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Episodio

6,4
453
6
10 de diciembre de 2017
10 de diciembre de 2017
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Dead Weight (Peso muerto) (1971) se nos muestra el enfrentamiento entre la duda y la certeza en un testigo presencial y casual de los hechos que desencadena la trama del tercer episodio de la temporada uno de Colombo. Helen Stewart (Suzanne Pleshette) junto a su madre, la temperamental señora Walters (Kate Reid), están fondeando en la rada del puerto, momento en el que la hija ha presenciado desde la lejanía un fogonazo extraño a través de una gran ventana, la madre semidormida no da crédito y mucho menos importancia a lo visto por su hija Helen.
Las desavenencias entre madre e hija sobre el fortuito suceso hace que Helen, desafiando la desidia de la matriarca que la ha tachado de fantasiosa, denuncie finalmente los hechos, momento desde el cual se desencadenan los acontecimientos que el director Jack Smight partiendo del guión escrito por John T. Dugan, pone en escena, nos sitúa entre la débil creencia de lo denunciado y las dudas razonables que surgen durante la aclaración de los hechos causados por registros anunciados, falsas cuentas abultadas, mercado de dudosa legalidad y complicidad en la que el General Mayor Martin J. Hollister (Eddie Albert) y el Coronel Roger Dutton (John Kerr) se enfrentan en un cruce de acusaciones mutuas lo cual genera toda la acción posterior.
En este episodio nos vamos familiarizando con el maleable aplomo que Colombo muestra frente a cualquier tipo de referencia externa hacia su persona, imagen, cercanía, rechazo y curiosidad hacia su integridad estética, e intelectual: Hollister le recrimina con altanería algo burlona los métodos de acercamiento a su vida privada coincidiendo con la investigación del desaparecido coronel Dutton, por otra parte la señora Walters, dudando desde su aspecto al modo en el que hace presencia Colombo y teniendo inicialmente actitud de rechazo, finalmente asume la idiosincrasia de Colombo, facilitándole en parte su labor.
Los pequeños detalles, la pregunta ‘coletilla’, la necesidad de encontrar respuesta a todo, incluidas ‘las pequeñas cosas sin importancia’, la obligatoriedad de contentar a sus superiores atando ´cabos sueltos’… y a sí todo un ritual de aproximación hacia el sospechoso, fulminando el engaño, destapando la verdad del caso, o, como sucede en Peso muerto, además, es por medio de Hollister y su indisimulado narcisismo frente a Colombo que finalmente se solucione el caso del desaparecido Roger Dutton.
Complemento genealógico: Colombo cita a su cuñado en una ocasión poniéndolo como ejemplo, lo mismo que a su sobrina (hija de la hermana de su esposa) separada y casada en segundas nupcias.
Las desavenencias entre madre e hija sobre el fortuito suceso hace que Helen, desafiando la desidia de la matriarca que la ha tachado de fantasiosa, denuncie finalmente los hechos, momento desde el cual se desencadenan los acontecimientos que el director Jack Smight partiendo del guión escrito por John T. Dugan, pone en escena, nos sitúa entre la débil creencia de lo denunciado y las dudas razonables que surgen durante la aclaración de los hechos causados por registros anunciados, falsas cuentas abultadas, mercado de dudosa legalidad y complicidad en la que el General Mayor Martin J. Hollister (Eddie Albert) y el Coronel Roger Dutton (John Kerr) se enfrentan en un cruce de acusaciones mutuas lo cual genera toda la acción posterior.
En este episodio nos vamos familiarizando con el maleable aplomo que Colombo muestra frente a cualquier tipo de referencia externa hacia su persona, imagen, cercanía, rechazo y curiosidad hacia su integridad estética, e intelectual: Hollister le recrimina con altanería algo burlona los métodos de acercamiento a su vida privada coincidiendo con la investigación del desaparecido coronel Dutton, por otra parte la señora Walters, dudando desde su aspecto al modo en el que hace presencia Colombo y teniendo inicialmente actitud de rechazo, finalmente asume la idiosincrasia de Colombo, facilitándole en parte su labor.
Los pequeños detalles, la pregunta ‘coletilla’, la necesidad de encontrar respuesta a todo, incluidas ‘las pequeñas cosas sin importancia’, la obligatoriedad de contentar a sus superiores atando ´cabos sueltos’… y a sí todo un ritual de aproximación hacia el sospechoso, fulminando el engaño, destapando la verdad del caso, o, como sucede en Peso muerto, además, es por medio de Hollister y su indisimulado narcisismo frente a Colombo que finalmente se solucione el caso del desaparecido Roger Dutton.
Complemento genealógico: Colombo cita a su cuñado en una ocasión poniéndolo como ejemplo, lo mismo que a su sobrina (hija de la hermana de su esposa) separada y casada en segundas nupcias.
7
1 de julio de 2018
1 de julio de 2018
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La becerrada (1963) es una película de José María Forqué, la fotografía de Alejandro Ulloa y la música de Graciano Tarragó que junto la producción de Nazario Belmar, arroja un resultado sorprendente donde la narración, los diálogos, las equilibradas interpretaciones y el magnífico mensaje social de este gran metraje, invita a un nuevo visionado sin prejuicios. Se trata de un trabajo de los de hilar fino, donde Forqué lo supo convertir desde su creativa dirección, en una joya cinematográfica. Estos son algunos de los personajes y sus historias según el acertado guión de Jaime de Armiñan, José María Forqué y Ricardo Muñoz Suay.
El contrapicado de un ángel alado envuelto en oportuna bruma mañanera, es una hermosa escultura de la imaginería que forma parte de las pertenencias del anticuario Chamorro (Ángel Álvarez) que conduce su ruidoso motocarro por parajes de secano y pedregosas cuestas abriéndose camino hacia El hogar del vencido, cargado con algunas antigüedades dispuesto a negociar unas ventas con las hermanitas del asilo. Juan (Jacinto Martín) el cartero, le indica el camino acompañándole en el Motocarro; la sobria frescura de la guitarra acompaña las primeras secuencias, música perfecta para los entornos que se van mostrando.
En El hogar del vencido, dirigido por la Madre Superiora (Ana María Noé), reciben la peor noticia del obispado, sus fondos se han agotado, les recomienda los consigan por sus propios medios. Durante un frugal almuerzo se plantean diferentes propuestas: novenas a San Ginés, un partido de futbol, una corrida de toros benéfica aprovechando la plaza de San Ginés de la Sierra creyendo que una fiesta taurina es lo más viable. El Alcalde (Juan León Córdoba) lo aprueba, pero antes hay que ponerlo en conocimiento de Don Heliodoro (José María Rodero) arrendatario de la plaza, Concejal de Festejos y Deportes y legítimo heredero del coso por parte de su tía abuela Doña Elvira sutilmente retratada en un excelente óleo, contando además con Chus (María Jesús Lampreave) la hermana pequeña del heredero, siempre acompañada por Popea, su perrita.
Mientras se discute el modo de celebrar la fiesta taurina, entre los ancianitos del asilo cunde el optimismo moderado (algo han oído) creen que la cosa puede mejorar. Entre ellos hablan de lo suyo mientras Cristóbal (Nicolás Perchicot) procura esconder el tabaco que le ha hecho llegar el cartero no sea que sus amigos gorrones empiecen a pedirle; Gutiérrez (Antonio Gandía) es el conocedor de las sabias leyendas taurinas contadas con tal alarde de prosa que deja ‘pasmao’ a más de uno, mientras Sor María (Amparo Soler Leal), reparte el postre: unas hermosas brevas con las que más de uno quiere hacer algún trueque, Don Ruiz (Félix Fernández) provee de agua con poco atino al servirla por culpa de un ligero tembleque, presumiendo de buenísima puntería en su juventud que ahora le falta, de lo que se queja por encharcamiento Don Vicente (Manuel Domínguez Luna) quedando la mesa y su breva totalmente anegada. En estos y otros menesteres pasan los días los habitantes del Hogar.
Sor María, Sor Leocadia (Nuria Torray) y Sor Matilde (María José Alfonso), son las encargadas de contactar con Francisco Rodríguez ‘Juncal’ (Fernando Fernán Gómez) y sus influencias, hermano de la cocinera del obispo, para organizar el cartel del festejo taurino a beneficio de El hogar del vencido. Reticente inicialmente para un acuerdo de colaboración, es solucionado con una promesa pecuniaria posterior a la corrida benéfica. Juncal, a su manera consigue comprometer a los diestros Antonio Ordóñez, Antonio Bienvenida y Juan García ‘Mondeño’, a Juncal solo le falta conseguir los toros.
La situación les lleva hasta Don Policarpo (Manuel Alexandre), empresario de espectáculos y festejos que según informaciones tiene tres toros de lidia que las hermanitas quieren comprarle. Durante la negociación asistimos a la actuación del insigne recitador Agustín de Utrera (Agustín González) con desigual éxito de audiencia, un chiste ‘verde’ del recitador, previo aviso del empresario, aconseja a las monjitas taparse los oídos, momento en el que Forqué utiliza un original recurso sonoro del que el espectador participa sin posibilidad de elección, a lo que siguen otras actuaciones del peculiar elenco. Finalmente y tras diferentes situaciones que parecían insalvables consiguen sus toros de lidia.
Las rogativas pedidas a las monjitas por parte de los campesinos para que llueva y palíe la pertinaz sequía es lo que más preocupa en el pueblo. Las tres hermanas y Juncal han regresado con la promesa del festejo. El pueblo luce entre coloridos festones el cartel de bienvenida a los diestros, los preparativos se complican, un pequeño caos se apodera del lugar; finalmente, y tras diferentes incidentes organizativos, todo está preparado para el gran recibimiento…todo, menos las inclemencias del tiempo. Un hermoso y luminoso plano general, pone el broche de oro a una película que rezuma bondadoso homenaje a los abuelitos del convento, a sus monjas y a los necesitados recursos económicos de El hogar del vencido para seguir viviendo en sus tranquilos retiros.
El contrapicado de un ángel alado envuelto en oportuna bruma mañanera, es una hermosa escultura de la imaginería que forma parte de las pertenencias del anticuario Chamorro (Ángel Álvarez) que conduce su ruidoso motocarro por parajes de secano y pedregosas cuestas abriéndose camino hacia El hogar del vencido, cargado con algunas antigüedades dispuesto a negociar unas ventas con las hermanitas del asilo. Juan (Jacinto Martín) el cartero, le indica el camino acompañándole en el Motocarro; la sobria frescura de la guitarra acompaña las primeras secuencias, música perfecta para los entornos que se van mostrando.
En El hogar del vencido, dirigido por la Madre Superiora (Ana María Noé), reciben la peor noticia del obispado, sus fondos se han agotado, les recomienda los consigan por sus propios medios. Durante un frugal almuerzo se plantean diferentes propuestas: novenas a San Ginés, un partido de futbol, una corrida de toros benéfica aprovechando la plaza de San Ginés de la Sierra creyendo que una fiesta taurina es lo más viable. El Alcalde (Juan León Córdoba) lo aprueba, pero antes hay que ponerlo en conocimiento de Don Heliodoro (José María Rodero) arrendatario de la plaza, Concejal de Festejos y Deportes y legítimo heredero del coso por parte de su tía abuela Doña Elvira sutilmente retratada en un excelente óleo, contando además con Chus (María Jesús Lampreave) la hermana pequeña del heredero, siempre acompañada por Popea, su perrita.
Mientras se discute el modo de celebrar la fiesta taurina, entre los ancianitos del asilo cunde el optimismo moderado (algo han oído) creen que la cosa puede mejorar. Entre ellos hablan de lo suyo mientras Cristóbal (Nicolás Perchicot) procura esconder el tabaco que le ha hecho llegar el cartero no sea que sus amigos gorrones empiecen a pedirle; Gutiérrez (Antonio Gandía) es el conocedor de las sabias leyendas taurinas contadas con tal alarde de prosa que deja ‘pasmao’ a más de uno, mientras Sor María (Amparo Soler Leal), reparte el postre: unas hermosas brevas con las que más de uno quiere hacer algún trueque, Don Ruiz (Félix Fernández) provee de agua con poco atino al servirla por culpa de un ligero tembleque, presumiendo de buenísima puntería en su juventud que ahora le falta, de lo que se queja por encharcamiento Don Vicente (Manuel Domínguez Luna) quedando la mesa y su breva totalmente anegada. En estos y otros menesteres pasan los días los habitantes del Hogar.
Sor María, Sor Leocadia (Nuria Torray) y Sor Matilde (María José Alfonso), son las encargadas de contactar con Francisco Rodríguez ‘Juncal’ (Fernando Fernán Gómez) y sus influencias, hermano de la cocinera del obispo, para organizar el cartel del festejo taurino a beneficio de El hogar del vencido. Reticente inicialmente para un acuerdo de colaboración, es solucionado con una promesa pecuniaria posterior a la corrida benéfica. Juncal, a su manera consigue comprometer a los diestros Antonio Ordóñez, Antonio Bienvenida y Juan García ‘Mondeño’, a Juncal solo le falta conseguir los toros.
La situación les lleva hasta Don Policarpo (Manuel Alexandre), empresario de espectáculos y festejos que según informaciones tiene tres toros de lidia que las hermanitas quieren comprarle. Durante la negociación asistimos a la actuación del insigne recitador Agustín de Utrera (Agustín González) con desigual éxito de audiencia, un chiste ‘verde’ del recitador, previo aviso del empresario, aconseja a las monjitas taparse los oídos, momento en el que Forqué utiliza un original recurso sonoro del que el espectador participa sin posibilidad de elección, a lo que siguen otras actuaciones del peculiar elenco. Finalmente y tras diferentes situaciones que parecían insalvables consiguen sus toros de lidia.
Las rogativas pedidas a las monjitas por parte de los campesinos para que llueva y palíe la pertinaz sequía es lo que más preocupa en el pueblo. Las tres hermanas y Juncal han regresado con la promesa del festejo. El pueblo luce entre coloridos festones el cartel de bienvenida a los diestros, los preparativos se complican, un pequeño caos se apodera del lugar; finalmente, y tras diferentes incidentes organizativos, todo está preparado para el gran recibimiento…todo, menos las inclemencias del tiempo. Un hermoso y luminoso plano general, pone el broche de oro a una película que rezuma bondadoso homenaje a los abuelitos del convento, a sus monjas y a los necesitados recursos económicos de El hogar del vencido para seguir viviendo en sus tranquilos retiros.
Episodio

6,7
480
8
14 de diciembre de 2017
14 de diciembre de 2017
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Suitable for Framing (Marco para un asesinato) (1971) trata de un tema siempre vivo: la ambición y el deseo de posesión con el agravante de haberse sentido repudiado frente a una herencia. Dirigida por Hy Averback, guión de Jackson Gillis, la música de Billy Goldenberg, la composición del tema principal a cargo de Henry Mancini y la interesante fotografía de Russell Metty, y cuarto telefilm de la primera temporada, nos lleva a introducirnos en la destacable historia donde lo que más cuenta es el arte, y lo que menos…también el arte para nuestro ambicioso protagonista. Así, al igual que en los telefilms de la serie, el director nos muestra los hechos que derivarán en la trama, su desarrollo y solución del caso, reunido en torno a un acertado elenco que lo borda.
Dale Kingston (Ross Martin) es un afamado crítico de arte capaz de llegar al asesinato para heredar la colección de su tío Rudy Matthews (Robert Shayne) quien es mostrado en el desarrollo de los hechos iniciales interpretando una deliciosa e intimista pieza al piano, propicia para la noche y el momento en el que la insensibilidad musical del crítico decide eliminar el único obstáculo posible para heredar. Los hechos se desarrollan entre grandes obras artísticas de incalculable valor que Hy Averback en unos generosos primeros planos, nos hace partícipe de ellas junto al angustioso momento de la violenta interrupción musical a la que se suma su cómplice y estudiante de arte Tracy O’Connor (Rosanna Huffman) dispuesta a cualquier cosa para conseguir la fama y el reconocimiento, así le parecía también a la indisimulada chismosa y Dueña (Mary Wickes) del apartamento, donde la aspirante a artista residía.
Frank Simpson (Don Ameche) encargado de hacer la lectura pública del testamento a los interesados entre los cuales el crítico de arte, su tía Edna Matthews (Kim Hunter), el matrimonio encargado del servicio el Sr. y la Sra. Evans, y Colombo, invitado por el notario a la lectura después de haberse desencadenado los hechos que la causaron de los que nuestro teniente se hizo cargo. El desarrollo posterior de los acontecimientos conduce a nuestros protagonistas a situaciones de verdadero compromiso y culpabilidad aparente según las pruebas que van apareciendo.
El estudio de un pintor en ciernes enfadado con el mundo, la modelo impasible, la inauguración en la galería con la singular Mitilda (Joan Shawlee)y los potenciales clientes en un animado ‘vernissage’ donde hablan de precios y gustos estéticos encajan en los intereses del crítico de arte, aprovechando la invitación al evento, no desaprovechando el momento para mostrar indiferencia por lo expuesto y preocupación por su reloj que al parecer no funciona demasiado bien, convirtiéndose posteriormente en elemento clave para el descubrimiento del robo, junto a las oportunas huellas de Colombo que desvelarán finalmente la identidad del asesino ladrón de las obras de arte.
Complemento genealógico. Colombo cita en una ocasión a su mujer y a su suegro.
Dale Kingston (Ross Martin) es un afamado crítico de arte capaz de llegar al asesinato para heredar la colección de su tío Rudy Matthews (Robert Shayne) quien es mostrado en el desarrollo de los hechos iniciales interpretando una deliciosa e intimista pieza al piano, propicia para la noche y el momento en el que la insensibilidad musical del crítico decide eliminar el único obstáculo posible para heredar. Los hechos se desarrollan entre grandes obras artísticas de incalculable valor que Hy Averback en unos generosos primeros planos, nos hace partícipe de ellas junto al angustioso momento de la violenta interrupción musical a la que se suma su cómplice y estudiante de arte Tracy O’Connor (Rosanna Huffman) dispuesta a cualquier cosa para conseguir la fama y el reconocimiento, así le parecía también a la indisimulada chismosa y Dueña (Mary Wickes) del apartamento, donde la aspirante a artista residía.
Frank Simpson (Don Ameche) encargado de hacer la lectura pública del testamento a los interesados entre los cuales el crítico de arte, su tía Edna Matthews (Kim Hunter), el matrimonio encargado del servicio el Sr. y la Sra. Evans, y Colombo, invitado por el notario a la lectura después de haberse desencadenado los hechos que la causaron de los que nuestro teniente se hizo cargo. El desarrollo posterior de los acontecimientos conduce a nuestros protagonistas a situaciones de verdadero compromiso y culpabilidad aparente según las pruebas que van apareciendo.
El estudio de un pintor en ciernes enfadado con el mundo, la modelo impasible, la inauguración en la galería con la singular Mitilda (Joan Shawlee)y los potenciales clientes en un animado ‘vernissage’ donde hablan de precios y gustos estéticos encajan en los intereses del crítico de arte, aprovechando la invitación al evento, no desaprovechando el momento para mostrar indiferencia por lo expuesto y preocupación por su reloj que al parecer no funciona demasiado bien, convirtiéndose posteriormente en elemento clave para el descubrimiento del robo, junto a las oportunas huellas de Colombo que desvelarán finalmente la identidad del asesino ladrón de las obras de arte.
Complemento genealógico. Colombo cita en una ocasión a su mujer y a su suegro.
Episodio

6,9
522
6
9 de diciembre de 2017
9 de diciembre de 2017
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Colombo: Death lends a Hand (Suficiente soga) (1971) Actores y actrices de gran renombre cinematográfico irán pasando por los diferentes episodios de la serie Colombo, en este caso destacamos a Ray Milland (Beau Geste (1939), El mayor y la menor (1942) o Días sin huella (1945) entre un numeroso y exitoso trabajo cinematográfico), que junto a Robert Culp (Bob & Carol & Ted & Alice (1969) además de una larga lista de títulos, conformaban el eje central de Suficiente soga.
El telefilm dirigido por el experimentado director en series Bernard L. Kowalski (Perry Mason, Rawhide (con un jovencísimo Clint Eastwood), Los intocables, o Misión Imposible, entre una larga lista de colaboraciones en múltiples series para la tv), el guión de Richard Levinson y William Link, y la fotografía de Russell Metty, complementado con el apropiado elenco para contarnos una historia de traición fallida, intereses, y chantaje, que supondría el segundo telefilm de la primera temporada.
El inicio de la trama se sitúa en los engranajes de una empresa de investigación de éxito cuyo director Brimmer (Robert Culp) no ceja por mejorar los resultados de su negocio aunque para lograrlo deba de echar mano del sutil chantaje a cambio de algún comprometido silencio ofrecido como moneda de cambio a la señora Leonore Kennicutt por información e influencias necesarias para el mejor funcionamiento de su negocio.
Nada sale como lo había planeado. La incidental muerte de la señora Kennicutt, hace que tanto el esposo Arthur Kennicutt (Ray Milland), como el teniente Colombo entren es escena para resolver de la manera más rápida posible el asesinato en extrañas circunstancias de la esposa del magnate en comunicación.
Brimmer el vanidoso y la astucia de Colombo, ponen a prueba la fidelidad propia o ajena, la falsa pista necesaria para atrapar al ‘malo’, la generosidad en los halagos derrochada por nuestro detective hacia las flaquezas de sus presas, la avaricia como elemento desestabilizador de una vida normalizada, sin otra pretensión que la de vivir; todo en nuestro singular personaje se torna (a propósito y siempre con algún objetivo) simple, débil, inconsistente a los ojos de los sospechosos, convirtiendo la vanidad en la compañera más fiel para la resolución de los casos.
Complemento genealógico: Colombo cita a su esposa en cuatro ocasiones y una quinta por medio de otro personaje; también nombra a una cuñada y a un sobrino en una ocasión respectivamente.
El telefilm dirigido por el experimentado director en series Bernard L. Kowalski (Perry Mason, Rawhide (con un jovencísimo Clint Eastwood), Los intocables, o Misión Imposible, entre una larga lista de colaboraciones en múltiples series para la tv), el guión de Richard Levinson y William Link, y la fotografía de Russell Metty, complementado con el apropiado elenco para contarnos una historia de traición fallida, intereses, y chantaje, que supondría el segundo telefilm de la primera temporada.
El inicio de la trama se sitúa en los engranajes de una empresa de investigación de éxito cuyo director Brimmer (Robert Culp) no ceja por mejorar los resultados de su negocio aunque para lograrlo deba de echar mano del sutil chantaje a cambio de algún comprometido silencio ofrecido como moneda de cambio a la señora Leonore Kennicutt por información e influencias necesarias para el mejor funcionamiento de su negocio.
Nada sale como lo había planeado. La incidental muerte de la señora Kennicutt, hace que tanto el esposo Arthur Kennicutt (Ray Milland), como el teniente Colombo entren es escena para resolver de la manera más rápida posible el asesinato en extrañas circunstancias de la esposa del magnate en comunicación.
Brimmer el vanidoso y la astucia de Colombo, ponen a prueba la fidelidad propia o ajena, la falsa pista necesaria para atrapar al ‘malo’, la generosidad en los halagos derrochada por nuestro detective hacia las flaquezas de sus presas, la avaricia como elemento desestabilizador de una vida normalizada, sin otra pretensión que la de vivir; todo en nuestro singular personaje se torna (a propósito y siempre con algún objetivo) simple, débil, inconsistente a los ojos de los sospechosos, convirtiendo la vanidad en la compañera más fiel para la resolución de los casos.
Complemento genealógico: Colombo cita a su esposa en cuatro ocasiones y una quinta por medio de otro personaje; también nombra a una cuñada y a un sobrino en una ocasión respectivamente.
Episodio

7,0
388
7
29 de noviembre de 2017
29 de noviembre de 2017
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las primeras imágenes que sobre las prueba de Rochard, aparecen bajo los títulos de crédito iniciales del primer piloto de la serie Colombo, nos anuncia el tipo de personaje con el que viviremos largas y entretenidas aventuras de intriga: el Teniente Colombo (Peter Falk), uno de los personajes más prolíficos de las series de televión que ni los más optimistas podían imaginar el enorme éxito de audiencia a través de las algo más de cuatro décadas que ocuparon sus interesantes y detectivescas intrigas.
Prescription: murder (Receta: asesinato) (1968) es el primer piloto de la serie Colombo, convertida en un referente obligado para el telefilm. Poco podía imaginar el productor y director Richard Irving, el enorme e incuestionable éxito ya no de la serie sino del personaje en sí, descrito por el Dr. Ray Flemming (Gene Barry), como la persona más persistente que ha conocido, jocoso, astuto, irritante, y incansable: utilizando las insinuaciones y los cambios de tema como trucos básicos de proximidad, pero efectivos como él, por medio de la perfecta adaptabilidad a toda situación ocultando su inteligencia tras la desgarbada apariencia de Colombo, convirtiéndola así en virtud, atrapando por sorpresa a sospechosos y culpables de cualquier estamento social, incluso por medio del alago tan evidente, deseado y pocas veces rechazado por muchos de los personajes representados a lo largo de los 69 telefilms que conforman la serie.
El Dr. Ray Flemming (Gene Barry) planea deshacerse de su esposa Carol (Nina Foch) para conseguirlo se ha de valer de su débil y enamorada paciente Joan Hudson (Katherine Justice), para lo cual planea un asesinato al más puro estilo hitchconiano haciendo participe al espectador de la acción consecuencia de la trama desde el primer momento, centrando la emoción en las tretas y habilidades que llevarán al teniente hasta sus posibles y culpables presas para la resolución del caso correspondiente.
El ego, la apariencia, lo socialmente correcto, el engaño interesado, la necesidad de protagonismo, o el incontenible deseo de sentirse superior, son temperamentos que envuelven a los diferentes personajes en la primera narración de Colombo entre los cuales el confiado doctor Burt Gordon (William Windom) amigo personal de Ray, la desconfiada Miss Petrie (Virginia Gregg) o la sensual Cynthia Gordon (Andrea King) entre otros tantos secundarios necesarios para lograr el resultado final del guión escrito por Richard Levinson y William Link, la música de Dave Grusin y la fotografía de Ray Rennahan, enmarcan a los diferentes y temperamentales personajes que de alguna manera será una constante en los diferentes telefilms de la serie.
Complemento genealógico: Colombo cita a su esposa en cinco ocasiones y a su hermana en una ocasión.
Prescription: murder (Receta: asesinato) (1968) es el primer piloto de la serie Colombo, convertida en un referente obligado para el telefilm. Poco podía imaginar el productor y director Richard Irving, el enorme e incuestionable éxito ya no de la serie sino del personaje en sí, descrito por el Dr. Ray Flemming (Gene Barry), como la persona más persistente que ha conocido, jocoso, astuto, irritante, y incansable: utilizando las insinuaciones y los cambios de tema como trucos básicos de proximidad, pero efectivos como él, por medio de la perfecta adaptabilidad a toda situación ocultando su inteligencia tras la desgarbada apariencia de Colombo, convirtiéndola así en virtud, atrapando por sorpresa a sospechosos y culpables de cualquier estamento social, incluso por medio del alago tan evidente, deseado y pocas veces rechazado por muchos de los personajes representados a lo largo de los 69 telefilms que conforman la serie.
El Dr. Ray Flemming (Gene Barry) planea deshacerse de su esposa Carol (Nina Foch) para conseguirlo se ha de valer de su débil y enamorada paciente Joan Hudson (Katherine Justice), para lo cual planea un asesinato al más puro estilo hitchconiano haciendo participe al espectador de la acción consecuencia de la trama desde el primer momento, centrando la emoción en las tretas y habilidades que llevarán al teniente hasta sus posibles y culpables presas para la resolución del caso correspondiente.
El ego, la apariencia, lo socialmente correcto, el engaño interesado, la necesidad de protagonismo, o el incontenible deseo de sentirse superior, son temperamentos que envuelven a los diferentes personajes en la primera narración de Colombo entre los cuales el confiado doctor Burt Gordon (William Windom) amigo personal de Ray, la desconfiada Miss Petrie (Virginia Gregg) o la sensual Cynthia Gordon (Andrea King) entre otros tantos secundarios necesarios para lograr el resultado final del guión escrito por Richard Levinson y William Link, la música de Dave Grusin y la fotografía de Ray Rennahan, enmarcan a los diferentes y temperamentales personajes que de alguna manera será una constante en los diferentes telefilms de la serie.
Complemento genealógico: Colombo cita a su esposa en cinco ocasiones y a su hermana en una ocasión.
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