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Críticas 56
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
5 de enero de 2011
49 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi interpretación es más que probable que no refleje la intención de Kiarostami al idear esta película. Siempre hay tantas películas como interpretaciones. La mía no aspira a la oficialidad. Se conforma con ser oficiosa, pero con alguna aspiración orientadora.

Estamos ante una película compleja, y una película compleja admite distintos adjetivos, incluso moderadamente contradictorios por parejas: cotidiana e inusual, sencilla y trabajada, original y recreada, lenta e interesante, confusa y profunda, tópica y desconcertante. Todo esto cabe en los 106 minutos de "Copia Certificada".

Aparentemente la película trata de una relación amorosa. Pero mi interpretación es que trata de la relación amorosa. En ese tránsito del artículo indefinido al definido, de lo concreto a lo abstracto, de lo singular a lo universal, reside, para mí, la clave de la película. Una pareja que aparentemente inicia una relación, por un quiebro argumental, a partir de un determinado momento la puede retomar como una relación interrumpida y recuperada. Mediante ese artilugio podemos asistir con continuidad en el tiempo a las distintas fases de una relación amorosa. Ésa es para mí la genialidad de la película. Del coqueteo a la acritud, de la seducción al resentimiento, de la ansiedad al hartazgo, de la ilusión al desengaño. Ese largo viaje de ida y vuelta se recorre en tiempo real mientras dura la proyección. Y el resultado es sobrecogedor. Una relación amorosa sufre un proceso similar al del ciclo de vida de un árbol: germina, se enraiza, florece y se desprende de frutos y hojas, aunque siga con vida. Como se dice en la película, a la pareja la aglutina en su perdurabilidad el cariño y la conciencia de sus posibilidades y limitaciones. Lo extraordinario de la experiencia de enamorarse se acaba transformando, en el mejor de los casos, en hábito; y la pasión amorosa, en frío balance de ventajas e inconvenientes.

Quizás el mayor reproche que se le pueda hacer a la película sea su excesiva verbalización. "El que mucho habla, mucho yerra", dice el sabio Refranero. En los diálogos hay de todo: ideas interesantes, frases inteligentes, alguna ocurrencia humorística… pero también cierto abuso de la palabra. Ya se sabe que cuando la palabra viva muere, la palabra muerta impone su silencio de palabras, palabras, palabras…

Juliette Binoche, merecidísimo premio a la interpretación en Cannes, está fantástica en un papel, que es un compendio de papeles: el de los diferentes estados de ánimo femeninos. Su partenaire, William Shimell, no desentona en su interpretación sobria, aseada y flemática.

En resumen, dentro del debate entre el original y la copia que da título a la película, creo que la disección de la relación amorosa es auténtica.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En realidad no sabemos a ciencia cierta si la contrastada inteligencia del personaje del escritor le permite asumir inesperadamente y de forma tácita un rol imaginario, al estilo del que asumía su homólogo en la imponente "¿Quién teme a Virginia Wolf?", o los protagonistas han querido jugar a los desconocidos en su encuentro inicial —aunque el título de la película parece avalar la primera de las hipótesis—. En cualquier caso, como decía en la parte no clandestina de mi comentario, el director consigue el "cuasimilagro" de proporcionarnos el planteamiento, nudo y desenlace —abierto— de una relación amorosa con su carga de sensaciones y sentimientos específicos, sin solución de continuidad y en el tiempo que cobija una proyección de cine. Eso sí que es hacer magia con el tiempo, y sin apelar al realismo mágico.
21 de mayo de 2009
44 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es un canto a la buena educación. Si, como dice nuestro sabio Refranero, "las penas con pan son menos", la tesis de la película sería: "las penas por la falta de pan, con buena educación son menos".

Cinco protagonistas con personalidades muy distintas, pero con el denominador común de la buena educación, coinciden en un momento dado en un recinto reducido, y las incomodidades, que resultan en un principio sobrellevables a base de buena voluntad, se transforman en satisfacciones cuando se confirma en carne propia que la compañía es el único antídoto contra la soledad. Con estos mimbres no se hace un cesto, se me dirá. Pues no estén Vds. tan seguros.

La relación entre madre e hijo engancha por el derroche de cariño y complicidad. A destacar los diálogos que mantienen en los que se entienden sin esforzarse, se reconfortan sin desahogarse y discuten sin alterarse.

El punto fuerte de la película es su comicidad sin necesidad de sobreactuaciones ni de estridencias. Quizás el final decepcione, pero en realidad lo marca el metraje habitual. A esas alturas ya está todo dicho porque, quizás por buena educación, el guionista no ha querido recurrir a la truculencia que tenía al alcance de la mano.

La primera escena es magistral porque revela como se puede sacar jugo a las cosas más sencillas con sensibilidad y atención al detalle. Es la tónica de la película: como en el arte bizantino, la idea de conjunto la proporciona la acumulación de detalles muy trabajados.

Es una muestra más del cine humanista que afortunadamente goza de buena salud en los últimos tiempos. No todo en la vida son mujeres despampanantes, hombres atléticos y frenética acción. La vida también late o, para ser más exactos, late con mayor intensidad —la que le da el ceñirse a la realidad—, en otra serie de especímenes humanos, cuyas energías están condicionadas por la edad avanzada, a los que se suele negar el foco.

En definitiva, una película con un punto de ternura; que provoca la sonrisa, y en determinadas secuencias la risa abierta e irreprimible; unos personajes a los que apetece besar en algún momento; y un acta de fe de vida que no se deja archivar.
21 de enero de 2011
46 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director de esta película, David Michôd, ha hecho un esfuerzo por presentarnos algo nuevo. Eso en sí ni le justifica ni hace mejor la película pero predispone favorablemente a quienes consideramos meritoria la originalidad. Una idea nueva es siempre una cosa frágil y delicada, la puede matar una sonrisa irónica, un amago de bostezo o una mueca de escepticismo, pero es una obviedad que sin ideas nuevas ni el mundo ni el cine progresarían. Seguramente, cuando Eisenstein aportó lo que hoy conocemos por montaje a la cinematografía muchos se rasgarían las vestiduras ¿qué era eso de que una película se repensase en una sala de ensamblaje en vez de limitarse a la concatenación de las escenas rodadas entre dos golpes de claqueta? Michôd no es Eisenstein. Su contribución al cine —en el caso de que se considere como tal— es infinitamente menor, pero muchos pocos acaban haciendo lo grande.

"Animal Kingdom" es una película familiar, no porque la pueda disfrutar toda la familia —es muy aconsejable respetar la limitación de edad mínima para verla— sino porque versa sobre la familia. Una familia poco al uso, eso sí. Mi abuelo tenía dos frases referidas a la familia que eran perfectamente contradictorias entre sí pero que él desenvainaba con soltura en función del contexto: "si la familia no existiese habría que inventarla" y "la familia es una institución llamada a desaparecer". Siempre me recordaron aquello de que el sentimiento amoroso de la mujer va del "¡mátame!" al "no me despeines". Hay partidarios y detractores de la familia. También están los impostores, que se adscriben a un bando de boquilla pero en realidad militan en el contrario —la mayoría de ellos se encuadran en el segundo grupo—. La familia tiene dos cosas buenas: Te conocen y sin embargo te aceptan, y es un mecanismo de amparo, el último refugio al que se puede recurrir —cuando no consigues que ni la familia te firme los avales financieros es que la situación es ya desesperada—. La familia tiene también dos cosas malas: Te conocen y por lo tanto te subestiman —"Nadie es grande para su ayuda de cámara" decía Napoleón. Ahí está el crack de la madre de Nadal haciéndole bajar las bolsas de basura—, y genera dependencias que a veces te obligan a sacrificar tu vida en todo o en parte. Ese carácter ambivalente de la familia lo sintetizó muy bien el gran Perich en una de sus viñetas: "¡Qué agradable es recibir carta de la familia! Eso quiere decir que está lejos".

Todo esto es muy evidente en la película, donde los beneficios y perjuicios ocasionados por la familia se extreman. El protagonista, un adolescente aparentemente algo lelo, queda en una situación de total desamparo al morir su madre, lo que le hace tener que recurrir a su abuela materna, que le da cobijo y alimento pero a costa de ingresarle en un hogar de peligrosos delincuentes.

Sigue en el spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Se ha dicho que ésta es una película seca, que es tanto como decir que es una película sosa, insípida. Como dice un amigo mío, un bocadillo de pan, donde lo mejor del pan está en el exterior. Y es cierto, pero se trata de un pan especial que alimenta de tensión latente, de la que quizás no seamos conscientes hasta la finalización de la proyección o hasta que lleguemos a casa porque es de esas películas cuyos efectos perduran. Lo mejor son, efectivamente, las escenas inicial y final. La escena inicial sobrecoge con ese plano general fijo de gran duración en el que uno asiste a la tragedia de un "niño grande" que pierde a su madre por algo tan sórdido como una sobredosis de heroína, lo que da cuenta del calvario que ha debido pasar hasta enfrentarse a una situación así. La escena final sorprende porque cobramos conciencia de que la introversión no es sinónimo de cortedad. Nuestro hombre resuelve una difícil encrucijada en la que se encuentra con una inteligencia superior. Veamos: sin comerlo ni beberlo, su primo —un personaje extremadamente despiadado— le quiere matar por creer erróneamente que es un soplón; para salvar el pellejo se convierte en lo que se le acusaba injustamente, pasándose con armas y bagajes a la policía, pero constata con asombro que esta metamorfosis no le garantiza la supervivencia. Se convierte en involuntaria encarnación del sujeto de la copla: "Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio: contigo porque me matas y sin ti porque me muero". ¿Qué hacer? Pone en funcionamiento un plan que le avalará como un gran estratega: se ofrece a su abuela —cuya larga mano ha intuido en la destrucción del escudo policial que le protegía— para volver a cambiar de bando, sacar de la cárcel a sus primos a los que él mismo, con su declaración, había enviado allí, y quedar a expensas de lo que decida aquél que había querido matarlo y que sí había matado a su pareja sentimental. Pero esto es pura apariencia pues será él quien dará muerte a su potencial asesino en una carambola a tres bandas, que demuestra un profundo conocimiento de la psicología de sus familiares —de su primo mayor, con el que no caben componendas; de su otro primo, pusilánime y acosado por el anterior, que experimentará una sensación de liberación con su desaparición; y de su abuela, que se precia de mirar siempre para delante y no para atrás y que da gran importancia a que "el negocio" del que vive esté en buenas manos—: venga, pues, una afrenta, suprime un peligro y, con este hecho consumado, como el león joven que vence al viejo, se convierte en líder de la manada.
1 de septiembre de 2012
46 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película minimalista con encanto, que no mata, pero entona.

El cine es una planta delicada, que puede malograrse por falta de atenciones diversas: por la endeblez de la historia, por haber estirado o encogido el argumento más de lo debido, por no haber acertado en el tratamiento del relato, por no haber encontrado el ritmo, por haber elegido a intérpretes inadecuados, por no haber cuidado los detalles, por intentar ser demasiado ambicioso o renunciar a serlo mínimamente… Hecho balance, le damos a esta película un aprobado holgado.

Su razón de ser: el paisaje y el paisanaje.

1 ) El paisaje.

Las vistas son preciosas. Creo que hasta los más recalcitrantes "urbanitas" pueden llegar a sentir el deseo de ser teletransportados allí… al menos, por unas horas. Hay que agradecérselo al encargado de la fotografía, Benjamin Kasulke, verdadero "homo cinematograficus", como avala su trayectoria: profesor en el Northwest Film Forum de Seattle, archivero de The Image Treasury, programador del Festival de Raindance en Londres, proyeccionista de la Olympia Film Society...

2 ) El paisanaje.

Las interpretaciones son extraordinarias. En el triángulo de circunstancias que se produce, y que es la esencia de la película, tanto Emily Blunt, como Rosemarie DeWitt, como Mark Duplass, rayan a gran altura dramática. Las dos intérpretes femeninas tienen, además, un gran atractivo personal. Facilita el resultado una metodología de "corta y pega" de diálogos más o menos improvisados, deudora del cine independiente (o mejor, del cine indigente). Para mí la mejor escena es la de la ingesta etílica compartida o curda a dos, que tiene un desarrollo rayano en la perfección en cuanto a diálogos y evolución de la situación, mérito del montaje. Ya casi por esa escena la película merecería verse porque es muy difícil alcanzar tanto realismo en el diseño de una ocasión así, que muchos hemos vivido: la relajación, el bienestar, la euforia y la audacia que paulatinamente va proporcionando el alcohol en ambiente distendido y grata compañía.

Por contra, la película es mezquina con la trama. Hay poca trama y la que hay no me convence del todo En mi opinión, el núcleo duro de la misma peca —aunque venialmente— de inverosímil y, también, de forzado, para poder decir que al final pasa algo. Ese final, por otra parte, tiene un poco de chulería, de "ahí queda eso", de "ya os he dado bastante, no os quejaréis", de "qué más da que ocurra una cosa u otra, si el mérito de la película va por otro lado". Pues no, si la película se apoya en un desenlace y el desenlace se sustrae al espectador, éste tiene derecho a sentirse moderadamente burlado.

Para terminar, la formulación de un deseo: que siga la colaboración de la Directora Lynn Shelton, con los hermanos Duplass, como promotores e ideólogos de cine —y en el caso de Mark, como actor con recursos—. Si es así, les auguro que escribirán páginas brillantes en el mamotreto de la “Historia del Cine". ¡Ah! y que no se olviden de contratar a Kasulke como Director de Fotografía.
11 de febrero de 2022
35 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre es difícil conseguir que las emociones traspasen la pantalla. Si esa emoción es la soledad, la complejidad es aún mayor, pues la soledad es incolora, inodora e insípida. No así indolora. La soledad no buscada hiere, cuando no mata.

Creo que Javier Marco ha hecho una película estimable, pues levanta acta de esa enfermedad con ribetes de epidemia que es en la actualidad la soledad.

Los protagonistas (Emma Suárez y Roberto Álamo) son seres solitarios con distinta tipología de soledad: A ella se la ha proporcionado la vida, aplastándola inmisericordemente. A él se la ha facilitado su manera de ser: introvertido, inexpresivo, calculador, normativista, sobreorganizado, rutinario y convencional, apegado a un mundo propio que se desangra a borbotones. La condena a la soledad tiene tres sentenciadores: La sociedad, las circunstancias y el propio carácter. En el caso de Berta han sido las circunstancias. En el de Juan, su carácter.

Si tuviera que buscar un aforismo para esta película no dudaría en elegirlo: "No es decir, sino no tener obligatoriamente que decir lo que posibilita la intimidad y la complicidad entre dos personas".

La omnipresente cárcel es la gran metáfora de la soledad. La soledad es una prisión de la que solo te pueden liberar las relaciones sociales, amistosas y, sobre todo, sentimentales.

La asunción de una segunda oportunidad es el triunfo de la esperanza sobre la experiencia. No hay triunfo sin riesgo. Sin riesgo lo más que hay es burocrático ascenso por antigüedad.

Me gustan las propuestas valientes que no hacen concesiones a su comercialidad. Me gustan los trabajos de interpretación en los que se busca y se logra la autenticidad. Me gustan las obras que levantan acta de alguna o varias de las facetas de la vida, y la soledad es una de ellas. Me gusta que la sinergia de dos soledades acabe dando lugar a un replanteamiento positivo de las vidas de sus sufridores, alejado de la todavía más penosa soledad de dos en compañía. Me gusta que el dragón de la soledad sea vencido. Me gusta esta película.
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