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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
28 de febrero de 2019 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última película de Kaurismäki vuelve a concentrarse en los refugiados. Es la segunda entrega de las características trilogías con las que el director finlandés suele organizar su cine. Film que ha presentado en los principales festivales europeos expresando una sensibilidad auténtica sobre este drama: “hemos olvidado que los refugiados son gente que ama y necesita ser amada, que tiene una historia y unos sentimientos, y que sufre. Y sufre sobre todo a causa de nuestra indiferencia, y al trato inhumano que les damos.” Pero su película no es un simple llamado a la indignación o un decálogo de padecimientos. Si bien es categórico respecto de la dinámica xenófoba que regurgita detrás de la aparente paz y prosperidad finlandesa -que se expresa desde la burocracia institucional de los centros de acogida, los controles policiales, hasta la avanzada de ataques neofascista contra los inmigrantes- logra condensar la atención de la trama en las más variopintas expresiones solidarias. Y lo hace, siempre fiel a sus mundos anacrónicos poblados de personajes extravagantes, a través de las vicisitudes de Khaled, un refugiado sirio que luego de un peregrinar desgarrador logra llegar al puerto de Helsinki escondido en un buque carguero. Su historia se cruza con la de Waldemar Wikstrom, quien decide transformar completamente su soporífera vida, yéndose de su casa, dejando su insípido trabajo de vendedor de camisas y embarcándose en la compra de un decadente restaurante con sus empleados incluidos. Todos ellos conformarán esa pandilla de desafortunados típicas de las fábulas de Kaurismäki de las que brota un profundo sentido de dignidad humana, de hospitalidad y de ayuda desinteresada.
28 de febrero de 2019 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin dudas es unas de las mejores películas que la filmografía de Kubrick puede ofrecer. Antesala de su gran Espartaco y con tan solo 29 años diseño este alegato antibélico poderoso, honesto y necesario. Una obra cuidadosamente elaborada empezando por un guión sólido, pasando por una maestría cinematográfica sin igual y siguiendo por interpretaciones memorables en manos de Kirk Douglas, George McReady y Adolphe Mejou.
Kubrick nos impone una historia que confiesa los más íntimos caprichos de los señores de la guerra por conservar el poder. El relato transcurre durante la Primera Guerra a través de una cámara vertiginosa que con largos travellings recorre una y otra vez las nauseabundas trincheras de un regimiento francés. La misión imposible que proviene de los cómodos y seguros despachos militares es la de tomar por asalto la Colina de las hormigas, ocupada por los alemanes. Misión que solo tiene sentido para los altos mandos del Estado Mayor francés, en especial para el oprobioso general Mireau –interpretado de manera excepcional por McReady- y su ambición por conquistar una promoción militar.
Curiosamente estamos ante un film de guerra que no muestra a los enemigos que acechan al otro lado de la trinchera -¡no divisamos a ningún alemán durante todo el metraje!- porque precisamente se concentra en los enemigos que orquestan miserablemente la carnicería bélica en la propia trinchera. Un tratamiento sumamente incómodo para los paladines del patriotismo y heroísmo de esta guerra infausta.
El fracaso de la misión supondrá el castigo ejemplar entre los soldados donde no faltará una corte marcial inventada para exaltar la impunidad y legitimar la opresión pero también donde comenzará a tomar fuerza un espíritu de dignidad y justicia en manos del coronel Dax (Douglas).
Sus minutos finales, probablemente, estén entre los más conmovedores que nos ha ofrecido el cine.
28 de febrero de 2019 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta vez la evocación estará dedicada al spaghetti western, un subgénero que se despliega especialmente en Italia y España durante la década del ‘60, famoso por reciclar algunas de las características constitutivas del western clásico a través de personajes particularmente sórdidos.
El mítico far west se recrea en el sur esclavista, previo a la Guerra de Secesión. Su protagonista es Django (Jamie Foxx), un esclavo negro que deja de serlo con ayuda del Dr. Schultz (Christoph Waltz), un dentista alemán devenido cazarecompensas. Ambos se convierten en compañeros de ruta con un destino preciso, el reencuentro de Django con su querida Broomhilda. Esta será la excusa que moverá la trama al ritmo de cabalgatas, de áridos paisajes, de música explosiva, de momentos hilarantes como el de un escuadrón de extremistas que antes de una redada se detiene a dialogar sobre lo mal cocidas que están sus capuchas; y de violencia, que seguramente no supera lo que ha sido una realidad dramática. A propósito de esto Tarantino apuntó “¿cómo podría no ser violenta una historia que trata sobre algo tan radicalmente violento como la esclavitud de un grupo étnico entero por parte de otro grupo étnico?”
Un film que también levantó polvareda porque, además de mostrar el racismo deshumanizante de los esclavistas y de las penurias que sufrieron los esclavos, Tarantino incomoda mostrando la complicidad de algunos negros con la aberración esclavista.
La creatividad, la exageración y la evocación son algunas de las melodías sentimentales que transmite Tarantino con su cine. Un cine que está hecho de su propia historia, la de géneros emblemáticos y la de subgéneros “marginales” sobre los que demuestra un conocimiento obsesivo de sus convenciones narrativas y estilísticas combinado con una gran capacidad de reinterpretación lúdica. La sensación que impone es la del cine que tiene que pronunciarse éticamente y no solo narrar. En el cine de Tarantino las cosas terminan de otra manera. En resumidas cuentas, su cine cambia los hechos de la historia. Esa capacidad de tratar sucesos históricos dramáticos como han sido el nazismo y el esclavismo componiendo la necesidad de imaginar otros rumbos de estos sucesos a partir del cine y desde el cine. Lo ha hecho magistralmente en Bastardos sin gloria, ahora es el turno de Django.
28 de febrero de 2019 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No fue su primera ni mejor película pero sin dudas es uno de sus más interesantes patrimonios. Mike Leigh hace mucho tiempo se inscribió en el cine social británico con una forma de trabajo poco convencional, consagrándose internacionalmente por fuera de la nomenclatura rapiñera de la gran industria cinematográfica. Secretos y mentiras es un film que abre interrogantes sobre el universo de la vida privada, de las frustraciones humanas que no logran resolverse en el ámbito familiar, más bien tienden a encapsularse en la soledad de cada personaje como irresueltos que se transforman en secretos y secretos que se transforman en mentiras. El gran mérito de la película es el de intentar dar cuenta de los naufragios existenciales que se desprenden de aquella anhelada vida familiar, aquella que promete la felicidad eterna y finalmente no la garantiza. El director lo hace sin arribar a conclusiones perezosas,
en primer lugar porque no juzga a sus personajes y tampoco estimula efectos moralistas en el espectador.
Maurice y Cynthia, dos hermanos atrapados por sus propios secretos. Él, un fotógrafo consolidado, con una bella casa y la infertilidad de su esposa que opaca su sueño de progreso. Ella, trabajadora de una fábrica y madre soltera, desanda sus días en una convivencia nada feliz con su hija rebelde y poco adaptada a su insoportable trabajo de barrendera municipal. Todo se resolverá en una intensa y poco esperada fiesta de cumpleaños en las que todas las desdichas ocultas estallarán con la aparición de Hortense, una joven negra, hija ilegítima de Cynthia que dio en adopción en su juventud.
Las historias de Leigh, a diferencia de otros directores, no tratan de describir los sueños y los tormentos humanos a través de las ecuaciones clásicas. Este singular director recrea en sus propios personajes y en la historia, el amor y la soledad, el racismo y la opresión, el dolor y los prejuicios. Finalmente, la riqueza de los interrogantes que plantea Leigh respecto de la cultura familiar termina por limitarse, reproponiendo el encorsetado horizonte de la familia como el ámbito preferible para que sus personajes cumplan sus expectativas de bienestar.
28 de febrero de 2019 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este film no podría ser memorable sin tres condimentos esenciales: la actriz, el director y la banda sonora. Sabiendo que corría en desventaja respecto de la novela de Truman Capote (de la cual toma el nombre y algunos de sus personajes) logra convertirse en una adaptación encantadora y al mismo tiempo distante de su homónima obra literaria.
El guión fílmico se basa en recrear trazos de la historia original imaginada por Capote tratando, con una sutileza desmedida, no sobresaltar al público de la época. Es verdad, muchos aspectos que se leen en la novela, en el film solo se intuyen. Por ejemplo la descripción aguda del autor sobre el ambiente social neoyorquino de los años ‘50 que detrás de la decencia y la distinción escondía una vida de frivolidad decadente.
A pesar de estos contrapuntos se trata de un film con funcionalidad propia porque logra invadir con fascinación a sus espectadores. En primer lugar, a través de una Audrey Hepburn que no solo interpreta sino que logra reinventar a su medida (ya muy distante de la Holly de Capote) a esta jovencísima mujer enmarañada entre el ser y el aparentar.
La mismísima Kim Novak no dudó en proponerse para el papel de Holly Golightly pero su oferta fue rechazada rápidamente así como la de Marilyn Monroe quien fuera la candidata originalmente propuesta por Capote.
La banda sonora fue compuesta por el excepcional Henry Mancini cuya pieza “Moon River”, entre remilgada y nostálgica, no deja de traernos a la memoria tantos fotogramas con la Hepburn como protagonista. La dirección estuvo a cargo de Blake Edwards (el mismo que, entre otros films extraordinarios, nos gratificó con La pantera rosa de la mano de Peter Sellers).
Fue la Hepburn la que logró con creces encarnar junto George Peppard esta historia de desarraigo y soledad con tonos de comedia sofisticada. Peppard en la piel de Paul, un joven escritor que se muda al edificio donde conocerá a una singular vecina. La amistad amorosa que entablarán irá poniendo en aprietos el mundo etéreo que los recubre.
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