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España España · Ciutadella
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
5
23 de octubre de 2018
38 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reciclaje, una caja en el espacio, una caja dentro de la caja, Juliette Binoche dentro de una caja dentro de la caja del espacio.

Un puñado de criminales condenados por delitos de distinta gravedad son enviados a adentrarse en el espacio en una misión aparentemente trascendental para la humanidad. ¿Qué puede salir mal?

“High Life”, el pretencioso intento de Claire Denis de ubicar un drama existencialista en un thriller sexual de ciencia ficción, no convence. Es difícil que una película funcione cuando muestra más ínfulas filosóficas que consideración hacia el espectador.

Los actores hacen cuanto pueden con unos personajes sin mucho interés metidos en una trama que destaca más por las situaciones ridículas y las inconsistencias que por los momentos decentes (sí, también tiene alguno).

Al fin y al cabo, quizá no había mejor sitio para esta película que en la edición del Festival de Cine Fantástico de Sitges que conmemora los 50 años de “2001: Una odisea del espacio”. Puede interpretarse como un tributo al experimento espacial de Kubrick, ya que repite el tono narcótico y la sensación de tomadura de pelo… pero sin aportar ningún recurso interesante ni innovador.


www.cinequanon.cat
3 de diciembre de 2016
23 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Personajes solitarios, laberintos mágicos de callejones, mundos paralelos, Moby Dick, oscuridad.

Hosoda nos invita a seguir a un niño y una bestia en una historia de aprendizaje y maduración que, a diferencia de las que hemos podido ver en “Karate Kid” (John G. Avildsen, 1984) o “El guerrero pacífico” (Victor Salva, 2006), es bidireccional.

La relación entre los dos protagonistas, y en especial el carisma de Kumatetsu, la bestia oso, sustenta una narración muy comedida que, sin esconder su didactismo ni el uso de ciertos lugares comunes y personajes prototípicos, consigue funcionar con personalidad y fluidez (aunque en algún momento puntual puede hacerse un pelín larga).

Otro aspecto que hace de “The Boy and the Beast" una propuesta destacable es el estilo de la animación. No es nada innovador, pero querría resaltar el efecto que provoca, encima de los detallados fondos de texturas realistas, el trazo fino y depurado de los personajes, que además están coloreados con los tonos vivos habituales en los dibujos animados. Este recurso luce especialmente en las escenas de acción, ya que da entidad a los personajes y multiplica el atractivo de sus movimientos.

En el mundo de las bestias encontraréis un buen puñado de personajes de diseño y carácter entrañables, que se contraponen a la impersonalidad de la gran ciudad humana, con luces, máquinas y multitudes indiferentes (la dicotomía es comparable a la contraposición burtoniana entre el mundo de los muertos, alegre y colorido, y el de los vivos, deprimente y gris). En estos dos escenarios, pues, Hosoda nos presenta un cuento de espíritu tradicional sobre la pureza de las bestias y la oscuridad que habita en los hombres, y lo hace con una buena dosis de elegancia y de sensibilidad. Y sí, también con la dosis reglamentaria de pequeñas mascotas peludas, de colegialas uniformadas, de catanas y de monstruos, como corresponde a toda película de animación nipona como dios manda.


La frase: «La telequinesis no funciona con el dolor de espalda.»
El personaje: el Gran Maestro. Insuperable.
La escena para el recuerdo: la primera lección.

Más (en catalán) en www.cinequanon.cat
12 de octubre de 2021
39 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al acabar la jornada laboral, Kato, el joven propietario de una cafetería, regresa a su apartamento, donde es sorprendido por alguien que le habla desde la pantalla de su ordenador: se trata de él mismo dos minutos en el futuro.

Partiendo de esta premisa tan simple como absurda, surge una ópera prima asombrosa que, como hicieron en su momento «Los cronocrímenes» (Nacho Vigalondo, 2007), «Moon» (Duncan Jones, 2009) o «Coherence» (James Ward Byrkit, 2013), va un paso más allá a la hora de exprimir las posibilidades de la ciencia ficción de bajo presupuesto.

Tras esta película hay un trabajazo “de chinos” (permitidme la expresión racista, en este caso doblemente racista, al tratarse de una peli japonesa), especialmente en el guion, en la planificación y en la grabación. Cada escena (podemos dividirlo en escenas, aunque técnicamente Yamaguchi juegue a mostrarlo todo en un mismo plano secuencia) va dando otra vuelta de tuerca a la trama, y como espectador no puedes hacer más que agarrarte fuerte, intentar no parpadear, y dejarte llevar por esta montaña rusa en tiempo real. Es un viaje de poco más de una hora, pero ¡qué hora! No le sobra ni le falta un solo minuto, virtud escasa hoy en día, y lo cierto es que más duración perjudicaría el conjunto.

¿Que por en medio hay algunos tópicos de mafiosos y pseudorománticos que hoy en día deberían estar superados? También, sí, pero por otro lado no dejan de ser recursos cómicos que encajan perfectamente en la narración que se nos propone (suman más que restan), ¡y no podemos exigir que una peli sea rompedora en todo! Para mí, pues, estos detalles superficiales no desmerecen en lo más mínimo «Más allá de los dos minutos infinitos» como uno de los divertimentos más intensos y originales de los que he disfrutado en una sala de cine.


www.cinequanon.cat
12 de octubre de 2016
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reaparecidos, balas, nihilismo, necrófilos, fuegos fatuos, chulos italianos.

Los muertos están cogiendo la costumbre de salir de sus tumbas a los siete días de ser enterrados, y el vigilante del cementerio (Rupert Everett en uno de sus mejores papeles) tiene que volver a matarlos para que no se escapen y puedan estorbar a alguien. No se queja ni pide un sobresueldo por hacerlo, porque encuentra más fácil meter un tiro a los reaparecidos que informar del problema al Ayuntamiento. Y, curiosamente, a pesar de esta carta de presentación, los pasos de "Dellamorte Dellamore" se alejan y se alejan de los de películas como "Army of Darkness" (Sam Raimi, 1992), "Braindead" (Peter Jackson, 1992) o "Zombieland" (Ruben Fleischer, 2009).

El desarrollo de la historia es difuso, hasta el final no se ve dónde quiere ir a parar (y os aseguro que cuando lo veáis querréis/necesitaréis volver a verla desde el principio), pero está amenizado por una sucesión de situaciones macabras que tienen su punto magnético. Hay que decir que Michele Soavi, el director, había trabajado a las órdenes de Terry William en "The Adventures of Baron Munchausen" (1998), lo cual notaréis, por ejemplo, en los efectos especiales y en algunos diseños del cementerio.

Las pretensiones poéticas tanto de los diálogos como de la puesta en escena visten la película de un tono entre onírico y “comiquero” (no es casualidad que el guion esté basado en una novela de Tiziano Sclavi, autor de la serie de cómics "Dylan Dog") que le pega mucho. Fuera de contexto, el guion en sí aprobaría justito; quiere ser demasiado ingenioso, gracioso, crítico y profundo, y no se le da del todo bien serlo. Pero se sigue con interés, y, por curioso, funciona.

"Dellamorte Dellamore" juega con la desventaja de ocultarse bajo la apariencia de comedia de terror, pero en el fondo aspira a llegar más allá. Y aunque quizá no siempre luce tanto como podría ni hace cuadrar lo que plantea, no se le puede negar que tiene su encanto… y uno de aquellos finales que, te gusten o no, inevitablemente se te quedarán grabados en la memoria.


La frase: «Todos hacemos cuanto podemos para no pensar en la vida.»
El personaje: Gnaghi.
La escena para el recuerdo: la última.

cqn.cat
20 de octubre de 2016
19 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bochorno, exteriores infinitos, interiores claustrofóbicos, sangre, ¿WTF?

Sam es un vendedor ambulante que busca clientes atravesando el desierto de Mojave como quien recorre la nada. Nadie le abre la puerta, y no consigue ver ni un solo cliente de ninguna de las maneras. Parece que todo el mundo se esconde de él. Pero no será exactamente así; por alguna razón, también habrá quien le persiga…

Nos encontramos en un mundo “premóviles”, lo que hace que el viaje de Sam sea más frustrante aún: no puede contactar con nadie, ni tan siquiera a través del teléfono. Deja sus tarjetas de visita, deja mensajes en los contestadores automáticos desde cabinas telefónicas, pero nunca nadie le responderá. Su único “contacto” con el mundo es un programa de radio que recoge las quejas e indignaciones de los oyentes.

El desierto, una misteriosa luz en el cielo, mensajes intimidatorios en el “busca”, un oso de peluche, un programa de radio, música electrónica, máscaras… Christophe Deroo nos invita a ir recogiendo piezas y piezas de un rompecabezas tenso, perturbador, violento y también paranoico. Son piezas de una belleza inquietante, que siempre te dejan con ganas de ir a por la siguiente, pero cuando coloques la última te darás cuenta de que, para completar el cuadro, te faltan más que las que has recogido. Lo cual también significa que podrías haber encajado de otro modo las que ya tenías…

No tengo manía a las historias con libre interpretación, pero “Sam Was Here” acaba pisando la línea (sin llegar a traspasar la frontera delirante del peor David Lynch). Con su primera película, Deroo demuestra que sabe atraparte, pero el final que propone, aunque no esté mal, decepciona un poco, más que nada porque con cada paso que daba te estaba haciendo esperar un desenlace más potente.


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