Darren Aronofsky es un director al que le encanta tratar el tema de la obsesión. En este caso, la obsesión del personaje de Natalie Portman por alcanzar la perfección. Aunque eso le suponga un descenso a la locura.

Más allá de los paralelismos de la historia de Nina con el mismo Lago de los cisnes, la película tiene un trabajo visual más que interesante para narrar básicamente la dualidad.

Puede que pasen los años, pero los efectos especiales del estilo body horror, siguen funcionando perfectamente.

Pero lo que hace que la película enganche no es su monstruo, si no la atmósfera que envuelve toda la película. La desconfianza en todos los personajes es continua y no se salva ni el bueno del Kurt Russell.

Cuando creas el terror en base a una sensación, y filmas esa sensación es cuando tu película no va a envejecer por mucho que se mejore en efectos especiales, o efectos generados por ordenador.