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7,0
8.086
7
28 de abril de 2023
28 de abril de 2023
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchas y variadas son las interpretaciones en relación con el simbolismo de la araña, ya sea, en el plano teológico, en el psicoanalítico, en el metafísico, en el mitológico, en el de los sueños… Su concepción, así mismo, varía ostensiblemente dependiendo de la cultura desde la que se defina. Sin embargo, hay una característica común a todas ellas: La araña es símbolo inequívoco de la trampa y del engaño. Mary Howitt, hace ya casi dos siglos, aprovechó su figura y puso de relieve su simbolismo en el poema “La araña y la mosca”. A la postre inspiraría, entre otros, y particularmente en el género musical, a “The Rolling Stones” o a “The Cure” en los temas “The spyder and the fly” y “Lullaby”, respectivamente.
El director Ali Abbasi, recordado por el relato fantástico, protagonizado por unos "trolls", plasmado en “The Border”, esta vez, cambiando de género, le da una vuelta a lo anteriormente expuesto y lo adapta a unos hechos ocurridos no lejos de su ciudad natal en Irán. En esta ocasión, la araña no toma forma de poema ni de canción, sino, de monstruo. Uno muy real que mediante el engaño atrapó a más de una decena de mujeres en su red mortal. Mandato divino aseguraba la araña, despreciable vil monstruo asevera el que se encuentre medio cuerdo.
Construida en tres actos, se destacarían el primero y el último frente al intermedio en el que desgraciadamente se “enmaraña” un tanto. Impecable presentación y perfilación de los personajes con la utilización de apenas unas pinceladas, que deriva en un thriller muy al estilo y al gusto del consumo occidental, para rematar con un fenomenal y revelador final. Para contextualizar y aportar profundidad, no solo se retrata a la araña, también se plasma su ecosistema del cual se alimenta, para que podamos entender la idiosincrasia del arácnido. Esto último, quizás, le haya resultado más fácil a su director, al poseer doble pasaporte y residir, desde hace ya un par de décadas, fuera de esa realidad. Por otra parte, tampoco se ceba sacando trapos sucios. No más de los ya conocidos o que se puedan intuir.
Cuando algo o alguien incomoda, hay dos simples caminos, afrentarlo o ignorarlo. Es un hecho que la imagen de la mujer incomoda en el oriente próximo, entre otros lugares. Ante la disyuntiva se toma como solución la segunda opción, ignorarla, ocultarla, invisibilizarla. Para lo que se utiliza, entre otras estrategias, el pañuelo o velo. Cuando un problema se cubre con un pañuelo, este parece, al menos a ojos y razonamiento de una cultura hipócrita, no existir. Abbasi hábilmente nos hace ver que el velo, es el elemento de control y sometimiento tan dañino que llega a matar. El velo es la tela de la araña.
Relato que muestra las miserias de una sociedad, y las de un justiciero excombatiente, de un “Taxidriver” a la inversa, de un "Buffalo Bill" sin hilo ni aguja, que recorre las calles en su moto para impregnarlas de su mal. Un hombre-araña que no es capaz de escapar a su propia trampa, a su propio engaño.
Saludos a quiquetex.
El director Ali Abbasi, recordado por el relato fantástico, protagonizado por unos "trolls", plasmado en “The Border”, esta vez, cambiando de género, le da una vuelta a lo anteriormente expuesto y lo adapta a unos hechos ocurridos no lejos de su ciudad natal en Irán. En esta ocasión, la araña no toma forma de poema ni de canción, sino, de monstruo. Uno muy real que mediante el engaño atrapó a más de una decena de mujeres en su red mortal. Mandato divino aseguraba la araña, despreciable vil monstruo asevera el que se encuentre medio cuerdo.
Construida en tres actos, se destacarían el primero y el último frente al intermedio en el que desgraciadamente se “enmaraña” un tanto. Impecable presentación y perfilación de los personajes con la utilización de apenas unas pinceladas, que deriva en un thriller muy al estilo y al gusto del consumo occidental, para rematar con un fenomenal y revelador final. Para contextualizar y aportar profundidad, no solo se retrata a la araña, también se plasma su ecosistema del cual se alimenta, para que podamos entender la idiosincrasia del arácnido. Esto último, quizás, le haya resultado más fácil a su director, al poseer doble pasaporte y residir, desde hace ya un par de décadas, fuera de esa realidad. Por otra parte, tampoco se ceba sacando trapos sucios. No más de los ya conocidos o que se puedan intuir.
Cuando algo o alguien incomoda, hay dos simples caminos, afrentarlo o ignorarlo. Es un hecho que la imagen de la mujer incomoda en el oriente próximo, entre otros lugares. Ante la disyuntiva se toma como solución la segunda opción, ignorarla, ocultarla, invisibilizarla. Para lo que se utiliza, entre otras estrategias, el pañuelo o velo. Cuando un problema se cubre con un pañuelo, este parece, al menos a ojos y razonamiento de una cultura hipócrita, no existir. Abbasi hábilmente nos hace ver que el velo, es el elemento de control y sometimiento tan dañino que llega a matar. El velo es la tela de la araña.
Relato que muestra las miserias de una sociedad, y las de un justiciero excombatiente, de un “Taxidriver” a la inversa, de un "Buffalo Bill" sin hilo ni aguja, que recorre las calles en su moto para impregnarlas de su mal. Un hombre-araña que no es capaz de escapar a su propia trampa, a su propio engaño.
Saludos a quiquetex.
10
12 de julio de 2023
12 de julio de 2023
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda parte, y final, de la obra que diera comienzo con “Rimini”. Si en la primera nos transportaba a una ciudad bucólica bañada por el mar mediterráneo, esta navega hacia el este, desembarcando en otra mítica ciudad, igualmente mediterránea, de la antigua Grecia. Esto lo hace de forma figurada, ya que la acción, aunque se desarrolle en el este, lo hace en un pequeño pueblo del entorno rural de Rumanía.
Recordamos como en “Rimini”, Ulrich Seidli, nos mostraba el oscuro sótano donde habitaba el singular Richie Bravo. En esta ocasión nos presenta el no menos tenebroso y sucio subterráneo de su hermano Ewald. Una persona, que a diferencia de su hermano, es de aspecto normal, con un trabajo normal, con una pareja normal, de usos y costumbres, en apariencia normales; un mediocre que se revelará como alguien que, contra todo pronóstico, se encuentra, como su hermano, fuera de la media. Una característica que tanto me atrae de su director, que plasma en toda su obra, es que al igual que el realizador, Claude Lanzmann, no juzga a sus personajes, sino que solo se dedica a mostrar, entre el blanco y el negro, toda la gama de grises de la que, al igual que todo hijo de vecino, se componen, para que cada cual juzgue a conveniencia.
Película que viene acompañada de una gran polémica por el tema primario tratado y la forma de afrontarlo, que incluso ha motivado demandas de los padres de los pequeños actores hacia el director. Aspecto este, que bien pareciera que su autor pudiera haber presagiado, y que pertinentemente ha quedado reflejado en la propia cinta. Así mismo, no ha contado con el beneplácito de gran parte de la crítica. Todo ello entendible, si claro está, nos asomamos al abismo del metraje en su literalidad, sin tomar la distancia y la abstracción oportunas. No en vano, como ya se ha indicado, es la segunda parte de un todo que no se puede entender por separado (bueno, esto no es del todo cierto, ya que “Rimini” sí posee entidad propia). Siendo parte de un conjunto que se debe interpretar más allá de la textualidad que ofrece el fotograma, se debe rebuscar en su fondo para desenterrar la significación subyacente, es decir, lo que verdaderamente nos quiere mostrar su autor, que, por otra parte, mucho tiene que ver, entre otros aspectos, con todas y cada una de las localidades y localizaciones elegidas; algunas de las cuales, ya recurrentes en su filmografía. Otro aspecto reseñable en cuanto al trabajo de Seidli, es el gusto por el detalle, la sutilidad de enseñar sin mostrar y la maestría de mostrar sin enseñar. Cabe realizar mención especial para el actor alemán Hans-Michael Rehberg que, en su corto, pero imprescindible, papel de padre, realiza una memorable y, por desgracia, última interpretación. D.E.P.
Segunda parte necesaria, que completa la obra en su totalidad, que junto a la primera, bien podría formar un mismo y único, (kilo)metraje. Ambas confieren una obra maestra, cara y cruz de una misma moneda que discurren de forma paralela, divergiendo en su forma de afrentar el trágico pasado y supervivir a un precario y agónico presente. Cinta incómoda que incomoda como pocas. En ocasiones, se torna difícil mantener la mirada en la pantalla, llegando incluso a alcanzar, por distintas razones, el grado de repulsión de “Cargo 200”. Este es el segundo y último paso de aproximación al maestro Pasolini.
Recordamos como en “Rimini”, Ulrich Seidli, nos mostraba el oscuro sótano donde habitaba el singular Richie Bravo. En esta ocasión nos presenta el no menos tenebroso y sucio subterráneo de su hermano Ewald. Una persona, que a diferencia de su hermano, es de aspecto normal, con un trabajo normal, con una pareja normal, de usos y costumbres, en apariencia normales; un mediocre que se revelará como alguien que, contra todo pronóstico, se encuentra, como su hermano, fuera de la media. Una característica que tanto me atrae de su director, que plasma en toda su obra, es que al igual que el realizador, Claude Lanzmann, no juzga a sus personajes, sino que solo se dedica a mostrar, entre el blanco y el negro, toda la gama de grises de la que, al igual que todo hijo de vecino, se componen, para que cada cual juzgue a conveniencia.
Película que viene acompañada de una gran polémica por el tema primario tratado y la forma de afrontarlo, que incluso ha motivado demandas de los padres de los pequeños actores hacia el director. Aspecto este, que bien pareciera que su autor pudiera haber presagiado, y que pertinentemente ha quedado reflejado en la propia cinta. Así mismo, no ha contado con el beneplácito de gran parte de la crítica. Todo ello entendible, si claro está, nos asomamos al abismo del metraje en su literalidad, sin tomar la distancia y la abstracción oportunas. No en vano, como ya se ha indicado, es la segunda parte de un todo que no se puede entender por separado (bueno, esto no es del todo cierto, ya que “Rimini” sí posee entidad propia). Siendo parte de un conjunto que se debe interpretar más allá de la textualidad que ofrece el fotograma, se debe rebuscar en su fondo para desenterrar la significación subyacente, es decir, lo que verdaderamente nos quiere mostrar su autor, que, por otra parte, mucho tiene que ver, entre otros aspectos, con todas y cada una de las localidades y localizaciones elegidas; algunas de las cuales, ya recurrentes en su filmografía. Otro aspecto reseñable en cuanto al trabajo de Seidli, es el gusto por el detalle, la sutilidad de enseñar sin mostrar y la maestría de mostrar sin enseñar. Cabe realizar mención especial para el actor alemán Hans-Michael Rehberg que, en su corto, pero imprescindible, papel de padre, realiza una memorable y, por desgracia, última interpretación. D.E.P.
Segunda parte necesaria, que completa la obra en su totalidad, que junto a la primera, bien podría formar un mismo y único, (kilo)metraje. Ambas confieren una obra maestra, cara y cruz de una misma moneda que discurren de forma paralela, divergiendo en su forma de afrentar el trágico pasado y supervivir a un precario y agónico presente. Cinta incómoda que incomoda como pocas. En ocasiones, se torna difícil mantener la mirada en la pantalla, llegando incluso a alcanzar, por distintas razones, el grado de repulsión de “Cargo 200”. Este es el segundo y último paso de aproximación al maestro Pasolini.
31 de marzo de 2023
31 de marzo de 2023
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y por qué no una verdadera crónica de unas cuantas falsedades, es la exposición onírica de la crisis de mediana edad (crisis de los 50) de su director. Apuesta novedosa y atrevida en la que Alejandro González Iñárritu, a través de su alter ego, se desnuda poniendo de relieve sus miedos, añoranzas y reflexiones existenciales en tono surrealista simbólico que gracias a la utilización del gran angular nos sumerge en un universo muy particular.
Hay un dicho popular que reza que nadie es profeta en su tierra, ya lo vimos puesto de relieve en la maravillosa comedia ‘El Ciudadano Ilustre (2017)’, Iñárritu también lo cree así, y al contrario que el hijo pródigo no hallará consuelo ni misericordia a su regreso. No solo hace una revisión íntima de su propia existencia y de su trabajo, con sus contradicciones, sino que también hace una retrospectiva de la historia de la patria que le vio nacer.
Con una presentación técnica, impecable, en gran angular, como ya se comentó, de visionado, no sencillo, apto solo para los muy ‘cafeteros’, habrá que concederle el beneficio de la duda hasta que te atrape plenamente y ya no te deje escapar (seguramente no lo consiga con todos los espectadores). Me ha hecho sonreír, me ha hecho reflexionar, me ha hecho emocionarme, incluso me ha hecho llorar con amargura, en definitiva me ha hecho sentirme vivo (no es fácil en los tiempos que corren).
Muy recomendable con la advertencia de que no será del gusto de todos los paladares. Para mí una genialidad.
Saludos,
P.D. Se me pasaba que el director propone un juego ingenioso que consiste en esconder en el metraje referencias a los títulos de su filmografía.
Hay un dicho popular que reza que nadie es profeta en su tierra, ya lo vimos puesto de relieve en la maravillosa comedia ‘El Ciudadano Ilustre (2017)’, Iñárritu también lo cree así, y al contrario que el hijo pródigo no hallará consuelo ni misericordia a su regreso. No solo hace una revisión íntima de su propia existencia y de su trabajo, con sus contradicciones, sino que también hace una retrospectiva de la historia de la patria que le vio nacer.
Con una presentación técnica, impecable, en gran angular, como ya se comentó, de visionado, no sencillo, apto solo para los muy ‘cafeteros’, habrá que concederle el beneficio de la duda hasta que te atrape plenamente y ya no te deje escapar (seguramente no lo consiga con todos los espectadores). Me ha hecho sonreír, me ha hecho reflexionar, me ha hecho emocionarme, incluso me ha hecho llorar con amargura, en definitiva me ha hecho sentirme vivo (no es fácil en los tiempos que corren).
Muy recomendable con la advertencia de que no será del gusto de todos los paladares. Para mí una genialidad.
Saludos,
P.D. Se me pasaba que el director propone un juego ingenioso que consiste en esconder en el metraje referencias a los títulos de su filmografía.

6,1
2.409
8
10 de marzo de 2023
10 de marzo de 2023
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Solo los espejos de azabache de sus ojos son duros, cual dos escarabajos de cristal negro.” . Con estas líneas comenzaría Juan Ramón Jiménez su célebre narrativa “Platero y yo” en la que el autor iría describiendo y explicando a su fiel amigo el mundo que les rodea.
Jerzy Skolimowski, director polaco de dilatada trayectoria al que no tenía el gusto y del que desconozco si alguna vez ha leído a Jiménez (o tan siquiera sepa de su existencia), que, por otra parte, a tenor de los primeros planos de EO lo pareciera, hace algo sustancialmente parecido y nos muestra su visión del mundo, pero con el matiz de que lo hace a través de la limpia mirada del pequeño y peludo EO, y no al revés. Habitualmente, por no decir que casi en la totalidad de los casos, cuando se realizan películas en las que los protagonistas son animales de cuatro patas, se tiende a la infantilización tanto en la forma como en el fondo del relato, así como en su puesta en escena. No es este el caso. Más que una fábula, ya que en ningún momento se pretende degradar al animal al nivel del humano, sino todo lo contrario, se trataría de una sucesión de capítulos, pequeños pasajes en los que se va dando el mensaje pretendido de una forma bien clara, precisa, sin ambages, con un seco final. Cierre que por cierto no todo el mundo es capaz de interpretar adecuadamente (comprobado empíricamente).
En el aspecto técnico que roza en ocasiones el cine experimental (con 84 años, ojo al dato) sin que se haga por concesión al capricho, con una apabullante fotografía donde la banda sonora se integra como un recurso narrativo más, deja un muy buen regusto. En muy contadas ocasiones y siempre desde una opinión muy personal, se muestre un tanto irregular. Contada como se cuenta el buen cine, dándole sentido al relato prácticamente con el uso exclusivo de la imagen, amén de lo comentado de su banda sonora, se podría relegar el diálogo a un segundo o tercer plano. Desde que el cine es cine la cámara se ha sustentado con la utilización del clásico trípode y pasando por distintos ingenios, el sistema ha ido evolucionando hasta las más modernas steadicam, lo que ya no ha sido tan común durante todo este periplo es que el ojo subjetivo de la cámara se haya sustentado, metafóricamente o no, en un soporte "cuadrúpede" ;-).
EO mas que un viaje es una fuga existencial para volver a beber de las mieles de la sublimación de las que un día ya se disfrutaron, por las que tendrá que pagar un alto precio. En definitiva, la incesante búsqueda pulsante del artista.
Obra necesaria que si del que suscribe dependiera sería de obligado visionado en cada aula de cada colegio, como así debiera serlo también la lectura de Platero, para que quedase meridianamente claro que las adjetivadas como bestias son solo aquellas que hacen bestialidades, colaboran o las permiten.
Esta película incomoda y mucho si no careces de una mínima sensibilidad, y que puede llegar a incomodar aún más si careces de la misma, ya que entonces podrías (probable y no imposible) caer en la cuenta de que nunca has dejado de pertenecer al grupo de las anteriormente adjetivadas.
Un saludo,
Jerzy Skolimowski, director polaco de dilatada trayectoria al que no tenía el gusto y del que desconozco si alguna vez ha leído a Jiménez (o tan siquiera sepa de su existencia), que, por otra parte, a tenor de los primeros planos de EO lo pareciera, hace algo sustancialmente parecido y nos muestra su visión del mundo, pero con el matiz de que lo hace a través de la limpia mirada del pequeño y peludo EO, y no al revés. Habitualmente, por no decir que casi en la totalidad de los casos, cuando se realizan películas en las que los protagonistas son animales de cuatro patas, se tiende a la infantilización tanto en la forma como en el fondo del relato, así como en su puesta en escena. No es este el caso. Más que una fábula, ya que en ningún momento se pretende degradar al animal al nivel del humano, sino todo lo contrario, se trataría de una sucesión de capítulos, pequeños pasajes en los que se va dando el mensaje pretendido de una forma bien clara, precisa, sin ambages, con un seco final. Cierre que por cierto no todo el mundo es capaz de interpretar adecuadamente (comprobado empíricamente).
En el aspecto técnico que roza en ocasiones el cine experimental (con 84 años, ojo al dato) sin que se haga por concesión al capricho, con una apabullante fotografía donde la banda sonora se integra como un recurso narrativo más, deja un muy buen regusto. En muy contadas ocasiones y siempre desde una opinión muy personal, se muestre un tanto irregular. Contada como se cuenta el buen cine, dándole sentido al relato prácticamente con el uso exclusivo de la imagen, amén de lo comentado de su banda sonora, se podría relegar el diálogo a un segundo o tercer plano. Desde que el cine es cine la cámara se ha sustentado con la utilización del clásico trípode y pasando por distintos ingenios, el sistema ha ido evolucionando hasta las más modernas steadicam, lo que ya no ha sido tan común durante todo este periplo es que el ojo subjetivo de la cámara se haya sustentado, metafóricamente o no, en un soporte "cuadrúpede" ;-).
EO mas que un viaje es una fuga existencial para volver a beber de las mieles de la sublimación de las que un día ya se disfrutaron, por las que tendrá que pagar un alto precio. En definitiva, la incesante búsqueda pulsante del artista.
Obra necesaria que si del que suscribe dependiera sería de obligado visionado en cada aula de cada colegio, como así debiera serlo también la lectura de Platero, para que quedase meridianamente claro que las adjetivadas como bestias son solo aquellas que hacen bestialidades, colaboran o las permiten.
Esta película incomoda y mucho si no careces de una mínima sensibilidad, y que puede llegar a incomodar aún más si careces de la misma, ya que entonces podrías (probable y no imposible) caer en la cuenta de que nunca has dejado de pertenecer al grupo de las anteriormente adjetivadas.
Un saludo,
28 de noviembre de 2021
28 de noviembre de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra bellamente fotografiada con maestría (no recuerdo película de factura patria, tratada con tanto mimo en ese aspecto), con guiños a western del bueno.
El escaso y medido diálogo se convierte en monólogo y el monólogo en silencio. Armugán son las dos caras de una misma moneda en la que se expone la contradicción y nos compromete moralmente de forma racional al más de los irracionales eventos de la vida, que es la muerte. Vida y muerte, muerte y vida se dan la mano a través de un ángel que nos acompaña en la transición, un ángel de dos caras que propone si es moralmente aceptable ayudar a emprender el viaje sin que sea todavía la hora.
Discurre de forma reposada todo su metraje en el que a través del uso de metáforas visuales nos motiva a la reflexión, donde como el color de su fotografía no hay medias tintas, o blanco o negro. ¿Puede ser considerado un acto de amor, el acompañamiento a la buena muerte?, ¿son los cuidados paliativos contradictorios con la eutanasia?.
Armugán es un poema visual, una fábula existencial donde se enfrentan dos mundos que en realidad son uno solo. Espectáculo visual sin paliativos que en su parte narrativa, a pesar de la originalidad de la propuesta, no consigue mantener el tono.
El escaso y medido diálogo se convierte en monólogo y el monólogo en silencio. Armugán son las dos caras de una misma moneda en la que se expone la contradicción y nos compromete moralmente de forma racional al más de los irracionales eventos de la vida, que es la muerte. Vida y muerte, muerte y vida se dan la mano a través de un ángel que nos acompaña en la transición, un ángel de dos caras que propone si es moralmente aceptable ayudar a emprender el viaje sin que sea todavía la hora.
Discurre de forma reposada todo su metraje en el que a través del uso de metáforas visuales nos motiva a la reflexión, donde como el color de su fotografía no hay medias tintas, o blanco o negro. ¿Puede ser considerado un acto de amor, el acompañamiento a la buena muerte?, ¿son los cuidados paliativos contradictorios con la eutanasia?.
Armugán es un poema visual, una fábula existencial donde se enfrentan dos mundos que en realidad son uno solo. Espectáculo visual sin paliativos que en su parte narrativa, a pesar de la originalidad de la propuesta, no consigue mantener el tono.
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