Me encanta el cine y me encanta Robert de Niro. Reconozco que tengo debilidad por Robert de Niro y solo verlo en la pantalla me genera admiración y entretenimiento. Su filmografía es mejor entre los años 70 y 90 que en adelante y Martin Scorsese es quizás quien más ha sabido exprimir los mejores años del impresionante actor.
El director realiza una extraña película que aunque se la califica como comedia más bien es un enorme drama. La película no es brillante, pero si impresionantemente atractiva.

Estamos ante una película con una argumento confuso e inconexo. El argumento no tiene historia y poco a poco va desmoronándose hasta que llega al final, que aun tiene menos sentido que el resto de la película.
Unicamente son correctas las actuaciones de todos los personajes; grandes actores y buenas actuaciones, entre ellas la del propio Woody Allen, otra vez en el papel de personaje débil, miedoso e inseguro de todo lo que va ocurriendo a su alrededor. También vale la pena la atmósfera creada, copiando las antiguas películas europeas de terror que recuerdan también alguna película con guión de Graham Greene, por la niebla y estar rodada en blanco y negro. Algunas de las escenas y diálogos son realmente buenos.
Lo mejor: el reparto.
Lo peor: el final decepciona y crees haber perdido tu tiempo.

Y llegó el 2000, Mel Gibson estrenaba su nueva Braveheart americana, las espectativas estaban por todo lo alto, palomitas en la mano y los ojos fijos en la pantalla del cine, la esperanza de pasar un rato agradable...
... en 30 minutos bostezaba en la silla del cine, pero lo peor era el desengaño, la frustración, no podía creer lo que estaba viendo. Los malos muy malos, los buenos muy buenos y un poco ingenuos, una historia que podría hacer ilusión a unos niños pero no a personas adultas. Un chasco total, una película muy mala.
Una pena, una película desilusionante, un telefilm con nínfulas de superproducción!