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23 de septiembre de 2020
23 de septiembre de 2020
68 de 93 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las catástrofes de todo tipo –especialmente las naturales, que no tienen un culpable político/ideológico concreto que hiera sensibilidades– son una fuente inagotable de ideas para el cine de acción.
Situaciones al límite, heroicidades sin cuento de los buenos y ladinas mezquindades de los malos, efectos especiales espectaculares, decesos dramáticos de parientes o amigos secundarios y jerga pseudocientífica para rellenar huecos son algunas de las líneas maestras que definen este subgénero y que le proporcionan una base de solvencia suficiente para sacar adelante el producto.
Greenland: el último refugio –la última apuesta del tándem Butler/Roman Waugh (después de la saga presidencial que comenzó con Objetivo: la Casa Blanca)– sigue religiosamente estas normas del estilo apocalíptico y ofrece un título bastante digno, sobre todo en el páramo de estrenos provocado por esta, ahora sí, catástrofe real de la pandemia del 2020.
La trama es sencilla y el protagonismo de la familia garantiza los momentos emotivos necesarios para los descansos entre las escenas de acción. Los efectos especiales son bastante sobrios pero eficaces y, entre todos estos elementos, se rellenan, sin cansar, sus dos horas de metraje.
Hay muy poco de original en Greenland: el último refugio. Algún giro de guion inesperado, como los que suceden tras las recogidas en la carretera, o la tensión generada entre parientes y amigos por haber sido elegidos para salvarse en los refugios. Sin embargo, es precisamente su falta de pretensiones, salvo la de entretener y distraernos, la que hace de este film una buena película. Cumple las (bajas) expectativas que propone y lo hace con profesionalidad. Desde luego para mí, suficiente.
www.contraste.info
Situaciones al límite, heroicidades sin cuento de los buenos y ladinas mezquindades de los malos, efectos especiales espectaculares, decesos dramáticos de parientes o amigos secundarios y jerga pseudocientífica para rellenar huecos son algunas de las líneas maestras que definen este subgénero y que le proporcionan una base de solvencia suficiente para sacar adelante el producto.
Greenland: el último refugio –la última apuesta del tándem Butler/Roman Waugh (después de la saga presidencial que comenzó con Objetivo: la Casa Blanca)– sigue religiosamente estas normas del estilo apocalíptico y ofrece un título bastante digno, sobre todo en el páramo de estrenos provocado por esta, ahora sí, catástrofe real de la pandemia del 2020.
La trama es sencilla y el protagonismo de la familia garantiza los momentos emotivos necesarios para los descansos entre las escenas de acción. Los efectos especiales son bastante sobrios pero eficaces y, entre todos estos elementos, se rellenan, sin cansar, sus dos horas de metraje.
Hay muy poco de original en Greenland: el último refugio. Algún giro de guion inesperado, como los que suceden tras las recogidas en la carretera, o la tensión generada entre parientes y amigos por haber sido elegidos para salvarse en los refugios. Sin embargo, es precisamente su falta de pretensiones, salvo la de entretener y distraernos, la que hace de este film una buena película. Cumple las (bajas) expectativas que propone y lo hace con profesionalidad. Desde luego para mí, suficiente.
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9 de junio de 2023
9 de junio de 2023
47 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 2014, el título de "Transformers: La era de la extinción" parecía que prometía un final al desgaste de la saga de Michal Bay. Sin embargo, no fue así y no hubo extinción. Tras ello, el director volvió con una nueva entrega, "Transformers: El último caballero", y posteriormente, Travis Night tomó las riendas de un spin off, "Bumblebee", que parecía darle una vuelta de tuerca a ese universo. Ahora esa promesa inventiva cae en vano para reiniciar una nueva saga con "Transformers: El despertar de las bestias".
Con un argumento bastante parecido al de "Eternals" –aunque alejándose de una mirada autoral que la dote de identidad–, la nueva película de los Autobots mantiene la guerra interplanetaria como conflicto central y presenta a un nuevo gran villano: Unicron, el devorador de mundos. En conjunto, vuelve a ser lo mismo de siempre y no presenta novedad alguna, más allá que en el bando de los buenos ahora se incorpora una nueva especie: los Maximals. Sí, ya no solo son robots que se transforman en automóviles, ahora también hay animales robóticos.
Esta vuelta a empezar mantiene algunos de los personajes míticos como Optimus Prime –personaje que aquí se hace cansino, sobreexplicativo y excesivamente melodramático– o Bumblebee, pero también incorpora algunos nuevos. Entre estos, destacan los dos humanos que se unen a los Autobots para ayudarlos en su cometido: una solvente dupla formada por Anthony Ramos y Dominique Fishback.
A nivel de guion, la primera parte arranca con soltura y mantiene cierta ligereza, pero una vez entra en la dinámica de siempre y los lugares comunes y previsibles se acaba desgastando y se hace fatigosa. Tan solo la acción trepidante y unos efectos visuales sensacionales consiguen dotar al film de cierto atractivo y hacer permanecer al espectador enganchado a su butaca. Además, entre todo el espectáculo también tienen cabida mensajes positivos acerca de la familia y la unidad como elemento fortalecedor.
En definitiva, en esta propuesta creada principalmente para entretener, ese cometido se logra con creces y regala un final abierto que abre paso a las dos entregas que se tienen pensadas para cerrar esta nueva trilogía. Eso supone una gran noticia para seguidores de estos personajes y admiradores del género de ciencia ficción y acción; y una mala noticia para aquellos cansados de más de lo mismo.
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Con un argumento bastante parecido al de "Eternals" –aunque alejándose de una mirada autoral que la dote de identidad–, la nueva película de los Autobots mantiene la guerra interplanetaria como conflicto central y presenta a un nuevo gran villano: Unicron, el devorador de mundos. En conjunto, vuelve a ser lo mismo de siempre y no presenta novedad alguna, más allá que en el bando de los buenos ahora se incorpora una nueva especie: los Maximals. Sí, ya no solo son robots que se transforman en automóviles, ahora también hay animales robóticos.
Esta vuelta a empezar mantiene algunos de los personajes míticos como Optimus Prime –personaje que aquí se hace cansino, sobreexplicativo y excesivamente melodramático– o Bumblebee, pero también incorpora algunos nuevos. Entre estos, destacan los dos humanos que se unen a los Autobots para ayudarlos en su cometido: una solvente dupla formada por Anthony Ramos y Dominique Fishback.
A nivel de guion, la primera parte arranca con soltura y mantiene cierta ligereza, pero una vez entra en la dinámica de siempre y los lugares comunes y previsibles se acaba desgastando y se hace fatigosa. Tan solo la acción trepidante y unos efectos visuales sensacionales consiguen dotar al film de cierto atractivo y hacer permanecer al espectador enganchado a su butaca. Además, entre todo el espectáculo también tienen cabida mensajes positivos acerca de la familia y la unidad como elemento fortalecedor.
En definitiva, en esta propuesta creada principalmente para entretener, ese cometido se logra con creces y regala un final abierto que abre paso a las dos entregas que se tienen pensadas para cerrar esta nueva trilogía. Eso supone una gran noticia para seguidores de estos personajes y admiradores del género de ciencia ficción y acción; y una mala noticia para aquellos cansados de más de lo mismo.
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9 de julio de 2021
9 de julio de 2021
46 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los dramáticos acontecimientos que narra Queridos camaradas sucedieron realmente y son conocidos como “la masacre de Novocherkassk”. Con ellos como eje central del guion, el veterano director Andrei Konchalovsky elabora una ardua, intensa y extraordinaria película.
Durante todo el metraje, seguimos a Lyuda: una mujer inquieta y acelerada, en constante conflicto con ella misma y con la gente que le rodea, magníficamente interpretada por Yuliya Vysotskaya. Su fe en el partido y en el socialismo choca con la realidad de la pobreza y la falta de libertades. Sin embargo, la necesidad de estabilidad y de anclaje mental y emocional le llevan a intentar no dialogar con ella misma ni con sus dudas. El resultado es de una complejidad humanamente asombrosa y magistralmente reflejada por Konchalovsky.
Los demás personajes, su hija, su amante o los distintos jerarcas del partido, tienen también una riqueza muy atrayente a pesar de que puedan aparecer tan solo unos minutos en la proyección, como es el caso de la peluquera o de la joven que llevan detenida por su propia incontinencia verbal. En especial, aunque sea personalmente, el papel del padre de Lyuda me parece fascinante. Representa el pasado y el presente, la pasividad del final de la existencia y la preocupación por el futuro de su familia, el desencanto del ateísmo y de la fe en el comunismo con el tacto solemne con el que desenvuelve un viejo icono; una variedad de ideas y sensaciones con el pasmoso realismo de una camiseta, la cojera y el cigarrillo colgando de los labios.
Konchalovsky despliega su maestría en todos los aspectos del film. El uso del blanco y negro acompaña el drama y centra la atención en las actitudes de los protagonistas. No obstante, donde creo que realiza su mejor apuesta es en una planificación cerrada que utiliza tabiques, puertas y escaleras para mostrar la división, interior y exterior, que sufren los personajes. Tomas cortadas y desequilibradas al lado de otras abiertas y limpias son una curiosa metáfora de la grandeza de un país en la que creen firme y entregadamente sus habitantes, aunque en el día a día solo noten cómo se desmoronan sus vidas.
En definitiva, un buen relato de un hecho histórico no tan lejano como puede parecer y un gran drama humano difícil, pero impactante.
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Durante todo el metraje, seguimos a Lyuda: una mujer inquieta y acelerada, en constante conflicto con ella misma y con la gente que le rodea, magníficamente interpretada por Yuliya Vysotskaya. Su fe en el partido y en el socialismo choca con la realidad de la pobreza y la falta de libertades. Sin embargo, la necesidad de estabilidad y de anclaje mental y emocional le llevan a intentar no dialogar con ella misma ni con sus dudas. El resultado es de una complejidad humanamente asombrosa y magistralmente reflejada por Konchalovsky.
Los demás personajes, su hija, su amante o los distintos jerarcas del partido, tienen también una riqueza muy atrayente a pesar de que puedan aparecer tan solo unos minutos en la proyección, como es el caso de la peluquera o de la joven que llevan detenida por su propia incontinencia verbal. En especial, aunque sea personalmente, el papel del padre de Lyuda me parece fascinante. Representa el pasado y el presente, la pasividad del final de la existencia y la preocupación por el futuro de su familia, el desencanto del ateísmo y de la fe en el comunismo con el tacto solemne con el que desenvuelve un viejo icono; una variedad de ideas y sensaciones con el pasmoso realismo de una camiseta, la cojera y el cigarrillo colgando de los labios.
Konchalovsky despliega su maestría en todos los aspectos del film. El uso del blanco y negro acompaña el drama y centra la atención en las actitudes de los protagonistas. No obstante, donde creo que realiza su mejor apuesta es en una planificación cerrada que utiliza tabiques, puertas y escaleras para mostrar la división, interior y exterior, que sufren los personajes. Tomas cortadas y desequilibradas al lado de otras abiertas y limpias son una curiosa metáfora de la grandeza de un país en la que creen firme y entregadamente sus habitantes, aunque en el día a día solo noten cómo se desmoronan sus vidas.
En definitiva, un buen relato de un hecho histórico no tan lejano como puede parecer y un gran drama humano difícil, pero impactante.
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21 de abril de 2023
21 de abril de 2023
66 de 100 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el primer largometraje que escribe y dirige, Estibaliz Urresola Solaguren ha decidido abordar un drama familiar de manera delicada. Durante unos días de verano, Ane (Patricia López Arnaiz) deberá enfrentarse a su crisis de identidad, a la inestabilidad de su matrimonio y a las nuevas perspectivas que abre su hijo Aitor (Sofía Otero) cuando manifiesta que quiere que le llamen Lucía.
Con poca espectacularidad, el público puede hacerse cargo de la fragilidad de la familia y de la infancia, así como de que siempre hay diversas maneras para afrontar un problema.
Sin embargo, el exceso de metraje (más de dos horas), el ritmo lento y la trama que no capta la atención contribuyen a que la película resulte extremadamente larga. Además, sus intenciones parecen quedar flotando.
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Con poca espectacularidad, el público puede hacerse cargo de la fragilidad de la familia y de la infancia, así como de que siempre hay diversas maneras para afrontar un problema.
Sin embargo, el exceso de metraje (más de dos horas), el ritmo lento y la trama que no capta la atención contribuyen a que la película resulte extremadamente larga. Además, sus intenciones parecen quedar flotando.
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7
5 de diciembre de 2023
5 de diciembre de 2023
45 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basándose en la versión de 1971 para crear el imaginario del mundo de Willy Wonka, Paul King nos traslada a los orígenes del famoso chocolatero, cuando tan solo era un joven soñador. En ese dulce universo gobernado por un cartel del chocolate, el director nos ofrece un musical repleto de la misma ternura que transmitía con 'Paddington'.
Desde un primer momento, subidos al barco de Wonka de la mano de un carismático Timothée Chalamet que se lanza a cantar, el espectador entra con amabilidad en este mundo donde siempre hay espacio para ver el lado bueno de las cosas y mantener cierto optimismo. El carácter bienintencionado del personaje y su incuestionable ingenio lo hacen sumergirse en una entrañable aventura y salir indemne, y con humor, de las situaciones más difíciles que se le presentan.
A pesar de los lugares comunes, estereotípicos y previsibles en los que cae el guion, el largometraje encuentra sus puntos fuertes en un digno diseño de producción y una ambientación tan fascinante que evoca el encanto de clásicos como 'Mary Poppins'. Acompañando a todos estos elementos formales, el reparto que rodea a Chalamet no se queda atrás y regalan unas interpretaciones que hacen fácil el quedarse pegado ante la pantalla. Entre ellos, destaca una estupenda Olivia Colman como uno de los villanos, un Rowan Atkinson que entrega momentazos y un Hugh Grant que roba cada una de las escenas en las que hace acto de presencia.
Entre todos los momentos cómicos y las canciones pegadizas, 'Wonka' tiene espacio también para valiosos y necesarios mensajes en torno a los beneficios de ser bondadosos unos con otros, la lucha por los propios sueños, el poder de la amistad y la importancia de la familia. Con esta combinación, el film es una dulce propuesta familiar para estas fiestas, donde los más jóvenes lo pasarán en grande y los adultos lo disfrutarán de igual forma, sacando a sus niños interiores.
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Desde un primer momento, subidos al barco de Wonka de la mano de un carismático Timothée Chalamet que se lanza a cantar, el espectador entra con amabilidad en este mundo donde siempre hay espacio para ver el lado bueno de las cosas y mantener cierto optimismo. El carácter bienintencionado del personaje y su incuestionable ingenio lo hacen sumergirse en una entrañable aventura y salir indemne, y con humor, de las situaciones más difíciles que se le presentan.
A pesar de los lugares comunes, estereotípicos y previsibles en los que cae el guion, el largometraje encuentra sus puntos fuertes en un digno diseño de producción y una ambientación tan fascinante que evoca el encanto de clásicos como 'Mary Poppins'. Acompañando a todos estos elementos formales, el reparto que rodea a Chalamet no se queda atrás y regalan unas interpretaciones que hacen fácil el quedarse pegado ante la pantalla. Entre ellos, destaca una estupenda Olivia Colman como uno de los villanos, un Rowan Atkinson que entrega momentazos y un Hugh Grant que roba cada una de las escenas en las que hace acto de presencia.
Entre todos los momentos cómicos y las canciones pegadizas, 'Wonka' tiene espacio también para valiosos y necesarios mensajes en torno a los beneficios de ser bondadosos unos con otros, la lucha por los propios sueños, el poder de la amistad y la importancia de la familia. Con esta combinación, el film es una dulce propuesta familiar para estas fiestas, donde los más jóvenes lo pasarán en grande y los adultos lo disfrutarán de igual forma, sacando a sus niños interiores.
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