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Críticas ordenadas por utilidad
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6,2
2.468
6
28 de diciembre de 2009
28 de diciembre de 2009
26 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
El otro día vino Kitano a mi casa. Empezó a gritar; ya sabéis como se pone, parpadeando furibundamente con el ojo izquierdo por ese tic tan chulo que tiene. Que si no me había visto su filmografía, que si no hacía críticas de sus películas, ese tipo de cosas. Yo me justifiqué en que había estado atrapado en el cine viendo Avatar. Así supo perdonarme y nos pusimos a ver una de sus pelis.
Boiling Point es otra película de Yakuzas de Kitano. Sin ser ni de lejos la mejor, concluimos en que es un buen ejemplo de lo que es su cine y una en la que se pueden ver la mayor parte de sus huellas de enunciación. Estamos ante cine de autor. Un autor que te viene a dar la chapa si no ves sus películas.
Sin llegar al grado de contemplación de la posterior Sonatine (1993) ni al trepidante ritmo de Brother (2000), es como una previsión de las dos vertientes de su cine. Kitano escribe su guión y se la suda completamente aquello de “introducción, nudo y desenlace”. La estructura formal (permitidme una frase manida) brilla por su ausencia.
Así que sí, sale gente jugando en la playa, igual que en Sonatine. ¿Por qué esto no es aburrido? ¿Por qué me imagino a este hombre revolcándose de risa en la sala de montaje? Kitano encuentra algo en el juego, algo divertido en ver a adultos divirtiéndose como lo hacen los niños. Uno queda hipnotizado y sin darse cuenta le pasan los minutos. Mientras, contempla a unos japoneses lanzarse una pelota.
Sobre la violencia, pasa algo parecido que con Tarantino. Al que por cierto no dejo entrar en mi casa por pesado. Bueno, a lo que iba, a los dos les encanta la calma antes de una explosión de violencia. Mientras Quentin se regodea en diálogos raretes, Takeshi se parte él solo con las situaciones absurdas que preceden a estos estallidos. Uno se queda atónito con este segundo caso, que no requiere tanta atención como el primero y permite el paso del estupor… sí, esto en cierto modo… resulta divertido.
En cualquier caso, una vez más, Kitano se hace esperar. Hasta que no aparece él en pantalla, uno no disfruta realmente. Y Kitano, como Bogart o John Wayne, siempre es Kitano. Su personaje aterra y divierte; pega tiros pero también reparte collejas sin parar.
Boiling Point contiene todo esto de manera clara. Como añadido, algún momento de fotografía sublime (algo que tampoco suele fallar en su cine) y un final que deja perplejo.
Nota: 6/10. Sin ser lo mejor de Kitano, entretiene sin problemas. Takeshi, vuelve cuando quieras.
Boiling Point es otra película de Yakuzas de Kitano. Sin ser ni de lejos la mejor, concluimos en que es un buen ejemplo de lo que es su cine y una en la que se pueden ver la mayor parte de sus huellas de enunciación. Estamos ante cine de autor. Un autor que te viene a dar la chapa si no ves sus películas.
Sin llegar al grado de contemplación de la posterior Sonatine (1993) ni al trepidante ritmo de Brother (2000), es como una previsión de las dos vertientes de su cine. Kitano escribe su guión y se la suda completamente aquello de “introducción, nudo y desenlace”. La estructura formal (permitidme una frase manida) brilla por su ausencia.
Así que sí, sale gente jugando en la playa, igual que en Sonatine. ¿Por qué esto no es aburrido? ¿Por qué me imagino a este hombre revolcándose de risa en la sala de montaje? Kitano encuentra algo en el juego, algo divertido en ver a adultos divirtiéndose como lo hacen los niños. Uno queda hipnotizado y sin darse cuenta le pasan los minutos. Mientras, contempla a unos japoneses lanzarse una pelota.
Sobre la violencia, pasa algo parecido que con Tarantino. Al que por cierto no dejo entrar en mi casa por pesado. Bueno, a lo que iba, a los dos les encanta la calma antes de una explosión de violencia. Mientras Quentin se regodea en diálogos raretes, Takeshi se parte él solo con las situaciones absurdas que preceden a estos estallidos. Uno se queda atónito con este segundo caso, que no requiere tanta atención como el primero y permite el paso del estupor… sí, esto en cierto modo… resulta divertido.
En cualquier caso, una vez más, Kitano se hace esperar. Hasta que no aparece él en pantalla, uno no disfruta realmente. Y Kitano, como Bogart o John Wayne, siempre es Kitano. Su personaje aterra y divierte; pega tiros pero también reparte collejas sin parar.
Boiling Point contiene todo esto de manera clara. Como añadido, algún momento de fotografía sublime (algo que tampoco suele fallar en su cine) y un final que deja perplejo.
Nota: 6/10. Sin ser lo mejor de Kitano, entretiene sin problemas. Takeshi, vuelve cuando quieras.

7,1
886
6
10 de septiembre de 2011
10 de septiembre de 2011
24 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
CINE SOCIAL. BASADO EN HECHOS REALES. DERECHOS DE LA MUJER.
Que se me acuse de lo que se quiera, me temía lo peor. Pero es culpa del peor cine patrio, acostumbrado a encontrar en la desgracia social el material para productos moralistas y aberrantes. Películas de esas en las que me hacen sentir mal conmigo mismo porque me han parecido un coñazo.
Pero no, que ésta está bien. Trata sobre tres mujeres egipcias que de maneras muy diferentes han sufrido acoso sexual. Cuando leí lo de "acoso sexual" mi eurocentrismo me hizo pensar en jefes tocones y asalariadas en una penosa situación. Pero claro, los problemas en Egipto permanecen bien distintos...
Se trata de un film opresivo que logra su objetivo: contar una historia que entretiene, presenta un problema y conmueve. Historias que se cruzan (¿Qué te cuentas, Iñárritu?) en una película que, del mejor modo, parece cinema verité (¿Qué pasa, Winterbottom?).
Fotografía desaturada, cámara inquieta y subrayo un excelente uso del sonido para realzar el mensaje, con superposiciones, encabalgamientos y saturaciones varias. De hecho, la he visto tan competentemente dirigida que me he informado sobre Mohamed Diab y resulta que hasta ahora sólo ha sido guionista, también de ésta su ópera prima. Promete.
Las tres protagonistas son unas actrices más que correctas (en realidad todo el elenco lo es) pero la palma se la lleva el detective que comienza a ir tras sus actividades de rebeldía, todo un personaje que además brinda pinceladas de humor a una película que trata un tema tan serio.
Acoso, negación de la existencia de éste, aceptación silenciosa, rencor clasista, doble moral, retrógradas buenas intenciones... hay un poco de todo.
Denuncia algo oculto y preocupante, sin olvidarse de que también hay que hacer una película. Y hay película. Interesante.
Que se me acuse de lo que se quiera, me temía lo peor. Pero es culpa del peor cine patrio, acostumbrado a encontrar en la desgracia social el material para productos moralistas y aberrantes. Películas de esas en las que me hacen sentir mal conmigo mismo porque me han parecido un coñazo.
Pero no, que ésta está bien. Trata sobre tres mujeres egipcias que de maneras muy diferentes han sufrido acoso sexual. Cuando leí lo de "acoso sexual" mi eurocentrismo me hizo pensar en jefes tocones y asalariadas en una penosa situación. Pero claro, los problemas en Egipto permanecen bien distintos...
Se trata de un film opresivo que logra su objetivo: contar una historia que entretiene, presenta un problema y conmueve. Historias que se cruzan (¿Qué te cuentas, Iñárritu?) en una película que, del mejor modo, parece cinema verité (¿Qué pasa, Winterbottom?).
Fotografía desaturada, cámara inquieta y subrayo un excelente uso del sonido para realzar el mensaje, con superposiciones, encabalgamientos y saturaciones varias. De hecho, la he visto tan competentemente dirigida que me he informado sobre Mohamed Diab y resulta que hasta ahora sólo ha sido guionista, también de ésta su ópera prima. Promete.
Las tres protagonistas son unas actrices más que correctas (en realidad todo el elenco lo es) pero la palma se la lleva el detective que comienza a ir tras sus actividades de rebeldía, todo un personaje que además brinda pinceladas de humor a una película que trata un tema tan serio.
Acoso, negación de la existencia de éste, aceptación silenciosa, rencor clasista, doble moral, retrógradas buenas intenciones... hay un poco de todo.
Denuncia algo oculto y preocupante, sin olvidarse de que también hay que hacer una película. Y hay película. Interesante.

6,3
554
7
20 de febrero de 2012
20 de febrero de 2012
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llegué a esta película porque me la recomendaron como giallo interesante. Los límites del giallo son inescrutables. ¿Lo es esta película? Difícil de responder. Si el giallo es verdaderamente un estado de la mente... definitivamente.
En un mundo que parece completamente desprovisto de vida, de apagados y dessaturados colores crema, Florinda Bolkan (que ya había sido Una lagartija con piel de mujer para Lucio Fulci en 1971) traduce conferencias, trabajo que le resulta deprimente. Se intuye también una forzada ausencia de vida amorosa/sexual; se deja en el aire que la protagonista está sexualmente reprimida, cosa que también sucedía en la citada película de Fulci.
Pero no es el mayor de los problemas de la protagonista, al menos ahora, que despierta sin recordar lo que ha sucedido en los últimos tres días, cosa que tendrá que ir reconstruyendo con una postal rota, un pendiente perdido y un misterioso vestido amarillo que rompe la monotonía cromática de su mundo. Durante todo ese tiempo, en el que ella creía simplemente haber dormido una noche, la acosó una pesadilla, un viejo recuerdo de una película de ciencia ficción en la que un astronauta es abandonado en la superficie lunar, en un experimento sobre el aislamiento conducido por Blackmann (¡Klaus Kinski!). Esta película, rodada en colores sepia y de textura similar a las películas de ciencia ficción soviéticas (Solaris, Cartas de un hombre muerto, ...) es una de las joyas de este film.
Otro de los puntos fuertes y sin duda el motivo por el que puede merecer quitarle el polvo a esta poco popular película del poco prolífico pero reverenciado desde la crítica Bazzoni es su atmósfera asfixiante. El constante dudar de la realidad al que se somete/ve sometida la protagonista es digno del mejor Polanski y ciertos temas de dualidad femenina que vendrán luego nos pueden remitir a la posterior Mulholland Drive de Lynch.
Así, lo que obtenemos es una película tan misteriosa como diurna que, si bien decae un poco a medida que avanza la trama (o quizá contrasta demasiado con un comienzo demoledor), merece completamente la pena tanto por atmósfera como, ya a nivel más técnico, interesante uso del cromatismo.
En un mundo que parece completamente desprovisto de vida, de apagados y dessaturados colores crema, Florinda Bolkan (que ya había sido Una lagartija con piel de mujer para Lucio Fulci en 1971) traduce conferencias, trabajo que le resulta deprimente. Se intuye también una forzada ausencia de vida amorosa/sexual; se deja en el aire que la protagonista está sexualmente reprimida, cosa que también sucedía en la citada película de Fulci.
Pero no es el mayor de los problemas de la protagonista, al menos ahora, que despierta sin recordar lo que ha sucedido en los últimos tres días, cosa que tendrá que ir reconstruyendo con una postal rota, un pendiente perdido y un misterioso vestido amarillo que rompe la monotonía cromática de su mundo. Durante todo ese tiempo, en el que ella creía simplemente haber dormido una noche, la acosó una pesadilla, un viejo recuerdo de una película de ciencia ficción en la que un astronauta es abandonado en la superficie lunar, en un experimento sobre el aislamiento conducido por Blackmann (¡Klaus Kinski!). Esta película, rodada en colores sepia y de textura similar a las películas de ciencia ficción soviéticas (Solaris, Cartas de un hombre muerto, ...) es una de las joyas de este film.
Otro de los puntos fuertes y sin duda el motivo por el que puede merecer quitarle el polvo a esta poco popular película del poco prolífico pero reverenciado desde la crítica Bazzoni es su atmósfera asfixiante. El constante dudar de la realidad al que se somete/ve sometida la protagonista es digno del mejor Polanski y ciertos temas de dualidad femenina que vendrán luego nos pueden remitir a la posterior Mulholland Drive de Lynch.
Así, lo que obtenemos es una película tan misteriosa como diurna que, si bien decae un poco a medida que avanza la trama (o quizá contrasta demasiado con un comienzo demoledor), merece completamente la pena tanto por atmósfera como, ya a nivel más técnico, interesante uso del cromatismo.
2 de febrero de 2009
2 de febrero de 2009
37 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si dieran clase de historia en el futuro sobre el siglo XX, creo que se debería resumir la década de los 80 con esta película. Saber que "esto" fue rodado en esa época me basta para tener la absoluta certeza de que hay que huir de la década sin mirar atrás. De los 70 se pasó a los 90 y mataré al que diga lo contrario.
Buckaroo Banzai, adorado por todo el mundo, es un neurocirujano que toca en una banda de rock (la guitarra, la trompeta y el piano, hasta donde se llega a ver en la película), un reputadísimo físico de partículas y experto en artes marciales. Para introducir un personaje de tamaña complejidad sólo hace falta un desfile de letras de título en la pantalla, rollo "Star Wars". Ah, y protagoniza unos cómics... y su extraño nombre es porque su padre es japonés. Película comenzada.
La película comienza con Buckaroo Banzai soltando jerigonza médica mientras le opera el cerebro a un esquimal. Todos sus tecnicismos van dirigidos a (oh, sí) Jeff Goldblum, neurocirujano pero aún no miembro de su banda de rock. Pero Buckaroo debería estar en el desierto poniendo su furgo a 900 km/h, mazo de científicos le están esperando. Llega allí justo en el último momento, listo para ello y se salta todas las reglas y por algún extraño motivo decide utilizar un aparato que ha inventado y atraviesa una montaña. Pero para ello ha traspasado "la 8ª dimensión". La ha liado petardísima y los alienígenas (!?!?) que viven en el espacio que consideramos vacío de la materia se han colado en el planeta.
A pesar de que parece una película para niños, el argumento es de una complejidad atroz. Es imposible entender nada. Buckaroo y sus amigos van por ahí, dicen cosas técnicas con suma seriedad y sacan pistolas a la mínima que nadie les tosa, pues son físicos de partículas rockeros. Se toman la ley por su mano para regocijo de los presentes; en una escena Buckaroo (pronunciar Bakarú) roba una Harley a unos tipos que están cargando motos en un camión, hecho que al principio les cabrea sobremanera, hasta que comprenden de quién se trata y saludan con la mano agradecidos. No pensaba llegar hasta la escena de la moto, pero se supone que Buckaroo persigue a unos tipos y sin embargo va a 30 por hora, para lucimiento de Peter Weller y hay un momento en el que, sin motivo aparente, para aprovechar más el plano quizá, da un círculo completo.
Pero lo que importa es, pese a la ridiculez del asunto, tíos con caretas de alienígena incluídos, como venía diciendo, lo inmensamente compleja que es la película. Buckaroo por algún motivo es reclamado por el presidente pero en realidad son los alienígenas y entonces puede tirar rayos por la cara que...
Buckaroo Banzai, adorado por todo el mundo, es un neurocirujano que toca en una banda de rock (la guitarra, la trompeta y el piano, hasta donde se llega a ver en la película), un reputadísimo físico de partículas y experto en artes marciales. Para introducir un personaje de tamaña complejidad sólo hace falta un desfile de letras de título en la pantalla, rollo "Star Wars". Ah, y protagoniza unos cómics... y su extraño nombre es porque su padre es japonés. Película comenzada.
La película comienza con Buckaroo Banzai soltando jerigonza médica mientras le opera el cerebro a un esquimal. Todos sus tecnicismos van dirigidos a (oh, sí) Jeff Goldblum, neurocirujano pero aún no miembro de su banda de rock. Pero Buckaroo debería estar en el desierto poniendo su furgo a 900 km/h, mazo de científicos le están esperando. Llega allí justo en el último momento, listo para ello y se salta todas las reglas y por algún extraño motivo decide utilizar un aparato que ha inventado y atraviesa una montaña. Pero para ello ha traspasado "la 8ª dimensión". La ha liado petardísima y los alienígenas (!?!?) que viven en el espacio que consideramos vacío de la materia se han colado en el planeta.
A pesar de que parece una película para niños, el argumento es de una complejidad atroz. Es imposible entender nada. Buckaroo y sus amigos van por ahí, dicen cosas técnicas con suma seriedad y sacan pistolas a la mínima que nadie les tosa, pues son físicos de partículas rockeros. Se toman la ley por su mano para regocijo de los presentes; en una escena Buckaroo (pronunciar Bakarú) roba una Harley a unos tipos que están cargando motos en un camión, hecho que al principio les cabrea sobremanera, hasta que comprenden de quién se trata y saludan con la mano agradecidos. No pensaba llegar hasta la escena de la moto, pero se supone que Buckaroo persigue a unos tipos y sin embargo va a 30 por hora, para lucimiento de Peter Weller y hay un momento en el que, sin motivo aparente, para aprovechar más el plano quizá, da un círculo completo.
Pero lo que importa es, pese a la ridiculez del asunto, tíos con caretas de alienígena incluídos, como venía diciendo, lo inmensamente compleja que es la película. Buckaroo por algún motivo es reclamado por el presidente pero en realidad son los alienígenas y entonces puede tirar rayos por la cara que...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
... más tarde REVIVIRÁN a la protagonista (a la que Jeff Goldblum no pudo salvar; inadmisible). Por en medio hay alienígenas malos, uno bueno que es rastafari, un equipo mundial que ayuda a Buckaroo, "los chaquetas azules", un científico loco italiano... y cuando descuelgan el teléfono diciendo "Instituto Banzai" me parto.
La escena de créditos con todos los personajes desfilando por una especie de estructura de cemento, y haciendo algún que otro paso de baile es impagable. Encima prometen una segunda parte que nunca llegó, el título ya lo decía todo: Buckaroo Banzai contra la Liga Internacional del Crimen.
Siempre me preguntaré si al encontrarse miembros del reparto entre sí (Peter Weller con Jeff Goldblum es lo que suelo imaginar) se menciona en algún momento esta película. O sí, simplemente, tras quince copas, los dos empiezan a reír (o a llorar) sabiendo perfectamente por qué: salieron impunes de realizar semejante atentado contra el séptimo arte.
Lo que más (¿lo único?) que me gusta de la película es que den a los niños (insisto en que tiene cierto aire infantil a pesar de la incomprensible multitrama) la idea de que pueden ser neurocirujanos, físicos de partículas y estrellas de rock a la vez. En los 80, se podía.
La escena de créditos con todos los personajes desfilando por una especie de estructura de cemento, y haciendo algún que otro paso de baile es impagable. Encima prometen una segunda parte que nunca llegó, el título ya lo decía todo: Buckaroo Banzai contra la Liga Internacional del Crimen.
Siempre me preguntaré si al encontrarse miembros del reparto entre sí (Peter Weller con Jeff Goldblum es lo que suelo imaginar) se menciona en algún momento esta película. O sí, simplemente, tras quince copas, los dos empiezan a reír (o a llorar) sabiendo perfectamente por qué: salieron impunes de realizar semejante atentado contra el séptimo arte.
Lo que más (¿lo único?) que me gusta de la película es que den a los niños (insisto en que tiene cierto aire infantil a pesar de la incomprensible multitrama) la idea de que pueden ser neurocirujanos, físicos de partículas y estrellas de rock a la vez. En los 80, se podía.

5,2
13.246
7
28 de diciembre de 2009
28 de diciembre de 2009
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soderbergh es un tío un poco raro. Aclamado por el círculo “indie” por aquella Sexo, mentiras y cintas de vídeo (Sex, lies and videotapes, 1989) es una especie de eterno outsider, un Danny Boyle, un tipo que definitivamente hace cine de autor… pero ¿cuáles son sus huellas de enunciación, de autoría? Nadie le va a acusar de hacer dos películas iguales. Bueno, sí, esas terribles secuelas de los Ocean’s, pero no vienen al caso.
Tal como le da por hacer filmes pasto para los Óscar, le da por hacer un remake de la espectacular Solaris (Solyaris, 1972) de Tarkovsky. Proyecto que, cuanto menos, aterra. Recordemos que una de las obras cumbre de Tarkovsky dura poco menos de tres horas y evidentemente fue financiada por el gobierno soviético. Se trata de una película lenta, reflexiva, contemplativa ante todo… ¿Cómo puede alguien con la tendencia al videoclip de Soderbergh (su The girlfriend experience como ejemplo más evidente) enfrentarse a semejante despropósito? ¿Con James Cameron como productor…?
La cosa ya de por sí prometía bastante poco. Pero sorprende positivamente y responde a la eterna duda de qué hubiera pasado si en vez de ir los soviéticos a Solaris, hubieran ido los estadounidenses. Esta claro que lo primero que habrían hecho es enviar a George Clooney y no a… Donatas Banionis.
Soderbergh esquiva la primera piedra con éxito: la ciencia ficción es una excusa. El debate que se plantea es el moral; la ciencia ficción es una excusa para hacer una película. “En Stalker y en Solaris si algo no me interesaba era la ciencia-ficción”, así habló Tarkovsky.
De esta manera, Soderbergh se desmarca rápido y nos envía a las inmediaciones del planeta Solaris. Una introducción de unos 40-50 minutos se convierte en un corto preámbulo de apenas 10. A Soderbergh le da bastante igual. Decide que en vez de interminables planos de zoom parsimonioso y reflexivo (aunque también hay alguno) toca corte de primer plano conjunto (tiene tanto de romance como de ciencia-ficción, esto es, el toque justo, así que la cosa requiere) a plano medio, contraplano y volvemos a empezar. Se nota que se lo pasa bien más tarde, en la sala de montaje y la cosa le va muy bien.
(continúo en spoiler sin spoiler)
Tal como le da por hacer filmes pasto para los Óscar, le da por hacer un remake de la espectacular Solaris (Solyaris, 1972) de Tarkovsky. Proyecto que, cuanto menos, aterra. Recordemos que una de las obras cumbre de Tarkovsky dura poco menos de tres horas y evidentemente fue financiada por el gobierno soviético. Se trata de una película lenta, reflexiva, contemplativa ante todo… ¿Cómo puede alguien con la tendencia al videoclip de Soderbergh (su The girlfriend experience como ejemplo más evidente) enfrentarse a semejante despropósito? ¿Con James Cameron como productor…?
La cosa ya de por sí prometía bastante poco. Pero sorprende positivamente y responde a la eterna duda de qué hubiera pasado si en vez de ir los soviéticos a Solaris, hubieran ido los estadounidenses. Esta claro que lo primero que habrían hecho es enviar a George Clooney y no a… Donatas Banionis.
Soderbergh esquiva la primera piedra con éxito: la ciencia ficción es una excusa. El debate que se plantea es el moral; la ciencia ficción es una excusa para hacer una película. “En Stalker y en Solaris si algo no me interesaba era la ciencia-ficción”, así habló Tarkovsky.
De esta manera, Soderbergh se desmarca rápido y nos envía a las inmediaciones del planeta Solaris. Una introducción de unos 40-50 minutos se convierte en un corto preámbulo de apenas 10. A Soderbergh le da bastante igual. Decide que en vez de interminables planos de zoom parsimonioso y reflexivo (aunque también hay alguno) toca corte de primer plano conjunto (tiene tanto de romance como de ciencia-ficción, esto es, el toque justo, así que la cosa requiere) a plano medio, contraplano y volvemos a empezar. Se nota que se lo pasa bien más tarde, en la sala de montaje y la cosa le va muy bien.
(continúo en spoiler sin spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Seres que surgen de los recuerdos, eso es lo que da Solaris. Seres incompletos, que te tienen a ti y a Solaris como un creador. En cierto modo no se puede aprender nada de los sueños, pues no hemos recogido nada de fuera… de ahí esa incompletitud. Curiosamente, este dilema sale fuera de la película y nos puede llevar a delirios varios sobre la condición del remake… ¿Qué son estas marionetas, merecen vivir, nos dan algo nuevo o son sólo lo anterior con incómodas carencias?
La película convierte 165 minutos en 90; las carencias son inevitables. Pero parece que, a pesar de todo, Soderbergh supo captar el espíritu, la esencia de su original soviético o quizá la obra original del polaco Stanislav Lem. Es por ello que el resultado es efectivo. Sus detractores no hacen más que ensalzarla y darle puntos: Sí, es lenta. Sí, “no pasa nada”.
Especialmente destacable y fiel al espíritu, casi sobrepasando a la original, es la escena del primer encuentro con la “réplica” y ese tenso plano-contraplano; Kelvin (Clooney) no habla con su mujer, habla con Solaris.
Solaris cambia pues su color, ahora es púrpura, azulado y no amarillo brillante. Pierde sus mejores escenas o las que yo recordaba con mayor nitidez, aquella descripción de la terrible visión de uno de los científicos o el cumpleaños en la biblioteca. Pero mantiene lo indispensable para su supervivencia y el resultado es efectivo, en buena parte por la buena mano de Soderbergh tanto con la cámara como en la sala de montaje.
Nota: 7/10; a dos largos pasos de su maestro titiritero, pero se mantiene en pie sola.
La película convierte 165 minutos en 90; las carencias son inevitables. Pero parece que, a pesar de todo, Soderbergh supo captar el espíritu, la esencia de su original soviético o quizá la obra original del polaco Stanislav Lem. Es por ello que el resultado es efectivo. Sus detractores no hacen más que ensalzarla y darle puntos: Sí, es lenta. Sí, “no pasa nada”.
Especialmente destacable y fiel al espíritu, casi sobrepasando a la original, es la escena del primer encuentro con la “réplica” y ese tenso plano-contraplano; Kelvin (Clooney) no habla con su mujer, habla con Solaris.
Solaris cambia pues su color, ahora es púrpura, azulado y no amarillo brillante. Pierde sus mejores escenas o las que yo recordaba con mayor nitidez, aquella descripción de la terrible visión de uno de los científicos o el cumpleaños en la biblioteca. Pero mantiene lo indispensable para su supervivencia y el resultado es efectivo, en buena parte por la buena mano de Soderbergh tanto con la cámara como en la sala de montaje.
Nota: 7/10; a dos largos pasos de su maestro titiritero, pero se mantiene en pie sola.
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