1.982 y 1.979) sólo por citar dos ejemplos de películas del mismo género.
Por muchos elementos que la técnica ponga a disposición del cine, el guión sigue siendo el alma que le dé vida al resto y en Avatar no es original.
Lo mejor: El universo visual de James Cameron
Lo peor: La falta de originalidad del guión
Poco recomendable.
Ni qué decir tiene que los efectos especiales y el mundo creado por Cameron son interesantes. Su mensaje medioambientalista está de acuerdo con las preocupaciones de medio mundo, (basta recordar algunas cintas recientes como Wall-E (Andrew Stanton 2.008) o The Happening (El Incidente Shyamalan 2.008)) en ese sentido nada que objetar, llega en el momento justo.
Otra cosa es que nos enfrentamos a un guión que suena a ya visto. Y el problema no es tanto la falta de originalidad del guión como que ya lo hemos visto mejor contado. Por ejemplo, poniéndonos a contar historias sobre personajes que sufren un choque cultural, por qué no mencionar la interesante The Return of a Man Called Horse (La Venganza de un Hombre Llamado Caballo Irvin Keshner/ 1.976) o The Last Samurai (El Último Samurai Edward Zwick / 2.003), en ambos casos las semejanzas son evidentes. Peor parada sale la cinta de Cameron si nos acordamos de otras que poseen grandes parecidos con el guión como la cinta de 1.995 de Mike Gabriel Pocahontas. Pero es que casi cualquier escena nos recuerda alguna otra en la que se nos contaron mejor las cosas, claras son las reminiscencias con la saga de Star Wars (George Lucas 1.980-2005), y también con The Fountain de Darren Aronofsky, 2.006 o el Apocalypto de Mel Gibson (2.006)
En resumen, hay directores que crean mundos espectaculares y que ponen al servicio de esas ensoñaciones los adelantos técnicos que, por fortuna, nos han tocado vivir. Pero, para muchos de esos autores, lo importante es la idea, no el argumento técnico que se utiliza, recuerdo, por citar uno, los degustados filmes de Guillermo del Toro; el problema con Avatar es que el regusto que le queda a uno es el refinamiento y el peso que juegan en el haber final lo técnico sobre la idea. El viaje del efecto especial no merece la pena si la idea está trillada y mejor contada en un sinfín de otros lugares.
Lo que hace grande, inolvidable, una película es, entre otras cosas, pero por encima de todo, que pise terrenos inexplorados por primera vez, que, aun contando historias viejas, el ángulo, el punto de vista nos parezcan excepcionales. Eso es lo que ha hecho inconmensurables cintas como Blade Runner o Alien (Ridley Scott, 1.982 y 1.979) sólo por citar dos ejemplos de películas del mismo género.
Por muchos elementos que la técnica ponga a disposición del cine, el guión sigue siendo el alma que le dé vida al resto y en Avatar no es original.
Lo mejor: El universo visual de James Cameron
Lo peor: La falta de originalidad del guión
Poco recomendable.
TV

6,6
2.193
7
8 de mayo de 2012
8 de mayo de 2012
20 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más que interesante propuesta nacida para la televisión en la que el director abunda en la temática de la actualidad política de su país después de Recount, 2.008.
En este caso, los focos se fijan en la campaña presidencial del senador McCain y en las causas que llevaron a esa candidatura a elegir como candidata a vicepresidenta a la gobernadora por Alaska Sarah Palin. Si nos atenemos a lo que los medios de comunicación informaron durante esa campaña, las tesis de la película parecen sólidas, muy sólidas y las fuentes de las que beben los autores de la novela parecen suficientes para el espectador.
Puestas esas premisas de la posibilidad de que exista un poso de verdad en lo que se nos cuenta, la historia resulta aterradora. Debido al perfil de la gobernadora sería muy preocupante para la democracia que una persona de tales características lograse reunir semejante poder.
Además de lo inquietante de la narración, conviene detenerse por un momento en el reparto, Ed Harris y Woody Harrelson realizan trabajos espectaculares. Woody Harrelson es un actor con una capacidad más que demostrada que, a veces, decide hacer proyectos que no le vienen bien a su carrera como actor, no es este el caso ya que consigue una actuación tremendamente sobresaliente y consistente, lo mismo cabe decir de Ed Harris que, casi sin aparente esfuerzo, resulta muy creíble en la caracterización de John McCain, Julian Moore aparece más forzada y menos suelta en el papel de Sarah Palin, en todo caso debe competir con las parodias que Tina Fey ha hecho sobre el personaje y eso no es fácil.
En este caso, los focos se fijan en la campaña presidencial del senador McCain y en las causas que llevaron a esa candidatura a elegir como candidata a vicepresidenta a la gobernadora por Alaska Sarah Palin. Si nos atenemos a lo que los medios de comunicación informaron durante esa campaña, las tesis de la película parecen sólidas, muy sólidas y las fuentes de las que beben los autores de la novela parecen suficientes para el espectador.
Puestas esas premisas de la posibilidad de que exista un poso de verdad en lo que se nos cuenta, la historia resulta aterradora. Debido al perfil de la gobernadora sería muy preocupante para la democracia que una persona de tales características lograse reunir semejante poder.
Además de lo inquietante de la narración, conviene detenerse por un momento en el reparto, Ed Harris y Woody Harrelson realizan trabajos espectaculares. Woody Harrelson es un actor con una capacidad más que demostrada que, a veces, decide hacer proyectos que no le vienen bien a su carrera como actor, no es este el caso ya que consigue una actuación tremendamente sobresaliente y consistente, lo mismo cabe decir de Ed Harris que, casi sin aparente esfuerzo, resulta muy creíble en la caracterización de John McCain, Julian Moore aparece más forzada y menos suelta en el papel de Sarah Palin, en todo caso debe competir con las parodias que Tina Fey ha hecho sobre el personaje y eso no es fácil.

6,2
6.022
8
27 de agosto de 2010
27 de agosto de 2010
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Poderosa película que hay que ir desmenuzando paso a paso para poder contar todo lo bueno y algo no tan bueno que posee este largo. El guión es primoroso porque trata con mucho acierto de un tema fundamental en el ser humano desde que el mundo es mundo, estamos ante una brillante reflexión en torno a si el fin justifica los medios, o dicho de otro modo, qué está dispuesto a hacer el ser humano para conseguir algo terriblemente valioso.
Lo que está en juego en la trama no es tanto si explota una bomba o no, eso es lo accesorio, el envoltorio, lo verdaderamente importante es preguntarnos si una sociedad de derecho lleva hasta sus últimas consecuencias el hecho de autolimitarse por ese sistema o existen, por el contrario, límites para esas propias trabas.
Es un gran acierto por parte de los que firman este trabajo haber dedicado lo justo a la trama de terrorismo, el noventa por ciento del largo es el proceso de interrogatorio en el que están representados diferentes reacciones y posiciones que cabría esperar ante un dilema moral tan extremo como el que este guión plantea. Es allí donde se juega la verdadera partida acercándose a una estructura casi teatral. Los actores juegan, debido a eso, un papel extremadamente importante, existen giños y muecas que dicen más que miles de otras producciones.
Hipocresía, realismo y practicidad, entereza, desesperación, venganza,... multitud de valores y soluciones recorren la narración de escena en escena alcanzando un clímax que conduce al conjunto del largo a una altura cinematográfica importante, de las más interesantes que he podido ver en meses. El gran culpable de esto es el guionista que ha dado con la clave de uno de los aspectos más interesantes e importantes con los que se enfrenta el mundo hoy en día, pero no es exclusivo de nuestro tiempo, como decía es un tema universal e intemporal porque el meollo se podía colocar tanto en la Alemania del treinta y tres como en la Bosnia de los noventa o en la Ruanda del año noventa y cuatro. ¿Qué somos capaces de hacer no sólo por salvaguardar nuestra sociedad sino por salvar la vida de los que amamos?
Existen dos lecturas acerca de esta tremenda narración, podemos ver el vaso medio vacío y creer que la narración nos pone en alerta sobre los posibles defectos del sistema y que hacen falta más perros, verjas más altas y leyes más duras para proteger la sociedad o podemos ver el vaso medio lleno y creer que aquellas comunidades que se rigen por el imperio de la ley siempre lo harán a pesar de que eso signifique su propio aniquilamiento. Ambas lecturas dependerán de algo más que del estado de ánimo del espectador.
Sorprende que una película de la industria de Hollywood ponga en el mercado una película tan exigente y con mucha más reflexión que acción, ojalá que el ejemplo cunda.
Continúo en spoiler por falta de espacio
Lo que está en juego en la trama no es tanto si explota una bomba o no, eso es lo accesorio, el envoltorio, lo verdaderamente importante es preguntarnos si una sociedad de derecho lleva hasta sus últimas consecuencias el hecho de autolimitarse por ese sistema o existen, por el contrario, límites para esas propias trabas.
Es un gran acierto por parte de los que firman este trabajo haber dedicado lo justo a la trama de terrorismo, el noventa por ciento del largo es el proceso de interrogatorio en el que están representados diferentes reacciones y posiciones que cabría esperar ante un dilema moral tan extremo como el que este guión plantea. Es allí donde se juega la verdadera partida acercándose a una estructura casi teatral. Los actores juegan, debido a eso, un papel extremadamente importante, existen giños y muecas que dicen más que miles de otras producciones.
Hipocresía, realismo y practicidad, entereza, desesperación, venganza,... multitud de valores y soluciones recorren la narración de escena en escena alcanzando un clímax que conduce al conjunto del largo a una altura cinematográfica importante, de las más interesantes que he podido ver en meses. El gran culpable de esto es el guionista que ha dado con la clave de uno de los aspectos más interesantes e importantes con los que se enfrenta el mundo hoy en día, pero no es exclusivo de nuestro tiempo, como decía es un tema universal e intemporal porque el meollo se podía colocar tanto en la Alemania del treinta y tres como en la Bosnia de los noventa o en la Ruanda del año noventa y cuatro. ¿Qué somos capaces de hacer no sólo por salvaguardar nuestra sociedad sino por salvar la vida de los que amamos?
Existen dos lecturas acerca de esta tremenda narración, podemos ver el vaso medio vacío y creer que la narración nos pone en alerta sobre los posibles defectos del sistema y que hacen falta más perros, verjas más altas y leyes más duras para proteger la sociedad o podemos ver el vaso medio lleno y creer que aquellas comunidades que se rigen por el imperio de la ley siempre lo harán a pesar de que eso signifique su propio aniquilamiento. Ambas lecturas dependerán de algo más que del estado de ánimo del espectador.
Sorprende que una película de la industria de Hollywood ponga en el mercado una película tan exigente y con mucha más reflexión que acción, ojalá que el ejemplo cunda.
Continúo en spoiler por falta de espacio
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En cuanto a los actores, Samuel L. Jackson encarna con mucho oficio y tablas uno de los papeles más difíciles que he visto últimamente, pasa la prueba con buena nota y dota a su desagradable personaje de una serie de matices que lo enriquecen poderosamente. Mención aparte merece Michael Sheen, su actuación es electrizante y merecedora de premios mayores que la misma película. También merece y mucho la pena ver a Carrie-Anne Moss alejada de su hierática interpretación en Matrix convirtiéndose en una actriz con mayores y mejores registros aunque es la más floja de este trío de protagonistas principales.
Habrá que seguir muy muy de cerca los guiones de Peter Woodward que, siendo más conocido como actor, se ha descolgado con un trabajo impecable.
Habrá que seguir muy muy de cerca los guiones de Peter Woodward que, siendo más conocido como actor, se ha descolgado con un trabajo impecable.

6,9
1.094
9
14 de mayo de 2010
14 de mayo de 2010
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo lo bueno que se puede decir de esta gran película es poco. Para empezar, Jack Lemmon; era ésta su primera aparición fuera de la televisión donde ya se había hecho una carrera, con este film daba definitivamente el salto al cine, y de qué manera. Si el otro día me maravillaba admirar por enésima vez su papel en Some Like It Hot (Con faldas y a lo loco, Billy wilder, 1.959), en este largo su actuación es más de lo mismo, brillante. Comparar lo que ha hecho en su carrera Jack Lemmon con lo que están haciendo actores de comedia actuales como Ben Stiller es simplemente hilarante. Lo mismo cabe decir de Judy Holliday que está absolutamente soberbia en este difícil papel.
Pero tiene el guión una inusitada mirada de un tema que hoy se puede considerar un cáncer social que merece la pena detenerse un poco. La mitomanía de nuestra época hace que aquello que algunos llamaron la mejor forma de vida, la autenticidad, suene a trasnochado y a utopía irrealizable. Cualquier persona sueña, hoy en día, con convertirse en objeto de la fama. Da igual que no tenga destreza alguna, tenemos miles de ejemplos en nuestro país sobre personas que han llegado a la fama simplemente con asuntos de quién meto o dejo de meter en la cama. Las carpetas escolares de los adolescentes se llenan con fotografías de personas que han llegado a ser admiradas, envidiadas y cotizadas sin mayor esfuerzo que un talento natural para dar patadas a un balón, por ejemplo.
La protagonista de esta maravillosa película desea alcanzar esa fama y tiene una ocurrencia que le lleva a ganarse un puesto en el olimpo de la estupidez.
La historia nos cuenta la trama de siempre, la que funciona, chico conoce chica, pero el enredo tiene tal catadura moral que no deja uno de sorprenderse por la contemporaneidad de la reflexión sesenta años después.
El dilema consistirá en saber si la protagonista elige el camino que ha iniciado de fama y hueco glamour o, por el contrario, preferirá la anodina y anónima autenticidad que los sabios pregonaron.
Para mayor acierto, el personaje diseñado no posee mayores atributos, no tiene nada que ofrecer al mundo, nada que vender, nada que haya inventado, nada que cuente mejor que nadie, nada. Esto hace que las comparaciones con la farándula que pulula por los platós de muchas televisiones o el papel de muchas revistas sean desternillantes.
Han dado en el clavo las críticas que han comparado este largo con las comedias actuales, qué pena tan grande, cómo hemos cambiado que decía la canción. Qué tristeza ver qué tipo de guiones y actores y directores reciben ahora los millones de dólares y euros para conseguir resultados tan opuestos al de esta producción.
Sólo un detalle más, hay que fijarse en el modo en el que la banda sonora participa de la trama y de los diálogos, un ejemplo.
Película sanísima, de altísimos vuelos y que, además, nos ofrece eso a lo que debe aspirar el arte y que en nuestros tiempos se ha olvidado, educar. Imprescindible.
Pero tiene el guión una inusitada mirada de un tema que hoy se puede considerar un cáncer social que merece la pena detenerse un poco. La mitomanía de nuestra época hace que aquello que algunos llamaron la mejor forma de vida, la autenticidad, suene a trasnochado y a utopía irrealizable. Cualquier persona sueña, hoy en día, con convertirse en objeto de la fama. Da igual que no tenga destreza alguna, tenemos miles de ejemplos en nuestro país sobre personas que han llegado a la fama simplemente con asuntos de quién meto o dejo de meter en la cama. Las carpetas escolares de los adolescentes se llenan con fotografías de personas que han llegado a ser admiradas, envidiadas y cotizadas sin mayor esfuerzo que un talento natural para dar patadas a un balón, por ejemplo.
La protagonista de esta maravillosa película desea alcanzar esa fama y tiene una ocurrencia que le lleva a ganarse un puesto en el olimpo de la estupidez.
La historia nos cuenta la trama de siempre, la que funciona, chico conoce chica, pero el enredo tiene tal catadura moral que no deja uno de sorprenderse por la contemporaneidad de la reflexión sesenta años después.
El dilema consistirá en saber si la protagonista elige el camino que ha iniciado de fama y hueco glamour o, por el contrario, preferirá la anodina y anónima autenticidad que los sabios pregonaron.
Para mayor acierto, el personaje diseñado no posee mayores atributos, no tiene nada que ofrecer al mundo, nada que vender, nada que haya inventado, nada que cuente mejor que nadie, nada. Esto hace que las comparaciones con la farándula que pulula por los platós de muchas televisiones o el papel de muchas revistas sean desternillantes.
Han dado en el clavo las críticas que han comparado este largo con las comedias actuales, qué pena tan grande, cómo hemos cambiado que decía la canción. Qué tristeza ver qué tipo de guiones y actores y directores reciben ahora los millones de dólares y euros para conseguir resultados tan opuestos al de esta producción.
Sólo un detalle más, hay que fijarse en el modo en el que la banda sonora participa de la trama y de los diálogos, un ejemplo.
Película sanísima, de altísimos vuelos y que, además, nos ofrece eso a lo que debe aspirar el arte y que en nuestros tiempos se ha olvidado, educar. Imprescindible.

6,2
238
7
13 de febrero de 2012
13 de febrero de 2012
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Simple y poderosa trama que pone el dedo en la llaga de uno de los problemas más graves de la sociedad actual, la hipocresía. Hipocresía de unas personas que pretenden hacer lo que sus conciencias les dicta pero que no se dan cuenta de que el compromiso y la autenticidad no son una cuestión de momentos sino de compromisos diarios, casi constantes.
Ayudar a alguien consiste en no esperar nada a cambio, ni siquiera el más mínimo agradecimiento, consiste en cuidar las necesidades del otro a pesar de las de uno mismo. En el momento en el que uno espera una contrapartida, un retorno, la acción queda estropeada, anulada por nuestro propio interés.
Una vez más, la pregunta que cabe hacerse en el visionado de la última película de Icíar Bollaín, Katmandú, cabe hacérsela aquí, ¿realmente a quién se pretende ayudar, a quién beneficia todo esto?
La terrible historia de esta producción, al igual que L'ultimo terrestre de Paccinotti, se plantea los problemas de una sociedad en la que los valores no acaban de funcionar, donde los prejuicios de clase acaban pasando factura y convirtiendo la situación en peor de lo que era, profundamente más dramática.
La habilidad de La bella gente es que cualquera se puede ver reflejado en cualquier personaje, que las buenas intenciones no siempre son lo suficiente ni lo necesario. Lo que hace falta es la autenticidad.
Los problemas quizás vengan porque no parece haber ningún personaje que padezca de un algo de humanidad, pero, en el fondo, ¿la realidad sería muy distinta?
Es muy difícil hacer cine en el que el centro de la narración lo ocupa una reflexión moral, muy difícil porque es fácil caer en la parodia, en la moralina y estropear lo que se quería contar. La bella gente consigue mantenerse del lado del buen cine ayudado por un reparto interesante en el que la pareja protagonista consigue los mejores momentos y cuya naturalidad es lo más brillante de la película.
Cine para sentir y pensar, cine que no nos deja escaparnos sin preguntarnos a nosotros mismos qué haríamos en esa misma postura.
Brutal escena final
Ayudar a alguien consiste en no esperar nada a cambio, ni siquiera el más mínimo agradecimiento, consiste en cuidar las necesidades del otro a pesar de las de uno mismo. En el momento en el que uno espera una contrapartida, un retorno, la acción queda estropeada, anulada por nuestro propio interés.
Una vez más, la pregunta que cabe hacerse en el visionado de la última película de Icíar Bollaín, Katmandú, cabe hacérsela aquí, ¿realmente a quién se pretende ayudar, a quién beneficia todo esto?
La terrible historia de esta producción, al igual que L'ultimo terrestre de Paccinotti, se plantea los problemas de una sociedad en la que los valores no acaban de funcionar, donde los prejuicios de clase acaban pasando factura y convirtiendo la situación en peor de lo que era, profundamente más dramática.
La habilidad de La bella gente es que cualquera se puede ver reflejado en cualquier personaje, que las buenas intenciones no siempre son lo suficiente ni lo necesario. Lo que hace falta es la autenticidad.
Los problemas quizás vengan porque no parece haber ningún personaje que padezca de un algo de humanidad, pero, en el fondo, ¿la realidad sería muy distinta?
Es muy difícil hacer cine en el que el centro de la narración lo ocupa una reflexión moral, muy difícil porque es fácil caer en la parodia, en la moralina y estropear lo que se quería contar. La bella gente consigue mantenerse del lado del buen cine ayudado por un reparto interesante en el que la pareja protagonista consigue los mejores momentos y cuya naturalidad es lo más brillante de la película.
Cine para sentir y pensar, cine que no nos deja escaparnos sin preguntarnos a nosotros mismos qué haríamos en esa misma postura.
Brutal escena final
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