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6
16 de mayo de 2013
16 de mayo de 2013
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A finales de los años cincuenta y principios de los sesenta surgen una explosión de nuevos movimientos cinematográficos en diferentes partes del mundo que suponen un aire fresco al panorama de entonces. Nuevas inquietudes por narrar en imágenes desde una perspectiva creativa diferente, expresadas de formas muy diversas: New American Cínema, el Free Cínema, la novelle vague, el Cinema Novo, el nuevo cine alemán, el cinema verité, las nuevas tendencias de países del este (la antigua Checoslovaquia, Polonia, Hungría...), la nueva ola japonesa, entre otros…
Además paralelamente surgen filmografías de autores que en principio no parecen adscritas a estos movimientos concretos que también suponen un punto de inflexión en la forma de contar historias a través de imágenes dentro del contexto en el que se desarrollan. Chris Marker, Antonioni , Pasolini, Tarkovski … También podríamos hablar de ejemplos significativos en directores con una trayectoria considerable que en ese momento realizan obras muy significativas que suponen una ruptura en sus propias filmografías, algunos ejemplos los tenemos en Hitchcock (Psicosis), Fellini (8 1/2), Bergman (Persona)...
En este contexto en el que eclosionan esta enorme diversidad de formas de hacer y entender el cine se encuadra esta película de Alan Resnais que junto con su obra anterior (Hirosima mon amour) supone un punto de inflexión en su filmografía habitada en su mayoría, hasta ese momento, por el formato documental. Resnais se desmarcó claramente de la novelle vague, a pesar de lo que dicen algunas biografías del autor, y formó parte de un grupo que tuvo poca repercusión, la Rive Gauche, formado por directores, guionistas y escritores como el propio Alán Resnais, Chris Marker, Agnes Varda, Margarite Durás, Alain Robbe-Grillet entre otros...
En “El año pasado en Marienband”, Resnais despliega una serie presupuestos que proponen un nuevo lenguaje cinematográfico, una reformulación de algunas de las técnicas clásicas de narración a las que otorga un nuevo significado. Algunos ejemplos de estas relecturas podrían estar por un lado en la utilización del Traveling que, si convencionalmente se utiliza para narrar tanto el movimiento de los personajes como para dar dinamismo al desarrollo de la propia historia con un significado en el desarrollo de la historia, Resnais lo utiliza precisamente para todo lo contrario, para dar una sensación de inmovilismo. Esto queda reflejado desde la primera secuencia dónde la cámara parece como perdida, sin un rumbo fijo, atrapada en un laberinto de pasillos que no conducen a ningún lugar.
Por otro lado la función del narrador, que tradicionalmente nos cuenta la historia y sirve de hilo conductor, aportando datos e información sobre el desarrollo de la misma, parece ser la de desinformar, repetir desordenadamente la información y de forma retórica, dándonos una sensación de inseguridad en cuanto a la veracidad de lo que se cuenta. Además jugar sobre la identidad del narrador que parece cambiar varias veces durante la película.
Un elemento interesante es el tratamiento que se hace de la propia función interpretativa de los actores que en este caso parece formar parte del propio decorado, desde ese hieratismo, como si fueran marionetas que se interpretan a sí mismas. Tanto es así que en un momento determinado se paran, como si se confundiera realidad y representación, aunque no es una congelación de la imagen son sólo los personajes los que se han inmovilizado, dentro de esa parálisis colectiva. Conectado con este hieratismo estaría el tratamiento dado a las emociones de los personajes que parecen no tener excepto el protagonista. Pero la protagonista sí parece hermética tanto es así que poco importa el desarrollo y devenir de los acontecimientos, que los sentimientos no parecen variar en esa situación de eterna espera que nos recuerda a Vladimir y Estragón.
Otro aspecto que enriquece la lectura del lenguaje cinematográfico es el concepto de espacio-tiempo expresado en imágenes. No solo juega con el espacio temporal (pasado y presente) sino que al introducir cambios de espaciales da la impresión de que estamos antes más de dos momentos diferentes. A ello contribuyen diferentes planos con distintas perspectivas que rompen la lógica del plano contra-plano. Además en ocasiones la protagonista a parece en el mismo plano pero con otro vestido sugiriendo otro de nuevo otro momento diferente.
Estos son sólo algunos de los hallazgos que hacen que sin duda esta sea una película importante dentro de la historia del cine.
Dicho esto, me parece que “El año pasado en Marienband” no ha envejecido bien. Si bien las imágenes siguen conservando una gran fuerza, la retórica de la palabra y música llegan a ser tan extenuantes que restan dicha fuerza. Es como esas películas que tienen una imagen poderosa, de las que se queda en la retina, que es remarcada con unos diálogos grandilocuentes y además se le pone una música determinada para remarcar el mensaje y para rematar toda la escena ocurre en unos paisajes maravillosos… Al final tanto barroquismo ahoga la esencia de la película.
De alguna forma ese desmarque de la novelle vague tiene que ver con que Resnais prefería no dejar nada a la improvisación y a la espontaneidad y en ese corset intelectual es en el que parece querer justificarse en cada plano y precisamente este aspecto hace que el resultado sea artificioso. Es como si la imagen estuviera secuestrada en cuatro paredes y no pudiera escapar. Propongo un ejercicio, para algunos sacrílego, de quitarle el sonido a la película. Se sorprenderían de la fuerza de las imágenes por sí solas y del alivio que produce no escuchar ese mantra machacón y retórico.
En definitiva una mansión de otra época que durante un rato uno queda fascinado por sus artesonados, sus columnas, sus cuadros y estatuas, pero durante un rato una visita corta. Yo no me quedaría a vivir en ella, que agobio.
Además paralelamente surgen filmografías de autores que en principio no parecen adscritas a estos movimientos concretos que también suponen un punto de inflexión en la forma de contar historias a través de imágenes dentro del contexto en el que se desarrollan. Chris Marker, Antonioni , Pasolini, Tarkovski … También podríamos hablar de ejemplos significativos en directores con una trayectoria considerable que en ese momento realizan obras muy significativas que suponen una ruptura en sus propias filmografías, algunos ejemplos los tenemos en Hitchcock (Psicosis), Fellini (8 1/2), Bergman (Persona)...
En este contexto en el que eclosionan esta enorme diversidad de formas de hacer y entender el cine se encuadra esta película de Alan Resnais que junto con su obra anterior (Hirosima mon amour) supone un punto de inflexión en su filmografía habitada en su mayoría, hasta ese momento, por el formato documental. Resnais se desmarcó claramente de la novelle vague, a pesar de lo que dicen algunas biografías del autor, y formó parte de un grupo que tuvo poca repercusión, la Rive Gauche, formado por directores, guionistas y escritores como el propio Alán Resnais, Chris Marker, Agnes Varda, Margarite Durás, Alain Robbe-Grillet entre otros...
En “El año pasado en Marienband”, Resnais despliega una serie presupuestos que proponen un nuevo lenguaje cinematográfico, una reformulación de algunas de las técnicas clásicas de narración a las que otorga un nuevo significado. Algunos ejemplos de estas relecturas podrían estar por un lado en la utilización del Traveling que, si convencionalmente se utiliza para narrar tanto el movimiento de los personajes como para dar dinamismo al desarrollo de la propia historia con un significado en el desarrollo de la historia, Resnais lo utiliza precisamente para todo lo contrario, para dar una sensación de inmovilismo. Esto queda reflejado desde la primera secuencia dónde la cámara parece como perdida, sin un rumbo fijo, atrapada en un laberinto de pasillos que no conducen a ningún lugar.
Por otro lado la función del narrador, que tradicionalmente nos cuenta la historia y sirve de hilo conductor, aportando datos e información sobre el desarrollo de la misma, parece ser la de desinformar, repetir desordenadamente la información y de forma retórica, dándonos una sensación de inseguridad en cuanto a la veracidad de lo que se cuenta. Además jugar sobre la identidad del narrador que parece cambiar varias veces durante la película.
Un elemento interesante es el tratamiento que se hace de la propia función interpretativa de los actores que en este caso parece formar parte del propio decorado, desde ese hieratismo, como si fueran marionetas que se interpretan a sí mismas. Tanto es así que en un momento determinado se paran, como si se confundiera realidad y representación, aunque no es una congelación de la imagen son sólo los personajes los que se han inmovilizado, dentro de esa parálisis colectiva. Conectado con este hieratismo estaría el tratamiento dado a las emociones de los personajes que parecen no tener excepto el protagonista. Pero la protagonista sí parece hermética tanto es así que poco importa el desarrollo y devenir de los acontecimientos, que los sentimientos no parecen variar en esa situación de eterna espera que nos recuerda a Vladimir y Estragón.
Otro aspecto que enriquece la lectura del lenguaje cinematográfico es el concepto de espacio-tiempo expresado en imágenes. No solo juega con el espacio temporal (pasado y presente) sino que al introducir cambios de espaciales da la impresión de que estamos antes más de dos momentos diferentes. A ello contribuyen diferentes planos con distintas perspectivas que rompen la lógica del plano contra-plano. Además en ocasiones la protagonista a parece en el mismo plano pero con otro vestido sugiriendo otro de nuevo otro momento diferente.
Estos son sólo algunos de los hallazgos que hacen que sin duda esta sea una película importante dentro de la historia del cine.
Dicho esto, me parece que “El año pasado en Marienband” no ha envejecido bien. Si bien las imágenes siguen conservando una gran fuerza, la retórica de la palabra y música llegan a ser tan extenuantes que restan dicha fuerza. Es como esas películas que tienen una imagen poderosa, de las que se queda en la retina, que es remarcada con unos diálogos grandilocuentes y además se le pone una música determinada para remarcar el mensaje y para rematar toda la escena ocurre en unos paisajes maravillosos… Al final tanto barroquismo ahoga la esencia de la película.
De alguna forma ese desmarque de la novelle vague tiene que ver con que Resnais prefería no dejar nada a la improvisación y a la espontaneidad y en ese corset intelectual es en el que parece querer justificarse en cada plano y precisamente este aspecto hace que el resultado sea artificioso. Es como si la imagen estuviera secuestrada en cuatro paredes y no pudiera escapar. Propongo un ejercicio, para algunos sacrílego, de quitarle el sonido a la película. Se sorprenderían de la fuerza de las imágenes por sí solas y del alivio que produce no escuchar ese mantra machacón y retórico.
En definitiva una mansión de otra época que durante un rato uno queda fascinado por sus artesonados, sus columnas, sus cuadros y estatuas, pero durante un rato una visita corta. Yo no me quedaría a vivir en ella, que agobio.

7,7
138.082
2
30 de diciembre de 2009
30 de diciembre de 2009
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Danny Boyle realiza un nuevo producto resultón comercialmente que incluso le ha reportado premios, aunque no necesariamente prestigio. La fórmula perfecta para conseguirlo son 100 gramos de historia pseudo-romántica; 200 gramos de psedo-drama social; una cucharadita de pseudo-suspense; una pizca de acción y medio litro de localizaciones que reflejen la miseria en la india. El resultado es esta película occidental, con códigos occidentales donde lo de menos era rodar en la India porque lo que menos interesaba era reflejar la verdadera situación social de aquel país. Sobre ello se habla poco y muy mal, desde los tópicos y el paternalismo.
Para camuflar la poca profundidad de la narración, el guión trata de despistarnos dando saltos en el tiempo más o menos efectistas para así paliar la carencia de emoción y verdad en la historia y los personajes.
El Sr. Boyle debería dedicarse contar historias desde códigos culturales que le sean próximos y cercanos, si desde luego quiere llegar hacer películas tan interesantes como Transpoiting pero, claro, de eso ya hace mucho tiempo.
Para camuflar la poca profundidad de la narración, el guión trata de despistarnos dando saltos en el tiempo más o menos efectistas para así paliar la carencia de emoción y verdad en la historia y los personajes.
El Sr. Boyle debería dedicarse contar historias desde códigos culturales que le sean próximos y cercanos, si desde luego quiere llegar hacer películas tan interesantes como Transpoiting pero, claro, de eso ya hace mucho tiempo.
30 de diciembre de 2009
30 de diciembre de 2009
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seguramente habrá muchas cosas que se puedan reprochar a Terry Gillliam en su hacer dentro del mundo cinematográfico, pero sin duda no se puede negar ni el talento ni la capacidad para crear mundos oníricos y fascinantes, reinventar atmósferas que invitan a navegar por un mundo de fantasía que no tiene límite. Su última película es un ejemplo de su creatividad y la forma de plasmarla en imágenes de gran potencia visual.
Tampoco se le puede negar al director su perseverancia ya que después de la muerte de Heath Ledger en mitad de la película, ésta parecía que estaba destinada a guardarse en el baúl de los recuerdos, sin embargo la insistencia de Gilliam y la exaltación de la amistad, por parte de Johnny Deep, Jude Law y Colin farrell que trabajaron gratuitamente, hicieron posible que la cinta pudiera terminarse. Ese mismo tesón le ha hecho recuperar el proyecto que había abandonado tiempo atrás sobre D.Quijote de la Mancha y que quizás en dos años esté terminado.
En el debe de la película está el caos narrativo. La mayoría de los personajes no parecen estar desarrollados con mucha profundidad: la supuesta historia de amor no llega a conmover; la relación del padre con la hija no parece muy bien dibujada; el imaginario y los personajes que en él entran parecen meras marionetas en medio del delirio visual y la relación entre Parnasus y el diablo es ambigua ya que no se sabe si realmente son enemigos o unos coleguillas.
La historia que sí parece funcionar es la del desencuentro manifiesto entre Anton y Tony, que logra intensos momentos. También resulta interesante el tramo final de la película donde aparece la idea de un Belcebú contemporáneo que habita no tanto en el corazón de Mr Nick que parece tenerlo incluso hasta blandito, como en el de algunas de las realidades más sangrantes de nuestros días
Con todo, no sabemos si Gilliam habrá hecho también un pacto con el diablo pero lo cierto es que el imaginario engancha, resulta atractivo este universo de ensoñación donde todo parece posible con tan solo cruzar el espejo.
Tampoco se le puede negar al director su perseverancia ya que después de la muerte de Heath Ledger en mitad de la película, ésta parecía que estaba destinada a guardarse en el baúl de los recuerdos, sin embargo la insistencia de Gilliam y la exaltación de la amistad, por parte de Johnny Deep, Jude Law y Colin farrell que trabajaron gratuitamente, hicieron posible que la cinta pudiera terminarse. Ese mismo tesón le ha hecho recuperar el proyecto que había abandonado tiempo atrás sobre D.Quijote de la Mancha y que quizás en dos años esté terminado.
En el debe de la película está el caos narrativo. La mayoría de los personajes no parecen estar desarrollados con mucha profundidad: la supuesta historia de amor no llega a conmover; la relación del padre con la hija no parece muy bien dibujada; el imaginario y los personajes que en él entran parecen meras marionetas en medio del delirio visual y la relación entre Parnasus y el diablo es ambigua ya que no se sabe si realmente son enemigos o unos coleguillas.
La historia que sí parece funcionar es la del desencuentro manifiesto entre Anton y Tony, que logra intensos momentos. También resulta interesante el tramo final de la película donde aparece la idea de un Belcebú contemporáneo que habita no tanto en el corazón de Mr Nick que parece tenerlo incluso hasta blandito, como en el de algunas de las realidades más sangrantes de nuestros días
Con todo, no sabemos si Gilliam habrá hecho también un pacto con el diablo pero lo cierto es que el imaginario engancha, resulta atractivo este universo de ensoñación donde todo parece posible con tan solo cruzar el espejo.
8
13 de mayo de 2013
13 de mayo de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace poco menos de un mes pudimos leer en los periódicos sobre el inminente cierre de Alta Films, distribuidora, productora y exhibidora a través de la cadena de de cines Renoir. Sin duda no es una buena noticia para los que hemos podido disfrutar desde antes de los años 90 de buenas películas que en el circuito convencional no era posible ver. Sin embargo también es cierto que ha medida que el emporio fue creciendo exponencialmente (más de 80 salas en toda España) el llamado cine de autor, independiente en versión original que tanto propugnaba fue degenerando en una especie de cine de autor comercial y dependiente del éxito que tuviera en taquilla y del beneficio que reportara.
Lo irritante del caso son las palabras de Enrique González Macho (también presidente de la Academia de "la industría" cinematográfica de España), ante los cierres de su distribuidora - productora y un buen número de salas de exhibición:"La cartelera se empobrecerá..." "El público español de cine de autor en salas irá desapareciendo a medida que se vayan quedando sin oferta..." Por un lado la cartelera de la cadena de cines Renoir tampoco es que enriquezca mucho la oferta, una cartelera que cada vez aburre más por lo predecible y porque se ha convertido en un coto cerrado por los autores de siempre. Las excepciones de un cine de verdadera calidad y minoritario son contadas. Por otro lado el público de cine de autor no desaparecerá porque hay bastantes más salas, más imaginativas y con mayor calidad en lo que exhiben dónde nos podremos seguir refugiando.
Y todos estos movimientos de liebre, de aquí para allá, circundando el tema principal sirven para decir que Emak Bakia Baita no se estrenará en la cadena de cines ya mencionados, es posible que no esté en los cálculos de ganancias y rentabilidades requeridos. Sin embargo todavía hay espacios minoritarios que pueden ofrecer un cine como expresión de obra creativa, imaginativa y no exclusivamente lucrativa. Películas como ésta que sí enriquecen la cartelera aunque el número de pases sea mínimo y tengamos que estar ojo avizor a estas programaciones alternativas.
Emak Bakia Baita (La casa Emak Bakia) es la ópera prima de Oskar Alegría en la que nos cuenta la búsqueda de la casa de Man Ray que puso por nombre Emak Bakia (Déjame en paz, en euskera) y que sirvió de inspiración para realizar, en el año 1926, su famosa película vanguardista titulada con el mismo nombre. Como pistas para encontrar la casa tenía un plano de los alrededores, en la costa, cerca de Biarriz y un plano de dos columnas de la misma casa. Para seguir el rastro, Oskar Alegría se hace amigo del viento, el azar, y de la sabiduría de la liebre que recorre las periferias de lo casual, o no tanto, para irse acercando a su anhelado objetivo. Unas periferias en las que nos encontramos con la historia de una princesa rumana, la nostalgia de un clown y desde el humor con el mundo onírico de una piara de cerdos.
Una película con muchas imágenes sugestivas, que hablan por sí solas e invitan a soñar con otras historias posibles, tantas como queramos. Es poesía por su poder evocador, pero sobre todo es cine por la vitalidad de sus imágenes.
Lo irritante del caso son las palabras de Enrique González Macho (también presidente de la Academia de "la industría" cinematográfica de España), ante los cierres de su distribuidora - productora y un buen número de salas de exhibición:"La cartelera se empobrecerá..." "El público español de cine de autor en salas irá desapareciendo a medida que se vayan quedando sin oferta..." Por un lado la cartelera de la cadena de cines Renoir tampoco es que enriquezca mucho la oferta, una cartelera que cada vez aburre más por lo predecible y porque se ha convertido en un coto cerrado por los autores de siempre. Las excepciones de un cine de verdadera calidad y minoritario son contadas. Por otro lado el público de cine de autor no desaparecerá porque hay bastantes más salas, más imaginativas y con mayor calidad en lo que exhiben dónde nos podremos seguir refugiando.
Y todos estos movimientos de liebre, de aquí para allá, circundando el tema principal sirven para decir que Emak Bakia Baita no se estrenará en la cadena de cines ya mencionados, es posible que no esté en los cálculos de ganancias y rentabilidades requeridos. Sin embargo todavía hay espacios minoritarios que pueden ofrecer un cine como expresión de obra creativa, imaginativa y no exclusivamente lucrativa. Películas como ésta que sí enriquecen la cartelera aunque el número de pases sea mínimo y tengamos que estar ojo avizor a estas programaciones alternativas.
Emak Bakia Baita (La casa Emak Bakia) es la ópera prima de Oskar Alegría en la que nos cuenta la búsqueda de la casa de Man Ray que puso por nombre Emak Bakia (Déjame en paz, en euskera) y que sirvió de inspiración para realizar, en el año 1926, su famosa película vanguardista titulada con el mismo nombre. Como pistas para encontrar la casa tenía un plano de los alrededores, en la costa, cerca de Biarriz y un plano de dos columnas de la misma casa. Para seguir el rastro, Oskar Alegría se hace amigo del viento, el azar, y de la sabiduría de la liebre que recorre las periferias de lo casual, o no tanto, para irse acercando a su anhelado objetivo. Unas periferias en las que nos encontramos con la historia de una princesa rumana, la nostalgia de un clown y desde el humor con el mundo onírico de una piara de cerdos.
Una película con muchas imágenes sugestivas, que hablan por sí solas e invitan a soñar con otras historias posibles, tantas como queramos. Es poesía por su poder evocador, pero sobre todo es cine por la vitalidad de sus imágenes.

7,7
123.010
8
29 de diciembre de 2009
29 de diciembre de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Daniel Mozón quedó atrapado con la lectura del libro de Francisco Pérez Gandul y nosotros quedamos enganchados con su adaptación cinematográfica gracias a un guión que él mismo escribió junto con Jorge Guerricaechevarría y que en ningún momento da respiro ni tregua al espectador, no pudiendo hacer otra cosa que zambullirse en una historia que rebosa fuerza y contundencia.
Posiblemente uno de los mayores méritos de la obra es mantener la intensidad del estupendo arranque de la película, que nos deja sin aliento, sumidos en un ambiente opresivo y claustrofóbico. En ocasiones los comienzos impactantes y enérgicos de una historia pueden ser un handicap, porque sostener ese mismo ritmo durante todo el metraje sin que decaiga es una tarea ardua. Pero en esta ocasión la tarea se plasma en un estupendo guión que mantiene permanentemente el interés y aunque sin ser perfecto y con algún recurso un tanto efectista, logra un resultado final notable.
Sin duda, pieza fundamental para que ese guión cobre vida es la labor de interpretación de un puñado de actores que adoptan el texto como suyo y logran meterse en la piel los protagonistas de esta historia. Todos están más que dignos, desde Resines, Manuel Morón, Alberto Ammann, su sufrida esposa interpretada por Marta Etura y el resto del elenco. Pero sin duda quien brilla con luz propia desde luego no es ningún actor sorpresa, pero no por ello nos deja de sorprender su labor, la del soberbio Luis Tosar, con esa voz rota que infunde respeto y hasta miedo.
Como única recomendación al terminar la película no duden en pedir al personal de la sala de exhibición una botella de oxígeno, por favor.
Posiblemente uno de los mayores méritos de la obra es mantener la intensidad del estupendo arranque de la película, que nos deja sin aliento, sumidos en un ambiente opresivo y claustrofóbico. En ocasiones los comienzos impactantes y enérgicos de una historia pueden ser un handicap, porque sostener ese mismo ritmo durante todo el metraje sin que decaiga es una tarea ardua. Pero en esta ocasión la tarea se plasma en un estupendo guión que mantiene permanentemente el interés y aunque sin ser perfecto y con algún recurso un tanto efectista, logra un resultado final notable.
Sin duda, pieza fundamental para que ese guión cobre vida es la labor de interpretación de un puñado de actores que adoptan el texto como suyo y logran meterse en la piel los protagonistas de esta historia. Todos están más que dignos, desde Resines, Manuel Morón, Alberto Ammann, su sufrida esposa interpretada por Marta Etura y el resto del elenco. Pero sin duda quien brilla con luz propia desde luego no es ningún actor sorpresa, pero no por ello nos deja de sorprender su labor, la del soberbio Luis Tosar, con esa voz rota que infunde respeto y hasta miedo.
Como única recomendación al terminar la película no duden en pedir al personal de la sala de exhibición una botella de oxígeno, por favor.
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